Teoría

No es simplemente la mala intención lo que ha llevado a los capitalistas a adoptar la feroz política propuesta por personas como Keith Joseph, Margaret Thatcher y otros dirigentes del Partido Tory y que también es defendida actualmente por la CBI (organización empresarial británica). Por ejemplo, el CBI está pidiendo un nuevo recorte del gasto público de entre 3.000 y 5.000 millones de libras, sin duda el gobierno Tory intentará ponerlo en práctica.

Exactamente hace doce meses, en un artículo titulado 2011: ¿Optimismo o pesimismo? escribí lo siguiente: “El primer efecto de la crisis fue el de un shock, no solo para la burguesía, sino también para los trabajadores. Había una tendencia a aferrarse a los empleos y a aceptar recortes en el corto plazo, especialmente al no ofrecer los dirigentes sindicales alternativa alguna. Sin embargo, esto se tornará en una actitud general de furia y amargura, que tarde o temprano comenzará a afectar a las organizaciones de la clase obrera”.

La crisis del capitalismo va acompañada por una crisis del pensamiento burgués: la filosofía, la economía, la moral…  Todo está en un estado de efervescencia. En lugar del anterior optimismo que manifestaba confiadamente que el capitalismo había solucionado todos sus problemas, hay un estado de ánimo que todo lo impregna de tristeza.

"Ahora todos somos keynesianos". Así lo dijo Richard Nixon, el entonces presidente republicano de los EEUU, en 1971. Cuarenta años después, parece que John Maynard Keynes ha vuelto a ponerse de moda, especialmente entre los líderes del movimiento obrero británico. Las direcciones reformistas del Partido Laborista y los sindicatos se aferran a la idea keynesiana de que la economía sólo ha de ser "estimulada" para volver al crecimiento. Pero tal y como los marxistas ya hemos explicado antes, la crisis económica actual no es sólo parte de una crisis cíclica de auge y recesión, sino que es una crisis orgánica del capitalismo, y el crecimiento económico no puede generarse a voluntad.

Tres de las más grandes revoluciones científicas del siglo XX –la Teoría de la relatividad, la física cuántica y la teoría del Caos- han fortalecido, cada una a su manera, la concepción filosófica de la naturaleza sostenida por Engels en su obra Dialéctica de la naturaleza. Se trata de la concepción del mundo con la cual Marx realizó el estudio más serio acerca de la dinámica del capitalismo. El materialismo dialéctico no es sólo un método de análisis para estudiar al capitalismo, sino, como señalaba Engels, una concepción general del mundo: la naturaleza, el pensamiento y la sociedad que encuentra sus raíces en el maravilloso pensamiento del
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Presentamos a nuestros lectores este documento que es una respuesta a las posiciones revisionistas y burguesas que tratan de rebajar o negar la importancia actual de la clase obrera en el modo de producción capitalista y en la lucha por la transformación socialista de la sociedad. Este trabajo está basado en un documento anterior escrito por el mismo autor, que apareció publicado el año 2001 con el título La fuerza de la clase obrera hoy.

En la cuarta y última parte del artículo sobre la lucha de Trotsky y sus seguidores por una auténtica Internacional revolucionaria, se hace un estudio de las situaciones revolucionarias que se presentaron en Europa durante 1943 y 1945, y cómo estas posibilidades fueron secuestradas y desviadas por las fuerzas dominantes dentro del movimiento obrero: los reformistas y los estalinistas. Esta traición contundente abrió el camino para una nueva situación a nivel mundial que la mayoría de los seguidores de Trotsky no fueron capaces de comprender.

Coincidiendo con el 71 aniversario de la muerte de Trotsky, publicamos la tercera parte de nuestra serie de artículos sobre el método de Trotsky en su lucha por una Internacional revolucionaria, analizando el significado de la política proletaria militar. Tratamos de hacer, además, un balance breve y puntual del trabajo de la IV internacional durante la Segunda Guerra Mundial y los errores políticos de los dirigentes que posteriormente dieron origen a su colapso.

El 18 de julio de 2011 se cumplieron 75 años del alzamiento fascista del general Franco que dio inicio a la guerra civil española y a una revolución social de una extraordinaria extensión y profundidad. Pese a que el contenido social de la revolución española desatada durante la guerra civil de 1936-1939 ha sido conscientemente ocultado, tergiversado y mancillado por la historiografía oficial, aquélla escribió una página gloriosa en el gran libro de la lucha de la clase obrera mundial contra la explotación capitalista.

Cuando uno lee las centenares de cartas que Trotsky escribió para forjar una nueva dirección marxista, y cuando uno estudia la actividad de sus partidarios durante la Segunda Guerra Mundial, no es posible hacer otra cosa que asombrarse frente a la magnitud de las lecciones que esta época contiene para el presente.

Después de que el último soldado ruso cruzara el río Oxus, volviendo de Afganistán a la Unión Soviética en 1989, el filósofo estadounidense de origen japonés Francis Fukuyama (perteneciente a la Universidad de St. James, Maryland y agente de la CIA),  sacó su tesis infame del "Fin de la historia". Sin embargo, aunque el muro de Berlín había caído y la Unión Soviética se había derrumbado, esta tesis fue pronto refutada por la propia historia cuando la primera Guerra del Golfo estalló en 1991.

Todas las izquierdas de cada país tienen hechos históricos que marcan su historia y se transforman en conceptos que permanecen, reaparecen, se recomponen, convirtiéndose en objetivos y anhelos, insertándose en lo más profundo de su naturaleza. Estos hechos transformados en concepto es lo que llamamos tradición.

La Comuna de París de 1871 fue uno de los episodios más grandes e inspiradores de la historia de la clase obrera. Fue un gran movimiento revolucionario en el que los trabajadores de París reemplazaron el Estado capitalista por sus propios órganos de gobierno y mantuvieron el poder político durante más de dos meses antes de caer. Los trabajadores parisinos lucharon, en condiciones extremadamente difíciles, para poner fin a la explotación y la opresión, para reorganizar la sociedad sobre bases completamente nuevas.