México y el mundo entero están padeciendo ya los efectos de una que amenaza ser la peor crisis económica en ochenta años. El epicentro de esta hecatombe ha sido el corazón mismo del capitalismo mundial, el imperialismo yanqui, el cual a estas alturas, producto del colapso financiero y sus secuelas, ya ha sufrido pérdidas equivalentes a 1. 4 billones (millones de millones) de dólares. Para hacernos de una idea de lo que significa esa cantidad basta señalar que ésta representa una suma de dinero que supera el valor total de la economía mexicana.
Los estragos de la actual situación ya son muy importantes para la economía yanqui y las diferentes medidas adoptadas por el gobierno de Bush, el cual gastó 900 mil millones de dólares en su sistema bursátil desde agosto del 2007 al 21 de septiembre pasado para tratar de revertir dicha problemática, se han mostrado incapaces.
La fuerte sacudida económica, que se ha agudizado desde el pasado septiembre, está impactando negativamente al conjunto de las principales economías del mundo, pues además del imperialismo USA, el panorama de la Unión Europea dista de ser optimista pues se calcula que este año su economía sólo crecerá en un 0.6% contra el 2.9% alcanzado en 2007. En Asía las cosas también marchan mal para los dos gigantes de la región: por su parte Japón ya reportó durante abril-junio el peor trimestre de desarrollo de su PIB a lo largo de siete años al registrar un crecimiento durante esos meses del 0.7%. Y en el caso de China, cuya economía durante los últimos años ha sido presentado por la burguesía internacional como el mejor ejemplo de los “éxitos” recientes del capitalismo, tan sólo en la industria juguetera se estima que a lo largo de este año quebrarán 3 mil 631 fábricas, número que equivale ya al 52.7% de las empresas del ramo.
Si este está siendo el caso de las principales potencias industriales, es obvio que en el de las economías más atrasadas, como la mexicana, las consecuencias sean mayores. No obstante esta realidad, y pese a que las consecuencias sobre el conjunto de la economía mundial ya eran evidentes, el espurio Calderón y su gobierno, durante los días de agosto y parte de septiembre pasado, se mantuvieron firmes en la idea de que los efectos de la crisis financiera mundial y de los Estados Unidos (EEUU) no tendrían repercusiones negativas significativas sobre México; de acuerdo a estos, nuestro país cuenta con “bases sólidas” para soportar lo embates del cataclismo. Lo que verdaderamente guiaba esta clase de declaraciones no era otra cosa más que la demagogia y la verborrea de un presidente consciente de su cada vez mayor desprestigio, sin embargo la realidad siempre es terca y termina por imponerse: bastó una ligera sacudida que llevó al peso a una cotización superior a las 14. 31 unidades por dólar, ameritando ello la inmediata intervención del Estado a través del Banco de México (BM) subastando una cuantiosa cantidad de las reservas internacionales, 8 mil 900 millones de dólares, para impedir que el deslizamiento de la moneda nacional fuera aún mayor provocando secuelas más profundas sobre nuestra economía; ello entre el 8, 9 y 10 de octubre pasados.
Con demagogia y frases vacías Calderón pretendía tapar el sol con un dedo, pero esa sacudida del peso sacó a la superficie lo que él pretendía ocultar con palabras: el monopolio mercantil Comercial Mexicana, “la Comer” como se le publicita, se declara insolvente para seguir cubriendo sus compromisos de deuda la cual asciende a los 2 mil millones de dólares. Acto seguido a esta declaratoria, las acciones de esta empresa en la Bolsa de Valores Mexicana (BVM) perdieron su valor en un 71.87%. Tras estos acontecimientos, Calderón no tuvo más remedio que el de aceptar que la crisis financiera mundial afectará a México, razón por la cual finalmente presentó su plan “anticrisis” denominado Programa para Impulsar el Crecimiento y el Empleo (PICE) el cual no es otra cosa más que un nuevo asalto en despoblado para los trabajadores, tal como lo fue y lo sigue siendo el Fobaproa-IPAB de Salinas y Zedillo, por medio del empleo de cuantiosas sumas de dineros públicos para salvar el pellejo de los empresarios.
El caso del “la Comer” sólo es el la punta del iceberg respecto al impacto de la actual crisis financiera sobre la economía nacional. Si miramos las cosas más detenidamente nos podremos dar cuenta de otros resultados: un resiente informe del INEGI destaca que tan sólo en agosto pasado se registraron 900 cierres de empresas ante la adversidad de la crisis; incluso gigantes industriales como CEMEX, tercer empresa mundial del cemento, y TELMEX, propiedad del multimillonario Carlos Slim, registraron perdidas durante el tercer semestre de este año en un 74% y 42.8% respectivamente. Por su parte de la industria automotriz ha visto caer recientemente su producción en un 4.7% a consecuencia de que las exportaciones de este ramo, prácticamente dirigidas en su totalidad a los EEUU, se ha recortado un 14.7% en lo que va del año. Esta última situación ya ha provocado que en el Estado de Aguascalientes, cuya economía está fuertemente vinculada al sector del automóvil, ya se estén desarrollando paros técnicos en la industria metalmecánica obligando a los obreros a recibir solamente el 50% de sus salarios.
El sector financiero también se ha llevado lo suyo, los inversionistas no saben de lealtades y no dudan un sólo segundo en sacar sus capitales de aquel lugar que en el pasado les dejó magnificas ganancias. En cuanto las cosas cambian y las ganancias caen inmediatamente salen huyendo buscando mejores destinos para las inversiones, esto es del todo natural bajo el capitalismo. Partiendo de esa realidad es como los inversores de la BMV han optando por otras latitudes en búsqueda de mejores utilidades, haciendo que el valor de siete de las 36 llamadas “acciones estelares” (es decir, las 36 principales empresas que cotizan en la bolsa mexicana) se reduzca drásticamente a menos de la mitad de su cotización en 2007 y que otras 17 de estas acciones registren “perdidas en ascenso”. De esta manera, en total, es como la BMV de enero a octubre suma pérdidas por 2.1 billones de pesos, 47% menos sobre las utilidades logradas en 2007.
Los expuestos son tan sólo unos cuantos ejemplos de la forma en que la crisis financiera está ya reflejándose en la economía mexicana, no obstante es necesario aclarar que lo que hemos estado viendo en estas últimas semanas y meses es un fenómeno, la crisis financiera, que ha profundizado y acelerado una tendencia que se ha venido desarrollando a lo largo de los últimos años, especialmente desde el 2001, primer año del gobierno del expresidentes Fox, en el cual el PIB creció únicamente 0.2% para después, en 2006, alcanzar los 4.8 puntos porcentuales y así para, durante el primer año del gobierno del fraude electoral, reducir su crecimiento al 3.3%.
Esas recaídas junto con recuperaciones que no tienen la mayor trascendencia estimulando favorablemente a la economía, expresan la bancarrota en que ya se encontraba desde hace tiempo el atrasado y dependiente capitalismo mexicano. De esto también habla el hecho de que mientras la producción industrial creció en todo 2006 en un 5%, un año después este índice sólo alcanzaría un raquítico 1.4%. Y para este año las cosas pintan peor pues entre enero y agosto la producción sólo logró desarrollarse el 0.6%. Es casi un hecho que esta variable económica, al concluir este 2008 quede por debajo del registro del 2007. Es a este contexto al que obedece el cierre cada 24 meses, a lo largo de los últimos años, de entre 150 mil y 200 mil micro, pequeñas y medianas empresas, promedio de quiebras entre este sector empresarial reconocido por la propia Secretaría de Economía en mayo del 2006.
El decrepito capitalismo mexicano ya estaba en bancarrota antes de este septiembre-octubre pasado y la agudización de crisis financiera mundial ha profundizado aun más dicha situación poniendo a México, porque las cosas irán aún más lejos, ante la seria posibilidad de un colapso económico con dimensiones similares o superiores a la crisis de 1994-95, la cual sigue siendo considerada la peor de toda nuestra historia como nación.
Claro que la clase trabajadora ha tenido que cargar con los costes más dolorosos de la bancarrota del capitalismo mexicano. Por ejemplo, en lo que va de la actual crisis, la cual está apenas en su etapa inicial, el IMSS durante julio y agosto pasados registró la pérdida de 22 mil plazas laborales; ya en este septiembre el índice de desempleo abierto alcanzó al 4.25 de la Población Económicamente Activa (PEA), siendo este el registro más alto desde agosto del 2004. De acuerdo al propio empresariado, las condiciones dominantes permitirán que en el mejor de los casos en este 2008 sólo se generen 300 mil empleos, cantidad lejana a las 800 mil nuevas plazas fijadas como objetivo por el gobierno.
Ante las adversidades Calderón ha propuesto su tan mentando plan “anticrisis”, con el cual se busca repeler el impacto de la crisis financiera sobre México. La estrategia comprende el desarrollo de obras de infraestructura de parte del Estado por una cantidad equivalente a los 53 mil millones de pesos, la inversión de 12 mil millones de pesos para una nueva refinería de PEMEX, la desgravación de algunos impuestos, así como 90 mil millones de pesos de financiamiento para la iniciativa privada, esta última medida para (de acuerdo a la Secretaría de Hacienda) poner a disposición del sector empresarial toda la “liquidez” (dinero) que sea necesaria y asegurar con ello el “no interrumpir la canalización de créditos”. Estas medidas a la par de la diaria (y por la cantidad que sea necesaria) subasta de dólares provenientes de las reservas internacionales del BM con la intención de tratar de mantener lo más estable posible y sin el mayor encarecimiento posible, la paridad entre el peso y el dólar.
Para que las medidas del plan “anticrisis” puedan tener algún efecto será necesario que estas sean capaces de compensar las pérdidas en una serie de variables de primer orden indispensable para un funcionamiento de la economía cuando menos similar al ritmo que se tenia antes de las recientes y estrepitosas semanas del bimestre septiembre-octubre, el cual de por sí ya era malo.
La economía mexicana como nunca en su historia está fuertemente vinculada a la de los EEUU, nuestro destino económico depende casi en su totalidad al de la máxima potencia capitalista, y contrario a lo que dice Calderón las enormes vicisitudes económicas del imperialismo yanqui inevitablemente arrastrarán tras de sí a México. Durante la última década y media las exportaciones, las cuales tiene como su principal destino al mercado yanqui, han sido el principal motor de nuestra economía aportando mas del 60% del PIB; durante años estas se han encargado de sacar a flote a la economía, no obstante, del 2001 a la fecha este papel lo desempeñan cada vez con más dificultades, los datos habla por sí mismo de ello: mientras en 2006 la exportaciones crecieron un 16.8%, un año después nada mas los hicieron al 3.2%. Y de acuerdo al BM, la perspectiva para este año es la de un crecimiento aún menor el cual se quedará entre el 2.3 y el 2.4%.
Para que esta tendencia cambie, se necesita que los EEUU experimenten una pronta e importante recuperación económica pues la caída en su demanda por productos mexicanos, especialmente de manufacturas, es en buena medida la responsable del decremento de nuestras exportaciones. La desaceleración de la industria yanqui también está afectando a las exportaciones por medio de la reducción de los ingresos de divisas por la venta petróleo. A la fecha la demanda por petróleo de parte los EEUU ha caído en dos millones de barriles diarios, esto al lado de un fenómeno similar en el resto de los países industrializados, los cuales en conjunto han reducido su consumo en un millón y medio de barriles al día. Ello ha empujado los precios internacionales de este energético a su nivel más bajo desde el 3 de julio, día en que el precio reportó su máximo histórico llegando a los 145 dólares por barril en el caso del West Texas y los 131.24 dólares para la mezcla mexicana. A fechas recientes, concretamente el viernes 24 de octubre, el barril mexicano ya se cotizó en el mercado a 51. 03 dólares, 80 dólares menos al precio del 3 de julio y 18.97 dólares por debajo de los 70 dólares por barril estimados por el gobierno para definir sus ingresos para las finazas públicas del 2009.
El petróleo significa la principal fuente de divisas para México y cubre el 40% del gasto público, ello quiere decir que la tendencia que están experimentando ya los precios internacionales de esta materia prima se está transformando en un durísimo revés para la economía nacional.
Ante esta clase de dificultades Calderón ha optado por darle “al mal tiempo, buena cara…”. El pasado jueves 24 de octubre en al reunión del Consejo Empresarial Mexicano de Comercio Exterior (Comce) desarrollada en la ciudad de Aguascalientes, el presidente espurio conminó a los empresarios a valorar las virtudes de la devaluación del peso y sacarle “ventaja” a la misma para fortalecer las exportaciones. Calderón piensa que es posible que se repita el milagro que hace algunos años condujo a México al rankin mundial de los países exportadores, ubicándose en el décimo lugar a finales de la década de los años 90. Bajo las condiciones de aquellos años de la economía mundial México logró, sin que ello significara nada para los niveles de vida de la clase trabajadora, experimentar una recuperación del 5.1% en 1996 cuando unos años antes el PIB nacional se había contraído en un -6.9%. Es cierto que en esos años la devaluación del peso como consecuencia de los estragos de la crisis que estalló en diciembre del 1994, le dieron un importante margen de competitividad a las exportaciones mexicanas siendo esto un factor, aunque no el único, que posibilito dicho resultado.
Sin embargo hay una diferencia de enorme peso entre lo que sucedió durante esos años y lo que está pasando en la actualidad, que plantea como algo extremadamente complicado el que las exportaciones, a pesar de la devaluación del peso, en esta vez también puedan jugar el papel de salvavidas tal como lo hicieron tras colapso económico de los mentados “errores de diciembre” del 94: la década de los 90, pero especialmente durante su segunda mitad, fue un periodo de importante expansión de la economía de los EEUU. Hoy la situación para el imperialismo yanqui es totalmente la contraria a la de esos años y amenaza seriamente con empeorar. No basta que el peso se abarate frente al dólar, para que las exportaciones se recuperen y tengan un peso sobre la economía similar al del pasado también, se requiere que el mercado de los EEUU esté en condiciones favorables para su demanda y consumo, factor que dista ser el que existe en la actualidad.
Por otro lado, otra fuente de divisas, la segunda más importante y de la cual dependen millones de mexicanos, son las remesas. Al respecto, en el documento Perspectivas para la Revolución en México, debatido y aprobado en el XIII Congreso Nacional de la Tendencia Marxista Militante desarrollado en febrero del 2008, señalamos lo siguiente:
“Entre 2003 y 2006 las remesas crecieron en un promedio anual del 19.1%, si bien en ese último año se logró un resultado aceptable, esos mismos meses ya marcan la tendencia a la baja que se vive hasta el día de hoy: durante el año pasado el ritmo de crecimiento de las remesas fue de la siguiente manera: 1er trimestre, 27.5%; 2do trimestre, 19.7%; 3er trimestre, 10.7%; 4to trimestre, 5.5%. Y ya en el caso del primer trimestre del 2007, el crecimiento apenas fue del 3.4%. Sobre esta última cifra un análisis del BM destaca que en realidad el crecimiento de este primer trimestre fue tan sólo del 0.6%”.
Para entonces la desaceleración económica de los EEUU ya era patente, resintiéndolo de esa manera las remesas. Sin embargo al pasar los meses las cosas fueron aún más lejos y el imperialismo yanqui entró en un periodo más severo en la actual crisis financiera, haciendo que esa tendencia constante de crecimiento de las remesas finalmente se transformara en decrecimiento, reportando en agosto pasado una caída del 12.2% respecto al mismo mes del año pasado, significando un ingreso total para la economía nacional durante los primeros nueve meses del 2008 de 15 mil 553 millones de dólares, cantidad 4.2% inferior a la lograda en el mismo periodo del 2007.
Estos son los resultados ya obtenidos a partir del la actual intensidad de la crisis financiera la cual tiene como epicentro, insistimos, a la economía yanqui. Sin embargo lo peor aún está por venir, los más que magros efectos de las medidas impulsadas por Bush a partir de la intervención del Estado con multimillonarias sumas de dólares sobre el sistema financiero son síntomas que anticipan el que esta crisis aún tiene mucho de frente y que se profundizará aún más de lo que hemos visto hasta el momento, arrastrando a México a una situación más deplorable de lo que ya se encuentra.
Ante esta realidad tan patente, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha planteado una perspectiva de crecimiento para los EEUU de 1.6% en 2008 (porcentaje menor al del 2007 cuando se llegó al 2%) y de 0.1% en 2009. También el FMI estima que en el año que entra, el conjunto de las economías industrializadas experimentarán un crecimiento del cero por ciento o negativo. Estos cálculos del FMI significan un pésimo augurio para la economía mexicana par la cual se estima que este año crezca, de acuerdo al BM, tan solo entre 2.2 y 2.7%, porcentaje por debajo del 3.7% para el PIB que Calderón se fijó como objetivo para 2008. Pero si las cosas ya marchan mal, estas serán peor aún en 2009, año en el cual el mismo Calderón estima que la economía nacional se desarrollará en un 1.8%. No obstante esta meta, ante las adversidades, no debemos descartar que se presente en el 2009 de nuevo una situación similar a la de este año en curso en el cual, a lo largo del mismo, el gobierno federal se vio obligado a recortar en cuando menos tres ocasiones las metas de crecimiento económico.
Aun así, incluso de lograrse ese 1.8% se trataría de un resultado más que malo pues se calcula que con ese ritmo la industria decrecerá un -1.0% en 2009. Dicho en otras palabras, bajo este panorama lo único que se puede esperar para el año entrante es la quiebra de más empresas y un número mayor de despidos de lo que se ha visto en años recientes.
Sin embargo, al margen de los factores externos, existen otras variables que se presentan como un serio obstáculo en los intentos de Calderón por tratar de palear la crisis y sus consecuencias.
Los tormentosos 8, 9 y 10 de octubre demostraron entre otras cosas la enorme fragilidad de la moneda nacional. Como ya lo señalamos antes, la turbulencia financiera ha derivado en una pérdida del valor del peso frente al dólar del 41.77% nada más considerando los días que fueron del 4 de agosto al 7 de octubre. Esta devaluación significó que, entre otras cosas, la deuda externa del sector privado, la cual siempre está contraída en divisa gringa y que hasta hace pocos días era de 78 mil millones de dólares y que tenía un valor en moneda nacional de 804 mil 680 millones de pesos del 22 de septiembre, tras las sacudidas de nuestro sistema de cambio monetaria saltara hasta los 921 mil 100 millones de pesos. Es decir que la devaluación encareció de un momento para otro este tipo de deuda en más de 100 mil millones de pesos, siendo esta diferencia una cantidad que rebasa por sí misma los 90 mil millones ofrecidos por el plan “anticrisis” de Calderón con la intención, según él, de asegurar “liquidez” para el sector empresarial.
Otro ejemplo respecto sobre los efectos de la devaluación del peso, y que provocará otro boquete más en la economía, es el de las importaciones las cuales, considerando el referente de agosto a octubre, se han encarecido en pesos en un 40% cuando menos. Durante los primeros nueve meses de lo que va del 2008 las importaciones sumaron 236 mil 935 millones de dólares, de lograrse esa misma cantidad, por poner un ejemplo, durante el mismo periodo del año entrante y si el peso se mantiene en un deslizamiento similar al actual, ello significará que por la misma cantidad de dólares la economía mexicana tendrá que invertir un 40% más en pesos para cubrir sus exportaciones.
Obviamente este fenómeno también tendrá un impacto inflacionario elevando los costes de operación y producción de la industria, además de abaratar los salarios reales de los trabajadores. Un expresión de la forma en que esta última problemática afectará a la clase trabajadora, son los aproximadamente 20 mil millones de dólares a que México se ve obligado a gastar cada año para importar alimentos. De hecho, tan sólo en las dos primeras semanas de octubre bastantes productos básicos, incluidos varios alimentos, a consecuencia de la devaluación de aquellos días ya registraron incrementos en su precio entre 15 y 40%. Producto de ello, de acuerdo a la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales, el consumo de alimentos y bienes en este tipo de almacenes haya caído 6.5% en septiembre.
Pero el rosario de predicamentos de Calderón y su plan “anticrisis” ahí no termina, otra cruz que tendrá que cargar es la nada moderada fuga de capitales la cual desangra todos los días a la economía por diferentes cauces. A este respecto, en lo relacionado a mexicanos con cuentas de deposito en bancos extranjeros, particularmente de los EEUU, la suma acumulada al finalizar el 2007 ya era de los 82 mil 522 millones de dólares, para que a lo largo del primer semestre se agregarán a esta cantidad otros 11 mil 701 millones más. En total por ese medio han salido del país 94 mil 233 millones de dólares, cantidad superior a los poco más de 84 mil millones de dólares que integraban las reservas internacionales del BM antes del 8 de octubre. ¡Vaya paradoja!
Pero seguramente la cantidad de dinero que está saliendo del país es por mucho superior a la antes descrita, esto lo ilustran las propias declaraciones de la Secretaría de Hacienda destacando que diversos bancos establecidos en México están trasladando “liquidez” a sus matrices extranjeras para hacer frente a la crisis financiera. Si bien esta dependencia pública no señala a ningún banco en particular ni las cantidades, no podemos dejar de llamar la atención sobre un reciente informe de la calificadora Merril Lynch que destaca que los españoles BBVV y Santander, propietarios de Bancomer y Serfin respectivamente, se encuentran en la lista de los bancos europeos con mayor necesidad de capital para ponerse a salvo: según dicha calificadora BBVV necesita urgentemente unos 2 mil 400 millones y Santander 6 mil 600 millones, en ambos casos de euros. Además, en el caso del yanqui CitiGroup, dueño de Banamex, aparte de la turbulencia financiera que está padeciendo en su propio territorio, recientemente en el tercer trimestre de este año ya registró pérdidas del 74% en sus operaciones de América Latina. Definitivamente existe consonancia entre las declaraciones de la Secretaría de Hacienda y la situación financiera de esos bancos.
Es importante destacar la fuga de capitales pues se trata de una tendencia que inevitablemente va en contra sentido de las intenciones del plan “anticrisis” de Calderón, pero también es importante destacar este fenómenos pues refleja de una manera particularmente nítida hasta dónde la burguesía tiene confianza en el destino de la economía mexicana y en la propia capacidad de Calderón para actuar y revertir o atenuar los problemas. Desafortunadamente para el presidente espurio este movimiento de capitales hacia destinos más seguros demuestra que la desconfianza entre la burguesía cada vez es mayor, resultando este estado de animo por sí mismo un estupendo termómetro para medir las posibilidades de la economía.
La verdad es que basta una mirada un poco detenida sobre una serie de factores en la ecuación en materia económica para concluir que el panorama es enormemente sombrío y que el plan “anticrisis” es demasiado limitado para cumplir con su objetivo. Pero el tan mentado plan no para ahí, en lo que verdaderamente consiste es en trasferir capital a la burguesía a través de los fondos públicos. Resulta curioso que Calderón esté poniendo a disposición de la burguesía varios millones de pesos, de “liquidez” por empelar la terminología oficial, para que, según él, no se interrumpa la canalización de créditos.
Esa aseveración además de ridícula es absurda, si hay un sector que se ha visto especialmente beneficiado de la economía mexicana es la banca, la cual mantiene al país en una sequía de créditos desde hace ya más de una década. En la actualidad solamente el 18% de las empresas tiene acceso al crédito de la banca, mientras que aproximadamente el 60% de éstas tienen en sus proveedores a su única fuente de crédito.
Esta realidad, el escaso crédito otorgado por la banca, contrasta con sus más que maravillosas ganancias producto de la especulación y el parasitismo, las cuales sumaron al concluir el primer semestre de este 2008 la estratosférica cifra de los 17 billones 485 mil millones de pesos, 27.3% más de lo logrado un año antes. Esa cantidad equivale a ¡¡¡una vez y medio el valor anual del PIB mexicano!!! De esa enorme fortuna los bancos solamente destinan el 10% ¿Con tanto dinero en las bóvedas de los bancos es válido hablar de falta de “liquidez” para darle continuidad al crédito? (por cierto va una postdata: “liquidez”, eufemismo empelado por Calderón y su gabinete económico para cuidarse de no tener que empelar el duro y vulgar término de “dinero”) Definitivamente hay dinero suficiente y está en manos del parasitario capital financiero, pero los banqueros no están dispuestos a tomar ninguna clase de riesgos menos ahora que las turbulencias están sacudiendo al sinstema financiero mundial. Para tomar riesgos existe el dinero del Estado el cual además, cada que es puesto al alcance de los banqueros, como ha sido el caso del Fobaproa-IPAB por ejemplo, se trasforma en jugosos negocios para los Barones del Dinero.
También para la voracidad de esta clase de especuladores han sido puestas a su servicio las reservas internacionales, las cuales son fondos que se acumulan en el BM como resultado de las transacciones mercantiles que se realizan con el exterior y que se emplean para asumir los compromisos de la deuda externa, para financiar pagos externos y para defender un tipo de cambio del peso por momeada extranjera. La necesidad de la burguesía por proteger sus fortunas y negocios ante la adversidad de la crisis, obligó una demanda desmedida de dólares por parte de esta para sustituir una momeada débil como lo es el peso y poder también sacar provecho de paso a la inevitable devaluación de la moneda nacional. Con esta medida los especuladores forzaron una mayor oferta de divisa yanqui la cual vino del BM de México, el cual entre el 8 y 16 de octubre ya había subastado 10 mil 800 millones de dólares.
Esa subasta ya significó el empelo de aproximadamente 10% de las reservas internacionales en apenas 72 horas. Para evaluar la magnitud del descalabro basta comparar la cantidad subastada durante eso días y las desarrolladas a lo largo de todo diciembre de 1994, mes en el que estalló la peor crisis económica de toda la historia de México: en aquel entonces durante todo ese mes el BM, para tratar de impedir el desplome del peso, subastó 6 mil 336 millones de dólares pues para el 20 de diciembre de ese año el valor del peso frente al dólar ya se había desplomado 15%. Las subastas de dólares del BM fueron incapaces de frenar ese fenómeno y la momeada nacional terminaría experimentando una devaluación del 83% a lo largo de 1995 y del 173.82% al concluir la administración de Ernesto Zedillo en el año 2000.
Desafortunadamente para Calderón, las subastas del BM, que al 16 de octubre ya habían hecho que las reservas internacionales pasarán de 84 mil 116 millones a 74 mil 316 millones de dólares, no han logrado frenar el descenso del peso el cual a estas alturas ya ha perdido más del 40% de su valor frente a la moneda yanqui. Eso a pesar de que la suma subastada entre el 8 y 16 de octubre pasados representa una cantidad de un tercio mayor a los dólares subastados a los largo de un mes, el fatídico diciembre de 1994. El problema es que conforme pasen las semanas y los meses y conforme la crisis económica del mundo y de México se extienda y profundice, a riesgo de que se presente un colapso estrepitoso del peso, Calderón tendrá que echar mano de mas dólares para subastarlos creando esta una enorme presión y contradicción frente a otro hecho insoslayable: la merma de la actividad económica en el mundo y en particular en los EEUU crearán un ambiente en el que las diferentes fuentes de las que provienen los dólares para las reservas del BM desempeñaran este papel de manera cada vez más limitada, transformándose todo ello en una genuina bomba de tiempo para el peso, la economía nacional y Calderón.
A todo ello es necesario destacar que todas las repercusiones de la crisis y las medidas que adopten tanto la burguesía como Calderón para tratar de contrarrestarla, necesariamente tarde o temprano serán pagadas por los trabajadores. La crisis apenas empieza y ya se está dejando sentir, ya hay despidos y cierres de empresas. Desafortunadamente lo peor está por venir y ya veremos como la miseria y otra clase de aberraciones sociales se intensifican. La burguesía necesita exprimir hasta la última gota de sangre a los trabajadores para salvar sus privilegios, en condiciones como estas las políticas de ataques impulsados por el gobierno de Calderón contra los intereses del pueblo trabajador les resultan de máxima prioridad a los banqueros y empresarios pues no tienen otro camino a seguir. De ahí su empeño por privatizar al petróleo a toda costa y de la manera que sea; un paso mas a dar, y sobre el cual es sólo cuestión de tiempo para que actúen, es el de lanzarse contra los derechos laborales sustentados en la Ley Federal del Trabajo.
En condiciones de crisis económica, colapsar aún más los niveles de vida y las condiciones laborales de la clase obrera se transforma para la burguesía en la mejor alternativa para proteger sus fortunas y sus negocios. El capitalismo, como lo describió Lenin, es horror sin fin. La crisis actual, la cual sin duda se profundizará aún más, es un firme testimonió de que el capitalismo es una sistema que ha dejado de ser viable y que sólo genera problemas para la humanidad. Pero por otro lado esta crisis financiera también demuestra que las ideas de los grandes pensadores del socialismo científico, Marx, Engels, Lenin y Trotsky, ahora son más actuales que nunca. Como nunca antes en la historia del capitalismo los acontecimientos se han encargado de ratificar la certeza de cada uno de los postulados de estos grandes revolucionarios.
La burguesía ha machacado a los trabajadores mexicanos durante ya un poco más de dos décadas y medias, si bien durante algunos años ésta pudo avanzar relativamente fácil las cosas gradualmente cambiaron hasta pasar a acontecimientos de choques entre las clases en los últimos años a niveles no vistos en bastantes décadas, siendo en ellos de especial relevancia los acontecimientos revolucionarios del 2006 marcados por la insurrección en Oaxaca y la fenomenal lucha contra el fraude electoral encabezad por López Obrador. Y los dos años subsecuentes también hemos visto estupendas reacciones de los trabajadores contra la funesta nueva Ley del ISSSTE, en defensa del petróleo y más recientemente contra la Alianza por la Calidad de la Educación impuesta por los charros del SNTE y la Secretaría de Educación Pública, por citar algún ejemplo. En los últimos años ahí donde se han lanzado ataques, siempre ha habido respuesta de parte de los trabajadores.
Los marxistas no hacemos una relación mecánica entre el ciclo económico y la lucha de clases, la historia demuestra que no necesariamente una crisis económica tiene que lanzar a las masas a luchar a las calles contra sus opresores; incluso, en el caso contrario, la historia también está llena de ejemplos en los que los trabajadores hacen huelgas y movilizaciones de masas en momentos de auge económico. Ante ello, y ante la valoración de la trayectoria reciente y del estado actual de la lucha de clases en México, tenemos que destacar que en términos políticos no es lo mismo afrontar esta clase de crisis económicas cuando el proletariado se encuentra derrotado y desmoralizado a hacerlo en un momento de ascenso del movimiento de los trabajadores. En nuestro país este último es el caso, la lucha proletaria continúa en una etapa ascendente y aún no se experimenta una derrota dolorosa como para desmoralizar al movimiento. En este ambiente de crispación y polarización social, las secuelas de la crisis se trasformarán en un acicate más para la revolución y para nuevos y más profundos estallidos sociales.
Esta nueva etapa de lucha caracterizada no sólo por una mayor polarización social, sino además por un capitalismo mostrándose con su rostro más descarnado y decrepito, estimulará ideas y conclusiones revolucionarias entre los trabajadores, favoreciendo de manera formidable el desarrollo del programa socialista en el movimiento. La clave para capitalizar esas inquietudes es que los marxistas se mantengan firmemente vinculados a los trabajadores y sus organizaciones exponiendo su programa e insistiendo en la necesidad de expropiar a los banqueros y empresarios como única solución ante la decadencia del capitalismo, además de agitar en torno a consignas como la unidad en la acción del movimiento obrero, por la huelga general y por el derrocamiento de Calderón.
Los trabajadores no tenemos otra vía, la única manera de frenar los nocivos efectos del la catástrofe capitalista es eliminado junto al Estado burgués, a la propiedad priva sobre las principales palancas de la economía para ponerlas bajo el control de los trabajadores.
23 de octubre del 2008
Source: Militante