Las aguas no están todavía calmadas después de la tormenta con la que ha comenzado el curso parlamentario este año. Los sucesos del 12 de febrero y los días que siguieron han sumergido a Sudáfrica en un ciclón político que refleja en última instancia la crisis que sufre el sistema capitalista.
La apertura del curso parlamentario es la ocasión en la que el presidente dirige a la nación su discurso anual del estado de la nación. Se trata de un evento ostentoso presidido por la élite política del país. En uno de los países en los que existe una mayor desigualdad, con niveles devastadores de pobreza y desempleo, se le toma el pelo a las masas con actos de alfombra roja, sesiones de fotos, banquetes y toda la pompa y ceremonia para la ocasión.
Sea como fuere, los tumultuosos acontecimientos habidos en esta ocasión durante el discurso fueron diferentes a todo lo visto hasta la fecha (ver video), los cuales son a día de hoy bien conocidos por todos los sudafricanos. El personal de seguridad entró violentamente en la sala para expulsar a miembros del Economic Freedom Fighters (Luchadores por la Libertad Económica, EFF sus siglas en inglés), a su vez miembros electos del Parlamento, por atreverse a dirigir preguntas al presidente Zuma en torno al escándalo Nkandla. En la melé que se formó, una parlamentaria miembro del EFF fue agredida de forma violenta como resultado de lo cual sufrió una rotura de mandíbula. Periodistas y parlamentarios fueron testigos de la perversidad de la agresión incluso cuando la señal de la televisión había sido retirada de la sala donde se reunía la asamblea. Más tarde se supo que algunos de los supuestos miembros del personal de seguridad, vestidos como camareros, eran en realidad policías específicamente entrenados, antes del discurso, para la lucha cuerpo a cuerpo. City Press retransmitió imágenes de algunos parlamentarios que fueron utilizados como objetivo como parte de este entrenamiento, lo que demuestra que la agresión estaba preparada y fue deliberada, con el objetivo de dar lugar a un enfrentamiento que ofreciese la excusa para expulsar a los miembros del EFF.
Estas expulsiones, inquietantes de por sí, no fueron sino uno más de los sucesos de la jornada. La causa principal del conflicto yace en el escándalo Nkandla, en el que dinero público ha sido utilizado para realizar mejoras en la residencia del presidente Zuma, un escándalo que planea sobre su cabeza y que ha devenido, según su propia lógica, en una crisis que involucra al presidente, al gobierno y al parlamento. Desde los turbulentos sucesos del 21 de agosto de 2014, cuando el EFF reclamó al presidente que devolviera el dinero, éste ha evitado volver a la Asamblea Nacional para responder a preguntas sobre éste y otros asuntos.
La amenaza de que el EFF inquiriese sobre el escándalo Nkandla durante el discurso sobre el estado de la nación, suponía un hecho sin precedentes que hizo cundir el pánico en el gobierno. Los “securócratas” recurrieron a las medidas de seguridad más draconianas jamás impuestas para este discurso. Durante la tarde precedente al discurso, miembros de la oposición fueron abordados, agredidos con cañones de agua e incluso arrestados en las calles en torno al parlamento. Pero el excesivo celo de estas medidas acabó por ser contraproducente. Dos horas entes del discurso, varios periodistas que se encontraban en el edificio del Parlamento hicieron saber que dentro había aparatos que inutilizaban la señal de los móviles. Las prisas de los “securócratas” les impidieron darse cuenta de que el bloqueo de la señal interferiría con los aparatos electrónicos de la cámara y que el discurso de Zuma no podría ser transmitido por gran parte de los medios de comunicación. Así, fue el personal de seguridad el que interrumpió inicialmente el discurso, y no los miembros del EFF. Solo después de las quejas de la oposición se restableció la señal. Algunos testigos vieron escribir una nota al vicepresidente Ramaphosa y pasársela al Ministro de Seguridad, David Mahlobo. Sea lo que fuese que estuviese escrito, hizo efecto, ya que diez minutos después se anunció el restablecimiento de la señal de teléfono y el comienzo del discurso de Zuma, que fue entonces interrumpido por el EFF.
Lo que más llama la atención de todo esto es la ironía implícita en el comportamiento de los líderes del partido en el gobierno. El Congreso Nacional Africano (CNA) fundamenta su legado histórico en su lucha y logro del establecimiento de derechos democráticos. Pero ahora resulta evidente que en momentos de crisis algunos de sus líderes están más que dispuestos a tirar por la ventana estos derechos, junto con la constitución liberal. El derecho de reunión fue violado en los alrededores del precinto parlamentario; la libertad de expresión y el derecho a la comunicación libre fueron ignorados cuando se bloqueó la señal de los teléfonos móviles, y cuando policías armados entraron en la cámara de la Asamblea Nacional y expulsaron a miembros del parlamento por el temido crimen de hacer preguntas incómodas.
Como marxistas condenamos con determinación cualquier intento de violar derechos democráticos fundamentales y defendemos todos los derechos democráticos obtenidos gracias a los heroicos sacrificios de la clase obrera, y que fueron tan intencionadamente pisoteados el 12 de febrero. No se trata de una exigencia abstracta, sino basada en la noción clara de que en una sociedad estos derechos son las herramientas de las que dispone la clase obrera para vencer al capitalismo.
Resulta bastante revelador mirar con más detenimiento la actitud y reacciones de algunos miembros del CNA. Después del discurso del estado de la nación, la situación se encendió aun más cuando algunos líderes, tales como la presidenta nacional del partido, Baleka Mbete, comenzó un ataque total contra el EFF y concretamente contra Julius Malema, su principal dirigente y parlamentario. Inicialmente, sus indignantes comentarios fueron apoyados por el partido a través del portavoz nacional. Pero el panorama cambió drásticamente cuando el secretario general del CNA, Gwede Mantashe, dio un paso adelante con unas declaraciones bastante conciliadoras: “los hechos que han tenido lugar la semana pasada durante el discurso sobre el estado de la nación nos deben hacer reflexionar y preguntarnos cómo debemos actuar. Sean cuales sean nuestras diferencias, debemos mantener el interés nacional por encima de todo lo que hacemos”. También condenó el bloqueo de la señal telefónica.
Tras estas declaraciones de Mantashe, que establecían la línea oficial del partido, la postura general de los líderes del CNA cambió por completo. En una reacción sin precedentes, Mbete se disculpó públicamente por el apelativo peyorativo que había dirigido a Julius Malema, quien aceptó las disculpas rápidamente. Este episodio, junto con la intervención de Ramaphosa para reestablecer la señal telefónica, demuestra que un sector de la burguesía vinculada al CNA está bastante preocupada por lo sucedido. Por otro lado, entienden que el EFF, que defiende abiertamente un programa revolucionario, es una amenaza para su sistema. Aun así, también se dan cuenta de que existe el riesgo de minar la legitimidad de ese mismo régimen, lo que tendría consecuencias revolucionarias, si van demasiado lejos en su control sobre los derechos democráticos.
Convulsión en el Parlamento
Bajo el capitalismo el papel fundamental del parlamento es ocuparse de los asuntos de los capitalistas, tratar temas secundarios y crear la ilusión en las masas de que hay una “democracia”, mientras que las decisiones importantes se toman en las salas de juntas de los bancos y de las corporaciones multinacionales. En definitiva, las democracias parlamentarias están al servicio de la burguesía. Aun así, y como demuestra el caso del EFF, los parlamentos también ofrecen una oportunidad de llegar a las masas y exponer la podredumbre del sistema.
El mérito del EFF ha sido exponer la verdadera naturaleza de las democracias liberales burguesas, que es incompatible con las políticas radicales. El gobierno parlamentario no ha sido diseñado para ese tipo de políticas y, consecuentemente, los líderes del CNA y de otros partidos establecidos no tenían la más remota idea de cómo responder a los parlamentarios del EFF.
Esta es una de las razones por las que el EFF ha causado tal impacto. Mientras que los partidos establecidos tratan de jugar según las reglas, y en consecuencia ejercen una oposición superficial, el EFF no tuvo miedo de usar el parlamento para exponer lo podrido que está el capitalismo sudafricano y la impotencia de su democracia. Esto explica a su vez el crecimiento de su popularidad entre las masas, que por fin sienten que alguien ha llevado su voz al parlamento.
El EFF ha expuesto extensamente el modo en que el partido gobernante hace uso de su mayoría parlamentaria para ocultar su corrupción. Gracias a la presión que el EFF ha puesto en ellos, el CNA se encuentre paralizado e incapaz de recurrir, como hicieron en el pasado, a la mayoría del 60% de la que disfruta en el parlamento para aplastar a la oposición. En cambio, un partido con un 6% de representantes ha mostrado su desprecio total por las reglas y convenciones instituidas por la burguesía y ha logrado estremecer al sistema, y continúa estableciendo el discurso público. El escándalo Nkandla es un caso de este tipo.
Pero, una vez hecho esto, la pregunta es ¿y ahora qué? ¿Cómo puede avanzar el EFF? La lucha en el parlamento es importante porque ofrece al partido una plataforma pública de gran alcance. Pero, aun así, se trata únicamente de uno de entre varios campos de batalla. Lo más llamativo del paisaje político sudafricano es lo bien integrada que está la clase obrera en sindicatos muy combativos. Una lucha exitosa contra el capitalismo es impensable sin el papel central que juegan los sindicatos. Después de los sucesos del discurso sobre el estado de la nación, muchos líderes sindicales se han manifestado contra el EFF lo que sugiere que, desafortunadamente, el EFF no ha llevado a cabo el trabajo minucioso y paciente de ganarse a los miembros de los sindicatos con un programa que establezca el derrumbamiento del sistema. Esta debe ser la prioridad del EFF.
Igualmente, las masas trabajadoras no buscan una solución a sus problemas exclusivamente en el parlamento, sino que participan activamente en manifestaciones y movimientos de base, con acciones y protestas que han inundado el país durante la última década, llegando últimamente a niveles nunca antes alcanzados. Es cierto que los líderes del EFF han apoyado algunos de estos actos de protesta, pero lo que se necesita es una campaña a gran escala que coordine todos estos actos a nivel nacional. El partido se comprometió con esta responsabilidad en su primer Congreso Nacional. Lo que se necesita ahora es acción. Concretamente, es esencial tratar de alinear esto, de una manera constructiva, con el Frente Unido creado por sindicato nacional de los trabajadores del metal sudafricano (NUMSA en sus siglas en inglés).
Finalmente, es importante acercarse de la manera más apropiada a los militantes de base del CNA y de la Alianza Tripartita (CNA, COSATU –la central sindical- y el Partido Comunista). A pesar del innegable progreso hecho por el EFF, gran parte de los elementos revolucionarios de las masas gravitan en torno a los dos anteriores. Hay numerosos ejemplos a lo largo y ancho del país en los que muchas de las luchas son lideradas por miembros del CNA y de la Alianza Tripartita. Así pues, una cosa es criticar la bajeza de los líderes de estos partidos, y otra confundirlos con los militantes de base. Si el EFF no tiene una actitud amistosa respecto a estos militantes, y no hace la distinción debida entre ellos y sus líderes, pueden surgir barreras innecesarias. Lo que se necesita es luchar por las demandas reales de las masas y vincularlas a un programa revolucionario que aspire a la abolición del capitalismo.
La crisis total del sistema
Los sucesos febrero de 2015 confirman que la crisis del capitalismo se manifiesta como una crisis del sistema. La burguesía sudafricana ha ejercido su dominio, sobre la base del sistema democrático parlamentario, durante las últimas dos décadas. Esto se consiguió gracias a la lucha de la clase obrera contra el régimen del Apartheid. Durante y tras la transición democrática, la clase dominante, junto con los líderes del CNA, fueron capaces de estabilizar la situación gracias a la relativa buena salud de la economía, lo que permitió ciertas concesiones que aliviaron la opresiva situación que sufren las clases trabajadoras. Pero la crisis de 2008 acabó con este relativo bienestar económico, y con ello volvió la tremenda lucha de clases de la última década, que ha hecho de Sudáfrica la “capital de la lucha obrera del mundo”. En última instancia, esto es lo que se encuentra detrás de esta situación política tan volátil.
La crisis política se manifiesta también en las instituciones burguesas del Estado. El parlamentarismo está en crisis, como hemos visto. Casi cada día se tienen noticias de problemas muy arraigados en instituciones como la Autoridad Jurídica Nacional (National Prosecution Authority), la Agencia Tributaria (revenue service), la Unidad de Investigacion Especial (Special Investigative unit), la policía, el servicio de inteligencia, la Unidad de Investigación de Crímenes Prioritarios (priority crime investigative unit) y otras instituciones. Contrariamente a lo que declaró el presidente Zuma, las instituciones del estado no sólo no son demasiado fuertes, sino que están en crisis, lo que explica la turbulenta situación política.
Un análisis más profundo revela que se trata de una manifestación de la crisis del capitalismo. La consecución de derechos democráticos burgueses fue un producto derivado de la lucha revolucionaria de la clase obrera. Bajo amenaza de derrocamiento, la burguesía concedió a la mayoría trabajadora una serie de derechos democráticos significativos, pero mantuvieron el control y la propiedad de los medios de producción, asegurándose de este modo que continuaba siendo la clase dominante. En este proceso, admitieron a un pequeño número de negros en sus filas, que están ahora cumpliendo con su parte en el frente político. A pesar de la importancia de los derechos reconocidos, la dominación continuada de la burguesía no ha decrecido ni un ápice. Sea como fuere, en estos momentos en que las instituciones democráticas están siendo empleadas para dar voz al sufrimiento de las masas y a la decadencia de los que gobiernan, estos últimos no se lo piensan dos veces a la hora de abolir los derechos democráticos más fundamentales.
En Sudáfrica, 26 millones de personas de entre una población de 52 millones, viven en la extrema pobreza, mientras que dos hombres, Johann Rupert y Nicky Oppenheimer, poseen más riqueza que esos 26 millones juntos. El coeficiente Gini, que mide las tasas de desigualdad, las sitúa en el 0.77, es decir, de las más altas del mundo. Todo esto indica que la desigualdad en cuanto a las ganancias de cada habitante es hoy día mayor que durante el Apartheid. En términos materiales, Sudáfrica, contrariamente a lo que su constitución establece, no pertenece a todos los que viven en ella. La tierra, los bancos, la industria, las minas y otros monopolios pertenecen a los Ruperts, Wieses, Oppenheimers, Bekkers, Glasenbergs, Ackermans, Ramaphosas y Motsepes. La tasa de desempleo ha rondado el 25% durante la última década, mientras que entre los jóvenes ronda el 60%. Muchas personas se encuentran sin hogar.
Esta situación nos enfrenta a una crisis orgánica del capitalismo. Estos datos son testimonios devastadores contra el capitalismo y contra las élites dominantes y muestran el verdadero estado de la nación. Estos hechos explican a su vez que la situación política sea tan volátil.
Seis años después del colapso de Lehman Brothers en 2008 el capitalismo global pasa por la mayor crisis de la historia, una crisis que ha afectado a todas las regiones del planeta. Y se avecinan más nubes de tormenta: Grecia esta en medio de una profunda crisis, lo cual es también el caso de Nigeria, Venezuela, Pakistán y Egipto. La crisis global ha tenido su impacto en Sudáfrica, que está ya sufriendo una crisis aguda. Pero existe una salida revolucionaria. Los monopolios y los recursos productivos deben ser arrebatados a quienes los poseen y puestos bajo control obrero. Sólo esta medida asegurará que las necesidades básicas de la población estén cubiertas.
El 12 de febrero, un número record de proletarios revolucionarios sudafricanos observaba los sucesos que tenían lugar en el parlamento: la audiencia del discurso se había disparado, la clase obrera miraba, escuchaba, observaba y extraía lecciones. Las condiciones objetivas para construir una autentica corriente marxista nunca habían sido tan favorables. Esta corriente crecerá con la revolución y señalará el camino adelante hacia la verdadera liberación de las masas, es decir, la transformación socialista de la sociedad. El gobierno de la mayoría se conseguirá solamente sobre la base de una revolución conducida por la clase obrera, armada con un programa socialista revolucionario y la construcción de un Estado obrero democrático.