Se agudiza la miseria y la crisis social. Echemos las bases hacia un Congreso Obrero, la huelga general y un gobierno de trabajadores

Image: fair use

Apenas han pasado unos días desde la asunción del ahora flamante Presidente Milei, y ya ha comenzado a despertar preocupación y repudio en amplios sectores de masas –incluyendo a sectores que le votaron– por las medidas que su gobierno ha anunciado hasta el día de hoy.

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Los recortes que comunicó en su campaña contra lo que él llama la casta política y sus amigos, terminaron de un día al otro mostrándose como lo que en realidad es: una clara y brutal ofensiva contra las masas trabajadoras, sus derechos y sus banderas. En apenas días, el falso libertario abandonó su inaplicable teoría del anarco capitalismo, para abrazar fervorosamente y con el aplauso del FMI una política clásica macrista de recortes y endeudamientos que las masas debemos pagar, eso sí, con una crudeza y violencia cualitativamente superior al gobierno Macri.

El intento de sacar la movilidad jubilatoria para pasar a otorgar los aumentos por decreto, cuando las jubilaciones ya se encontraban en una situación lastimosa por el tipo de movilidad, en realidad busca, siguiendo las pautas del FMI, liquidar o confiscar las previsionales.

El paquete anunciado de eliminación de los subsidios a las tarifas del transporte, luz, agua y gas, el anuncio de que no habrá licitación de nuevas obras públicas por parte del Estado, y la cancelación de las licitaciones ya aprobadas cuyo desarrollo aún no haya comenzado, tiene como objetivo barrer de un plumazo cinco puntos del PBI y alcanzar el equilibrio fiscal en 2024. El peso de estas medidas recae sobre las espaldas de la clase trabajadora y los sectores más pobres. Lógicamente, cualquier medida política económica genera un desequilibrio social y por ende una agudización de la lucha de clases.

Los anuncios del ministro Caputo de hace dos días, han desencadenado un proceso inflacionario y una crisis política semejante al Rodrigazo de junio de 1975. Aquel 4 de junio, el ministro Celestino Rodrigo anunció un plan de medidas económicas que incluían un aumento de los precios de los combustibles, una devaluación del peso argentino y una reducción de los subsidios estatales. Estas medidas tuvieron un impacto inmediato en la clase obrera y los sectores populares, ya que los precios se dispararon y el poder adquisitivo de los de abajo se vio seriamente afectado, algo bastante parecido, pero en un contexto actual de crisis peor que en ‘75.

Los anuncios de Luis Caputo en la Red X del día 14 de diciembre, no dejan duda al respecto de los recortes salvajes que se vienen: “La prioridad del gobierno es alcanzar el superávit fiscal en el primer año de mandato. Los siguientes números reflejan el ajuste inevitable que enfrentaremos a fin de lograr ese objetivo”. Por supuesto, los números hablan por sí solos de ajuste:

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Las medias anunciadas ponen dinamita en los cimientos de la economía y golpean brutalmente los salarios. Milei habló de cortar la inflación y su gobierno ha provocado todo lo contrario: preparan el escenario para una hiperinflación galopante. Los combustibles pasaron a $730- el litro, descargándose dicho aumento sobre los precios de la canasta básica. El dólar oficial pasó de $400 a $800, más impuestos, poniendo más presión a la pauperizada economía de los trabajadores.

Nos dicen que no se pueden seguir subsidiando los servicios en manos del Estado, pero la trasferencia de recursos de los bolsillos de los trabajadores a las arcas de los capitalistas es simplemente monumental, mostrando su hipócrita política de cara a los trabajadores.

Pero sí se puede salvar al gran capital a través del Banco Central que se endeudará por un monto de hasta U$S 30.000 millones para rescatar la deuda privada de las empresas importadoras. Emitirá Bonos para la Reconstrucción de una Argentina Libre (BOPREAL), a los que podrán acceder en pesos los importadores de bienes y servicios y se liquidarán en 2027 en dólares.

Se trata de una impúdica emisión de deuda del Banco Central para hacerse cargo del endeudamiento de las empresas importadoras. Lo que deben los importadores a los proveedores extranjeros, que en promedio fue de 30 mil millones de dólares en los últimos años, aumentó en 2023 a casi 58 mil millones de dólares, como resultado de la insuficiencia de divisas que generó la sequía. Esto llevó al BCRA a demorar o reducir la entrega de divisas, causando la acumulación de los impagos de las firmas con sus proveedores.

El acuerdo del gobierno Milei/Macri/Caputo con los bancos, para mantener el paquete de las Leliq el BCRA anunció que mantendrá la tasa de política monetaria. Así, la tasa de las Letras de Liquidez (Leliq) a 28 días se mantendrá en 133%. A su vez, decidieron disminuir la tasa de pases pasivos, que se ubicará en 100%.

Como era de esperar, el demagogo que agitaba contra “la casta” se ha revelado como el más decidido defensor de los intereses de los grandes capitalistas y del imperialismo.

¿Quién paga el ajuste mileista/macrista?

En su momento planteamos que no podíamos enfrentar a Milei y su plan reaccionario con el discurso y las medidas políticas y económicas de Sergio Massa y el gobierno de los Fernández. La disyuntiva fascismo vs democracia escondía los planes de ajuste del Sergio Massa. Decíamos también que de ganar Milei, el falso profeta, la situación para las masas iba a complicarse exponencialmente. El recorte presupuestario, con motosierra en mano, claramente deberá estar acompañada con el protocolo que anunció Patricia Bullrich contra la protesta social ante la lógica respuesta de las masas, en un intento de legitimar la represión que va a sufrir la clase obrera ya no como votantes, sino como explotados.

La lucha de clases ha entrado en una fase de agudización. Los sindicatos entrarán probablemente en una secuencia de sacudidas, como los primeros temblores antes de una hecatombe mayor. La tarea de los revolucionarios es luchar por la independencia de la clase. Es muy probable que la misma necesidad por parte de los y las trabajadores de parar la mano al ajuste hambreador sea el abono para la independencia política de nuestra clase. Los jefes sindicales de la CGT solo se pronunciaron con preocupación por las medidas anunciadas por el gobierno de Milei como además por la desocupación en la planta de los estatales y la pulverización del salario. Se presentan además como los garantes de la gobernabilidad. Pero no llaman a asambleas de base para ir preparando la respuesta obrera y popular ante lo que todos y todas sabemos que viene. Por el contrario, lo que les pesa son el manejo de las Obras Sociales y que no sea un botín que les arrebate el gobierno mileista.

Hoy Patricia Bullrich anunció un protocolo completo antipiquete. Los anuncios facultan, no ya al desalojo de manifestaciones o piquetes, sino también impedir el agrupamiento o la llegada de manifestantes a las concentraciones.

Tal protocolo da facultades a las fuerzas represivas para identificar a los participantes en las manifestaciones, y las fuerzas de seguridad actuarán –es decir, ejercerán represión– sin necesidad de orden judicial, contra los piquetes hasta liberar las vías de tránsito ocupadas. Lo mismo aplica para los piquetes obreros que bloqueen el ingreso a las fábricas. En la práctica, buscarán prohibir el derecho legítimo a la huelga. También serán identificados los vehículos que las organizaciones políticas y sociales utilicen en la organización de piquetes y protestas, pudiendo ser confiscados. A ello se le suma una medida muy acorde con el “espíritu libertariano y privatizador”: los costos financieros de la represión podrían recaer sobre las organizaciones involucradas en la forma de sanciones pecuniarias.

Para eso, el “ministerio de represión” del gobierno Milei, encabezado por Bullrich, contará con las cuatro fuerzas federales más el servicio penitenciario federal.

No queda duda, que la clase dominante se está preparando para reprimir de forma sistemática a la clase obrera en el momento en que ésta se ponga de pie, para enfrentar el ajuste que ya ha comenzado a ser anunciado.

Durante una primera etapa, es lógico y natural que un sector de la clase obrera reaccione con dudas e incluso temor, ante los anuncios de ajuste salvaje y aumento de la represión. Más aún en un contexto de más de 10 años consecutivos de ajuste capitalista y empobrecimiento acelerado.

En consecuencia, una respuesta de masas por parte de la clase obrera podría tomar un tiempo que no sabemos. Qué duración tendrá ése período, no es una cuestión que pueda responderse de antemano, pero es probable que sea relativamente corto. Un sector de las masas trabajadoras necesita conocer la experiencia del actual gobierno, su ajuste y represión, antes de quitarse de encima las dudas de dar tiempo a un gobierno que recién asume, y entrar decididamente en el escenario de la lucha de clases.

Lo mismo aplica para el sector de trabajadores que, buscando una salida desesperada al ajuste massista votó a favor del Milei para castigar a “la casta”. Pero en los hechos la casta está gobernando hoy con todas las de la ley. Las feroces medidas antiobreras y la criminalización de la protesta legítima, seguramente empujen a capas de este sector hacia la lucha en las calles con el conjunto de la clase obrera.

Mientras tanto, desde la izquierda y la vanguardia del movimiento obrero debemos continuar avanzando en la tarea de preparar las luchas que vienen. Empleando los métodos democráticos de nuestra clase, promoviendo el debate abierto y fraterno en cada centro de trabajo, fabrica, universidad o barrio.

La izquierda más que nunca debe romper con sus políticas del trabajo parlamentario en sí mismo en el intento de seguir ganando uno o dos parlamentarios más, cuya estrategia electoralista le imposibilitó aprovechar la decepción de las masas con el gobierno de Fernández. El trabajo de los revolucionarios es el derrocamiento del sistema en su conjunto.

Debemos preparar la etapa que viene, la nueva era en manos de Milei/Macri, nos debe encontrar sentando las bases para un Congreso Obrero que nos permita, como un solo cuerpo y en la más amplia unidad, construir un plan de lucha colectivo contra el ajuste, planteando la consigna de la huelga general, en la perspectiva de un Gobierno Obrero. No hay tiempo que perder.

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