Para lograr la república, ¡hay que hacer la revolución!

A un año del 1 de octubre, es hora de hacer balance. Después de aquellos combates históricos, de los esfuerzos heroicos del pueblo catalán en lucha por sus derechos y libertades, ¿donde nos encontramos hoy?

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La situación no es muy halagüeña, más bien al contrario, dentro del campo republicano predomina la desmoralización y la confusión. La represión del Estado no ha menguado nada a pesar de la caída de Rajoy. Los consejeros del antiguo gobierno (excepto Santi Vila) permanecen en ell exilio en prisión a la espera de juicio. El acercamiento de los encarcelados a Cataluña por el gobierno de Pedro Sánchez no es más que una migaja. La represión del Estado español ha caído sobre decenas de activistas que se enfrentan a multas y penas de prisión. Lo que es todavía peor, los partidos unionistas, sobre todo Ciudadanos, han continuado su campaña de odio para dividir la población catalana en líneas nacionales, azuzando la violencia y generando un caldo de cultivo para los grupúsculos fascistas.

Sin embargo, las dificultades del independentismo no se deben de exclusivamente a la represión. También tenemos que ajustar cuentas con los dirigentes del movimiento. Lo cierto es que el PDECAT y ERC han capitulado sistemáticamente ante los chantajes del Estado. El gobierno de Quim Torra es un gobierno autonómico, que de hecho tiene menos competencias y libertades de las que disfrutaba la Generalitat hace un año. Repetidamente, el PDECAT y ERC han usado la represión para justificar sus claudicaciones. Pero nos tenemos que preguntar: ¿Su actitud cobarde ha ayudado en algo a los presos y exiliados? No, en realidad ha sido totalmente contraproducente. Sólo ha alentado al Estado, puesto que la debilidad invita a la agresión. Hoy, la retórica republicana de Torra y sus consellers es la demagogia pesada, mentirosa y patética de un gobierno derrotado, atemorizado y arrodillado ante el Estado, sin ninguna perspectiva o ánimo de lucha, que trata de agarrarse a la poltrona. 

El panorama hoy parece oscuro. Debemos ser honestos: en estas condiciones es imposible materializar la república inmediatamente. Aún así, los acontecimientos del último año no habrán pasado en balde si la militancia republicana saca las lecciones. ¿Qué conclusión sacar de todo lo que ha pasado? Que en el Estado español, el derecho a la autodeterminación es una tarea revolucionaria. Nos enfrenta no sólo con un Estado autoritario e irremediablemente hostil a la libertad de los pueblos, sino también con el sistema capitalista e imperialista en que se sostiene, como vimos con la campaña de terrorismo económico de los grandes empresarios catalanes y españoles, y la actitud cínica de la Unión Europea y la “comunidad internacional”.

Una tarea revolucionaria necesita una dirección revolucionaria. No puede ser llevada a cabo por partidos de cariz reformista y pequeño burgués como el PDECAT o ERC. Y una lucha revolucionaria necesita también entusiasmar y movilizar a una mayoría decisiva de la población, fundamentalmente la clase social más revolucionaria de la sociedad, la clase trabajadora. Es necesario pues reconstruir la dirección republicana, moviendo su eje político hacia la izquierda y su eje social hacia la clase trabajadora. ¿Cómo hacerlo?

El campo republicano se encuentra enrarecido, mucha gente está decepcionada. Para romper con esta disgregación hay que construir un polo de atracción que dé confianza a nuestro movimiento y lo entusiasme con una visión, un programa y una hoja de ruta clara. A nuestro parecer, esta tarea corresponde a los CDR, por su amplitud, combatividad y merecida autoridad política. Es cierto que actualmente los CDR han perdido parte de su fuerza y energía, víctimas del ambiente general de reflujo. En muchos lugares han caído en una rutina y un localismo desmoralizante que los ha vaciado. Estas dificultades no se pueden superar sencillamente con voluntad, con las acciones radicales de pequeñas minorías: hay que encontrar una solución política. Hay que revivir los comités, centralizándolos y armándolos políticamente. Necesitamos encontrarnos, reflexionar, debatir, clarificar.

Una conferencia nacional de los CDR, con delegados elegidos en cada comité, debatiendo y votando documentos, y eligiendo una dirección nacional con un mandato democrático que dé cara al movimiento, ayudaría a superar la fragmentación y confusión que existe. La condición por eso pero tiene que ser la total independencia y máxima desconfianza verso el bloque PDECAT-ERC. Los CDR se tienen que perfilar no como un acicate para la Generalitat, sino como un contrapoder. Fortalecidos y centralizados política y organizativamente, los CDR podrían volver a crecer rápidamente al calor de los acontecimientos. Muchos republicanos buscan respuestas y alternativas, las podrían encontrar. En este sentido, la CUP, el partido republicano más consecuente, tiene un importante papel a jugar. Su militancia (y la Izquierda Independentista en general) ha sido muy activa en los CDR y en muchos lugares los han construido y dirigido, adquiriendo una gran autoridad. La CUP no debería dudar a la hora de aportar sus planteamientos, sus consignas y perspectivas, haciendo no sólo un trabajo organizativo sino también político, ganándose a la vez a los mejores activistas republicanos, desplegando con orgullo sus banderas.

Sin embargo, la tarea de reconfigurar y cohesionar el campo republicano alrededor de una nueva dirección, no es el reto más grande que tenemos que enfrentar. Es necesario romper la división que se está abriendo en líneas nacionales en el seno de la clase trabajadora catalana, en gran medida debido al veneno de Ciudadanos. Esto sólo se puede hacer con una política de clase. Según Adecco, el sueldo medio en Cataluña ha perdido 400€ desde el 2016, es decir, en plena recuperación. A la vez, el número de millonarios catalanes aumentó en 577 entre 2015 y 2016. La explotación y la desigualdad actuales no tienen precedentes. Si se moviliza toda la frustración acumulada detrás diez años de crisis, el Estado está acabado. De hecho, se tiene que entender el significado de clase de la política de Albert Rivera y Pablo Casado. La injusticia social en todo el Estado es tal que los obscenos privilegios de los capitalistas sólo se pueden mantener dividiendo los explotados en líneas raciales, sectoriales y, efectivamente, nacionales.

Es prioritario ligar la autodeterminación nacional a los derechos sociales, explicando que el Estado que reprime el independentismo es el mismo que recorta derechos y servicios públicos, que “España” no pertenece a los que cuelgan “la rojigualda” en los balcones, sino a los oligarcas del IBEX-35. La CUP lo explicó muy bien con sus decretos de la dignidad. El problema pero es que la CUP sigue siendo un partido minoritario. Además, la CUP desgraciadamente se comprometió bastante con la aprobación de los antiguos presupuestos de austeridad y todavía paga el precio. Bien es verdad que la mayoría de trabajadores con identidad nacional española asocian el independentismo con Quim Torra y compañía, es decir, con un nacionalismo identitario que en el ámbito social no se diferencia demasiado de Ciudadanos. Esto hace todavía más necesario construir un nuevo baluarte republicano alrededor de los CDR que rompa de raíz con el bloque PDECAT-ERC y se arme con un programa nítidamente social y de clase, un programa socialista.

Pero la división nacional de los trabajadores catalanes no sólo se podrá superar con una política de clase. El internacionalismo es igual de importante. Es prioritario construir puentes con la lucha de clases y la izquierda combativa en todo el Estado. Esto nos acercaría a nuestros aliados naturales, la clase obrera y la juventud del resto de la Península, ayudándonos a superar la desconfianza que siembra la derecha española hacia Cataluña, y a socavar el régimen desde dentro.

Lo más importante es que una política internacionalista activa por parte de la CUP y los CDR mandaría un mensaje a los trabajadores en Cataluña que se sienten españoles, haciéndoles ver, no en palabras sino en hechos, que el republicanismo catalán rechaza el nacionalismo excluyente y busca relaciones fraternales y estrechas con nuestros hermanos y hermanas de clase fuera de Cataluña. La gira estatal del diputado de la CUP Vidal Aragonés o la delegación de los CDR en Madrid el 14 de abril son pasos en la buena dirección, pero todavía insuficientes. Se tiene que emplazar activamente a la izquierda combativa española a establecer un frente común contra el régimen del 78. Se podría empezar lanzando la consigna desde la CUP y los CDR de una manifestación en Madrid contra la represión y la oleada neo-franquista.

El ambiente de calma superficial que hay en todo el Estado es un espejismo, producido por la previsible pasividad del PSOE, y el seguidismo e inacción de Unidos Podemos. Pero bajo la superficie, se acumulan las contradicciones, la indignación contra la precariedad, la explotación y la desigualdad y el asco hacia el carácter reaccionario del Estado. La Huelga Feminista del 8 de marzo, las marchas de los pensionistas, el movimiento de Altsasu, las huelgas en Amazon o Ryanair son chispazos. Tenemos que prepararnos por futuros estallidos y tenderles una mano amiga desde Cataluña.

¡Ninguna confianza en el bloque PDECAT-ERC!

¡Fortalezcamos CUP con independencia de clase!

¡Construyamos los CDR, armémosles políticamente!

¡Hacia una conferencia nacional de los CDR!

¡Rompamos la división nacional con socialismo y internacionalismo!

¡Construyamos puentes con las luchas en todo el Estado!

¡Para lograr la república, hay que hacer la revolución!