La Inglaterra de Shakespeare, como la España de Cervantes, protagonizó una gran revolución social y económica. Fue una época de cambio muy turbulenta y dolorosa, que arrojó a un gran número de personas a la pobreza y creó en las ciudades un vasto grupo de desposeídos y elementos del lumpen-proletariado: mendigos, ladrones, prostitutas, desertores, entre otros. La misma suerte corrieron los descendientes de la empobrecida aristocracia y los expulsados del clero; todos ellos formaron una reserva interminable de personajes para las obras de Shakespeare.