Apenas unas horas antes del comienzo de las conversaciones de paz entre los talibán y la delegación de EE.UU. en Qatar, el impredecible presidente afgano Karzai suspendió las conversaciones sobre un acuerdo de seguridad a largo plazo para mantener a las tropas estadounidenses en Afganistán después de que la OTAN abandone el país en 2014.
Irritado por una conferencia de prensa en Qatar, en la que los talibán efectivamente se retrataban a sí mismos como un gobierno en el exilio, se informó que Karzai dijo: "Mientras el proceso de paz no esté dirigido por afganos, el Consejo Superior de la Paz no participará en las conversaciones de Qatar". Su oficina más tarde añadió en un comunicado, "la bandera de los talibán junto el emblema del emirato islámico era algo que no esperábamos... En vista de la contradicción entre los hechos y las declaraciones hechas por los Estados Unidos de América en relación con el proceso de paz... la suspensión de las conversaciones continuará hasta que haya claridad por parte de los Estados Unidos".
Estas son palabras atrevidas de un hombre que fue instalado junto con su régimen títere por los imperialistas occidentales después de la ocupación de Afganistán por las fuerzas de EE.UU. en 2001. Esta es una clara muestra de debilidad del imperialismo de EE.UU. puesta en primer plano por el colapso económico y las derrotas militares en Irak y Afganistán.
Sin embargo, las repetidas llamadas telefónicas de John Kerry, el Secretario de Estado de EE.UU., parecían haber apaciguado a Karzai, y de acuerdo a BBC News, ahora quiere "mantener las ruedas en movimiento de nuevo", y puede estar deseando continuar al menos con las conversaciones del traspaso de la seguridad.
La declaración de Karzai-Obama en enero, la cumbre Cameron-Karzai-Zardari-Chequers en febrero y la reunión de Kerry-Karzai-Kayani en Bruselas en abril, todas han estado tratando desesperadamente de conseguir el respaldo de los talibán a la mesa de negociaciones. El presidente Obama dijo después de la cumbre del G8 en Enniskillen, Irlanda del Norte, que "Este es un importante primer paso hacia la reconciliación, aunque es un paso muy temprano... prevemos que habrá una gran cantidad de obstáculos en el camino."
Todo el escenario de la instalación de una oficina palaciega para los talibán por los reaccionarios qatarís ricos en petróleo parece ser surrealista.
Mientras que los estadounidenses estaban devastando Afganistán y los talibán estaban involucrados en una orgía de terror y derramamiento de sangre durante los últimos 12 años, las relaciones entre Arabia Saudita y la ahora emergente monarquía qatarí se habían conservado con sectores de los talibán y los estaban financiado para que cumplieran sus designios hegemónicos en la región.
Estas monarquías despóticas reaccionarias, a instancias del imperialismo de EE.UU., están completamente detrás de los fundamentalistas islámicos no sólo en Afganistán, sino también en Egipto, Palestina, Siria y en otros países de la región. Estos regímenes imponen un férreo control y una represión feroz en sus propios reinos. The Economist escribió en su edición del 8 de junio, "En un Emirato que se presenta a sí mismo como la cara y el financiero de la reforma regional, los qataríes podrían ser perdonados al preguntar cuándo podrán degustar en su casa lo que sus líderes predican en el extranjero. Los partidos políticos están prohibidos en Qatar. También lo están las manifestaciones, los sindicatos y las asociaciones…" Las condenas a muerte son impuestas a la gente, incluso por escribir poesía que huela a resistencia contra la tiranía del régimen. Mohammad al Ajami, un poeta, fue condenado en 2011 a cadena perpetua.
Es un mito que los talibán son un cuerpo homogéneo y organizado de forma centralizada. Existen numerosos grupos dirigidos por diferentes señores de la guerra que representan el capital de los cultivadores de amapola y de las drogas así como de los que están involucrados en secuestros, rescates y otros crímenes, y se han despedazado unos a otros por el control de este botín indecente. Todos ellos representan la reacción negra y están alineados con las potencias imperialistas regionales e internacionales que están involucradas en este nuevo gran juego, para explotar y controlar los recursos minerales, gasoductos, carreteras, ferrocarril y las redes estratégicas marítimas y navales.
Los chinos, los indios, los rusos, los iraníes, los saudíes y por supuesto, el Estado y los servicios secretos de Pakistán tienen intereses en este conflicto. Los EE.UU., Gran Bretaña y Francia tienen su parte de grupos fundamentalistas protegidos. Es un misterio qué grupo o coalición de grupos son los que están negociando en Qatar y quién es su patrocinador. En segundo lugar, la posibilidad de un acuerdo negociado de paz a través de estas conversaciones es, por decir lo menos, un absurdo.
El comandante de EE.UU. en Afganistán, el general Joseph Dunford, ya ha admitido que es escéptico acerca de si es posible llegar a un acuerdo de paz con los Haqqanis, la más temida de las facciones insurgentes.
Según un informe de AFP del 19 de junio, "Una insurgencia dividida es probable que complique las conversaciones de paz”.
Hay otros muchos grupos fundamentalistas que tratan de sabotear estas conversaciones. Incluso los representados en Qatar se enfrentarán a divisiones y desintegraciones de sus grupos con la ruptura de sectores de la línea dura por miedo a perder los bienes y el dinero que han acumulado en esta guerra reaccionaria. La delegación de los talibán en Qatar hasta ahora se ha negado a aceptar las condiciones establecidas por los negociadores de Estados Unidos, que incluyen romper sus vínculos con Al Qaeda, reconocer al régimen de Kabul y muchas otras.
Luego está la cuestión del régimen de Kabul y de la Alianza del Norte que se oponen amargamente a las negociaciones directas con los talibán.
Los talibán capturaron Kabul en septiembre de 1996 con el apoyo del ISI [servicios secretos de Pakistán] y del gobierno de Benazir de Pakistán. El apoyo financiero de los EE.UU., sobre todo de Robert Oakley ex subsecretario de Estado de EEUU y asesor de la petrolera gigante estadounidense UNOCAL en ese momento, ha sido bien documentado en varios trabajos sobre Afganistán. El imperialismo de EE.UU. se opuso a los talibán sólo después de que su gobierno bajo el Mullah Omar traicionara a UNOCAL. Además de enviar una delegación a su sede en Texas, los talibán enviaron otra delegación a la vez a Buenos Aires a la sede de BRIDAS, un conglomerado petrolero argentino para negociar un acuerdo aun más lucrativo para instalar un oledoducto desde Asia Central a través de Afganistán. El resto, como dicen, es historia.
La riqueza mineral y la importancia estratégica de Afganistán se han convertido en una maldición para sus habitantes. Los únicos buenos recuerdos son de las reformas introducidas por el gobierno prosoviético del PDPA, dirigido por Noor Mohammad Tarakai después de la revolución Saur (o primavera) de abril de 1978.
En el período de 18 meses previo a la invasión rusa del 29 de diciembre 1979 se llevaron a cabo reformas radicales para aliviar a las masas oprimidas.
La intervención imperialista en realidad comenzó a continuación, cuando se contrató a los fundamentalistas y se puso en marcha la Jihad-dólar por la CIA para combatir a la revolución a través de la violenta dictadura de Zia en Pakistán y de las agencias de inteligencia saudíes.
La CIA reclutó a Osama Bin Laden en 1978 para dirigir la Jihad. Los estadounidenses quieren una salida para salvar las apariencias. La condición previa para la desvinculación de Al-Qaeda es ahora un objetivo de negociación de EE.UU.. "No esperamos que vayan a condenar de inmediato a Al Qaeda y a denunciar al terrorismo - este es el objetivo final", dijo Jennifer Psaki del Departamento de Estado de Estados Unidos el miércoles.
Estas negociaciones no pueden traer la paz ni pueden ofrecer a los imperialistas una coartada. El imperialismo de EE.UU. es una potencia económica y militar cada vez más disminuida. No puede ofrecer la paz a los talibán más de lo que podría asegurarla el actual régimen del presidente Hamid Karzai. Los talibán no pueden ganar esta guerra ni pueden ser aplastados por los ejércitos imperialistas. Con la retirada de gran parte de los estadounidenses la violencia no disminuiría realmente, pero la supuesta posición anti-imperialista de los fundamentalistas se resquebrajaría. Incluso si fuera sellado un acuerdo para salvar la cara, eso no protegerá a Afganistán de más derramamiento de sangre, si la historia de los acuerdos pasados ofrece alguna lección. No olvidemos un intento mediado por Arabia Saudí que terminó cuando un príncipe trajo comandantes a La Meca para jurar que respetarían un pacto, y sus tropas comenzaron a disparar otra vez antes de que los hombres hubieran abandonado la ciudad santa.
Los imperialistas y los talibán están basados en el capital financiero, por lo que son dos caras de la misma moneda. La amenaza del fundamentalismo sólo puede ser derrotada y aplastada cuando su base, el capital financiero sea destruido. Este sistema tiene que ser derrocado. Es la tarea de la juventud y del pueblo trabajador de Afganistán liberar al país del terrorismo, del oscurantismo y de la dominación imperial.
Gestos superficiales acerca de la democracia y de los derechos humanos bajo el aplastante dominio del capital no van a terminar con la pobreza extrema. La miseria, la alienación y la privación que acechan a Afganistán sólo pueden ser removidas a través de una revolución socialista.
La Línea Durand (frontera entre Afganistán y Pakistán) impuesta por los imperialistas británicos en 1893, es una división artificial de un pueblo que tiene el mismo idioma y cultura. De ahí que los acontecimientos en Afganistán repercutirán y tendrán un impacto en Pakistán, sobre todo entre la población pastún. No puede haber dos revoluciones separadas. La revolución de 1978, a pesar de sus debilidades y de los errores flagrantes de sus dirigentes, al menos derrocó el capitalismo y el latifundismo. Si ocurrió entonces, ahora tal revolución con una dirección que haya aprendido de los errores del pasado, expropiando el capital extranjero y doméstico y basada en el internacionalismo obrero, podría transformar esta trágica tierra en un faro de esperanza para las masas oprimidas del sur de Asia, de Oriente Medio y de más allá.
Viernes, 21 de junio de 2013