Los imperialistas desangran a los pobres y los pobres contraatacan

La crisis del capitalismo golpea fuertemente a los países pobres. Tras las subidas de los tipos de interés de los dos últimos años, los cobradores de deudas están llamando a la puerta. Como consecuencia, las instituciones imperialistas están imponiendo medidas draconianas de austeridad y subidas de impuestos a los pobres de los llamados países en desarrollo. Esto está provocando ira y protestas masivas en todo el mundo.

A principios de este año, Development Finance International publicó una lista de 77 países cuyos pagos de la deuda en 2023 ascendían a más del 20% de los ingresos públicos. Incluía países como Bangladesh, Kenia, Argentina, Líbano, Malí, Burkina Faso, Níger, Pakistán, Sri Lanka, Uganda, Camerún y Sierra Leona, todos éstos se han enfrentado a importantes movimientos de protesta de uno u otro tipo en los últimos años, algunos de los cuales han alcanzado proporciones revolucionarias.

El monto de la deuda en sí no es tan grande como en muchas economías occidentales, pero las condiciones que se ofrecen son el equivalente internacional de los préstamos de día de pago. Mientras que el Reino Unido puede vender bonos a diez años a un tipo de interés del cuatro por ciento, el coste medio para los países africanos se acerca al nueve por ciento, y eso para los países que aún pueden pedir préstamos en el mercado comercial.

No sólo eso, sino que se ven obligados a denominar sus bonos en euros o dólares estadounidenses, lo que significa que cualquier caída del valor de su propia moneda puede encarecer enormemente el coste de sus préstamos. No menos importante es el hecho de que los elevados tipos de interés occidentales hacen subir tanto los tipos de interés que pagan los países más pobres como el valor de las divisas en las que pagan. Como resultado, muchos países han quedado totalmente excluidos de los mercados de bonos y se ven obligados a depender de los gobiernos y las instituciones multinacionales para mantenerse a flote.

La trampa de la deuda

Desde los tiempos de Lenin, los imperialistas han utilizado la trampa de la deuda para aprovecharse a costa de naciones más pequeñas: Se concede un préstamo para invertir en un proyecto de infraestructura, normalmente, que beneficiaría a alguna gran empresa multinacional. El préstamo está condicionado al uso de una empresa, materiales o maquinaria del país que concede el préstamo.

Así, nos encontramos con que Japón presta dinero a Pakistán para un desastroso proyecto de irrigación que utiliza maquinaria suministrada por Japón. Rusia presta dinero a Bangladesh para construir una central nuclear construida por una empresa rusa. China presta dinero a Sri Lanka para construir un puerto construido por una empresa china para que lo utilicen empresas chinas de transporte de mercancías. Alemania y la UE ayudan a financiar un proyecto ferroviario de alta velocidad de 4.500 millones de dólares, suministrado por Siemens, etc.

Lenin explicó el proceso en Imperialismo: la fase superior del capitalismo:

“El aumento de las exportaciones está relacionado precisamente con estos trucos de estafa del capital financiero, que no se preocupa por la moral burguesa, sino por despellejar dos veces al buey: primero, se embolsa los beneficios del préstamo; luego, se embolsa otros beneficios del mismo préstamo que el prestatario utiliza para hacer compras a Krupp, o para comprar material ferroviario al Sindicato del Acero, etc”.

El término “estafas” es especialmente adecuado, ya que algunos de estos acuerdos son incluso fraudulentos según los estándares de la ley burguesa. El mes pasado, un juez británico declaró culpables al banco Credit Suisse y a la empresa francesa Privinvest de pagar sobornos a banqueros y funcionarios de Mozambique para asegurarse un contrato de buques atuneros, financiado con un préstamo ilegal de mil millones de dólares.

Básicamente, se pediría a los trabajadores y a los pobres de Mozambique que pagaran este préstamo ilegal, firmado a espaldas no sólo de ellos, sino también del parlamento, una gran parte del cual no era más que el pago de sobornos a las personas que hicieron el acuerdo. Cuando el préstamo salió a la luz, hundió la economía de Mozambique, causando daños económicos de hasta 11.000 millones de dólares y sumiendo en la pobreza a 2 millones de ciudadanos. Al parecer, 19 personas relacionadas con el caso están siendo juzgadas, pero no se trata de un caso individual. Se trata simplemente de un caso especialmente atroz, en el marco de un sistema basado en la explotación sistemática de las naciones pequeñas por los poderosos.

Si se ponen algunos de estos pagos de deudas en relación con el tamaño de la economía del país; o especialmente con el tamaño del presupuesto gubernamental, queda claro lo insostenible que es esto. Egipto, por ejemplo, debe reembolsar cada año una suma equivalente al 30% de su PIB o al 196% de su presupuesto público.

Ahora bien, la gente inteligente responderá que “ningún gobierno devuelve todo lo que debe, sólo pide prestado dinero nuevo y paga los intereses”. Eso está muy bien si eres capaz de encontrar a alguien que te preste a un tipo de interés razonable. Si no, tendrás que acudir a instituciones multinacionales, como el FMI, que en realidad no son más que una tapadera del imperialismo occidental, o encontrar un acuerdo bilateral con alguna potencia imperialista. Por supuesto, todo esto viene con condiciones.

La carga del interés

Además, el interés se ha vuelto intolerable en sí mismo. Los tipos de interés de los bancos centrales de Estados Unidos y Europa han subido. Como consecuencia, también ha aumentado el coste del endeudamiento público.

Los más afectados son los que la ONU clasifica como países de “renta media baja”, precisamente países como Sri Lanka, Kenia y Bangladesh. Las naciones más pobres eran demasiado pobres para que se les concediera ningún crédito en primer lugar y, por tanto, no se han visto tan gravemente afectadas.

El país promedio de renta media baja gasta el 3,7% de su PIB en intereses, es decir, aproximadamente 1 de cada 25 dólares generados en la economía se destina a pagar intereses. También supone el 19,6% del presupuesto público medio de ese país. Es aproximadamente lo mismo que el gasto en educación o en inversiones públicas.

La renta “media-baja” no significa otra cosa que ser pobre y explotado. Estos países, en los que viven 3.000 millones de personas, no tienen nada que esperar salvo la miseria constante del capitalismo y el imperialismo.

Los países capitalistas avanzados, en comparación, pueden gastar cantidades exorbitantes en el pago de intereses, pero esto es sólo una décima parte de lo que gastan en inversión pública, y una tercera parte de lo que gastan en educación. Por término medio, estos países sólo dedican el 5,3% de su presupuesto público al pago de intereses.

El uso de la deuda es uno de los medios por los que el capital financiero desangra a las naciones más pobres y las mantiene en un estado de subdesarrollo y sometimiento. Pero esto tiene sus límites, y ahora se está llegando a un límite.

Un país tras otro está incumpliendo sus obligaciones o tiene que recurrir al FMI. Los intentos del FMI de imponer sus habituales programas de recortes y austeridad no están resolviendo el problema. Sin embargo, las dificultades que están imponiendo a la población están provocando a las masas. Los trabajadores y los pobres de estos países nunca se beneficiaron de estos préstamos, y en muchos casos han sido devueltos muchas veces.

Punto de inflexión

Muchos de los países africanos que han salido de la esfera de influencia francesa en los últimos dos años se enfrentaban precisamente a este tipo de problemas de deuda: Níger, Malí, Burkina Faso y Camerún tienen deudas equivalentes al 40-60% de los ingresos públicos. La mayor parte de su deuda se debe a una u otra institución multinacional, pero su antigua potencia colonial, Francia, también debe una parte sustancial, así como China.

Algunos gobiernos han intentado seguir las “recomendaciones” del FMI, lo que invariablemente significa una tributación regresiva (que hace la vida aún más difícil a los ciudadanos de a pie) o recortes en las necesarias subvenciones a los alimentos y los combustibles. Estos programas provocaron protestas masivas en Argentina, Sri Lanka y Kenia. El asesinato de manifestantes y las detenciones masivas no consiguieron aplacar la ira.

Otros países han conseguido hasta ahora contener la marea recurriendo a la represión, pero las duras respuestas del gobierno revelan su propio sentimiento de debilidad. En esta categoría se encuentran Nigeria, Zambia, Ghana, Gambia, Egipto y Uganda, entre otros.

La presión está llegando a un punto de ruptura. La crisis de 2008 no golpeó a estos países tan duramente como en Occidente, en parte porque los bajos tipos de interés permitieron a los gobiernos seguir endeudándose, y el comercio con China abrió nuevas vías de inversión. Pero todo eso es pasado. La pandemia golpeó duramente a África y la inflación subsiguiente provocó una crisis del coste de la vida a menudo peor que en Occidente. Por si fuera poco, ahora los elevados tipos de interés hunden las finanzas públicas, obligando a otra ronda de austeridad. No es de extrañar que la gente se levante en armas.

El capitalismo no tiene nada que ofrecer a las masas, y la deuda es tanto un síntoma de la enfermedad como una herida supurante que las mantiene sometidas. La renegociación de la deuda no resuelve nada. Incluso repudiar la deuda, como vimos en la década de 2000, no resuelve el problema.

En el periodo de la posguerra, estos países se liberaron de sus amos coloniales y obtuvieron su independencia formal. Pero esto no ha aflojado las miles de cadenas que los atan al capital financiero de los países imperialistas. La lucha no se llevó hasta el final.

Sólo poniendo la riqueza y los recursos de sus naciones en sus propias manos podrán las masas tomar el control de sus propios destinos. Los movimientos revolucionarios que hemos visto en Sri Lanka, Kenia y Bangladesh son una señal segura de que las masas están dispuestas a dar el siguiente paso, y ese paso va por el camino de la revolución socialista. No hay otra forma.

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