Golpe de Estado en Gabón: la presión sigue aumentando en el continente africano

Image: own work

En las primeras horas de la mañana del miércoles 29 de agosto, 12 oficiales militares aparecieron en la televisión nacional de Gabón para anunciar que habían cancelado los resultados de las últimas elecciones, disuelto todas las instituciones estatales y cerrado las fronteras del país. Este último golpe militar contra un títere del imperialismo francés continúa un proceso que ya ha visto tomas del poder en varios países africanos, incluidos Níger, Malí y Burkina Faso.

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El principal puerto del país, en Libreville, fue cerrado y las autoridades se negaron a conceder permiso a los buques para salir. No quedó claro de inmediato si había aerolíneas operando en el país. Los oficiales se presentaron como miembros del “Comité para la Transición y la Restauración de las Instituciones” y declararon que representan a todas las fuerzas de seguridad y defensa de Gabón.

Los oficiales declararon que anulaban los resultados de las elecciones del sábado anterior (momentos después de su anuncio), en las que el presidente en ejercicio Ali Bongo Ondimba fue declarado ganador con poco menos de dos tercios de los votos (según la comisión electoral), en una elección que la oposición argumentó que era fraudulenta. Según los resultados publicados antes del golpe, el principal rival de Bongo, Albert Ondo Ossa, obtuvo sólo el 30,77 por ciento de los votos.

Los soldados amotinados proceden de la gendarmería, la guardia republicana y otros elementos de las fuerzas de seguridad. Los líderes golpistas dicen que el hijo y asesor cercano del presidente Bongo, Noureddin Bongo Valentin, está bajo arresto domiciliario por “traición”. Su jefe de gabinete, Ian Ghislain Ngoulou; además de su adjunto, dos asesores presidenciales,  y dos altos funcionarios del gobernante Partido Democrático Gabonés (PDG) también han sido arrestado, dijo un líder militar. Se les acusa de traición, malversación de fondos, corrupción y falsificación de la firma del presidente, entre otras acusaciones.

Farsa electoral y democrática

Aunque Gabón celebra elecciones multipartidistas, Ali Bongo ha mantenido el dominio político mediante una combinación de clientelismo y represión, habiendo sucedido a su padre cuando éste murió en 2009 después de 42 años en el poder. En enero de 2018, el gobierno promulgó una serie de enmiendas constitucionales que consolidaron aún más el poder ejecutivo y excluyeron las propuestas de la oposición. En abril de 2023, el parlamento votó a favor de revisar nuevamente la constitución, reduciendo el mandato presidencial de siete a cinco años y volviendo a la votación única. Esta fue otra maniobra diseñada para facilitar la reelección de Bongo por mayoría relativa en lugar de la regla del 50 por ciento más uno.

Las dos victorias anteriores de Bongo fueron cuestionadas como fraudulentas por los oponentes. Después de las elecciones de 2016, la oposición afirmó que la votación había sido manipulada y exigió un recuento, pero el tribunal constitucional del país lo rechazó. En una medida completamente escandalosa, que muestra cuán descaradamente corrupto es el sistema, el tribunal cambió parcialmente los resultados de las reñidas elecciones, otorgando al presidente Bongo el 50,66 por ciento de los votos y a su oponente, Jean Ping, el 47,24 por ciento.

El principal candidato de la oposición este año, Albert Ondo Ossa, se había quejado anteriormente de que muchos colegios electorales carecían de papeletas con su nombre, mientras que la coalición que representa afirmó que los nombres de algunos de los que se habían retirado de la carrera presidencial todavía estaban en las papeletas. Reporteros Sin Fronteras afirmó que a los medios extranjeros se les había prohibido poner un pie en el país para cubrir la votación.

A diferencia de Níger, Malí y Burkina Faso, Gabón no se ha visto azotado por la violencia yihadista en el período reciente y se lo considera relativamente estable. Las causas inmediatas del golpe, además de las elecciones fraudulentas, están relacionadas con la peligrosa situación económica y social, que ha dejado a las masas desilusionadas y enfurecidas. Según el Banco Mundial, casi el 40 por ciento de los gaboneses de entre 15 y 24 años estaban desempleados en 2020.

Gabón es miembro del cártel petrolero de la OPEP y tiene una producción de unos 181.000 barriles de crudo por día, lo que lo convierte en el octavo productor de petróleo del África subsahariana. Gabón está clasificado como un país de ingresos medios altos, con un PIB per cápita superior al de sus vecinos. Sin embargo, los indicadores sociales están por detrás de la riqueza general del país.

A pesar de que la economía de Gabón se benefició de los altos precios del petróleo en 2022, el aumento de los precios mundiales de la energía también ha generado altos costes fiscales. Esto, a su vez, afectó el gasto social de la clase trabajadora y los pobres. La recuperación económica de Gabón alcanzó el 3,1 por ciento en 2022. La balanza comercial y las finanzas públicas del país se beneficiaron de los altos precios de las materias primas. Como resultado, Gabón registró en 2022 su mayor superávit presupuestario desde 2014.

Sin embargo, el impacto de la guerra en Ucrania y los efectos de la pandemia de COVID-19 en las cadenas de suministro han hecho subir los precios de los alimentos y la energía. Los sectores más pobres de la sociedad gabonesa se vieron gravemente afectados por el fuerte aumento de la inflación. Luego, en un intento por contener el coste creciente de los subsidios a los combustibles, el gobierno decidió “liberalizar” los precios de los combustibles para las grandes industrias, manteniendo al mismo tiempo los precios para los hogares. En efecto, echaron la crisis sobre los hombros de los trabajadores y los pobres.

Como resultado, el gasto gubernamental en subsidios a los combustibles ha aumentado enormemente y hoy representa el 0,7 por ciento del PIB. Esto es más de dos tercios de lo que se gasta en salud y más de la mitad del presupuesto público en educación. Esto ha ejercido una enorme presión sobre la gente corriente, que lucha simplemente por sobrevivir.

En 2021, la tasa de desempleo se situó en el 21,8 por ciento. También existe una gran brecha entre el desarrollo económico de las poblaciones urbanas y rurales. Además, los alquileres urbanos se dispararon como resultado del éxodo de las zonas rurales a las ciudades. Los alquileres son un 155 por ciento más altos que en Sudáfrica, la economía más desarrollada del continente. Cuatro ciudades importantes albergan a más del 85 por ciento de la población de Gabón. Esto por sí solo representaba una bomba de tiempo.

El 33,4 por ciento de la población de Gabón vive en la pobreza, a pesar de la enorme riqueza petrolera del país y su pequeña población de sólo 2,4 millones de personas. Por otro lado, Bongo una vez importó nieve artificial al Palacio Presidencial para que su familia pudiera disfrutar de una blanca Navidad.

Amenaza de tormenta

Un claro indicador de la tormenta que se avecinaba fueron las manifestaciones masivas y los movimientos de huelga de docentes, estudiantes universitarios y trabajadores de la educación en 2019 contra las nuevas reformas de las becas y tasas universitarias. Semanas de protestas estudiantiles azotaron el país. Manifestaciones callejeras masivas contra nuevas contrarreformas se extendieron a las principales ciudades circundantes a la capital, dando lugar a mítines de protesta e inspirando protestas estudiantiles en otras ciudades.

Este fue un movimiento poderoso que conmocionó al régimen. En respuesta, el gobierno retiró la ley. Sin embargo, la ira no fue sofocada, sino que sólo quedó latente. El régimen en su conjunto estaba aterrorizado de que las elecciones fraudulentas y la perspectiva de otro mandato del impopular Ali Bongo, que presidió durante el período de crisis, amenazaran con reavivar el movimiento. Por lo tanto, los oficiales militares decidieron actuar con decisión y destituir a Bongo para frenar una explosión social que se estaba gestando.

Después del golpe, se vio a gente bailando y celebrando en las calles de la capital, Libreville. Algunos gritaban “¡liberados!” mientras ondeaba la bandera de Gabón en el distrito de Nzeng Ayong, junto a vehículos militares. Dada la vergonzosa desigualdad en Gabón y el odio hacia la élite gobernante corrupta, con Bongo a la cabeza entre ellos, esta reacción no debería sorprender. Hay muy poca simpatía entre sus compatriotas por este parásito derrocado y títere imperialista.

Otro golpe al imperialismo francés

Este es otro golpe al imperialismo francés en África. En la actualidad, un sentimiento de odio profundamente arraigado hacia el imperialismo francés recorre África occidental y central. En Níger, que sufrió su propio golpe de Estado hace unas semanas, las manifestaciones antifrancesas se han intensificado después de que el embajador francés se negara a abandonar la embajada tras su expulsión por parte del gobierno militar.

La junta respondió cortando el suministro de agua y electricidad a la embajada. Inmediatamente estallaron manifestaciones en apoyo al gobierno militar, con manifestantes que portaban pancartas con consignas antifrancesas. Actualmente amenazan con asaltar la embajada y una base militar donde están estacionados soldados franceses si el embajador no se marcha. Este sentimiento está muy extendido en toda el África francófona.

Bongo es un antiguo aliado del imperialismo francés en África Central. En un momento en que el sentimiento antifrancés se estaba extendiendo en muchas antiguas colonias, Bongo, educado en Francia, se reunió con el presidente de Francia, Emmanuel Macron, en París a finales de junio y compartió fotografías de ellos dándose la mano. Como se puede imaginar, esto no ayudó mucho a su popularidad.

El portavoz del gobierno francés, Olivier Veran, declaró que París condena el golpe de Estado en Gabón y quiere que se respete el resultado electoral. Anteriormente, la primera ministra Elisabeth Borne dijo que Francia sigue los acontecimientos en Gabón «con la mayor atención». El lunes, el presidente Emmanuel Macron denunció lo que llamó una “epidemia” de golpes de Estado en los últimos años en el África francófona, desde Mali y Burkina Faso hasta Guinea y, más recientemente, Níger.

Lo que realmente refleja esta “epidemia” es una furia revolucionaria generalizada contra la situación cada vez más insoportable creada por la crisis mundial del capitalismo. Esto se combina con un poderoso sentimiento antiimperialista y lo exacerba. Pero en ausencia de un movimiento obrero fuerte y organizado que ofrezca dirección política, sectores de las fuerzas del Estado pueden ascender al poder tras el colapso de la autoridad de estos regímenes títeres del imperialismo, en algunos casos, descansando sobre este estado de ánimo e, incluso, dándole  expresión.

El proceso se profundiza

En su discurso anual del Día de la Independencia, el 17 de agosto, Bongo dijo: “Si bien nuestro continente se ha visto sacudido en las últimas semanas por crisis violentas, tengan la seguridad de que nunca permitiré que ustedes y nuestro país Gabón sean rehenes de intentos de desestabilización. Nunca». Esta es una promesa que Bongo claramente no ha cumplido. Su derrocamiento ha puesto fin a 56 años de control del poder por parte de su familia en Gabón.

Gabón es uno de los países más ricos de África en términos de PIB per cápita y anteriormente fue un importante aliado productor de petróleo de Occidente en general, y de Francia en particular. Tras una ola de tomas de poder militares en países de África occidental, este último golpe en la región de África Central ha profundizado todo el proceso.

De hecho, este ha sido el octavo golpe en las antiguas colonias francesas en África en los últimos tres años. En un país tras otro se están acumulando fuerzas enormes en las profundidades de la sociedad. Estas grietas en la cima del Estado son un reflejo de estos procesos más profundos. Las fuerzas revolucionarias de la revolución africana se están preparando.

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