¡Paz entre los pueblos, guerra a los multimillonarios!

Hoy, la voz de orden en la Europa “civilizada” es armarse hasta los dientes. En lugar de las agradables promesas de paz, progreso y bienestar con que suelen adormecer nuestras conciencias, la perspectiva que nos ofrecen es guerra, destrucción y padecimiento. Como en los dramas de la antigua Grecia, el rostro alegre de Talía cede paso al semblante severo de Melpómene, la tragedia es llamada al escenario. Sea así, preferimos que se muestre el verdadero rostro del capitalismo y no su máscara.

¿Quién ha decidido este impulso belicista? No la clase trabajadora de cada país que sostiene con su esfuerzo la sociedad para que funcione día a día, los millones que soportan una existencia anónima de trabajo, estudio, desempleo, sufrimiento, ilusiones y frustraciones. Quienes deciden lo que pasa son el puñado de ricachones y poderosos que gobiernan la sociedad a nuestras espaldas y que viven del trabajo ajeno, de los trabajadores de aquí y del saqueo de los países empobrecidos por el imperialismo europeo. La clase trabajadora aspira a vivir en paz y dignidad, pero los grandes capitalistas necesitan emplear la violencia más desalmada para ajustar cuentas con sus rivales imperialistas para disputarse mercados, fuentes de materias primas y zonas de dominación e influencia. En lugar de emplear los frutos del trabajo humano en construir, lo despilfarran en destrucción y muerte.

Cambio en las relaciones interimperialistas

No hay nada nuevo bajo el sol. Pero es cierto que esta política de rearme en Europa, que se ha venido preparando desde hace unos años, ha aparecido ante la opinión pública como algo súbito e inesperado. Es la función de los comunistas arrojar luz donde la burguesía quiere echar un manto de oscuridad para tapar los intereses de clase implicados en esta política de rearme.

Aparentemente, el culpable de todo es un solo hombre: Donald Trump, que ha decidido reducir la aportación financiera y de pertrechos militares de EEUU a la OTAN, a la que aporta más del 60% de su presupuesto, obligando a los europeos a hacerse cargo de su parte.

Pero en la decisión de Trump no pesa ningún arrebato o manía personal antieuropea, como se quiere presentar. Trump simplemente se ha reconciliado con el hecho de que EEUU es una potencia en declive que ya no puede ejercer de policía mundial, debiendo dejar espacio a imperialismos emergentes como China y Rusia. La política de Trump es atrincherarse en su área “natural” de dominio: las Américas, el Pacífico y el Ártico. Y es aquí donde ha decidido centrar sus esfuerzos de “defensa”. Su enemigo directo no es Rusia, sino China, que amenaza el propio mercado interno estadounidense con sus exportaciones, y el control de las fuentes de materias primas y mercados de EEUU en Latinoamérica y Asia. EEUU no tiene intereses relevantes que defender ya en Europa y ve en Rusia un posible aliado comercial y de proveedor de materias primas. Lo que es irracional no es la política de Trump sino el espejismo en que vivía una Europa que no se reconcilia con los cambios profundos en la situación mundial y su papel irrelevante en los conflictos interimperialistas en curso. No es que Trump haya puesto todo “patas arriba”; lo contrario es la verdad: ha colocado las cosas en su posición natural, bajo las nuevas condiciones creadas.

Lo que tenemos ante nuestros ojos es un cambio histórico en las relaciones interimperialistas, y la apuesta por un nuevo reparto del mundo entre las grandes potencias.

Intereses del imperialismo europeo

Este es el contexto en el que la burguesía europea ha hecho sonar el clarín del rearme. Debe hacerse cargo del vacío que va a dejar EEUU en sus gastos militares y defender con sus propios medios sus intereses imperialistas en el mundo.

Estos son los intereses que mueven a los multimillonarios europeos y sus gobiernos serviles para imponer a la población duplicar y triplicar los gastos militares. Sólo en 2024 los gastos de defensa en la UE sumaron 326.000 millones de euros, un 30% más que en 2021. Y el objetivo declarado es llevarlo a ¡800.000 millones de euros! en 2028. Este gasto armamentístico puede parecer terrible, sí, terriblemente lucrativo. La industria de defensa europea, casi toda en manos privadas, aumentó un 28,5% su volumen de negocios, hasta los 158.800 millones de euros, entre 2021 y 2023. Las exportaciones militares europeas alcanzaron los 57 400 millones de euros en 2023, un 12,6 % más que en 2022. Y estas cifras habrán aumentado en el último año.

El gobierno español no se ha quedado atrás en sumarse a esta orgía militarista. Durante los gobiernos de Sánchez los gastos militares “oficiales” aumentaron un 48,2%, hasta 12.287 millones de euros en 2023; pero el gasto total no oficial, disfrazado en otras partidas, se calcula para ese año en 27.617 millones de euros, el 2,17% del PIB. Y ahora Sánchez promete elevar la cifra “oficial” hasta los 36.560 millones para 2029, de manera que la cifra “no oficial” podría escalar hasta cerca de los 50.000 millones de euros. ¿Cuánto dinero no podría destinarse con ello a construir viviendas, a becas de estudio, centros de salud, e infraestructuras para prevenir, por ejemplo, desastres naturales causados por el cambio climático?

No en nuestro nombre

Hay una pregunta simple y aparentemente ingenua ¿Por qué se necesita este gasto militar desorbitado y sostener ejércitos costosos? Nos responden que existen amenazas externas, sobre todo procedentes de Rusia, de las que hay que defenderse. Pero esto es una tontería ¿para qué necesitaría Rusia hacer la guerra a Europa? Rusia no tiene ambiciones territoriales ni económicas en Europa, más allá de asegurar su frontera oriental en lo que era la antigua esfera de influencia soviética. Tal guerra no sería para nada un paseo militar para el ejército ruso, aun en la situación actual, y plantearía crudamente un conflicto nuclear que no beneficiaría a ninguno de los contendientes. Rusia ya posee suficiente territorio, siendo el país más extenso del mundo. Carece de una industria exportadora poderosa de bienes de equipo y de consumo que amenace el mercado europeo, y tampoco necesita materias primas relevantes, siendo uno de sus principales productores en el mundo. En realidad, ambas economías, rusa y europea, se necesitan y complementan; siendo la ruptura de relaciones económicas con la guerra de Ucrania, privando a Europa del barato gas ruso, la causa del aumento de costes y la pérdida de competitividad de la industria europea que utilizaba dicho gas como fuente de suministro energético principal en países clave de la Unión Europea, como Alemania. De hecho, el apoyo europeo a la guerra de Ucrania, presionada por EEUU, dañó sus intereses. El objetivo de Rusia en esta guerra era impedir el ingreso de Ucrania en la OTAN y evitar que fuera convertida en una cabeza de playa del imperialismo occidental en sus fronteras. No tenía ni tiene otros intereses en la misma. Y aunque eventualmente el imperialismo europeo necesite estos instrumentos de destrucción y barbarie para contener posibles apetitos de Rusia en el este de Europa, eso no será en interés de la clase trabajadora europea sino de los negocios multimillonarios de las multinacionales europeas en estos territorios.

Así las cosas, esta agresiva política de rearme no tiene tanto el objetivo de “nuestra” defensa en casa, sino la defensa de los intereses de las multinacionales europeas fuera de Europa. Sí, la idílica, civilizada, democrática y progresista Europa es también una potencia imperialista agresiva como sus contrapartes de EEUU, China y Rusia. Los intereses del imperialismo europeo se extienden por el Este de Europa, África, Oriente Medio, América Latina y partes de Asia, para el acceso a fuentes de materias primas, para establecer corredores comerciales libres, y para exportar mercancías y capital. Necesita una fuerza armada poderosa para defender esos intereses con amenazas, y guerras directas o interpuestas en todos estos lugares del mundo.

Lo que nos interesa resaltar es que este enorme gasto se plantea cuando ya la deuda pública en la UE es considerable, con países como Bélgica, Francia, España, Italia, Portugal y Grecia ostentando deudas públicas que superan el 100% de su PIB. Claramente, para conseguir estos 800.000 millones de euros anuales para rearmamento, tendrá que haber agudos recortes del gasto público social destinado a pensiones, sanidad, educación, vivienda, desempleo e infraestructuras.

Durante años nos han dicho que no hay dinero para pensiones, sanidad ni vivienda, pero no han tardado ni dos semanas en encontrar cientos de miles de millones de euros para la guerra. Incluso aquí hay desacuerdos. Alemania y Holanda dicen que cada país debe sacar el dinero de recursos propios y se opone  la propuesta de España y Francia de que una parte de ese dinero se consiga suscribiendo una deuda común europea; es decir, que Alemania y otros países ricos paguen parte de la factura de los demás países.

De cualquier modo, sea cual sea la forma en que lo hagan, se va a pedir a la clase obrera europea que pague esta factura con recortes y ajustes sociales, y más inflación, con un empeoramiento de su nivel de vida a fin de satisfacer los sucios intereses del gran capital. Todo esto vendrá acompañado además de un ambiente militarista irrespirable, de una brutal campaña de demonización de todo lo que suene a ruso y chino, etiquetándonos a quienes denunciamos el militarismo y al capitalismo como “agentes de Putin”, y con nuevos recortes a los derechos democráticos. No podemos permitirlo.

Una declaración de guerra… a la clase obrera de Europa

Lo que tenemos por delante es, sí, una declaración de guerra, pero no contra potencias extranjeras, sino una guerra social contra la clase obrera. Y en este frente están alineados socialdemócratas y conservadores y la extrema derecha, que va a quedar desacreditada como un agente imperialista más. Frente a todos ellos debemos oponer nuestra propia guerra de clases.

En el Estado español, como era de esperar, el PSOE se ha sumado a esta campaña de rearme junto a su burguesía nacional Otros, como SUMAR, intentan esquivar el bulto sin  posicionarse claramente, y otros como IU se oponen al aumento del gasto militar desde posiciones pacifistas edulcoradas con apelaciones patéticas a los organismos imperialistas internacionales. Podemos, por su parte, se  limita a pedir el abandono de España de la OTAN y el cierre de las bases norteamericanas aquí. Un caso extremo de cretinismo y adaptación al imperialismo europeo corresponde a los dirigentes del PCE, que reprochan a Trump haber roto relaciones con  la UE y no “atender las normas internacionales”, defiende el “multilateralismo” (es decir, la convivencia de varias potencias imperialistas), mientras que propone como única solución una Conferencia Internacional por la Paz, convocada por no se sabe quién.

Ninguna fuerza en la izquierda reformista cuestiona la fuente de este militarismo, que no es otro que el sistema capitalista y su criatura, el imperialismo.

En su fase agónica que amenaza arrastrar a la humanidad a la barbarie y la desolación, con crisis económica, crisis climática, guerras, masacres e injusticias sin fin, es hora de levantarse contra este sistema loco e irracional. Se necesita un frente único lo más amplio posible contra la guerra y el militarismo, con movilizaciones masivas y consignas anticapitalistas. Hay que exponer crudamente los intereses de clase en juego, señalar a los ricos e imperialistas y dirigir la indignación y la cólera social a luchar por un sistema y una sociedad alternativos al capitalismo. Para los comunistas revolucionarios esta sociedad y sistema no es otro que el socialismo internacional, con la toma del poder por la clase obrera, expropiando a los multimillonarios, organizando la economía en interés de la mayoría, y barriendo las fronteras nacionales, germen del chovinismo y del odio entre los pueblos.

Nuestras consignas deben ser:

– Nuestro enemigo principal está en casa: la burguesía europea y sus agentes en los gobiernos

– No a los gastos militares ¡Libros, no bombas! ¡Viviendas, no tanques!

– Expropiar la industria de guerra, sin indemnización y bajo control obrero,  y destinarla a fines sociales.

– No a la OTAN, fuera las bases norteamericanas del Estado español

– ¡Paz entre los pueblos, guerra a los multimillonarios!

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