¿Hasta la última gota de sangre ucraniana? Imagen: Flickr Share TweetLa batalla de Stalingrado fue un punto de inflexión en la Segunda Guerra Mundial, pero fue con la batalla de Kursk, en julio de 1943, cuando el destino de Alemania quedó definitivamente sellado. Sin embargo, el hecho de que la guerra estuviera efectivamente perdida no impidió que los dirigentes nazis lucharan hasta el amargo final, que aún tardó casi dos años en llegar.[Publicado originalmente en portugués en comunistasrevolucionarios.pt]Del mismo modo, en la guerra de Ucrania, el fracaso de la contraofensiva en el verano de 2023 fue un punto de inflexión y la batalla de Kursk, que comenzó en agosto del año pasado, ha ido acelerando el destino de este conflicto. También en este caso, aunque la guerra está perdida, parece que el régimen de Kiev está decidido a luchar hasta el amargo final, sacrificando inútilmente la vida de sus soldados, para prolongar (sólo) la ilusión de una posible remontada, que no se producirá: Ucrania no dispone de las reservas de hombres, municiones y armas que se lo permitan.Durante mucho tiempo, la OTAN, el régimen de Kiev y la prensa burguesa occidental han estado acelerando la propaganda con la quimera de las armas milagrosas, que iban a cambiar decisivamente la situación, al igual que la propaganda nazi intentó mantener la ilusión de la victoria con las milagrosas Wunderwaffen (“armas milagrosas”), que revertirían el curso de la guerra. En Ucrania se sucedieron Javelins, Stingers, drones Bayraktar, artillería M777, Himars, Leopards, tanques Challenger y Abrams, el sistema antiaéreo Patriot, misiles Storm Shadows, ATACMS, los F16 … pero aunque todos ellos asestaron golpes al enemigo, en última instancia no lograron cambiar el curso de la guerra y, con mayor o menor dificultad, el ejército ruso pudo aguantar los golpes y demostrar que disponía de armas tan buenas o incluso más eficaces que las de la OTAN. ¿Clausewitz o TikTok? "Ves ese pequeño arroyo - podíamos ir allí y cruzarlo en dos minutos. Los británicos tardaron un mes en cruzarlo - todo un imperio moviéndose muy lentamente, muriendo hacia delante y empujando hacia delante. Y otro imperio retrocedía muy lentamente, unos centímetros al día, dejando a los muertos una alfombra ensangrentada." - F. Scott FitzgeraldEstas palabras fueron escritas sobre la Primera Guerra Mundial, pero podrían haber sido escritas para este conflicto. Para el observador medio, esta guerra puede haber parecido «estancada» durante mucho tiempo, en un gigantesco punto muerto, porque aunque los rusos avanzan, lo hacen muy lentamente, tomando un pueblo aquí, otro allá, y ni siquiera el Donbás (uno de sus principales objetivos de guerra) han podido conquistar. Pero en una guerra de desgaste (y los rusos llevan librando una guerra de este tipo desde el otoño de 2022) el éxito no se mide por el avance sobre el terreno, sino por la destrucción sistemática del ejército enemigo. A diferencia de Zelensky y del Estado Mayor ucraniano, que siempre parecieron priorizar la dimensión mediática de la guerra sobre los criterios puramente militares, los rusos han hecho suyas las palabras de Clausewitz: «la estrategia es una economía de fuerzas». Por eso los rusos no dudaron en retirarse en buen orden de la orilla derecha del Dniéper y abandonar Jersón en 2022, por ejemplo, sin dejarse acorralar, a diferencia de lo que ha ocurrido sistemáticamente con los ucranianos. Por eso han apostado por un avance incremental, poniendo a prueba las defensas ucranianas a lo largo de más de 1.000 kilómetros de frente y consolidando y profundizando pequeños éxitos tácticos. Por otro lado, los ucranianos (bajo la dirección de la OTAN) han estado buscando golpes de efecto, tratando de imitar la blitzkrieg con «puños de hierro», o concentraciones de tanques y vehículos mecanizados que les permitieran sorprender al enemigo en profundidad, desorganizando su retaguardia y conquistando rápidamente grandes franjas de territorio.Estas tácticas fracasaron en el sur en el verano de 2023 y ahora de nuevo en el verano de 2024 con la invasión de Kursk, que ahora se limita a una pequeña ciudad fronteriza. Pero en ambos intentos, Ucrania sacrificó algunas de sus tropas mejores y más motivadas y gran parte del mejor equipamiento recibido de Occidente. En este último intento, puede que incluso hayan sacrificado el Donbás ... Si la guerra, tras los primeros meses, se ha convertido en posicional, no se debe a la debilidad de los rusos ni a la insuficiente ayuda militar de la OTAN a su ejército ucraniano, sino a las innovaciones tecnológicas en los ámbitos de la información, la vigilancia y el reconocimiento militar, así como a las nuevas armas de precisión y los drones kamikazes.Sin embargo, la propaganda de guerra lleva tres años presentando al ejército ruso como incompetente, corrupto y cobarde. Desde el agotamiento de las reservas de misiles tras sólo unas semanas de guerra, pasando por los microchips extraídos de las lavadoras para reparar material militar, hasta la infantería rusa luchando armada sólo con palas (¡!) debido a la falta de munición, todo servía para retratar a un ejército ruso al borde del colapso, que sólo necesitaba un poco más de tiempo, un poco más de esfuerzo y sacrificio para ser derrotado. Pero al fin y al cabo, la realidad es más tozuda que la propaganda…Cuando la propaganda choca con la realidadDe hecho, en los últimos tiempos, parte de la verdad ha ido saliendo poco a poco a la luz. El pasado mes de septiembre, por ejemplo, el comandante de la Fuerza Aérea de Estados Unidos en Europa y África advertía de que «el ejército ruso es cada vez más grande y mejor de lo que era al principio de la guerra» o, hace tan sólo unos días, el secretario general de la OTAN lamentaba que Rusia estuviera produciendo en tres meses ¡tantas armas y municiones como toda la OTAN en un año!¿Y qué hay de las bajas? Según lo que dicen los ucranianos (y repite acríticamente la prensa) ya ha habido más de un millón de soldados rusos muertos. Sin embargo, a pesar de todo el esfuerzo y la investigación en obituarios, prensa, redes sociales rusas, etc., el proyecto Mediazona/BBC sólo puede llegar a 95.000 soldados rusos muertos confirmados, estimando que podrían ser (quizás) hasta 165.000. Según las proporciones militares, esto aún podría significar entre 300.000 y 500.000 soldados heridos…Una carnicería. ¿Pero de tal magnitud que podría agotar los recursos humanos del ejército ruso? Incluso tomando las estimaciones más exageradas, incluso imaginando que ninguno de los heridos pudiera volver al campo de batalla tras su convalecencia, esto significa la pérdida de 18.000 hombres al mes. Sin embargo, la OTAN estima que el ejército ruso ha estado reclutando hasta ahora unos 30.000 soldados al mes. Y para que el espíritu patriótico no decaiga, el gobierno ruso no ha dudado en pagar y muy bien a todos aquellos que se alistan voluntariamente.Por parte ucraniana, el otro día Zelensky juraba que sólo habían muerto 46.000 soldados ucranianos desde el comienzo de la guerra. En realidad, la cifra es muchas veces superior en magnitud. Los mismos recursos y técnicas que Mediazone/BBC han utilizado para calcular el número de muertos rusos no se han empleado para medir las bajas ucranianas. Empíricamente, se puede comprobar la grotesca expansión de los cementerios por toda Ucrania… En las guerras modernas, la mayoría de las muertes son consecuencia de la artillería y los bombardeos. Ahora bien, en una guerra en la que los rusos siempre han gozado de superioridad en estas armas, sería extraño que perdieran más hombres que los ucranianos. Estos últimos, a pesar de las sucesivas movilizaciones, la prohibición de que los varones adultos abandonen el país y el hecho de que están (según los políticos y los medios de comunicación occidentales) luchando contra un ejército de borrachos armados con palas y chips de lavadora, sufren sin embargo una aguda escasez de tropas. Y no es casualidad ni incompetencia burocrática que personal especializado de la fuerza aérea haya sido transferido directamente a las trincheras.Esta escasez de carne de cañón se debe no sólo a los que caen en el campo de batalla, sino también a los que huyen de él: ¡ha habido más de 100.000 deserciones desde el comienzo de la guerra! O el equivalente a 20 brigadas con todos sus efectivos.Hace poco, la historia de la 155ª Brigada «Ana de Kiev» ocupó (algunos) titulares. En una operación «prestigiosa», totalmente entrenada y equipada en Francia según los estándares de la OTAN, esta formación de élite experimentó sus primeras deserciones durante el entrenamiento (cincuenta), pero fue cuando se acercó a la línea de batalla cuando se esfumó: ¡un total de más de 1.700 «abandonos no autorizados», en otras palabras, «deserciones» de unos 2.500 hombres! Este pequeño episodio no puede ser más elocuente sobre el estado de la moral en el ejército ucraniano y la moral de los soldados -como decía Napoleón, que algo sabía de la guerra- es proporcional a la fuerza del ejército 3 a 1…¿En cuanto al suministro de armas y municiones...? Durante mucho tiempo, «el tiempo que haga falta» fue un mantra repetido constantemente por los gobiernos occidentales, que aseguraban a Ucrania que le suministrarán todo el dinero y las armas que necesitará para derrotar a los rusos. Pero en realidad, la OTAN no estaba en absoluto preparada para esta guerra. En las últimas décadas, los ejércitos estadounidenses y europeos no han sido diseñados para una guerra masiva y de desgaste contra un rival, sino para guerras relámpago y «operaciones policiales» en África u Oriente Medio contra enemigos mucho más débiles y tecnológicamente vulnerables. Ya tras la fracasada contraofensiva ucraniana de 2023, empezaron a saltar las alarmas sobre el nivel peligrosamente bajo de armas almacenadas en los arsenales occidentales. A pesar de los fuertes llamamientos para aumentar la producción de armas, esto no ha tenido éxito, o para utilizar las palabras menos educadas de un general belga retirado, la producción de armas en Europa está en «la mierda profunda».En cuanto a la capacidad real de la OTAN para suministrar armas a Ucrania, resulta bastante ilustrativo y simbólico que Canadá, en el tercer aniversario del inicio de la guerra, con Trudeau personalmente presente en Kiev, sólo pueda entregar simuladores de vuelo de F16 a los ucranianos... ¡pero no cazas de verdad!Toda la guerra fue, de hecho, un enorme error de cálculo por parte de los imperialistas occidentales. En 1941 Hitler pensó que todo lo que tenía que hacer era dar una patada en la puerta y todo el edificio soviético se derrumbaría. Al comienzo de la guerra, los estadounidenses y los europeos pensaban que Rusia era «una gasolinera disfrazada de país». Estaban convencidos de que mediante sanciones y presiones económicas y financieras conseguirían sumir a la economía rusa en el caos: «del rublo a los escombros» -bromeó Joe Biden, que no dudó en afirmar que «Putin tiene que irse» y, de forma aún menos diplomática, le llamó «carnicero». Sin embargo, en contra de las expectativas del presidente estadounidense y de sus compinches europeos, la economía rusa no se ha hundido, los rusos no se han rebelado en masa ni han derrocado a su gobierno en una «revolución de colores» soñada por Occidente, que les permitiría sentar a algún Navalny en el Kremlin, asegurar las inmensas riquezas naturales del país y tal vez incluso dividir Rusia en varios pequeños Estados, destruyéndola para siempre.De hecho, la economía rusa ha demostrado ser extremadamente resistente. Mientras Occidente ha aprobado sucesivos paquetes de sanciones (¡la UE va por él 16º!), y Europa en particular ha sufrido las consecuencias de haber cancelado el suministro de energía barata, los rusos han experimentado una bonanza económica inusitada gracias a los altos precios del gas y el petróleo en los mercados mundiales y los gastos y pedidos militares del gobierno, que han impulsado su economía. La pérdida de protagonismo de Occidente en la economía mundial también se ha hecho patente con esta guerra: los rusos se han saltado las sanciones, importando y exportando a otros países, y el gobierno ha podido (hasta ahora) financiar el esfuerzo bélico, mantener la paz social y el apoyo de la mayoría de la población. No sentimos ninguna simpatía por Putin, un dirigente capitalista reaccionario. Pero hay que decir la verdad. Varios gobernantes han caído desde febrero de 2022, pero ninguno de ellos era Vladimir Putin. ¡Y ahora Trump!«América primero» significa necesariamente “el resto del mundo en último lugar” y eso incluye a Europa. Durante mucho tiempo los europeos tuvieron la ilusión de ser socios iguales de los estadounidenses, pero ahora con Trump están despertando a la dura realidad de que son, de hecho, meros vasallos. Trump es un multimillonario reaccionario enemigo de la clase obrera que siempre defenderá los intereses de su clase. De eso no cabe duda. Sin embargo, también es un acelerador de la historia y, tanto a través de su estilo personal como de la estrategia con la que trata de defender los intereses de su clase, está exponiendo, para que todo el mundo lo vea, la verdadera dinámica del poder en la sociedad estadounidense y en las relaciones internacionales.Tomemos el ejemplo de las tierras raras de Ucrania. En lugar de firmar cheques en blanco del gobierno a Zelensky en forma de préstamos como hizo Biden, sabiendo (¿sabía este último?) que nunca serían devueltos, ¡Trump ha hecho públicas sus demandas sin filtro sobre los minerales de tierras raras de Ucrania como forma de ser compensado! ¡Es divertido observar la indignación hipócrita de la burguesía liberal europea! Cuando The Economist denuncia que «Estados Unidos tiene una presidencia imperialista» estamos seguramente ante un caso extremo de amnesia o de Alzheimer. Porque cuando, no hace mucho, se denunciaba que en plena guerra en Ucrania se estaban vendiendo sus mejores y más fértiles suelos a fondos de inversión occidentales, o cuando la estadounidense Blackrock se posicionó para «reconstruir» Ucrania, aquí nadie gritó «imperialismo». Al contrario, se acogió con satisfacción la «integración económica» de Ucrania con Occidente. Y muy significativamente, tampoco nadie se rasgó las vestiduras y gritó «imperialismo» cuando fue el propio Zelensky, en su famoso «Plan de Paz» quien ofreció «acceso a sus vastos yacimientos de uranio, litio, titanio, con el objetivo de atraer inversiones extranjeras» y tratar así de mantener a bordo a sus guardianes occidentales... ¿Quizás Zelensky no debió hacer esa promesa...? Ahora Trump simplemente la ha exigido, con la rudeza y la franqueza de un hombre de negocios acostumbrado a la jungla inmobiliaria de Manhattan…Pero más importante que el estilo, a diferencia de Biden y de anteriores administraciones estadounidenses, el actual inquilino de la Casa Blanca y su equipo parecen haber comprendido los límites del poder estadounidense. La característica esencial de la política internacional es el declive relativo de Estados Unidos (que, no obstante, sigue siendo la potencia más poderosa del mundo) y el ascenso de nuevas potencias como China y, en menor medida, incluso Rusia.Trump es consciente de que Estados Unidos no tiene capacidad para ser el «policía del mundo» como lo fue en décadas anteriores. Sus acciones no están guiadas por ningún deseo de paz y armonía, sino por la comprensión realista de que Estados Unidos debe atrincherarse en su hemisferio, fortaleciendo su dominio en sus tradicionales esferas de influencia, para recuperarse, fortalecerse y poder concentrarse en el Pacífico donde emerge la potencia que amenaza con suplantarlo: China.Muchos llaman loco a Trump, pero como diría Shakespeare, «hay método en su locura». ¿Los aranceles, por ejemplo, amenazan el comercio mundial? Para Trump, los aranceles son tanto un mecanismo para ejercer presión política sobre sus aliados, alias «vasallos», como un medio para promover la reindustrialización de Estados Unidos a costa de ellos -que lo consiga o no es otra cuestión-... Pero desde la perspectiva de Trump, Estados Unidos también se ha debilitado a sí mismo subvencionando al resto del «mundo libre» tanto a través de la asistencia militar como de déficits comerciales crónicos. Por eso Trump se vuelve contra sus «aliados» europeos y los intimidan con amenazas de aranceles y exigencias de aumentos drásticos de su gasto militar «o si no»....Vale la pena señalar que las tendencias proteccionistas no comenzaron con Trump, son una característica de la crisis capitalista sistémica en desarrollo. Biden, por ejemplo, no canceló ninguno de los aranceles impuestos por Trump en su primer mandato e incluso, a través de su mal llamada «ley de reducción de la inflación», promovió la deslocalización de industrias a Estados Unidos a través de incentivos masivos, aumentando drásticamente la guerra comercial con Europa que se está cocinando a fuego lento. América Primero y el proyecto de UcraniaEn sus primeras semanas en el cargo, Trump ha provocado sucesivas sacudidas, pero el reposicionamiento de Estados Unidos en relación con Ucrania ha sido, sin duda, el mayor cambio de placa tectónica hasta el momento. En Europa, el asombro y la furia van de la mano de las recriminaciones contra Trump. Incluso Zelensky acusó públicamente a Trump de vivir en una burbuja de desinformación rusa.Pero cuando se trata de Ucrania, el «loco» Trump muestra más pragmatismo que su predecesor mentalmente disminuido en la Casa Blanca y que todos los políticos «realistas» que se amontonan en Europa.Incluso bajo Biden, el objetivo de Estados Unidos nunca fue «salvar a Ucrania»; de hecho, en los últimos tres años, ¡no ha hecho más que destruirla! Pocas semanas después del inicio de la guerra, en su primera visita a Kiev, el entonces Secretario de Defensa estadounidense no pudo ser más claro: «queremos ver a Rusia debilitada». Nunca se trató de Ucrania, de la defensa de su integridad territorial o de su soberanía, de la defensa de su cultura o de su pueblo. Se trataba de «hacer una inversión para neutralizar al ejército y la armada rusos durante la próxima década».Pero no. En lugar de debilitarse, el ejército ruso ha crecido en número y poder. Ni todas las sanciones del mundo (y Rusia es el país más sancionado de la historia) han impedido que el gobierno ruso haya podido gastar en recursos militares tanto como toda Europa junta el año pasado... A largo plazo esto será insostenible para el capitalismo ruso, pero por ahora y durante todo un periodo por delante, Rusia puede permitirse mantener esta guerra. Es más. Desde el inicio del conflicto ha cimentado sus relaciones comerciales, políticas e incluso militares con otros países, estableciendo alianzas con Irán y Corea del Norte que, se piense lo que se piense de ellos, tienen una notable industria militar y han ayudado a Rusia en su enfrentamiento con la OTAN.Pero el ejército ruso se ha reforzado no sólo porque el gobierno ha invertido mucho en el ámbito militar. Estos tres años de guerra han permitido a los rusos probar sus armas y las de Occidente, perfeccionando sus capacidades logísticas y sus conocimientos tácticos. Los rusos tienen ahora el ejército más experimentado en el campo de batalla, probado y forjado en el barro de las trincheras, el hierro fundido de las explosiones y la sangre derramada en las estepas de Ucrania. Y esto no es un detalle para dejarlo en una nota a pie de página....La «locura» de Trump fue darse cuenta de esto y poner los intereses estadounidenses «primero». El objetivo de debilitar a Rusia o incluso derrotarla ha fracasado. Se han gastado enormes sumas de dinero y armas en este inútil empeño sin ningún resultado tangible. Peor aún, durante el mandato de Biden, los envíos militares disminuían porque los arsenales estadounidenses se vaciaban peligrosamente. Mientras tanto, la modernización militar china no se ha detenido.Esta es la realidad subyacente de la toma de decisiones en Washington. Independientemente del estilo de Trump o de las payasadas de Musk, el nuevo secretario de Defensa estadounidense ha enviado un mensaje a los europeos: Estados Unidos no puede centrarse principalmente en la seguridad europea debido a las «amenazas que emanan del Indo-Pacífico» y Europa debe ser responsable de su propia seguridad. Y en cuanto a Ucrania, ha declarado secamente que el ingreso en la OTAN está prohibido y que volver a las fronteras de 2014 es un objetivo poco realista. Lo que ha hecho la administración Trump, tras pocas semanas en el cargo y de un plumazo, es ceder a las principales exigencias de Putin al inicio de esta guerra, pero no porque Trump sea un activo controlado por los servicios secretos rusos, o porque esté «loco» o sea un «adorador de dictadores», sino porque simplemente ha reconocido la realidad que existe en el terreno militar y en la relación de fuerzas en el campo de batalla. Por mucho que les duela a los europeos. Para colmo de males, los estadounidenses y los rusos ya han iniciado conversaciones directas excluyendo tanto a los europeos como a los ucranianos de la mesa de negociaciones. Interesado en llegar a un acuerdo (que, de concretarse, irá más allá de Ucrania), Trump tiene buenas razones para querer excluirlos, ya que ni Kiev ni Bruselas quieren el fin de la guerra. Para los estadounidenses, el fin de la guerra significa el fin de una sangría de recursos sin gloria. Pero para la camarilla gobernante de Ucrania, el final de la guerra significa su propio final. Y si no huyen del país poco después, se arriesgan a que el «final» no sea meramente político... en cuanto a los europeos... cunde el pánico.A diferencia de Trump, que ya ha dicho que hay un «océano grande y hermoso» entre él y Rusia, la paz (y la paz realizada en los términos de Putin) significa una profunda derrota estratégica para las burguesías europeas. En primer lugar, tendrán que enfrentarse a un oso ruso furioso y curtido en mil batallas en sus fronteras. En segundo lugar, un acuerdo alcanzado entre rusos y estadounidenses permitirá a estos últimos desviar recursos de Europa al Pacífico, aislando aún más a los europeos. En tercer lugar, ni siquiera es seguro cómo y si se reanudarán las relaciones comerciales entre rusos y europeos, con estos últimos (ahora) dependientes de suministros energéticos (más caros) de Estados Unidos y otros destinos, con una economía estancada y la necesidad de aumentar exponencialmente el gasto en defensa. El declive de Europa se profundizará, la relativa paz social se fracturará y la propia Unión podría colapsar con la aparición de partidos de extrema derecha y, sobre todo, con los intereses de clase de cada burguesía y cada país tirando en direcciones diferentes. En el futuro veremos países gravitando hacia Rusia, otros se mantendrán en la órbita norteamericana y algunos pueden verse arrastrados hacia la nueva ruta china de la seda.Por último, y no es poca cosa, todo el prestigio político de la clase dirigente europea quedará hecho añicos por esta guerra, una guerra evitable a la que fueron arrastrados por los estadounidenses, pero en la que acabaron apostando todas sus fichas como en una partida de ruleta. Los estadounidenses saldrán de esta guerra como salieron de Vietnam, Irak o Afganistán, con el orgullo herido, algunas cicatrices y un prestigio internacional sacudido. Sin embargo, ningún interés vital estadounidense se verá amenazado por la existencia de una base naval rusa en Crimea, por la anexión del Donbás o, como mínimo (¡incluso!), por la existencia de un gobierno títere en Kiev controlado por Moscú, ¡con el que se están preparando para llegar a un acuerdo en el que la división de Ucrania será una realidad! Por el contrario, los debilitados europeos seguirán sumidos en la crisis.¿Y qué tiene que ofrecer a Trump una Europa debilitada y dividida, que siempre ha apoyado a sus rivales internos? ¿Una relación comercial desequilibrada? ¿Un gasto militar permanente en seguridad europea? ¿Una arrogancia condescendiente? Para Trump, Rusia es una potencia militar con la que intentará acomodar esferas de influencia, organizar la explotación comercial del Ártico y asegurarse negocios en los campos de la energía, las tierras raras y las materias primas, de las que Rusia es uno de los principales productores mundiales. También existe la motivación añadida de intentar crear un cisma en la actual «asociación estratégica» entre Rusia y China. Con todo esto sobre la mesa, ¿cómo podría dudar Trump? Sólo si estuviera «loco», la verdad.... «La guerra es la partera de las revoluciones»Durante la guerra de Vietnam, las conversaciones de paz duraron años y no es plausible que se pueda llegar a un entendimiento entre estadounidenses y rusos en las próximas semanas. En realidad, los rusos no tienen ninguna ventaja en apresurar las negociaciones. Les conviene más guardar silencio y dejar que Trump, Zelensky y los europeos hablen. Cuanto más hablen, más profundas serán sus divisiones. Y en la medida en que puedan (los rusos), tratarán de provocar «sorpresas» en el campo de batalla para fortalecer mejor su mano en las negociaciones.El propio Trump tiene poco que hacer: en Ucrania se reconoce que no podrán sobrevivir más de seis meses sin la ayuda estadounidense. Basta con detener el suministro de armas y dinero. Con el intercambio de insultos y acusaciones entre Trump y Zelensky, es difícil imaginar cómo el Congreso estadounidense podrá aprobar nuevos paquetes de ayuda, incluso con el señuelo de las tierras raras ucranianas. Si para Estados Unidos es fácil imprimir dólares, no lo es tanto «imprimir» proyectiles de artillería, tanques, misiles y cañones antiaéreos. ¡Y este es el quid de la cuestión! En este momento, desde el punto de vista del imperialismo estadounidense, la apuesta más segura es retirarse del «proyecto Ucrania», concentrarse en el desafío de China y dejar a los europeos en la estacada y responsables de la guerra en su propio continente. ¡Algo que MAGA, la masa de seguidores de Trump en Estados Unidos, aprobaría en gran medida!En cuanto a los europeos, parece ser demasiado tarde para un giro de 180 grados: Starmer, Macron, Meloni, incluso el líder de la CDU alemana ahora elegido como canciller alemán, todos han invertido demasiado en el «proyecto Ucrania», todos están demasiado aterrorizados de quedarse solos con los rusos en sus fronteras. Todos ellos apoyarán a Ucrania hasta el final, ¡aunque no tengan los medios concretos para hacerlo! Irónicamente, en 2022, Estados Unidos presionó a una Europa reticente para que entrara en guerra, y ahora, en 2025, los europeos intentan amarrar a los estadounidenses a la guerra de Ucrania. La Comisión Europea destinará miles de millones más, pedirá prestado si es necesario, porque al final serán los trabajadores y no Von Der Leyen quienes paguen la factura. A instancias de estas damas y caballeros (incluidos Zelensky y sus compinches), la defensa de sus «valores europeos» se llevará a cabo a costa de los trabajadores y los jóvenes ucranianos, sólo para no quedar mal. Queda por ver si la clase obrera ucraniana se dejará llevar anestesiada al matadero o si incluso una facción del ejército, ante la inminencia de un colapso total del frente y del Estado (y quién sabe si con patrocinio estadounidense) no se adelantará y dará un golpe de Estado que permita pedir la paz a los rusos. Sin duda, los días de Zelensky y su régimen están contados.La derrota de Ucrania tendrá consecuencias dramáticas en toda Europa. Desde el principio, los comunistas revolucionarios nos hemos opuesto a esta guerra, no por consideraciones pacifistas o llamando al diálogo y a las negociaciones diplomáticas entre los ladrones imperialistas, como han hecho algunos en la izquierda, desarmando a los trabajadores sobre la verdadera naturaleza de la guerra, el capitalismo y el imperialismo y las tareas que nuestra clase debe asumir. Nos opusimos a la guerra desde nuestro propio punto de vista de clase.No sólo condenamos la invasión rusa, también condenamos la previa injerencia y desestabilización de Ucrania por parte del gobierno de EEUU (y sus aliados europeos), que conscientemente quisieron, prepararon y provocaron la confrontación con Rusia durante años.La actitud de los comunistas revolucionarios hacia la guerra no fue dictada por los horrores de la guerra, el sufrimiento y la muerte. La guerra sólo lleva los horrores del capitalismo a sus límites más extremos. Nuestra actitud está determinada por los intereses de clase de los potentados implicados en la guerra. Y, de hecho, esa es la cuestión decisiva: ¿qué clase está librando la guerra y con qué intereses?La posición de los comunistas revolucionarios viene determinada por su oposición irreconciliable a cualquier guerra emprendida por los imperialistas. Nuestra actitud ante la guerra en Ucrania viene determinada por las clases que la están librando. Ambos bandos son potencias imperialistas y, por lo tanto, nos oponemos a la guerra que están librando Rusia y la OTAN y su estado cliente, que utiliza al pueblo ucraniano como carne de cañón.Parte de la izquierda capituló ante nuestros imperialistas occidentales, asumiendo como propia la narrativa de «apoyar a Ucrania para que tenga una mejor posición en la mesa de negociaciones». Pues bien, ¡han pasado años! ¿Ha conseguido Ucrania esas magníficas «mejores posiciones negociadoras»? ¿Cuántos trabajadores, cuántos de sus hijos, han muerto en esta morbosa apuesta de casino? ¿Cuánta destrucción, muerte y miseria no se ha añadido a Ucrania? ¿Cuánto no nos harán pagar los capitalistas europeos por el rearme del continente y las próximas guerras que ya están preparando, aunque ésta aún no haya terminado?El periodo que se avecina será convulso, lleno de crisis pero también de oportunidades, y sólo hay una clase que anhela verdaderamente la paz y que será capaz de sacar a Europa del atolladero de la decadencia: la clase obrera. Sólo la lucha de los trabajadores, derrocando al capitalismo, podrá poner fin a la guerra y no hacer de la «paz» una tregua temporal para poder preparar la próxima matanza. Como hicieron Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg durante la Gran Guerra, proclamamos: «el enemigo principal está en casa».¡Paz entre los pueblos, guerra entre las clases!Trabajadores del mundo: ¡uníos!