La exitosa operación de salvamento de la embarcación Costa Concordia llamó la atención de los medios globales la semana pasada y la clase dominante italiana inmediatamente trató de sacar partido de ello, cuando el primer ministro Enrico Letta dijo “Sí tenemos éxito con el Costa concordia, ¡podremos hacerlo con la economía italiana!”. La recuperación de la economía italiana, sin embargo, es una operación gigantesca y difícil y no hay signos de que pueda suceder pronto.
La propaganda del gobierno y de los medios de comunicación burgueses no puede hacer mucho por la vida real de los trabajadores italianos ordinarios. Las últimas estadísticas, de hecho, muestran que el Producto Interno Bruto de Italia caerá otro 1,8% este año. Después de 5 años de crisis, aún no hay signos de la famosa “luz al final del túnel”.
El desempleo se eleva. En los últimos tres años, un millón de personas entre 25 y 34 años han perdido sus trabajos. De los menores de 35 años, solo cuatro de cada diez está trabajando. Oficialmente, hay un total de más de tres millones de desempleados, pero muchas personas se han dado por vencidas en la búsqueda de un trabajo porque no tienen la certeza de conseguir uno. En el 2012, más de 9 millones de personas fueron catalogadas como pobres, de las cuales 4,4 millones viven en condiciones de absoluta pobreza.
En una encuesta reciente llevada a cabo por Legacoop (una cadena de supermercados) confirma por escrito lo que ha sido obvio por mucho tiempo: tres millones de amas de casa, 12,3% de la población, no pueden adquirir proteínas proveniente de la carne dos días seguidos, 9 millones de italianos no pueden alcanzar un gasto de 800€, los italianos están dejando de usar el auto (25% de la población), no salen de vacaciones (4 millones de personas menos este verano) y no compran ropa nueva (23% de la población).
El gasto en alimentación ha caído el 14% en los últimos seis años, hasta los niveles que se tenían en 1971 (2,400€ per cápita). Las predicciones para el 2014 dicen que habrá mayor declive, del 0,5% por ciento en comida y del 6,1% en gastos no alimenticios.
Después del regreso de vacaciones de verano, el gobierno decidió abolir el impuesto IMU para todos. El IMU es el principal impuesto de los propietarios de casa (el equivalente al IBI en España). En Italia, más del 75% de los hogares son dueños de la vivienda que habitan (esto es porque los alquileres son escandalosamente altos). El punto es que el impuesto también fue eliminado para los ricos que viven en mansiones y apartamentos de lujo. El impuesto será reemplazado por un “impuesto de servicio” pagado por todos, incluso aquellos que no tienen ninguna propiedad y viven en casas alquiladas. Este será otra carga pesada para los pobres. Obedeciendo las órdenes de la Comisión Europea, el gobierno de Letta también está preparando la privatización completa del sector público y otros recortes para el final del año.
Mientras tanto, a la burguesía nunca le ha ido mejor. El número de supermillonarios italianos con un valor neto de más de $30 millones de dólares (€23 millones), ha crecido un 7% el año pasado, pasando la marca de 2.000 para alcanzar los 2.075. Esta minúscula minoría de italianos tiene en sus ingresos un cofre rebosante de $235.000 millones (€178.000 millones), en promedio €86 millones cada uno.
La situación social está podrida desde la raíz, la división de clases nunca había sido tan marcada desde 1950 y las profundas heridas políticas entre los dominantes y los dominados se han convertido en un abismo infranqueable.
En contraparte a lo que se vio en Grecia, Portugal o España, en Italia la crisis política emergió antes de la explosión social. Desde noviembre del 2011 la clase dominante no tuvo opción más que gobernar a través de un gobierno de unidad nacional. La elecciones políticas del 24 y 25 de febrero produjeron una situación de estancamiento sin que ninguna fuerza fuera capaz de obtener una mayoría ni en la Cámara de Diputados ni en el Senado. El crecimiento del Movimiento de las 5 Estrellas (M5S), de la nada al 25% del electorado, refleja, aunque de una forma distorsionada, el visible enojo y descontento entre los trabajadores y jóvenes italianos (véase Italia: Una crisis del sistema- una valoración de las elecciones del 24/25 de febrero). Como muchos otros países, Italia quedó con un parlamento sin mayoría.
Era tal el punto muerto que llevó dos meses alcanzar un acuerdo para formar un gobierno de coalición. Qué tan profunda era la crisis se puede ver por la incapacidad de la Cámara de Diputados y del Senado para llegar a un acuerdo para la elección del Presidente de la República. El presidente en Italia ostenta el cargo durante siete años. En abril, el presidente Napolitano llegó al final de su periodo, pero el único acuerdo que todos los partidos principales pudieron alcanzar fue el solicitarle un segundo periodo de mandato, una situación sin precedentes en la historia de la Italia de la pos-guerra. Napolitano, ya en edad avanzada (con 87 años) aceptó. Este evento por sí mismo es una indicación de la profunda crisis política.
Sin embargo, lo que es más impactante es el papel que Napolitano ha estado jugado. En el pasado, el presidente podía convocar al líder del partido o a la coalición de partidos que habían ganado la mayoría, o que por lo menos obtuvo un gran número de diputados, para que formara el gobierno, y este podía ser más o menos el final de su papel. ¡No esta vez! Napolitano, después de haber sido reelegido, dictó lo que los partidos principales tenían que hacer. Él fue la voz directa del capital financiero internacional diciéndole al parlamento italiano qué era lo que tenía que hacer: ¡formar un gobierno de unidad nacional y ocuparse de solucionar el grave asunto de la enorme deuda pública de Italia!
Vale la pena hacer notar que Napolitano fue alguna vez el principal dirigente del viejo Partido Comunista Italiano, PCI, siendo uno de sus líderes de su ala de derecha. La ironía de la historia fue ver a este supuesto “comunista” salvándole el día a día a la burguesía italiana, volviéndose un verdadero “guardián” de los intereses de la clase dominante. Este detalle expresa gráficamente qué tan lejos ha llegado la degeneración del Partido Comunista italiano.
Entonces, a finales de abril todos los partidos principales se reunieron en una coalición de unidad nacional bajo la dirección de Enrico Letta, un político proveniente del ala derecha del Partido Democrático. Esta vez no era un gobierno hecho de “tecnócratas” con el soporte externo de los partidos principales, como había sido el caso con Monti. El gobierno de Letta es mucho más una administración “política”, con ministros pertenecientes al Partido Democrático y al PdL (el partido de Berlusconi) así como el partido pequeño de Monti, Scelta Civica, y otros menores independientes.
En el parlamento, el M5S, el SEL (Izquierda Ecológica y Libertad, partido de Véndola, el ala derecha escindida de Rifondazione Comunista en 2009) y la Liga Norte son oposición.
El gobierno de Letta ha sido débil desde el primer día. Berlusconi estuvo de acuerdo con esta “aventura” ya que esperaba que al participar, permanecería de alguna manera en el poder, y sus problemas legales podrían solucionarse. Berlusconi se ha enfrentado a muchos retos a lo largo de los años, pudiendo escapar siempre de una sentencia, en algunos casos gracias a leyes que inicialmente él mismo propuso. Esta situación surgió de alguna forma en la anomalía de la fundación de la política italiana. Fue Berslusconi quien, desde su puesto de jefe del ala derecha del gobierno de coalición, abolió el antiguo impuesto municipal (ICI) en una maniobra demagógica para mantener apoyo electoral. Esto, en realidad, provoco serias dificultades financieras a los municipios. Claramente, lo que era bueno para Berlusconi no era bueno para las finanzas del Estado, y Berlusconi estuvo detrás del recién abolido impuesto IMU. El hombre se convirtió en un estorbo demasiado grande incluso para la burguesía italiana, y particularmente para las finanzas internacionales, que están presionando para hacer recortes draconianos en el gasto y la imposición de nuevos impuestos.
En cierto sentido, aquellos polvos trajeron estos lodos para Berlusconi. Ahora muchas sentencias pesan sobre su cabeza y su poder político y judicial está claramente adormecido. Esto es, sin embargo, un problema. Berlusconi es el líder de uno de los partidos principales que apoyan al presente gobierno. Sí el decide quitar ese apoyo el gobierno puede caer llevando a Italia a un caos político más profundo y a la inestabilidad.
Hasta el momento no hay alternativa para la presente coalición, la clase dominante está tratando por todos los medios de mantener al gobierno vivo. Cuando Berlusconi alzo su voz, enfrentándose a la crisis del gobierno hace unas semanas, la burguesía le dio una señal clara. Mediaset (la compañía principal de Berlusconi) perdió un 6.2% de audiencia en un solo día. “Il Cavaliere” (el caballero, como se le llama) ¡perdió €150 millones en solo unas horas! Cuando esto fue finalmente transmitido se pudo ver a un hombre cansado, su cara cubierta con cera para esconder los efectos de décadas de cirugías plásticas. La imagen física del hombre coincide elocuentemente con lo que es el fin de una era. El problema para los capitalistas es que ellos no saben cómo lidiar con la nueva era que se está abriendo frente a ellos.
La clase dominante prefiere mantener este gobierno antes que irse a una elección general. Las últimas encuestas muestran que el déficit anual del presupuesto de Italia se encuentra en más del 3% del PIB, como establece la Unión Europea, un síntoma de preocupación para la burguesía. La presión va a seguir para introducir más recortes muy pronto. El hecho de que el impuesto municipal haya sido abolido al menos por este año, representa una urgencia para encontrar dinero de donde sea.
El problema al que se enfrentan es que las encuestas de opinión indican que los resultados de una elección ahora serían más o menos los mismos que en febrero de este año, con otro parlamento sin mayoría. Entonces, no solamente se perdería tiempo precioso con la convocatoria de elecciones y las campañas electorales sino en negociar luego otro gobierno de coalición, terminando más o menos en el mismo que tenemos ahora.
El dilema para la burguesía Italiana- que ya le dura un tiempo-, es más o menos que no tiene solución: la clase dominante no ha tenido las herramientas efectivas con las cuales gobernar el país. El pequeño partido de Monti está desorganizándose y aparece dividido en muchas fracciones, después de recibir solo el 8% de los votos en las pasadas elecciones, y todas las encuestas de opinión indican que podría conseguir entre el 4 y 5%.
Los capitalistas italianos son como una persona viajando en un vehículo en el cual los controles no responden al conductor. A la primera curva el vehículo acabará por salirse de la carretera, esto podría pasar en cualquier momento: un incidente parlamentario, o una crisis en los mercados financieros o un estallido de la lucha de clases. Todos estos y otros incidentes pueden romper el precario equilibrio de este gobierno dejando a la burguesía sentada en una pila de escombros.
El hecho que preocupa es que todos los partidos del espectro político en Italia son inestables y están en crisis. “Nuevos” partidos y coaliciones electorales pueden surgir como hongos y morir en el espacio de una estación. Este es un signo de la extrema debilidad de la burguesía italiana.
No es de sorprender que la principal preocupación de la clase dominante sea mantener la “paz social” a cualquier costo. En este esfuerzo los líderes sindicales la proveen de aliados confiables. La líder de la CGIL (la central sindical tradicional con conexiones cercanas al PD) Susana Camusso, ha transformado la palabra “gobernabilidad” en un modelo para cada acción sindical. En un acuerdo firmado entre la Confindustria, la confederación de patrones, y los tres sindicatos principales (CGIL, CISL y UIL) a principios de septiembre, se nos dijo que “la gobernabilidad es un valor que tenemos que defender porque significa las condiciones de estabilidad para reiniciar un ciclo positivo en nuestra sociedad”.
Quién forma al gobierno y qué clase se interesan en defender son preguntas sin importancia para estos “líderes” de la clase trabajadora. Y no se dice lo que los sindicatos deben hace en medio de la crisis: una huelga general, una manifestación, movilizaciones de masas para defender trabajos y salarios, etc. No se ha organizado nada por parte de las tres principales confederaciones sindicales este otoño. Nada se ha hecho para presionar al Partido Democrático que, en última instancia, es el punto de referencia principal para los dirigentes sindicales ¿Por qué? Su política es la misma que hemos visto varias veces en la historia del movimiento obrero: se llama colaboración de clases. En el momento de necesidad de la clase dominante todos estos dirigentes tienen que pensar en cómo contener el movimiento que está listo para explotar desde abajo.
El Partido Democrático (PD) estará celebrando su congreso en los próximos meses, entre noviembre y diciembre. El PD es el verdadero perdedor de las pasadas elecciones, al conseguir mucho menos votos de los que esperaban. Como resultado, el secretario del partido, Bersani, fue forzado a renunciar. Esto significa que el nuevo secretario debe ser electo y esto ha traído serias divisiones internas dentro del partido. Matteo Renzi, probablemente, emergerá como el ganador.
Renzi es actualmente el alcalde de Florencia y el campeón de la privatización de los servicios municipales. Él viene con un historial cristiano-demócrata, sin ninguna relación formal con el viejo aparato del Partido Comunista. En las elecciones primarias del partido, Renzi fue vencido por Bersani. Esto fue debido a que Renzi estaba más abiertamente vinculado a la burguesía, mientras que Bersani tenía por lo menos cierta conexión con la tradición histórica del viejo Partido Comunista.
Renzi es el candidato favorito de la burguesía, quien lo financia abundantemente. Al mismo tiempo, las bases y afiliados del partido lo aclaman, ya que lo ven como el único que puede ganar la elección y mantener al partido fuera del punto muerto en el que se encuentra. Este es un partido que se ha erigido a favor de la alianza con el “archienemigo” del pasado, Berlusconi, algo que ellos no imaginaban en el pasado que pudiera ser posible. Miles de personas lo apoyaron en todos los actos organizados en el festival del PD este verano. El candidato formal del “aparato” del Partido Comunista, y más cercano a la CGIL, Cuperlo (el último secretario de la FGCI, la Juventud Comunista, a finales de los ochenta antes de la disolución del viejo Partido Comunista) tiene pocas probabilidades de vencerlo.
Renzi, de hecho, adoptó una retórica anti-Berlusconi por cuestiones tácticas, pero su victoria no puede resolver las contradicciones dentro del partido, por el contrario, las va a exacerbar. El ala alrededor de Bersani no va a dejar el partido a Renzi sin pelear. La disputa en la asamblea nacional del PD, que se celebró la semana pasada, donde las fracciones rivales no han alcanzado un acuerdo incluso sobre las reglas del siguiente congreso, dice mucho sobre los conflictos internos que se verán en el PD en el futuro cercano.
En Italia hemos observado un fenómeno particular, debido a su debilidad histórica, la burguesía italiana nunca ha sido capaz de crear un partido que represente directamente sus intereses. Incluso la Democracia Cristiana no ha sido ese partido, y prueba de ello fue su colapso ignominioso a principios de los 1990s, después de que fuera sepultada por su exposición a tales niveles de corrupción que perdió el grueso de su apoyo. Berlusconi acudió en reemplazo de la Democracia Cristiana, pero el suyo ha probado no ser un partido de toda la burguesía, más bien solo de un ala en particular, el ala más atrasada.
Entonces, después de que el viejo Partido Comunista en 1991 se transformara a sí mismo en el PDS (Partido de la Izquierda Democrática) y después en la DS (Izquierda Democrática) la burguesía lo incitó a crear su largamente deseado partido a través de la disolución de la DS y su fusión con una serie de pequeños partidos de la burguesía. Así es como surgió el PD. Al mismo tiempo, el fracaso del segundo gobierno de Prodi en el 2008 (un gobierno de coalición llamado de centro-izquierda) llevó al colapso de los partidos a la izquierda del Partido Democrático, quienes fueron excluidos del parlamento. Esto incluyó a Rifondazione Comunista, quien pagó un precio muy alto por su participación en el gobierno de Prodi, perdiendo todos sus diputados y senadores.
Las masas trabajadoras no veían alternativa, por lo que un gran sector decidió abstenerse (y después muchos votaron por el M5S), otra capa significativa permaneció leal al Partido Democrático. Aquí tenemos una contradicción peculiar con el partido de la burguesía que es el punto de referencia para una parte significativa de las masas orientadas a la izquierda y para la principal confederación sindical, la “comunista” CGIL. Sin embargo, esta contradicción no puede persistir para siempre. En el periodo reciente, estas contradicciones no emergieron abiertamente gracias a un respiro temporal de la lucha de clases y a la formación de varios gobiernos de coalición de unidad nacional. La situación no puede sostenerse mucho tiempo y las tensiones de clase van a explotar inevitablemente dentro de la sociedad italiana, y también se expresarán dentro del mismo Partido Democrático.
Una de las razones para esto es que el vacío dentro de la izquierda es más grande que nunca. El partido de Izquierda, Ecología y Libertad (SEL) fue capaz de entrar al parlamento porque entró en una alianza electoral con el PD. Cuando el PD accedió a entrar al gobierno de Letta el SEL se encontró a sí mismo en oposición, desesperadamente quisieron reconstruir una nueva alianza con el Partido Democrático y están viendo a Renzi con grandes expectativas.
Los líderes de la izquierda y los intelectuales han sido todos afectados por un virus: el virus de la unidad a toda costa. Por supuesto, nosotros llamamos a la unidad, pero basada genuinamente en los intereses de clase. Una unidad sin un programa de clase, estrategias y metas comunes, solo puede conducir al desastre como ha sido probado por los resultados caóticos de varios frentes electorales promovidos por Rifondazione Comunista (PRC), la “izquierda arcoíris” en el 2008 y la “Revolución civil” en el 2013.
En cada llamamiento para la “reunificación de la izquierda” ellos buscaron el mínimo común denominador, que dura una temporada, si son afortunados. El último de esos trucos es la petición de defender y aplicar la Constitución italiana. Esta Constitución fue redactada en 1948 como un producto de la revolución derrotada de 1943-45, y por lo tanto contiene muchas concesiones verbales para la izquierda, pero, por supuesto, nunca se han puesto en práctica. En los años recientes se ha vaciado de cualquier contenido progresista, por ejemplo, al introducir un artículo donde se obligaba a todos los gobiernos a tener “presupuestos balanceados”. Esta es una batalla de resistencia, que no apela a las masas de trabajadores y jóvenes, pero que todos los dirigentes de la izquierda apoyan, y han organizado una manifestación nacional con respecto a esta cuestión el 12 de octubre. Uno de los promotores de esta campaña es Landini, el popular dirigente de la FIOM, el combativo sindicato metalúrgico, afiliado a la CGIL. Él proporcionó una versión de izquierda de colaboración de clases, resucitando a los intelectuales de la pequeña burguesía valiosos para ser exhibidos en algún museo de cera, en lugar de organizar la auténtica y muy necesaria lucha de clases.
Los líderes de Rifondazione Comunista están, por supuesto, entre los partidarios de esta propuesta. Rifondazione Comunista va a celebrar su congreso a principios de diciembre. Es un partido devastado por varias derrotas electorales, sin dinero, sin estrategia y con una alarmante disminución de militancia. De acuerdo con algunos cálculos, en el 2007 el partido tenía más de 87.000 miembros, y en el 2008 71.000, sin mencionar los más de 100.000 miembros que tenía antes, cuando el viejo Partido Comunista se dividió. Al final del 2012 la militancia bajo a 31.000. Está teniendo lugar una liquidación de facto del partido, con muy pocas agrupaciones que se reúnan con regularidad y donde el debate interno es muy pobre.
El PRC no es ya un punto decisivo de referencia para los activistas de izquierda. Nuestra propuesta, como ala marxista del partido, en el congreso próximo partirá de estos hechos concretos. Mientras que argumentamos por la necesidad de un partido de la clase trabajadora, en el documento que presentaremos en todas las agrupaciones del PRC, nosotros vamos a plantear que pongamos esta demanda en práctica, agitando con nuestro programa revolucionario en las fábricas, centros de trabajo, escuelas y universidades, tal como lo discutimos en nuestra exitosa asamblea a nivel nacional, Sinistra, clase, rivoluzione (la izquierda, la clase trabajadora y la revolución) llevada a cabo en Bolonia en julio pasado. Es claro que son “o ellos (los dirigentes) o nosotros”, como explicamos, no porque esta sea una cuestión de prestigio, sino porque es el futuro del movimiento comunista en este país.
Nosotros manifestamos claramente lo que necesitamos ahora: la construcción de una fuerza política, un partido de la clase trabajadora y de los sectores oprimidos de la sociedad, un partido que rompa con la atmósfera de unidad nacional y colaboración de clases y que enarbole la bandera de la lucha de clases y la lucha en contra del sistema. Este partido sólo puede ser forjado por acontecimientos y no por la voluntad de los actos de un pequeño grupo y tendencias, pero nosotros queremos estar al frente de este proceso.
La división en las capas altas de la sociedad y en la burguesía es un indicativo del fermento revolucionario de abajo, como los marxistas hemos explicado frecuentemente. Un reflejo de la gran división que existe dentro de la clase dominante ha sido la readmisión de los delegados sindicales de la FIOM dentro de las plantas de FIAT, dentro y fuera del país. Marchionne (máximo gerente de FIAT) expulsó a la FIOM de las fábricas de FIAT entre el 2010 y el 2011, después de que la FIOM rehusara firmar un convenio colectivo podrido. Ahora, sin embargo, él ha tenido que tolerar una decisión de la Corte Suprema a favor de los delegados. Esto fue una victoria para los obreros y activistas del sindicato y es principalmente el producto de la determinación de su postura. Las preocupaciones del ala principal de la burguesía, que controla el aparato judicial, jugó un papel en esto. Si miedo- con razón- es que los obreros italianos se alzaran en una batalla militar. No habría un regulador (por ejemplo, la burocracia sindical) entre la ira de los proletarios y la clase propietaria de los explotadores.
Nosotros compartimos esta misma perspectiva con los amos del capital, pero desde el punto de vista de la clase opuesta. La tensión que se acumula entre la gente común es tangible en todas partes. Hay dolor real y sufrimiento, con una pobreza creciente y un sentido de la injusticia cada vez mayor. La gente siente que no puede vivir más así. Esta tensión está a punto de romperse en forma de una lucha de clases sin precedentes. La diferencia es que mientras la burguesía, los líderes del PD y la burocracia sindical están trabajando para dirigir esta tensión a canales seguros, nosotros estamos trabajando para organizar este coraje de la clase trabajadora y de la juventud para romper la tregua social, dándoles un programa y una estrategia para vencer al sistema capitalista.