A partir de 2008 hemos visto abrirse un abismo en la representación y la expresión organizada de los trabajadores en nuestro país. La desaparición de la izquierda del parlamento fue solo la manifestación más clamorosa de este vacío. Sin embargo no han desaparecido la militancia de izquierda y tampoco el PRC que, a pesar de las escisiones y del abandono de una parte su propia militancia, ha mantenido un patrimonio de fuerza organizada.
“¡Pomigliano no se rinde!” y la recuperación del movimiento de masa
La participación de masa a la movilización convocada por la FIOM el 16 de octubre de 2010 ha demostrado como el conflicto obrero puede ser el punto de referencia y conexión de todos los movimientos de lucha que atraviesan nuestro país. Este hecho fue confirmado con el referéndum en Mirafiori, la movilización estudiantil y juvenil del 14 de diciembre para derrocar el gobierno de Berlusconi, la huelga general de los metalúrgicos el 28 y 29 de enero, la lucha No TAV en Valsusa y el movimiento contra la privatización del agua culminado con la victoria en el referéndum de junio.
Incluso el éxito de las últimas dos huelgas generales, del 6 de mayo y del 6 de septiembre, demuestran que al orden del día no está la retirada frente a una derecha hegemónica sino el desplegarse del conflicto de clase a su nivel más lato: por primera vez desde hace 30 años, es decir desde la derrota en la FIAT en 1980, existen hoy en nuestro país las condiciones por un movimiento de masa con una clara discriminación de clase, y la clase trabajadora se perfila como su eje central y hegemónico.
Lectura de la crisis y la ilusión keynesiana
En la crisis de 2007 se suman elementos de una clásica crisis cíclica con un cambio de fase que va más allá del simple ciclo boom-recesión. Lejos de ser una crisis meramente financiaría esta nace de una enorme sobreproducción o sobrecapacidad productiva. En la izquierda reformista hoy prevalece la idea que sea simplemente posible orientar diversamente las masas de dinero público para generar efectos benéficos para los trabajadores y los sectores populares: en fin un intento de volver atrás hacia los años de oro del boom económico del segundo posguerra y a las clásicas políticas keynesianas.
Se trata de una utopía ilusoria y al mismo tiempo peligrosa, porque con la explosión de la deuda pública en los últimos 3 años ni los EUA ni en Europa es posible volver a políticas keynesianas, para las cuales no existen ni los recursos (por el enorme endeudamiento público y privado) y tampoco la voluntad política.
La lógica de un programa de alternativa
Nuestro partido debe ser identificado como el partido del público, de las nacionalizaciones, del control desde abajo por parte de los trabajadores organizados, sobre todo ahora que la consigna de la nacionalización de las principales palancas de la economía se vuelve rápidamente comprensible a millones de personas. Semejante programa conlleva la ruptura de los vínculos impuestos por la Unión Europea. A la Unión Europea del capital debemos oponer una libre y voluntaria federación socialista de los pueblos de Europa.
¡NO! a un nuevo centroizquierda
La crisis del gobierno Berlusconi ha allanado el camino para intentos de pilotar una transición hacia una nueva unidad nacional, de la que son parte las tentativas de lanzar en la escena política a los varios Monti, Montezemolo, Profumo. La carta de la BCE impone la línea para los futuros gobiernos.
Cualquier alternativa tiene necesariamente que involucrar al PD. De esta simple constatación nace para nosotros la imprescindible exigencia de mantener nuestra oposición estratégica al PD y nuestra total indisponibilidad a ser nuevamente atraídos hacia un nuevo centroizquierda. Nos hacemos promotores de la constitución de un polo de la izquierda de clase con todas las fuerzas que comparta esta discriminante fundamental.
Por el partido de clase
El partido de Pomigliano y Fincantieri hoy no existe, hay que construirlo. Las luchas son más avanzadas que las organizaciones: esta es la nuda realidad. En más de una ocasión la FIOM ha asumido un papel de referente político que va más allá de la simple batalla sindical. Esto no es ninguna casualidad: los cuadros de la clase que sostienen el conflicto en sus momentos más avanzados son también los que deben encargarse de la construcción de fuerzas políticas a la altura de sus necesidades. De hecho históricamente fueron los activistas de vanguardia a encargarse de la construcción de organizaciones que diesen una expresión política al movimiento obrero. La misma historia del partido comunista en Italia, que supo fundar su batalla sobre las lecciones de la lucha del movimiento obrero en el Bienio Rojo del 1919/20, es un indispensable ejemplo de la necesaria conexión entre el movimiento real de masa y sus expresiones organizadas.
Las fuerzas disponibles
Fuera de nuestro partido las fuerzas disponibles a la construcción de un partido de clase existen hoy; en la FIOM, en la izquierda de la CGIL, en un sector del sindicalismo de base, en un sector de las escisiones de izquierda del PRC y en movimiento en defensa de la escuela pública y de los bienes comunes. Sin embargo el punto no es hacer una simple suma algébrica de fuerzas, sino indicar en el conflicto de clase el eje central para la agregación de estas fuerzas. El 16 de octubre de 2010 ha demostrado como alrededor del conflicto obrero sea posible constituir un frente extremadamente vasto, capaz de romper con los equilibrismos del bipolarismo. Este es el modelo que tenemos que perseguir.
Al mismo tiempo tenemos que luchar contra cualquier intento de reconducir al movimiento en el cauce de un nuevo centroizquierda, a través de mecanismos como las elecciones primarias, no importa si sean sobre los candidatos o los programas. El llamamiento de Unidos por la alternativa representa bajo este punto de vista un retroceso que tenemos que criticar abiertamente.
Una estrategia de clase en la batalla sindical
A nivel sindical el haber negado nuestro apoyo a la batalla de la FIOM en el congreso de la CGIL, vinculándonos a la componente Lavoro e Societá, guardia de la mayoría sindical, ha sido un error gravísimo. Esta línea debe ser revisada de pie a cabeza.
Tenemos que equiparnos con una estrategia sindical coherente y de largo plazo, sin la cual será imposible sentar seriamente raíces en los lugares de trabajo.
Los ejes de nuestra batalla son: reconquistar el contracto nacional con tutela universal y niveles salariales dignos; lucha a la precariedad y por la abrogación de la ley 30 y de todas las leyes que precarizan el trabajo; lucha a la fragmentación de las formas contractuales; lucha a la flexibilización y a la extensión de la jornada laboral; control sobre las modalidades y la intensidad de la prestación laboral; lucha contra la arremetida que (desde Marchionne hasta Sacconi) apunta al control total sobre el trabajador por parte de la empresa; democracia sindical plena en los lugares mismos de trabajo, control de los trabajadores sobre sus mismos representantes, las plataformas reivindicativas y los acuerdos.
Nuestra batalla tiene que partir de la construcción de la oposición en la CGIL como herramienta para desarrollar el conflicto en los lugares de trabajo. Al mismo tiempo el partido debe empeñarse a través de su militancia en un camino de unificación del sindicalismo de base, un objetivo necesario como nunca que pero no puede simplemente imponerse con maniobras de dirección, sino que debe construirse en el desarrollo mismo del movimiento de masa. Un nuevo movimiento de los consejos de fábrica, autoconvocado desde abajo como vimos en otras fase históricas (Otoño caliente del 1969, 1984, 1992-93), es hoy un objetivo posible por el cual luchar y a través del cual determinar aquella unidad de clase complicada por la competencia entre diferentes agrupaciones sindicales y por el muro construido por la burocracia sindical para separar a la militancia de base de la CGIL de la del sindicalismo de base.
El fracaso de la Federación de la Izquierda (FDI)
La FDI ha enjaulado al partido en una estructura antidemocrática que ha limitado nuestra autonomía condicionándonos siempre en una dirección moderada. Ha significado un vínculo inaceptable con una componente sindical – Lavoro e Societá – que hace imposible el desarrollo de una crítica y una oposición a la mayoría del grupo dirigente de la CGIL. Clamoroso desde este punto de vista ha sido todo el asunto sobre el acuerdo del 28 de junio, con el organismo dirigente de la FDS que ha desmentido las críticas del portavoz nacional de la FDI sobre ese acuerdo, decidiendo a mayoría de no expresar ninguna posición al respecto.
La FDI ha también favorecido episodios de verdadero transformismo político, porque por su funcionamiento antidemocrático favorece la representación de pequeños grupos sin ninguna presencia real en el movimiento y con posiciones políticas discutibles, en desmedro de la militancia autentica. El congreso nacional tiene entonces que deliberar consecuentemente, rechazando cualquier intento de ceder la soberanía del partido sobre determinadas cuestiones como las presentaciones electorales por ejemplo.
¿Qué modelo de partido?
Proponemos la construcción del partido de clase sin autoreferencialidad, como uno de los sujetos que apuntan a la construcción de una organización de clase en nuestro país. Debemos empeñarnos a hacer emerger los elementos de conflicto y de radicalidad obrera que se han manifestado en estos años, trabajando para que se difundan en cada conflicto y sean socializados. Hasta hoy la mayor parte de nuestros cuadros políticos han sido orientados en una dirección opuesta, en prácticas institucionales con un total desinterés hacia el fortalecimiento de las raíces sociales del partido, además de la teoría y la formación política. Es necesario ahora recuperar nuestro enraizamiento social y trabajar para romper el muro de difidencia que permanece alrededor de nosotros. No es suficiente que de manera individual algunos camaradas sean referentes políticos para los trabajadores, es necesario que estos últimos entiendan que la actitud individual que ellos valoran es parte de la estrategia y de la manera global del partido de relacionarse con la clase.
Nos consideramos entonces empeñados en una abierta batalla por la hegemonía en el partido y en el movimiento, la única base sobre la cual es posible construir una autentica relación unitaria en el cuerpo militante. Al centro de nuestra acción no ponemos la búsqueda de equilibrios entre un grupo dirigente agotado, sino la perspectiva revolucionaria de la lucha por una sociedad diferente.