Introducción a la edición venezolana de “La Revolución bolivariana – Un análisis marxists

La tesis central de esto libro, desde el inicio hasta el final es: que la Revolución Bolivariana sólo puede triunfar si va más allá de los límites de la propiedad privada capitalista, expropiando a la oligarquía y transformándose en una revolución socialista. La revolución ha comenzado, pero no está acabada. El viejo aparato del Estado está aún en gran parte intacto y varias de las palancas decisivas de la economía (incluidos los bancos y la tierra) siguen en manos de la oligarquía venezolana.

“Salus populi suprema est lex”

(El bien del pueblo es la ley suprema). Cicerón

 

La presente obra es una recopilación de artículos que escribí desde 2003 a 2005. Aunque no fueron escritos con la intención de publicarlos en forma de libro, creo que, tomados en su conjunto, forman una relación bastante completa y coherente de los tormentosos acontecimientos de ese período. La tesis central de estos artículos, desde el primero, era la siguiente: que la Revolución Bolivariana sólo podría triunfar si iba más allá de los límites de la propiedad privada capitalista, expropiando a la oligarquía y transformándose en una revolución socialista.

En aquel momento, a pesar de su carácter extraordinariamente heroico y audaz, la Revolución Bolivariana no cuestionaba las relaciones capitalistas de propiedad. Sus perspectivas se limitaban al programa que Lenin describía como revolución democrática nacional. Era en este sentido (leninista) en el que yo lo describía como un movimiento pequeño burgués, es decir, un movimiento revolucionario que vacilaba entre la burguesía y el proletariado, entre el socialismo y el capitalismo. Esta perspectiva pequeño burguesa se resumía en la expresión “tercera vía”.

A Lenin le gustaba mucho un refrán ruso que decía: la vida enseña. A través de su propia experiencia, junto con mucha lectura y discusión, el presidente Chávez se convenció de que el socialismo representa la única salida para la Revolución Bolivariana. Esta era una conclusión audaz y absolutamente correcta que corresponde precisamente con las necesidades objetivas de la revolución y las aspiraciones de las masas de trabajadores y campesinos venezolanos, de la juventud y los intelectuales progresistas, en pocas palabras, de todos los elementos vivos de la sociedad venezolana.

En los últimos quince años hemos presenciado una contraofensiva ideológica sin precedentes de la burguesía a escala mundial. La defensa del socialismo por parte del presidente Chávez, no sólo para Venezuela sino para toda América Latina y el mundo, es particularmente importante en un momento en que, tras el colapso de la Unión Soviética, estaba de moda decir que el socialismo estaba muerto y que las ideas del marxismo habían sido falsificadas por la historia. El objetivo de esta propaganda era convencer a los pueblos de que sólo había un sistema posible: el capitalismo.

Los apologistas del capitalismo lo confunden todo. El problema central al que se enfrenta el mundo hoy es la existencia del imperialismo y el capitalismo. Las gigantescas corporaciones están intentando controlar todo el mundo y saquearlo por el beneficio. Cuentan con el apoyo de los grandes rufianes capitalistas, en primer lugar EEUU, que, después del colapso de la URSS, disfruta de un poder sin precedentes y lo utiliza para poner y quitar gobiernos, para someter a países y continentes enteros a su voluntad. Ha invadido y saqueado Irak, y ha hundido a este país y a todo Oriente Medio en un caos sangriento. Amenaza vergonzosamente a Cuba e Irán. Y sobre todo, está luchando con todas sus fuerzas para derrocar a Hugo Chávez y destruir la Revolución Bolivariana.

 

La quinta columna

 

La contrarrevolución en Venezuela ha sido derrotada por las masas al menos en tres ocasiones. Pero aquella de ninguna manera se reconcilia con la derrota. Washington no puede reconciliarse con la Revolución Bolivariana debido al efecto que está teniendo en las masas de campesinos pobres y trabajadores de toda América Latina. Si no puede triunfar a través del ataque directo, lo intentará por otros medios. El imperialismo y la oligarquía tienen muchas armas en su arsenal: soborno, corrupción, infiltración en el movimiento revolucionario para socavarlo desde dentro y mil trucos más.

Un diputado conservador del parlamento británico dijo en cierta ocasión a un parlamentario del ala de izquierdas laborista: “Nunca podréis triunfar porque siempre compraremos a vuestros dirigentes”. Este hombre estaba expresando con una franqueza inusual una realidad que todo trabajador consciente conoce muy bien: la clase dominante utiliza la corrupción para comprar a los dirigentes del movimiento, para controlarlos desde arriba, para diluir su esencia revolucionaria y convertirlos en algo inocuo e impotente.

El peligro más grande al que se enfrenta la Revolución Bolivariana es la burocracia, ese cáncer venenoso que roe las entrañas de la revolución y la devora desde dentro. La burocracia “bolivariana” pro-burguesa es la quinta columna que amenaza el futuro de la revolución. La lucha contra la burocracia y la corrupción es por tanto una parte importante de la lucha contra la contrarrevolución.

Desde que el presidente Chávez ha empezado a favor del socialismo, los trabajadores, los campesinos y los jóvenes han eraccionado con entusiasmo. La base de los activistas bolivarianos ha comenzado a estudiar las ideas del socialismo científico: el marxismo. Este acontecimiento es una amenaza mortal para la burocracia, que recurre a todo tipo de métodos para combatirla. No pueden oponerse abiertamente a la idea del socialismo, porque el propio presidente la ha apoyado. En su lugar, intentan argumentar que el “socialismo del siglo XXI” es algo nuevo y único, es decir, algo bastante diferente del marxismo.

El presidente Chávez ha dicho muchas veces que el capitalismo es esclavitud, que su continuada existencia es una amenaza para la supervivencia de la raza humana y la vida sobre la Tierra. Él cita la famosa frase de Rosa Luxemburgo: socialismo o barbarie. ¿No está absolutamente claro? Ni uno de los problemas a los que se enfrenta las masas se puede resolver sin una lucha frontal contra el capitalismo y el imperialismo. Ese es el primer punto que hay que explicar.

Aquí tenemos la primera discrepancia con los reformistas. Ellos creen que es posible conseguir nuestros objetivos sin una ruptura radical con el capitalismo. Ellos están de acuerdo en que las cosas hoy no son quizá tan bonitas como nos gustaría que fueran, pero eso puede cambiar. Sólo se requiere un poco de paciencia y moderación y todo irá bien. Desgraciadamente, una gran parte de la izquierda (incluidos algunos que se llaman marxistas) han caído en esa trampa. No hablan de la lucha contra el capitalismo, sino de la lucha contra el “neoliberalismo”. Es decir, no proponen una lucha para abolir el capitalismo sino sólo un cambio de modelo. Lo que están diciendo, en resúmen, es: “no queremos éste capitalismo brutal, queremos otro más bonito, un capitalismo más humano”.

Este coro es entonado repetidamente por la socialdemocracia y grupos reformistas como Attac que sistemáticamente extienden confusión y desorientación entre la vanguardia revolucionaria. ¿Qué propone esta gente? Sólo esto: que los ricos son demasiado ricos y los pobres son demasiado pobres, por lo tanto, los ricos deberían estar de acuerdo en dar una parte de sus riquezas, para que los pobres pudieran ser un poco menos pobres y todo el mundo estaría feliz. Los empresarios seguirán siendo aún empresarios, y los trabajadores seguirán siendo esclavos asalariados, pero serían esclavos asalariados más felices y, por tanto, menos inclinados a rebelarse.

 

¿Ideas nuevas?

 

Resulta bastante asombroso que esta gente pretenda presentar ideas nuevas y modernas, mientras el marxismo representa las viejas ideas pasadas de moda. En realidad, las ideas de los reformistas simplemente repiten las nociones confusas del socialismo pre-marxista, las ideas de socialistas utópicos como Robert Owen, Fourier y Saint Simon, que pasaron toda su vida intentando persuadir a los capitalistas por el argumento racional de que sería en su propio interés dar algo de sus beneficios para mejorar la vida de los trabajadores.

Asombrosamente, los críticos reformistas de Marx se consideran realistas políticos. En realidad, los reformistas se comportan como un hombre que intenta persuadir a un tigre de que coma hierba en lugar de carne. Esta persona no conseguirá cambiar los hábitos alimenticios del tigre sino que acabará dentro de su estómago. Los reformistas no entienden que es imposible reconciliar intereses de clase antagónicos. Es imposible reconciliar los intereses del trabajo asalariado y el capital. Esto no es en absoluto realismo, sino la más absurda utopía.

La sociedad está dividida en clases antagónicas. El gran socialista irlandés James Larkin solía decir algo así: “existen dos clases, los que producen todo y no poseen nada, los que no producen nada y lo poseen todo”. Esto es una simplificación, por supuesto, porque también hay capas intermedias, clases medias (a las que pertenecen inevitablemente los reformistas). Sin embargo, describe con precisión las dos clases principales de la sociedad: el proletariado y la burguesía.

 

¿Los marxistas defienden la violencia?

 

Las críticas al marxismo revolucionario se basan en todo tipo de argumentos, la mayoría son el resultado de la ignorancia, de malentendidos, o de una distorsión intencionada. Una de las acusaciones más comunes contra el marxismo es que defiende la violencia, mientras que la revolución bolivariana es una revolución pacífica que está procediendo de manera gradual, paso a paso, para transformar la sociedad por medios legales y parlamentarios. En general, todos podemos estar de acuerdo en la indeseabilidad de la violencia como medio para dirimir los enfrentamientos sociales y políticos. Pero incluso el estudio más superficial de la historia inmediatamente nos lleva a la conclusión de que la violencia siempre ha sido utilizada por la clase dominante para perpetuar su poder y privilegios.

La Revolución Venezolana no contradice esta regla sino que la confirma completamente. El presidente Chávez ha ganado todas y cada una de las elecciones con mayorías aplastantes. ¿Cuál ha sido la reacción de los terratenientes, banqueros y capitalistas venezolanos? Organizaron una campaña de sabotaje fuera del parlamento, culminando con el golpe de Estado de Abril del 2002. Esto fue en realidad una insurrección armada contra un gobierno elegido democráticamente, en el transcurso de la cual fueron asesinadas docenas de personas. Ese golpe fue derrotado por el movimiento revolucionario de las masas que salvaron la revolución con su extraordinario heroísmo.

Después del fracaso del golpe de Estado, en mi opinión, hubiera sido perfectamente posible haber expropiado a la oligarquía y acabado la revolución sin derramamiento de sangre o guerra civil. Las fuerzas reaccionarias estaban hechas añicos, desmoralizadas y divididas. Eran incapaces de presentar resistencia, pero la revolución, en lugar de pasar a la ofensiva, perdió la iniciativa.

Después de eso, se hizo un intento serio para conseguir algún tipo de reconciliación nacional. Los contrarrevolucionarios fueron tratados con gran amabilidad y consideración. ¿Con qué resultado? ¿Desistieron de su oposición? No, estaban más decididos que antes a destruir la revolución. Llegaron a la conclusión de que había síntomas de debilidad y organizaron un segundo intento de derrocamiento del gobierno. En pocos meses lanzaron el paro patronal y un saboteo criminal de la industria petrolera que dañó seriamente la economía.

¿Qué conclusión podemos extraer de esta experiencia concreta de la Revolución Bolivariana? Sólo esta: que no es posible reconciliar los intereses del proletariado con los de la burguesía. Uno puede apoyar los intereses de la clase obrera, que es la gran mayoría de la sociedad, o puede apoyar los intereses de la minoría de los parásitos ricos - los banqueros, terratenientes y capitalistas. Pero no se puede apoyar a los dos. Al intentar reconciliar intereses de clase irreconciliables, los reformistas terminan inevitablemente apoyando a la clase dominante contra la clase obrera.

En alguna parte de la Biblia se dice que el león debería yacer con el cordero. Pero en la vida real un cordero que intentara yacer con un león tendría una experiencia muy incómoda. Un gobierno que es elegido por la clase obrera para que actúe en su interés, pero que después deja el poder económico en manos de los banqueros, terratenientes y capitalistas, pronto descubrirá que es incapaz de cumplir sus promesas. Aunque elegido con los votos de la mayoría, se encontrará con que las decisiones económicas importantes no están en sus manos.

 

O capitalismo o socialismo

 

Expresaremos esta idea de una forma diferente: si aceptas el sistema capitalista (la “economía de mercado”) entonces debes aceptar las leyes del sistema capitalista. Pero las leyes del mercado dictan que los capitalistas deben conseguir beneficio y que todo lo demás está subordinado a esto. Es inútil quejarse de ello.

El socialismo es un sistema de economía planificada, basado en la nacionalización de los medios de producción y la participación y control democrático por pare de la clase obrera. El sistema capitalista es un sistema anárquico. No se puede planificar. El financiero George Soros hace unos años escribió un libro en el que describía con gran detalle la naturaleza anárquica de los mercados financieros internacionales, pero él defendía (un poco como los reformistas) medidas para regular los mercados financieros internacionales, lo que era un chiste, cómo enseñar al tigre a convertirse en vegetariano. Sobra decir, que esto no tendría el más mínimo efecto sobre los mercados financieros internacionales ni sobre nada más.

Para resolver problemas como el desempleo o la falta de viviendas y escuelas es necesario que el gobierno introduzca la planificación económica, elaborar un plan económico basado en las necesidades de la mayoría, no en el beneficio de la minoría. Pero no puedes planificar lo que no controlas y no puedes controlar lo que no tienes. En la medida en que la tierra, los bancos y la gran industria sigan en manos privadas no hay solución posible.

Ese es el desafío central al que se enfrenta la Revolución Venezolana en el momento actual. La revolución ha comenzado, pero no está acabada. En realidad, la tarea principal tiene todavía que cumplirse. ¿Cuál es el problema central? Sólo este: que el viejo aparato del Estado está aún en gran parte intacto y varias de las palancas decisivas de la economía (incluidos los bancos y la tierra) siguen en manos de la oligarquía venezolana.

En la medida que esta situación continúe la revolución estará en peligro. La oligarquía nunca se reconciliará con la revolución. Aunque su propiedad apenas se ha tocado, aunque todavía disfruta de su riqueza y privilegios, aunque todavía tiene en sus manos los poderosos medios de comunicación en forma de los principales periódicos diarios y canales de televisión, que se usan para vomitar un torrente diario de suciedad, mentiras y calumnias contra el gobierno elegido democráticamente, a pesar de todo esto, no está satisfecha. Y nunca estará satisfecha hasta que haya derribado el gobierno y aplastado a las masas bajo sus pies.

Estos hechos son conocidos para todos. Incluso el más ciego de los ciegos debería ser capaz de ver la verdadera situación. Pero, como se suele decir, no hay más ciego que el que no quiere ver. Los reformistas nunca quieren ver la realidad. Prefieren engañarse a sí mismos y a los demás con mitos confortables sobre corderos yaciendo al lado de leones y tigres comiendo una sana dieta de lechuga. ¡Y esta gente tiene el descaro de describir a los revolucionarios como “utópicos”!

 

La ley y la contrarrevolución

 

¿Deberíamos respetar el “dominio de la ley”? Para responder a esta pregunta primero debemos comprender la naturaleza de las leyes, de donde vienen y qué intereses representan. Solón el Grande era un hombre que sabía mucho sobre la ley. El autor de la Constitución y las leyes de Atenas, Solón, dijo lo siguiente: “La ley es como una tela de araña, los grandes la rompen fácilmente pero los pequeños quedan atrapados en ella”. ¡Qué gran verdad! ¡Y cómo representa la situación actual en Venezuela! La misma oligarquía que aúlla sobre las supuestas “violaciones de la ley” por el gobierno organizó un golpe militar contra el gobierno elegido democráticamente. ¿Dónde estaba entonces el respeto por la ley?

Si un trabajador o campesino quebranta la ley es llevado a prisión. Pero la gran mayoría de aquellos canallas que organizaron el derrocamiento del gobierno legal siguen en libertad. Continúan con sus intrigas y complots sin ningún problema, mientras se quejan ante todo el mundo de que se les ha tratado muy mal, que sus derechos humanos han sido violados, etc., ¿No es esto una broma de mal gusto?

En abril de 2002, cuando las masas de trabajadores y gente humilde se levantaron, arriesgando su vida para salvar la democracia en Venezuela, docenas de personas inocentes fueron asesinadas por la policía. ¿Cuántos de estos asesinos fueron castigados? ¿Cuántos fueron enviados a prisión? ¿Qué tipo de “dominio de la ley” es el que protege al culpable y permite que los criminales continúen con sus actividades con impunidad?

Es bien conocido que elementos de la policía han sido culpables de constantes provocaciones, actos ilegales e incluso asesinatos. ¿Por qué se permite esto? ¿Qué tiene que ver esta impunidad con la aplicación de la ley? No, esta es una situación intolerable incluso desde el punto de vista de la ley burguesa ordinaria. La revolución tiene el derecho a defenderse y debe hacerlo. Debe ponerse en marcha y disolver los órganos reaccionarios y sustituirlos por una policía de ciudadanos organizada por comités revolucionarios armados .

¿Este acto iría en concordancia estricta con la letra de la ley? No lo sé.  Pero lo que sí sé es que es absolutamente necesario y sería aplaudido por la gran mayoría de la población de Venezuela. ¿Cómo se podría justificar? Se puede justificar bastante fácilmente por las palabras de Cicerón con las que empieza este artículo, ese gran republicano, que hace mucho tiempo explicó que el bien del pueblo es la ley suprema. Expresaremos la misma idea de una forma aún más concreta: La seguridad de la revolución es la ley suprema.

 

La verdad es siempre concreta

 

Los franceses tienen una expresión: “A la guerre comme a la guerre” (En la guerra como en la guerra). El pueblo revolucionario de Venezuela está en guerra, incluso aunque no se haya declarado la guerra. La realidad es que llevan varios años en guerra, y la guerra se intensifica constantemente. Hegel solía decir: “La verdad es siempre concreta”. En un momento en que los enemigos de la Revolución Venezolana están aglutinando sus fuerzas para asestar un golpe mortal al pueblo de Venezuela, cuando los escuadrones de la muerte de la CIA están planeando asesinar al presidente en colaboración con la oposición venezolana, ¿es el momento de enredarnos en cuestiones de legalidad?

En tiempos de guerra incluso los países más democráticos descubren la necesidad de poner algunas restricciones a las libertades civiles, incluida la famosa libertad de expresión. Durante la Segunda Guerra Mundial, en Gran Bretaña, conocidos simpatizantes de Alemania fueron llevados a prisión incluso aunque no habían cometido ningún crimen. Los periódicos de la oposición eran cerrados o sometidos a la censura. Durante la lucha por la independencia, Simón Bolívar también emitió el famoso Decreto de Guerra a Muerte mediante el cual todos aquellos españoles que no se unieran a la lucha contra la tiranía serían ejecutados. Ésta era una medida cruel, pero necesaria en condiciones de guerra. La oposición venezolana, que como mínimo es culpable de apología del terrorismo, continúa impune.

¿Cuánto tiempo se puede permitir que siga esta situación? Esa es la pregunta a la que deben responder muchos trabajadores y la base chavista. Las masas están exigiendo una acción decisiva. Las masas instintivamente comprenden que la revolución todavía no se ha llevado hasta el final. Ven el peligro de la contrarrevolución, saben exactamente que significa esto para ellos y sus familias. Por eso están exigiendo acción.

El trabajador no ha leído muchos libros y no tiene un diploma pero tiene un agudo instinto de clase y sabe qué se debe hacer. Él (o ella) sabe que le espera una lucha seria y que no se puede evitar. Sin embargo, hay alguna gente muy inteligente que ha leído muchos libros y puede hacer discursos tan profundos que nadie puede entenderlos, y menos aún aquellos que los escriben.

Todos estos individuos “inteligentes” tienen una cosa en común, están en contra de la revolución. Sin embargo, no hablan tan claramente (porque nunca dicen nada claramente). Hablan desdeñosamente de las “viejas ideas” (del marxismo) y siempre hacen referencia a las “nuevas ideas” que son tan necesarias. Desgraciadamente, cuando se les pide que digan en que consisten estas “nuevas ideas”, inmediatamente cambian de tema o comienzan a hablar de generalidades sobre el “poder”, la “cooperación” o cualquier otra cosa excepto de lo que exige la situación.

¿Cuál es la esencia de esta “sabiduría” despojada de verbosidad? Que no es necesario que la clase obrera tome el poder, que es posible buscar “métodos alternativos” y otras cosas similares. ¿Cuáles son estos métodos? Hablando en un sentido amplio, estamos hablando de diferentes formas de cooperación. Esta extraordinaria “nueva” idea es tan vieja como Robert Owen, el gran socialista utópico galés, es decir, hablamos de hace casi doscientos años. Robert Owen ¾mi paisano¾ fue un gran pionero del socialismo y sus ideas eran extraordinariamente avanzadas para su época. Pero contraponer sus ideas a las de Marx y Lenin es como proponer el regreso a la época del carro tirado por caballos y al arado de madera, en lugar del tractor y la cosechadora.

Incluso hoy las cooperativas pueden jugar un papel importante en la lucha por el socialismo, por supuesto. Son particularmente importantes como un medio de estimular la cooperación entre los campesinos en un país como Venezuela. Pero nunca pueden ser una alternativa a una economía nacionalizada y planificada. La idea de que puede haber “islas de socialismo” dentro de la economía capitalista es sólo una tontería. La experiencia histórica de las cooperativas demuestra que bajo el capitalismo al final existe una tendencia inevitable a degenerar en empresas capitalistas normales. Y esto ya se puede ver hoy en día en Venezuela.

Lo que están exigiendo los trabajadores no es la cooperación sino la expropiación, no es la participación sino el control obrero. El control obrero es un gran paso adelante y debemos impulsarlo. Desafía el “sacrosanto derecho” de los capitalistas y los burócratas a dirigir la industria, y da a los trabajadores la inapreciable experiencia de la administración y el control que pueden tener un buen uso en una economía socialista planificada. Sin embargo, en la medida en que los elementos clave de la economía sigan aún en manos privadas, en la medida en que no exista una genuina economía planificada y nacionalizada, la experiencia del control obrero inevitablemente sólo tendrá un carácter parcial, desigual e insatisfactorio.

 

Cómo hacer que la revolución sea irreversible

 

A los reformistas hay que reconocerles una extraordinaria dosis de ingenio. Constantemente desarrollan el mismo tema en claves diferentes. En Venezuela ellos a menudo recurren a la siguiente variante: sí, la revolución no ha terminado, pero nunca se acabará, porque es un proceso. Este tema de la revolución como un proceso permanente suena muy profundo y revolucionario. En realidad, no es así. Es un truco retórico muy banal, un juego de palabras. Porque si un proceso siempre se está desarrollando entonces nunca cambia nada fundamental.

Los franceses expresan esta idea con un refrán: “plus ca change, plus c’est la meme chose” (cuanto más cambian las cosas más siguen igual). Pero esto es fatal para la revolución. En un determinado momento las masas comenzarán a preguntar: ¿Qué ha cambiado realmente? Tenemos la misma vieja burocracia, la misma corrupción que antes, los mismos capitalistas dirigen las fábricas, los mismos terratenientes poseen la tierra, la misma policía, los mismos jueces y embajadores. ¡Para esto no hicimos la revolución!

Hasta el momento en cada punto de inflexión decisivo las masas han salvado la revolución de sus enemigos. Las masas han sido su principal fuerza motriz. Pero si aparece un ambiente de cansancio y escepticismo, la correlación de fuerzas de clase puede cambiar. La iniciativa puede pasar una vez más a la contrarrevolución. Por lo tanto, aquellos “bolivarianos” que están intentando poner freno a la revolución, diciendo que “no debemos ir demasiado lejos”, en realidad la están socavando y haciendo el juego a la contrarrevolución.

Pero nuestros amigos reformistas protestarán: ¿Qué ocurre con el parlamento? Como marxista que soy, y no anarquista, no tengo ninguna objeción en la utilización del parlamento. En general, debemos utilizar toda apertura democrática que esté a nuestra disposición bajo el capitalismo, en la medida en que sea posible. El caso de Venezuela demuestra que las elecciones parlamentarias pueden jugar un papel enorme en la movilización de las masas, en su organización y para asestar golpes contra la oligarquía. Esto permitió a la clase obrera recuperarse y reagruparse después de la masacre del Caracazo.

Desde que fue elegido, el gobierno bolivariano ha aprobado una serie de leyes progresistas que han beneficiado a la población en terrenos tan importantes como la educación y la sanidad. Se ha hecho un inicio de reforma agraria, aunque todavía es insuficiente. Todo esto es progresista y debemos apoyarlo con entusiasmo. Pero esto todavía no significa que los problemas fundamentales se hayan solucionado o que la revolución no pueda dar marcha atrás.

Hugo Chávez ha conseguido mayorías sustanciales en cada elección desde 1998. Derrotó decisivamente a la oposición en el referéndum revocatorio de agosto de 2004. Ha conseguido una gran mayoría en el parlamento. En las elecciones legislativas de diciembre de 2005 la oposición las boicoteó. Esta acción sólo se puede interpretar de una manera: la burguesía venezolana ha abandonado toda idea de conseguir sus objetivos con métodos pacíficos, legales y parlamentarios. La lucha se aproxima ahora a su etapa decisiva.

Lo que hace falta es nacionalizar la tierra, los bancos y la gran industria privada. Esto nos permitirá planificar la economía y movilizar las fuerzas productivas en beneficio de la mayoría. Ahora estamos en vísperas de unas nuevas elecciones presidenciales. El presidente Chávez ha dicho que la próxima etapa hará irreversible la Revolución Bolivariana. ¿Pero cómo se puede hacer esto? Sólo poniendo fin al poder de la oligarquía de una vez por todas. Esto se puede hacer legalmente y a través del parlamento, pero sólo con la condición de que las masas se movilicen fuera del parlamento para combatir la contrarrevolución, ocupando las fábricas, los bancos y la tierra.

¿Qué es lo que impide que el gobierno elegido introduzca una ley habilitante que nacionalice la propiedad de la oligarquía? Sería posible explicar al país en televisión las razones de esto (hay varias razones muy sólidas). Al mismo tiempo, habría que hacer un llamamiento a los trabajadores y campesinos para que no esperen al parlamento (que tiende a ser lento) sino que emprendan la acción inmediata, que ocupen la tierra y las fábricas.

“¡Pero esto significaría violencia y guerra civil!” Este es el argumento estándar de los reformistas contra la revolución. Pero en realidad, la verdad es exactamente lo contrario. La dialéctica del reformismo es que siempre produce resultados que son el opuesto exacto de los que pretendía. El intento de conciliar con la oligarquía, adoptar una política moderada, evitar los enfrentamientos, etc., inevitablemente llevará al final a la violencia más terrible.

Como hemos señalado, la debilidad invita a la agresión. Sin embargo, hay una forma de evitar un derramamiento de sangre y guerra civil, sólo una forma. Hace mucho tiempo lo comprendieron los antiguos romanos cuando dijeron: “Si pacem vis para bellum”- “Si quieres la paz prepárate para la guerra”. Es decir: si los trabajadores están armados y movilizados, preparados para ir hasta el final, entonces la muy probable resistencia violenta por parte de los dueños de la propiedad se reducirá al mínimo.

La Revolución Venezolana se enfrenta a un punto de inflexión. Todas las fuerzas revolucionarias lucharán para garantizar la reelección del presidente. Pero la única forma de que la revolución sea irreversible es expropiando a los terratenientes, banqueros y capitalistas, creando las bases para una economía socialista planificada con el control y administración democráticas de la clase obrera. Los trabajadores y campesinos de Venezuela serán el faro que animará a las masas a seguir su dirección a todas partes. Esta es la única manera de recuperar el sueño de Bolívar: una América Latina unida, que hoy sólo se puede conseguir como una Federación Socialista de América Latina.

 

Londres, 16 de junio de 2006