Culmina la toma de los recintos legislativos: ni un gramo de confianza el debate parlamentario.
Marchemos hacia la huelga general.
Tras dos semanas de haber sido tomadas las tribunas de las cámaras de diputados y senadores por los legisladores del Frente Amplio Progresista (FAP) integrado por el PRD, PT y Convergencia, éstas han sido devueltas para normalizar la vida del Congreso de la Unión. Dicha toma se dio como una medida para luchar al lado de las movilizaciones en las calles, en contra de la reaccionaria iniciativa de reforma para PEMEX presentada por Calderón el pasado 8 de abril.
La toma de dichas tribunas afectó seriamente el funcionamiento regular del poder legislativo, logrando frenar los planes de Calderón para que su contrarreforma se probara a pocos días de su presentación, el llamado fast track.
El acto de los legisladores del FAP y la acción en las calles por parte de las masas, abrieron una importante crisis política que puso histéricos a los burgueses y a sus lacayos del PAN y del PRI, así como al propio Calderón.
No era para menos, la toma de las tribunas legislativas y el freno al fast track demostró una vez mas la debilidad del régimen, factor que además le brindó mas confianza al movimiento. Pero también dicha medida, a la ojos de las masas, era además un mensaje de uno de los caminos a seguir en la defensa de PEMEX. Calderón y los burgueses se sentían aterrorizados ante la forma en que esta medida podía ser interpretada como ejemplo a seguir por la clase trabajadora y el campesinado pobre, para luchar contra la privatización del petróleo y por otro tipo de demandas.
Por eso la burguesía y sus medios informativos lanzaron una campaña negra de desprestigio contra la toma de las tribunas, contra Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y contra el movimiento en general. Se trató de una campaña tan hostil como la lanzada contra AMLO y los trabajadores, antes de las elecciones del 2006 y, después de éstas, tras la lucha contra el fraude electoral, quedando nuevamente de manifiesto el odio del régimen y los burgueses contra la clase trabajadora; pero al mismo tiempo también se expresó por este medio el enorme pánico que los banqueros y empresarios le tienen a las masas cuando se deciden a luchar para defender sus intereses.
La toma de las cámaras y las movilizaciones de masas y otras acciones, como las tomadas por las Adelitas, para defender PEMEX también derivaron en una confrontación entre el ala de derechas del PRD, dirigida por Jesús Ortega, y la izquierda de este partido representada por AMLO.
Se trata de disputas que se han ido desarrollando desde hace tiempo producto de las diferencias políticas de dos grupos dentro del PRD. AMLO representa a aquella capa de perredistas que están mas próximos a las masas empobrecidas y sus aspiraciones, mientras que Jesús Ortega y Nueva Izquierda encabezan a aquellos que pretenden que el PRD sea una oposición dócil y sumisa ante los burgueses y el gobierno.
Sometidos por la enorme presión social y el desarrollo de los acontecimientos, los integrantes de Nueva Izquierda no tuvieron otro remedio mas que integrarse en contra de su voluntad a algunas acciones políticas en la defensa de PEMEX, en particular a las tomas de las tribunas. Sin embargo ya estando ahí se dedicaron con todos sus medios a tratar de dividir el movimiento y a hacer todo tipo de maniobras para forzar la entrega de los recintos parlamentarios. Todo ello provocó choques con AMLO y sus seguidores en las cámaras, quienes no estaban dispuestos a ceder sin que antes existiera una cuerdo con el PAN y el PRI en el que aceptaran que abría un debate nacional de 120 días, acompañado de un compromiso de estos dos últimos partidos para no convocar a una periodo extraordinario de sesiones del Congreso de la Unión y evitar de esta manera que se aprobará en dicho periodo la contrarreforma petrolera. Además exigían la creación del refrendo constitucional.
No obstante que no se cumplió ninguna de estas demandas, y sin tener en cuenta que la toma de las tribunas, combinada con las acciones en las calles ya habían empezado a arrojar algunos frutos (por ejemplo, ya varios diputados priístas habían anunciado su deseo de no apoyar la iniciativa de Calderón) la toma de las tribunas por parte del FAP fue levantada este 25 de abril.
Es cierto que la toma de las tribunas frenó el fast track que pretendían panistas y priístas para aprobar la contrarreforma privatizadora de PEMEX. Pero también es cierto que esta medida sin las acciones de masas protestando en las calles, difícilmente habría logrado ese resultado.
Pero frenar el fast track era la primera tarea y no la última. El objetivo de fondo y el más relevante era, y es, echar por la borda las intenciones privatizadoras de Calderón. Y esa tarea aún no se ha cumplido, por ello lo logrado por la toma de la tribuna y las negociaciones de los senadores perredistas Graco Ramírez y Carlos Navarrete no pueden ser considerados como un triunfo, tal como lo expresó este último. AMLO es consciente de ello y por eso insistió en mantener la toma de las tribunas reforzándola con las movilizaciones de masas. Navarrete no atendió el punto de vista de AMLO y junto con los legisladores de Nueva Izquierda maniobraron para finalizar la toma de los recintos legislativos.
¿Cuál es el supuesto triunfo del que nos habla el senador Navarrete? Germán Martínez, presidente del PAN, lo responde: de acuerdo a sus recientes declaraciones, las acciones de resistencia del FAP, “no le han quitado ni una coma a la iniciativa de reforma energética...”. (La Jornada 250408) Miente el coordinador de los senadores perredistas, Carlos Navarrete, al señalar que ha sido un triunfo lo logrado con la toma de las tribunas de ambas cámaras legislativas. Lo único que se logró fue ampliar el periodo de debate de 50 a 71 días, culminando el 22 de julio, pero nada se logró en la demanda de no convocar a un periodo de sesiones extraordinarias, ni tampoco se obtuvo nada en la exigencia de referendo. Ambas exigencias fueron simplemente ignoradas por panistas y priístas. No se debió dar un paso atrás en la toma de dichas tribunas, no sólo hasta asegurar que esas demandas fueran satisfechas, sino hasta tener plena garantía de que la contrarreforma privatizadora de Calderón había sido derrotada.
El abandono de las tribunas parlamentarias, no es otra cosa más que la obra de la derecha del PRD, encabezada por Jesús Ortega, a la cual pertenecen Carlos Navarrete y Ruth Zavaleta, corriente que en los hechos es una aliada del régimen.
PEMEX sigue en peligro, el debate nacional no es otra cosa más que prolongar la agonía de esta paraestatal por unos cuantos días. El debate nacional por sí mismo, no hará cambiar de opinión a los panistas y priístas en sus intenciones de privatizar PEMEX. Sin la presión en las calles y sin acciones de repudio más contundentes como las definidas por el propio AMLO, como son la huelga general, la toma de instalaciones de PEMEX, el cierre de aeropuertos y bancos, además del bloqueo de carreteras, es un hecho que el plan privatizador de Calderón terminará siendo aprobado por los panistas y priístas, pues éstos gozan de la mayoría en ambas cámaras.
Los argumentos de Carlos Navarrete, expuestos en al reunión entre AMLO y los coordinadores parlamentarios del FAP en la madrugada del pasado día 23 de abril, son falsos a todas luces. Navarrete señaló: “Yo sí creo en la vía parlamentaria”, no creo que el debate político sea “una pérdida de tiempo, no creo que podamos transformar al país así. Debatamos”. Creer que el debate hará cambiar de opinión a Calderón y de los parlamentarios del PAN y del PRI, es como creer que una hiena está dispuesta a comer lechuga en vez de carne podrida. O Navarrete es un ingenuo o quiere engañarnos; pensamos que se trata de los segundo, pero sea el caso que sea, su postura significa dejarle toda la iniciativa a la reacción para que pueda avanzar sin obstáculos en la privatización de PEMEX.
Ni AMLO ni nadie que esté verdaderamente dispuesto a defender el petróleo mexicano, se puede permitir el confiar en ese debate ni en lo que suceda solamente en las cámaras de diputados y senadores. Las movilizaciones en contra de la privatización del petróleo se tienen que profundizar. La lucha parlamentaría para defender los intereses del pueblo trabajador tiene sus límites naturales, límites que se recrudecen cuando las fracciones parlamentarias del PRD encima de todo están infiltradas por sujetos como los de la derecha integrada por la funesta corriente de Jesús Ortega, llamada Nueva Izquierda.
AMLO no debe ceder a las presiones de Navarrete, de Jesús Ortega y sus allegados, y se debe mantener firme. AMLO, al responder a las ilusiones parlamentarias de Navarrete, señaló: “Que no se confunda, si ellos (los priístas y panistas) se aflojaron fue por la toma de la tribuna y por el movimiento, no por la negociación, entonces esto nos va a llevar a que tengamos tiempos para que con el movimiento en la calle y con la fuerza de la opinión pública vayamos por buen camino”. La principal defensa de PEMEX está en las calles y no en al interior de los recintos legislativos.
AMLO y la izquierda del PRD tienen la verdadera fuerza en este partido y en el FAP, y no existe razón alguna de peso para depender de la derecha de Nueva Izquierda. Los Ortega, Navarrete, Zavaleta, los Círigo y los Arce, son un obstáculo para el movimiento y su fuerza se limita al aparato del partido. Su fuerza entre las masas, principal motor de la lucha, es minúscula, así quedó nuevamente demostrado en la movilización que encabezó Jesús Ortega, al margen de los actos convocados por AMLO, para supuestamente “defender a PEMEX” a mediados de abril en la que no asistieron más de 6 mil personas.
Nueva Izquierda lejos de representar las aspiraciones de los millones de trabajadores y campesinos que desean basarse en el PRD para transformar su realidad, son hostiles a éstos poniéndose en la práctica al servicio del régimen de Calderón.
En el pasado reciente, durante el Congreso Nacional del PRD de agosto del 2007, vimos a los integrantes de Nueva Izquierda dando una batalla encarnizada para forzar al partido a reconocer al gobierno espurio de Calderón. Después, en la toma de las tribunas legislativas para la defensa de PEMEX, Ruth Zavaleta, escudada hipócritamente en su estatus de Presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, actuó abierta y reiteradamente en contra de esta acción de los diputados del FAP y además amenazó, haciendo caso de las exigencias de Germán Martínez, presidente nacional del PAN, con reprimir a los parlamentarios en lucha descontándoles sus salarios por no haber asistido a las sesiones de este órgano legislativo. También vimos al senador Graco Ramírez firmando el 22 de abril, en abierta maniobra coordinada con el priísta Francisco Labastida, titular de la Comisión de Energía del Senado, un acuerdo para abrir un debate de 70 días, tratándose ésta de una propuesta muy lejana a los 121 días que reclamaba el FAP y sin considerar la demanda de compromiso por escrito de que el PAN y el PRI no convocarían a un periodo extraordinario. Tampoco era considerada otra demanda del FAP consistente en crear la figura constitucional de referendo.
Una traición más es la de los diputados federales de la corriente perredista Nueva Izquierda Ruth Zavaleta, Víctor Montalvo y Moisés Dagdug Lutzow (este último, quien además ha manifestado abiertamente que está de acuerdo con la privatización de PEMEX) quienes junto con el PAN y el PRI votaron en la cámara de diputados este 25 de abril diez reformas al Estatuto de Gobierno del Distrito Federal que en adelante le impedirá a la fracción parlamentaria del PRD en la Asamblea Legislativa del DF la mayoría calificada. Con esta iniciativa se pretende maniatar a los diputados del DF, que en su mayoría son hostiles a Izquierda Unida, y fortalecer a los panistas y priístas que son minoría en dicha Asamblea. También de esa manera, los diputados de Nueva Izquierda podrán hacer alianzas para votar junto con priístas y panistas las diferentes iniciativas que se presenten en el poder legislativo de la Ciudad de México.
Nueva Izquierda siempre ha representado un freno para el movimiento en general y para las bases perredistas en particular. Su intención es impedir a toda costa que el PRD sea usado por parte de los trabajadores como herramienta de lucha; el papel de esta corriente es apoyar al régimen secuestrando al PRD. Nueva Izquierda repudia las movilizaciones y aborrece que el PRD enarbole las demandas de los trabajadores y luche contra las políticas antiobreras de los banqueros y empresarios. Por ello se aferran al control del partido y luchan a toda costa para impedir el reconocimiento del triunfo electoral por la presidencia nacional del PRD de Alejandro Encinas sobre Jesús Ortega, como resultado de la contienda interna del pasado 16 de marzo pasado.
Nueva Izquierda sabe que si el ala de de AMLO y Encinas logra un mayor control sobre el PRD, los trabajadores y la base de militantes podrían ver en todo esto con entusiasmos y como una oportunidad para empujar al partido hacia delante, dándole un vuelco a este y haciendo cosa del pasado los privilegios de que han gozado gente como Jesús Ortega y sus secuaces. Pero lo más importante para Nueva Izquierda es impedir a toda costa que el PRD se fortalezca para transformase en una sólida muralla que frene los ataques de Calderón.
Las divisiones en el PRD entre aquellos que quieren frenar el movimiento representados por Jesús Ortega, y los que están luchando para impedir la privatización de PEMEX dirigidos por AMLO, expresan la enorme polarización social que existe en nuestros país. Los trabajadores debemos meter orden en casa y tomar medidas para tener una participación organizada dentro del PRD, creando comités de base del partido y lanzando una política que asegure se le cierre el paso a la derecha de Jesús Ortega. Debemos luchar por corriente de izquierda socialista dentro del PRD que trasforme al partido en una verdadera herramienta de lucha y transformación social.
La forma en que han actuado Ortega y su gente de Nueva Izquierda en estos últimos días, ratifica que la lucha por la defensa de nuestros intereses como clase trabajadora, en este caso en la defensa de PEMEX, está ligada a la lucha por un PRD combativo, democrático y socialista. Defender y rescatar a PEMEX de las garraras del capital nacional y trasnacional es perfectamente posible, no podemos confiar en el debate nacional ni en el debate parlamentario como nos lo quiere imponer el senador Carlos Navarrete y su corriente Nueva izquierda, tenemos que pasar a la ofensiva dando pasos firmes hacia la huelga nacional. Defender a PEMEX y derrocar a Calderón tiene que ser las principales consignas por las que se llame a los trabajadores a paralizar el país.