El Peronismo (1ª Parte) El ‘45
El desequilibrio de la situación económica será la base para un importante desarrollo industrial del país, mediante la "sustitución de importaciones". En 1943 la producción industrial tenia un valor bruto un 130% superior a la generada por el agro, si bien la economía argentina seguía dependiendo de las divisas provenientes de las exportaciones de los productos agropecuarios. Los sectores Industriales conscientes de su protagonismo creciente en la vida económica del país, junto a los financieros y cerealistas, necesitados de renovar y adquirir la maquinaria y dado el declive del mercado europeo, eran proclives a estrechar relaciones con el imperialismo norteamericano. Los sectores tradicionales, terratenientes y ganaderos, se recostaban en el imperialismo británico destino preferente de sus exportaciones.
La Segunda Guerra Mundial y el golpe del 4 junio de 1943
Durante la Segunda Guerra Mundial, la "neutralidad" argentina era la expresión del interés del imperialismo ingles para garantizarse los suministros agropecuarios evitando que los barcos fueran hundidos por los submarinos alemanes. Pero la "neutralidad" dificultaba el traspaso directo del país a la órbita yanqui.
Patrón Costas era el candidato "ganador" para unas nuevas elecciones fraudulentas. Este industrial azucarero se enfrentaba a la oposición de los nacionalistas del ejército y sectores terratenientes, amenazando así el equilibrio inestable entre las fracciones de la clase dominante. En rechazo de ese candidato se produjo el golpe del 43.
El 4 junio se produce el golpe llevado a cabo por el G.O.U (Grupo de Oficiales Unidos), una logia militar "nacionalista" y anticomunista, con apoyo eclesiástico y de simpatías Pro-Eje. La intervención del Ejercito en las disputas de la clase dominante demostraba la incapacidad de la burguesía para poner fin a la inestabilidad social y disciplinar sus alineamientos internos.
Pero también dentro del GOU se reprodujeron las luchas internas, hasta que el sector dirigido por Farrell y Perón se impuso finalmente.
Las presiones estadounidenses tuvieron efecto con la amenaza de coordinar junto a los países latinoamericanos un bloqueo político y económico si Argentina no rompía con el Eje. Finalmente, Farrell declarará la guerra al Eje en febrero del 45, un gesto a destiempo sólo para "normalizar" las relaciones con el imperialismo yanqui cuando el resultado de la guerra se precipitaba. Unos días después, Farrell suscribía las Actas de Chapultepec para ser reconocido por los EEUU.
La clase obrera en vísperas del peronismo
En 1944 la industria empleaba a más de un millón de trabajadores, el 49% de la población económicamente activa. La clase obrera se fortaleció numérica y socialmente.
La CGT (fundada en 1930) estaba recorrida por fracciones y divisiones. En 1942, se escinde entre la CGT Nº1 (dirigida por ex-socialistas y sindicalistas sin partido) y la CGT Nº2 (dirigida por los partidos socialista y comunista).
La debilidad del movimiento obrero argentino, a pesar de su impetuosidad, estaba en la debilidad política de su dirección. Por el lado de los sindicalistas semianarquistas y socialistas, su flojedad ideológica los hacía propicios para desarrollar tendencias de conciliación de clase y de acercamiento al aparato del Estado. Por su parte, el giro impuesto por la Internacional Comunista estalinista desde 1935 de acercamiento a la burguesía liberal (Frente Popular) desarrolló poderosos estímulos en los Partidos Comunistas hacia políticas de conciliación de clase y con el nacionalismo burgués en cada país, con la excusa de la "unidad nacional" para luchar contra el fascismo.
Así, las tendencias burocráticas (particularmente en la CGT Nº 1) y el recurso al nacionalismo burgués, que velaban los intereses de clase opuestos, no fue una aportación original de Perón al movimiento obrero argentino, sino que ya estaban madurando fuertemente en las cúpulas sindicales y políticas del mismo.
Perón en el gobierno
Dentro del gobierno de Farrell, Perón asume la Vicepresidencia y la Secretaría de Trabajo y Previsión.
Perón había desarrollado poderosas tendencias bonapartistas, reflejo del desproporcionado papel que el ejército había jugado en la vida política argentina durante la década precedente. Su actitud hacia la oligarquía era una mezcla de servilismo, envidia y desprecio, como corresponde a la psicología de la pequeña burguesía (clase de la que procedía) respecto de la gran burguesía.
Mucho se ha hablado de las simpatías de Perón hacia el fascismo, sobre todo tras su estancia en la Italia de Mussolini. Pero en Argentina no existían condiciones para el desarrollo de un movimiento fascista. El movimiento de masas dominante no lo protagonizaba la pequeña burguesía arruinada y desesperada, la base tradicional del fascismo; sino la clase obrera que, debido al rápido desarrollo industrial del país, comenzaba a aparecer con una fisonomía propia.
El caudillaje de masas no era un objetivo consciente que Perón se hubiera fijado desde un principio sino que se desarrolló más bien como un proceso de aproximaciones sucesivas, donde la conspiración, el disimulo y las circunstancias jugaron un papel.
Su anticomunismo también influyó en su manera de acercarse a la clase obrera, sacando la conclusión de que la mejor manera de conjurar el "peligro" comunista en el país era concediendo importantes mejoras en las condiciones de vida y trabajo de las masas, pero no como fruto de la lucha de las masas mismas, sino como una concesión del Estado protector. Pero eso lo enfrentaba a la burguesía que era la obligada a hacer el "sacrificio" material con subas de salario, reducción de la jornada laboral, vacaciones pagas, introducción del aguinaldo, y otros derechos laborales.
Las divisiones de la CGT le permitieron acercarse a una dirección sindical con rasgos conciliadores y nacionalistas. La táctica de Perón fue utilizar los recursos del Estado para comprar a esta capa dirigente con privilegios y prebendas y, a través de ellos, construir sus puntos de apoyo en el seno de los sindicatos.
Los únicos sectores que le hicieron frente fueron los sindicatos organizados en torno al PC, que tildaba a Perón de “fascista”. Finalmente, un decreto oficializa la reunificación de la CGT.
Para esa época se registra un descenso de influencia de las fuerzas de izquierda, los partidos socialista y comunista. Junto a la represión a las fuerzas de izquierda por parte del Gobierno, las políticas de éstas organizaciones fueron desprestigiándolas ante numerosos obreros. El levantamiento de la huelga en los frigoríficos en 1943, para no entorpecer el envió de carne a los aliados que "luchaban contra el fascismo", después de que Peters dirigente obrero comunista de la carne fuera liberado, fue un hecho "testigo".
Combinando cooptación, represión y concesiones, las direcciones ligadas a Perón fueron tomando fuerza en los gremios industriales.
El 17 de octubre
El poder que concentraba Perón y las concesiones a los trabajadores resultaban irritantes para los sectores dominantes.
El puntapié inicial para desalojarlo del poder se presenta como una petición del Jefe de la Armada, en el que insta a convocar elecciones inmediatamente donde ningún miembro del gobierno podría participar. Los altos mandos militares empezaban a retirarle el apoyo a Perón. Esta presión militar se complementaba con la formación de la Unión Democrática, compuesta por conservadores, radicales, socialistas y estalinistas y su programa de que la Corte Suprema de Justicia se hiciera cargo del gobierno.
El imperialismo norteamericano, que al inicio de la Guerra Fría necesitaba gobiernos adictos en Europa, América y Asia, decidió que ya era hora de que Argentina pasara definitivamente de la órbita británica a la norteamericana. Como no terminaban de confiar en Perón ni en sus políticas demagógicas, decidieron participar en la conspiración para derrocarlo. El embajador norteamericano, Braden, jugó un papel principal en todo este proceso.
La presión de la oligarquía y del imperialismo obliga a Perón a dirigirse directamente a los trabajadores con discursos de fuerte contenido "antioligárquico" y antiimperialista que prenden en la imaginación de las masas.
El destino del Partido Comunista es particularmente trágico. La política cobarde y proburguesa de su dirección lo lleva a confraternizar con los partidos oligárquico- patronales y el imperialismo, participando en manifestaciones reaccionarias de la mano de la oligarquía, con los efectos más perniciosos, confundiendo e indignando a miles de obreros.
El partido que podía y debía haberse convertido en el partido de masas de la clase obrera argentina fracasó miserablemente por la incapacidad de sus dirigentes estalinistas para mantener una política de independencia de clase y el abandono de la perspectiva de la revolución socialista desde una década antes, renunciando a enfrentar abiertamente a la oligarquía y a la burguesía "liberal".
No fue tanto el "genio" de Perón sino la política criminal del estalinismo lo que facilitó el éxito del peronismo.
Finalmente, Perón queda aislado en el Gobierno y el 9 de octubre es obligado a renunciar. Poco después es detenido.
Con la detención de Perón, las tensiones sociales no se relajan. La burguesía afirma que no pagará el feriado nacional del 12 octubre, pequeña señal de que las concesiones y conquistas que había arrancado el proletariado podrían verse reducidas a polvo (¡Vayan a reclamarle a Perón! decían los patrones). La agitación social crece rápidamente. La CGT no reacciona sino tardíamente y declara una huelga general para el 18 octubre.
Pero las masas no esperan y el 17 de octubre decenas de miles de obreros venidos de las concentraciones industriales del Gran Buenos Aires inundan la Capital y se dirigen imparables a la Plaza de Mayo. Los militares y la oligarquía entran en pánico.
Cuando los masas entran en escena, la situación cambia radicalmente, y de una acción defensiva de sus conquistas pasan a teñir la movilización de contenido político.
Detrás del grito "queremos a Perón", la clase obrera sale a la calle a defender y consolidar sus conquistas, "quería" a Perón porque a sus ojos representaba el programa que sintetizaba las recientes conquistas del proletariado: aumento de salarios, sindicalización, mejoras en el nivel de vida etc, pero también porque se había despertado en ellos un sentimiento de dignidad y orgullo que se dirigía furioso contra la clase dominante.
Finalmente, Farrell se ve obligado a liberar a Perón y llevarlo a la Casa Rosada para que se dirija a las masas allí congregadas. El objetivo, que Perón entiende y comparte, es que se ponga a la cabeza del movimiento para contenerlo e impedir que se desborde para evitar un estallido revolucionario.
Las elecciones y el Partido Laborista
Reinstalado al frente de su nuevo gobierno, Perón convoca elecciones para febrero de 1946. La base del apoyo a Perón proviene del recientemente constituido Partido Laborista, producto genuino de la movilización del 17 octubre, fundado por los dirigentes de la CGT.
Del otro lado de la barricada, la Unión Democrática (UD) apadrinada por el imperialismo yanqui, con el apoyo de la UIA, la burguesía industrial "nacional", y la Sociedad Rural, junto a los partidos socialista y comunista.
La cúpula de la Iglesia apoyó al peronismo así como el gobierno militar ayudó a la campaña de Perón estableciendo el aguinaldo en diciembre de 1945, ante la oposición patronal.
Perón aprovechó hábilmente la fisonomía y el contenido político de la "oposición democrática". Detrás del lema: "Braden o Perón" se leía: el imperialismo y sus cipayos, o la nación de los "descamisados".
En las elecciones, a través del Partido Laborista, la formula Perón-Quijano obtuvo 1.478.372 votos contra 1.211.666 de la UD.
Así iniciaba su andadura política el peronismo, encaramado al poder por la entrada en escena de la clase obrera. En los años siguientes Perón se propondría como el árbitro entre las clases, conteniendo a la clase obrera en los marcos del capitalismo pero al precio de expropiar a la burguesía el control del aparato del Estado y de que ésta hiciera importantes concesiones a los trabajadores.