Revolución y contrarrevolución en Tailandia

El actual primer ministro Abhisit Vejjajiva. Foto de World Economic Forum/Monika Flückinger.

Bangkok está en llamas en el momento en el que la violencia contrarrevolucionaria en Tailandia alcanza un clímax sangriento. El asalto largamente esperado del Ejército tailandés ya ha tenido lugar y no cesará hasta haya desaparecido todo rastro de la protesta. Nadie puede asegurar el número de bajas, pero la cifra final será sin duda mayor que la que las autoridades han admitido hasta ahora. Parece que algunos "Camisas Rojas" han respondido prendiendo fuego a los bancos, centros comerciales y otros edificios de la ciudad, y hay informes de que las protestas y la violencia hicieron erupción en otras partes de la ciudad.

Bangkok. Foto de Timo Kozlowski.En Rajprasong se está cantando: "esta es una guerra de clases para barrer a la autocracia"

Durante meses, las calles del centro de Bangkok estuvieron tomadas por un movimiento masivo de protesta organizado por el UDD, el Frente Unido para la Democracia contra la Dictadura, comúnmente conocido como los "Camisas Rojas". Este movimiento de masas de los pobres y desposeídos ha sacudido la estructura de poder de la élite gobernante y amenaza el propio futuro de la monarquía tailandesa. Muchos de ellos son partidarios del ex-primer ministro, Thaksin Shinawatra, que fue derrocado en un Golpe de Estado hace casi cuatro años.

El primer ministro, Abhisit Vejjajiva, se queja del "caos" y la "anarquía", pero olvida convenientemente que llegó al poder por medios similares. Su gobierno fue instalado por los militares y es el producto de un golpe militar en 2006 y de varios Golpes de Estado judiciales. Entre 2006 y 2008, los matones de "camisas amarillas" del Partido Demócrata boicotearon las elecciones que Thaksin Shinawatra, probablemente, iba a ganar. Esto dio lugar a la anulación de las elecciones. A continuación, cuando un interregno militar fracasó en mantener a los partidarios de Thaksin fuera del poder, las bandas de monárquicos reaccionarios bloquearon los edificios gubernamentales y el aeropuerto de Bangkok para proporcionar la excusa para un Golpe de Estado.

La toma del poder por Abhisit fue la negación de la democracia, pero fue convenientemente ignorado por Occidente. La demanda de nuevas elecciones es una exigencia democrática elemental. Pero no es aceptable para la oligarquía tailandesa. La actitud de los supuestos demócratas de Washington y Londres hacia la dictadura está determinada por sus intereses de clase.

El gobierno de Abhisit representa a la oligarquía gobernante, a la monarquía tailandesa reaccionaria y a los militares. Se ajustaba muy bien a los intereses occidentales, en la medida que parecía ofrecer garantías sólidas a sus inversiones en Tailandia - una de las economías más importantes de Asia. Esos mismos hipócritas habían respaldado con entusiasmo la llamada "revolución naranja" en Ucrania, y constantemente denuncian el presunto "régimen autocrático" de Hugo Chávez. Pero han reaccionado ante el movimiento de protesta democrática en Tailandia con un silencio ensordecedor.

Los Camisas Rojas

Los Camisas Rojas, una coalición antigubernamental difusa, miraron a Thaksin Shinawatra como un punto de referencia. Un multimillonario magnate, Thaksin, ahora en un exilio seguro en Montenegro, es el candidato menos adecuado para dirigir una revolución. Sus críticos apuntan a la violación de los derechos humanos bajo su gobierno. Pero también llevó a cabo una serie de medidas en interés de los pobres, especialmente de los pobres rurales en el norte del país.

Al carecer de una dirección clara, de un partido y de un programa, las masas miran hacia líderes individuales que parecen personificar sus aspiraciones. Los campesinos pobres tienen un odio ardiente contra la rica élite urbana gobernante que los domina, explota y oprime. El nombre de Thaksin actuó como un punto de convergencia para la oposición al régimen actual, especialmente los campesinos pobres que consiguieron algún tipo de beneficio con su gobierno. Sin embargo, en realidad, es una figura accidental, como el Padre Gapón o Kerensky en diferentes etapas de la Revolución rusa.

Algunos intelectuales occidentales de clase media confiesan que no entienden por qué miles de los hombres y de mujeres pobres pueden elegir luchar y morir en las calles de Bangkok por la causa de un magnate multimillonario exiliado. Algunos, incluso, han caracterizado al movimiento como "fascista". Esto muestra una completa falta de entendimiento. Por el contrario, los excelentes informes de Giles Ji Ungpakorn, un intelectual de izquierda y disidente, exiliado en Londres, han dado un relato muy preciso y veraz del movimiento.

Marcha de Camisas Rojas el 15 de mayo en Bangkok. Foto de k.rol2007.Marcha de Camisas Rojas el 15 de mayo en Bangkok. Foto de k.rol2007. La gente que lucha y muere en las calles de Bangkok no lo hace para apoyar a un ambicioso político burgués contra otro. Lucha por un cambio fundamental en la sociedad. Quizás no sabe exactamente lo que quiere. Pero sabe muy bien lo que no quiere. No quiere la pobreza, el hambre y el desempleo. No quiere el dominio de una oligarquía corrupta y reaccionaria. Y no quiere al gobierno de Abhisit.

La demanda de nuevas elecciones, por lo tanto, era un punto de partida natural para su protesta. Pero una vez que las masas habían sido puestas en marcha, el movimiento adquirió una dinámica nueva. La participación de los trabajadores, la juventud revolucionaria y los pobres urbanos ha transformado el movimiento, que no puede ser descrito como una chusma de campesinos ignorantes, como los reaccionarios intentan retratarlos.

En las últimas semanas, la influencia de Thaksin Shinawatra parece haber sido empujada a un segundo plano. Los trabajadores y campesinos pobres oprimidos están encontrando una voz y la forma de expresar sus quejas profundas, no sólo contra el gobierno actual sino contra una sociedad que es fundamentalmente injusta. Por eso, las masas han demostrado tan enorme determinación revolucionaria y voluntad de luchar y de hacer sacrificios.

Sin embargo, sus dirigentes no han mostrado la misma determinación. Los dirigentes no son trabajadores y campesinos pobres que no tienen nada que perder, salvo sus vidas, sino intelectuales de clase media que desean mayor democracia y menos influencia militar en los asuntos políticos del país. Están apoyándose en el movimiento de masas con el fin de ejercer presión sobre el gobierno para que haga concesiones. Constantemente hacen llamamientos a las negociaciones. Pero han puesto en movimiento fuerzas que sólo pueden controlar con gran dificultad. El movimiento de masas tiene ahora una vida propia.

Los manifestantes adquirieron pronto un sentido de su propio poder. A pesar de la falta de un programa claro (o tal vez debido a ello), el movimiento atrajo a su bandera a todos los sectores explotados y oprimidos de la sociedad tailandesa. La determinación y la combatividad de los manifestantes ha crecido, y con ello, el deseo de un cambio radical de la sociedad que va mucho más allá de un mero cambio de primer ministro. Esto es ahora una lucha entre ricos y pobres - una lucha entre las clases.

La lucha por la democracia

La oligarquía, con razón, teme las fuerzas que han sido puestas en marcha por el movimiento a favor de la democracia, que ha atraído a su lado a los trabajadores, la juventud, los campesinos y las capas de los pobres y oprimidos de la ciudad y del campo: en una palabra, a todas las fuerzas vivas de la sociedad tailandesa. Contra ellas fue lanzado todo lo que era corrupto, degenerado, anticuado y reaccionario.

Se trata de una lucha entre ricos y pobres, entre los que tienen y los que no tienen. Los Camisas Rojas son descritos como un movimiento "pro-democracia" y en cierto sentido esto es cierto. Existe un deseo ardiente por la democracia, que se expresa en un odio feroz al régimen de Ahbisit. Comenzando con demandas democráticas, empezarán a relacionar la injusticia política con la injusticia social: de hecho, para los trabajadores y los campesinos las dos cosas son inseparables.

Esto puede haber comenzado como una lucha entre dos grupos de políticos rivales, pero ahora ha sido llenado con un contenido de clase revolucionario. Una vez que se levantaron, las masas inevitablemente comenzaron a expresar sus propias demandas. Las tareas inmediatas de la revolución (por eso es lo que es) tienen un carácter democrático. Pero la lucha por la democracia, si quiere triunfar, debe conducir al derrumbe de todo el edificio actual de la vida política tailandesa.

La lucha por la democracia se identifica a los ojos de las masas con una lucha mucho más amplia por la justicia social y la igualdad. Esto lo comprenden los reaccionarios y los elementos más decididos del movimiento de protesta. Como de costumbre, en el medio hay algunos que imaginan que todo puede resolverse pacíficamente, a través de la negociación y los acuerdos. Pero esto es imposible.

No hay espacio en esta situación de compromiso, y el "centro", como sucede a menudo en la historia, será barrido a un lado por la marea ascendente de la lucha de clases. El movimiento sólo puede tener éxito si está dirigido por los elementos más decididos: hombres y mujeres que estén dispuestas a luchar hasta el final, como los valientes hombres y mujeres que están luchando por sus derechos en las calles de Bangkok.

La erupción de las masas

El ejército de manifestantes de "Camisas Rojas" convergieron en Bangkok el 14 de marzo, y durante dos meses, han paralizado la capital, protestando por la negativa del gobierno de Abhisit, respaldado por los militares, a dimitir y celebrar nuevas elecciones. El gobierno no electo siguió gobernando. Pero había perdido el control de las calles. The Economist (16 de mayo), describió la situación en Bangkok:

"Miles de manifestantes, muchos de ellos procedentes de las zonas rurales, están durmiendo a la sombra de hoteles de lujo y centros comerciales. [...] Ocuparon un gran área del centro de Bangkok durante el mes pasado para forzar al primer ministro, Abhisit Vejjajiva, a disolver el Parlamento y celebrar nuevas elecciones. El gobierno, las empresas y muchos residentes de Bangkok quieren que los Camisas Rojas se vayan. Las amenazas y las leyes de excepción no han funcionado. Las conversaciones de paz parecieron dar sus frutos, pero decayeron rápidamente."

La clase dominante estaba cada vez más alarmada por la erupción de las masas en las calles de la capital. El gobierno parecía impotente, golpeado por una extraña parálisis de su voluntad. La situación se hizo más grave cada día, casi cada hora. Hubo elementos de doble poder presentes en la situación. Por sus acciones desafiantes, las masas estaban planteando un desafío directo al gobierno: "¿quién manda, ustedes o nosotros?"

Foto de ratchaprasong.Foto de ratchaprasong. Al principio, el gobierno intentó calmar la situación, ofreciendo concesiones. Abhisit ofreció la rama de olivo de elecciones anticipadas en noviembre como parte de un acuerdo para poner fin a la confrontación. Parecía que algunos dirigentes de la protesta estaban dispuestos a volverse a su casa con la fuerza de estas promesas. Pero para la mayoría este fue un caso de "demasiado poco y demasiado tarde". Exigieron una fecha fija para la disolución del Parlamento y dijeron que continuarían con sus protestas.

Abhisit estaba bajo la presión del ala de la línea dura del régimen para que usara la fuerza para aplastar las protestas. Cuando los líderes de los Camisas Rojas modificaron sus demandas el gobierno retiró inmediatamente su oferta. Para ellos, la oferta de nuevas elecciones fue demasiado, mientras que para las masas, radicalizadas por el movimiento de protesta, fue demasiado poco. En palabras de The Economist:

"Desconfían de los líderes que hablaron de compromiso después de que había sido derramada tanta sangre. Muy al contrario, querían mantener la lucha y la presión sobre el gobierno. Es improbable que los elementos duros de los Camisas Rojas quieran renunciar tan fácilmente".

La reacción se prepara

El Gobierno deliberadamente exageró la violencia de la quema de neumáticos y de los cohetes caseros de los Camisas Rojas, y repetidamente se referían a ellos como ''terroristas '' que preparaban una rebelión armada, con el fin de justificar el uso mortal del ejército de francotiradores y un eventual aplastamiento de la protesta. La primera prueba de fuerza llegó el 10 de abril, cuando 25 personas fueron asesinadas y cientos resultaron heridas, cuando las tropas intentaron limpiar Bangkok de manifestantes. En esa ocasión, varios soldados estaban entre los muertos, aparentemente a manos de pistoleros vestidos de negro con armas del ejército.

La sangrienta represión del 10 de abril de 2010 mostró la hipocresía que había detrás de la "Hoja de Ruta" de Abhisit para la reconciliación. Él no tenía la intención de restaurar la democracia en Tailandia. Sólo había dos resultados posibles: o las masas barrían a este Gobierno - y a la monarquía reaccionaria que se encuentra detrás de él - o la reacción militar restauraría el "orden" con balas y bayonetas.

La próspera clase media de Bangkok estaba furiosa con el trastorno de sus vidas, la ocupación de sus calles y la interrupción de sus lujosos centros comerciales. Los realistas "camisas amarillas" amenazaban con reanudar sus protestas y apoyar el uso de leyes represivas y la violencia contra el movimiento de masas.

La perspectiva de un desenlace sangriento estaba claro para todos. Embajadas extranjeras cerraron sus puertas, y varios países, incluidos los Estados Unidos, advirtieron a sus ciudadanos de no viajar a Bangkok. El departamento de Asuntos Exteriores aconsejó a la gente que reconsiderara viajar a cualquier lugar de Tailandia debido a la "amplia inestabilidad política y disturbios civiles que se producen en Bangkok y otras partes del país ''.

Todo esto indicaba que el Ejército tailandés estaba planeando lanzar una ofensiva final. Sin embargo, las fuerzas del Gobierno permanecían indecisas. El Ejército evitó un asalto frontal y en su lugar, intentó estrangular lentamente el lugar de la protesta de los Camisas Rojas en el centro de la ciudad. El ejército levantó barricadas y alambradas a en todos los caminos que conducían hacia el campamento de protesta, bloqueando los suministros y dejando pocas vías de entrada y salida.

Declararon dos partes de la ciudad, en Din Daeng y Bon Kai, como "zonas de fuego". El alto generalato amenazó que cualquiera que caminara por esas zonas sería disparado al instante. La respuesta de los Camisas Rojas fue ampliar el territorio que controlaban en la ciudad. Apresuradamente, construyeron nuevas barricadas con neumáticos y piezas de automóvil, y donde fueron amenazados, abrieron fuego. También fueron incendiadas algunas casas y hubo informes de ataques a negocios y edificios cerrados en las tierras de nadie situadas entre los Camisas Rojas y el ejército.

Divisiones en el ejército

La lucha de clases en Tailandia está ahora al rojo vivo. Con una dirección adecuada, el movimiento de masas podría haber derrocado el dominio oligárquico. El régimen pudo sentir que el suelo se agitaba bajo sus pies. Por un lado, el movimiento de masas revolucionario crecía por horas, por otro lado, había claramente divisiones en el ejército y la policía. Ha habido muchos informes de confraternización o incluso de manifestantes invadiendo cuarteles del ejército.

Una mujer intenta arrebatarle el fusil a un soldadoUna mujer intenta arrebatarle el fusil a un soldado Desafortunadamente, los líderes de la protesta vacilaron y demostraron que no estaban dispuestos a ir hasta el final. Esto permitió a los contrarrevolucionarios retomar la iniciativa.

El ejército temía claramente un enfrentamiento directo con los Camisas Rojas. La prueba de ello es que, hasta esta mañana [19 de mayo], no les habían arrebatado ningún territorio, pero en su lugar, intentaron estrangular a los manifestantes cortando el suministro de alimentos y agua, la energía y las comunicaciones a su campamento. Pero esto no fue suficiente para poner fin a la protesta. Tarde o temprano tuvieron que lanzar un empujón final, violento, para eliminarlos.

Pero había un problema. Los soldados conscriptos siempre son reacios a disparar a civiles desarmados. Esto es cien veces más cierto en un ejército de conscriptos, muchos de ellos procedentes de familias campesinas pobres. Los oficiales por tanto utilizaron francotiradores seleccionados ocultos en los bloques de la torre para disparar a los manifestantes.

Una de las víctimas fue Jattiya Sawasdipol, un ex general del Ejército tailandés, que se convirtió en el jefe de la milicia de los Camisas Rojas. Se opuso enérgicamente al "acuerdo de paz" que dejó a Abhisit en el poder. En la noche del 13 de mayo, la bala de un francotirador le alcanzó. Murió en el hospital. El ejército niega su participación, pero nadie le cree. Aún los Camisas Rojas permanecieron en la zona con un coraje admirable, aunque el ejército estaba disparando ahora con munición real, dejando a decenas de personas muertas y heridas.

El asesinato a sangre fría de Jattiya Sawasdipol enfureció a sus partidarios y desencadenó una nueva ola de combates en los alrededores de perímetro del sitio de la protesta, que se extendió a otros lugares. Todos los distritos de Bangkok se cerraron, y el malestar se expandió con fuerza fuera de la capital tailandesa. Se declaró el estado de emergencia en cinco provincias el sábado, llevando el total a 22: casi un tercio del país.

Ha habido imágenes en Internet mostrando la gente enojada apoderándose de un camión del ejército, mientras que los soldados no hacían nada para detenerlos. En esta ocasión, los insurgentes tomaron el vehículo y las armas, gritando: "¡Viva el pueblo! ¡Abajo la dictadura!" El 28 de abril hubo informes que decían:

"Los Camisas Rojas han capturado a algunos soldados que intentaron infiltrarse en la protesta en Rajprasong. Se cree que tenían órdenes de disparar a los dirigentes de los Camisas Rojas. Los prisioneros son tratados bien."

El Gobierno anunció un toque de queda. Esto trajo una ola de ira de los manifestantes. Sin embargo, el ejército más tarde retiró la propuesta diciendo que era "innecesario". Estaba claro que el ejército y el Gobierno estaban todavía dudando antes de decidirse a dar el golpe fatal. También sabemos que esta duda no les fue dictada por consideraciones humanitarias o sentimentales, sino por el miedo.