Economía

¿Qué palabra conecta una de las obras teóricas más famosas de Lenin, los cereales de supermercado y los microchips de silicio, y un popular juego de mesa desarrollado a principios del siglo XX? La respuesta está en el título: monopolio.

La guerra comercial global iniciada por Trump ya se ha convertido en una guerra entre los dos actores dominantes de la economía mundial, EE. UU. y China. La pregunta es: ¿quién tiene las de ganar? ¿Quién cederá primero? Esta pregunta determina el destino de la economía mundial.

Los mercados financieros se tambalean tras el anuncio arancelario de Trump de ayer. La confianza de la clase capitalista en su conjunto ha recibido un duro golpe al imponer Trump los aranceles más altos desde el siglo XIX.

Trump está a punto de anunciar su nuevo paquete arancelario en lo que él denominó «día de la libertad». Comentaristas, políticos, diplomáticos y directores ejecutivos se apresuran a averiguar qué es lo que se avecina. Trump, como es habitual, ha hecho esperar a todo el mundo. Pero aunque los detalles no están claros, la dirección del viaje sí lo está.

El último estudio de Oxfam sobre la desigualdad contemporánea, elaborado mientras la clase dirigente y sus secuaces se codeaban en Davos, reveló que en 2024, cada uno de los 2.640 multimillonarios del mundo aumentó su riqueza en 2 millones de dólares diarios. Mientras tanto, desde 1990, no ha habido ninguna mejora en el número de personas que viven con menos de 6,85 dólares al día, lo que sigue representando 3.600.000.000 de personas.

Hace apenas una semana, Donald Trump reunió a algunos de sus jóvenes amigos tecnológicos para anunciar el Stargate, un plan colosal respaldado por el gobierno para gastar 500.000 millones de dólares en IA e infraestructura asociada. Esto, anunció Trump con confianza, era «el mayor proyecto de infraestructura de IA en la historia con diferencia», cuyo propósito era mantener «el futuro de la tecnología» en EE.UU.

«¿La guerra es algo terrible? Sí, pero es terriblemente rentable», dijo Lenin en una ocasión. El continuo agravamiento de los conflictos interimperialistas y de las guerras por delegación está demostrando una vez más que Lenin tenía toda la razón. Mientras miles de personas son masacradas en Gaza, Ucrania, Congo, Sudán y otros lugares, y mientras el gasto en defensa se dispara en todo el mundo, un puñado de capitalistas se llenan los bolsillos. La clase obrera está teniendo que pagar la factura de este derroche mortal.

La crisis del capitalismo golpea fuertemente a los países pobres. Tras las subidas de los tipos de interés de los dos últimos años, los cobradores de deudas están llamando a la puerta. Como consecuencia, las instituciones imperialistas están imponiendo medidas draconianas de austeridad y subidas de impuestos a los pobres de los llamados países en desarrollo. Esto está provocando ira y protestas masivas en todo el mundo.

Esta semana, los mercados bursátiles cayeron mientras los especuladores se enfrentaban a los últimos datos de empleo procedentes de Estados Unidos. A primera vista, los datos no parecen tan alarmantes, y las bolsas se han recuperado, por ahora. Pero los mercados tienen razón para estar preocupados.

Con la incertidumbre y la inestabilidad sacudiendo la economía real en todo el mundo, los inversores adictos a las apuestas vuelven a recurrir a la especulación en busca de dinero rápido. Pero capitalismo en su totalidad es un casino. Es hora de derrocar este sistema en quiebra.

La cumbre del COP28 estuvo llena de ironía desde el primer día, celebrada en los Emiratos Árabes Unidos, una economía clave de gas y petróleo ; y bajo la dirección del Sultan Al Jaber, quien es el jefe de la compañía de petróleo nacional, Adnoc. “¿Es esto broma?” te preguntas, en el medio del aire cada vez más contaminado. Esta situación está muy lejos de ser cómica, esto es lo mejor que la clase dominante puede ofrecer cuando se trata de combatir el cambio climático. 

La división del mundo en Estados-nación, y la lucha que engendra entre bandas de ladrones capitalistas de cada país, está convirtiendo en una burla la batalla contra el cambio climático. Los políticos y comentaristas capitalistas rara vez admiten esta verdad obvia, pero a veces es posible leer un artículo de los representantes más astutos del capital que sugiere un atisbo de comprensión. Uno de estos artículos, publicado recientemente en el Financial Times (FT), se titula «Cómo China acaparó el mercado de las tecnologías limpias«.