Una sola llamada telefónica la semana pasada marcó la muerte de la llamada alianza occidental y el colapso del sistema de relaciones mundiales que ha prevalecido desde la Segunda Guerra Mundial. Esa llamada telefónica fue, por supuesto, entre Trump y Putin. No fue una mera apertura formal de diálogo. Según ambos, fue una llamada extremadamente cordial. Durante una hora y media, ambos hablaron con calidez sobre la historia común de cooperación de sus naciones, que se remonta a la Segunda Guerra Mundial, y sobre su deseo mutuo no solo de avanzar hacia la paz, sino también hacia la normalización de las relaciones económicas y políticas.