Globalización e imperialismo

Spanish translation of Globalisation and Imperialism by Mick Brooks (April 11, 2006)

Contrariamente al uso popular que hacen los medios de comunicación y los distintos comentaristas económicos y políticos, la “globalización” no es un término objetivo o neutral que simplemente describe la economía mundial contemporánea.
En muchos sentidos es la “gran idea” de los apologistas modernos del capitalismo. Después del colapso de la Unión Soviética nos hicieron creer que el capitalismo había vencido. Y si el capitalismo ganó, entonces debió ser por su propia superioridad inherente como sistema económico. Ahora es la única alternativa, así que adiós Unión Soviética significa adiós a una alternativa socialista viable.
In Defence of Marxismo y Socialist Appeal siempre hemos estado en contra de esta postura. (Ver por ejemplo el libro de Ted Grant Rusia: de la revolución a la contrarrevolución). Primero nos concentraremos en la globalización como la ideología del capitalismo triunfante.
La globalización está estrechamente vinculada a la ideología del neoliberalismo. Los dos conceptos comparten una clase de división del trabajo. Mientras que la globalización defiende la victoria inevitable de las fuerzas del mercado sobre todo lo demás, el neoliberalismo nos dice que todo este sistema es el mejor.
Como veremos, la globalización es una noción bastante resbaladiza, es más una palabra altisonante que un concepto explicativo. El teórico de la Tercera Vía de Tony Blair, el profesor Anthony Giddens, ha escrito todo un libro sobre la globalización sin definir el término. (Runaway World. Profile Books. 2002).
Bob Sutcliffe y Andrew Glyn, en su artículo Measures of Globalisation and their Misinterpretaion afirman cuidadosamente los dos significados alternativos que se dan a esta palabra.
“No dudamos de que la globalización en uno de sus significados el que se extiende a las relaciones capitalistas de producción y distribución sea una de las características principales de los últimos cincuenta años... El debate de la globalización, sin embargo, está principalmente expresado en términos de otro concepto: la creciente integración internacional de la actividad económica... En nuestra opinión el grado de globalización en este sentido, así como su novedad, se ha exagerado mucho”. (The Handbook of Globalisation. Ed. J. Michie. Pub. Edward Elgar 2003).
John Ralston Saul perfila bastante bien las principales tendencias interrelacionadas pronosticadas por la teoría de la globalización:

“El poder del estado nacional está languideciendo.
“Estos estados, por lo que sabemos, incluso podrían estar agonizando. En el futuro, el poder residirá en los mercados globales.
“De este modo, es la economía, no la política ni los ejércitos, lo que da forma a los acontecimientos humanos.
“Estos mercados globales, liberados de los estrechos intereses nacionales y las regulaciones inhibidoras, poco a poco establecerán la correlación económica internacional...
“Estos mercados desatarán oleadas de comercio. Y estas oleadas a su vez desatarán una amplia marea económica de crecimiento.
“Esa marea a su vez permitirá que avancen todos los barcos, incluidos los de los pobres, ya sea en Occidente o en el mundo en vías de desarrollo.
“La prosperidad resultante permitirá crear individuos que convertirán las dictaduras en democracias...” etc., etc., (The Collapse of Globalism and the Reinvention of the World. Viking. Canadá. 2005. p. 15).
“La creciente integración internacional de la actividad económica” es el principio central de los que llamaríamos “globalizadores”. Nuestro argumento es que el capitalismo no puede conseguir un desarrollo integrado, equilibrado, que finalmente saque a todos de la pobreza y cree prosperidad para todos. En ese sentido el prospecto de la globalización es un fraude.
Además, todos los profetas, expertos y charlatanes han añadido más equipaje al concepto. Los globalizadores prevén flujos de capital que permitirán a los países pobres por primera vez convertirse en ricos gracias a la transferencia de tecnología avanzada. Como dijo el multimillonario James Goldsmith: “Durante los últimos años, cuatro mil millones de personas de repente han entrado en la economía mundial”. Y nosotros preguntamos: ¿Dónde estaban antes estas personas?
Algunos comentaristas incluso ven la homogeneización de las diferentes culturales nacionales como una gigantesca mezcla de marcas globales alimentada por estos flujos de capital. Tony Blair, con su pereza intelectual que le caracteriza, se unió al club y dice lo siguiente: “Quejarse de la globalización es tan inútil como intentar ir contra la marea”. Él y otros dirigentes reformistas han dado la bienvenida a esta palabra altisonante no para luchar por mejores salarios y condiciones laborales, sino como una justificación ideológica de su capitulación ante el capitalismo.
Algunos de sus análisis parecen reales. El problema es que los trabajadores pueden y pierden sus empleos cuando las empresas deslocalizan su producción para encontrar mano de obra más barata. Las multinacionales prefieren contaminar el medioambiente si eso cuesta menos y si es necesario enfrentan a distintos países ente sí en busca de un destino mejor para su inversión, exigiendo impuestos más bajos o despedazando las leyes laborales protectoras. La retórica de la globalización es muy realista para los trabajadores amenazados.
Pero, como demuestra la cita de El Manifiesto Comunista que reproducimos a continuación, estos ataques existen desde hace mucho tiempo. El enemigo no es la “globalización”, es el capitalismo. La idea de que el capitalismo tiene un alcance global no es propiedad exclusiva de los teóricos de la globalización. Esta idea fue planteada primero por Marx y Engels en El Manifiesto Comunista publicado en 1848:
“La burguesía, al explotar el mercado mundial, da a la producción y al consumo de todos los países un sello cosmopolita. Entre los lamentos de los reaccionarios destruye los cimientos nacionales de la industria. Las viejas industrias nacionales se vienen a tierra, arrolladas por otras nuevas, cuya instauración es problema vital para todas las naciones civilizadas; por industrias que ya no transforman como antes las materias primas del país, sino las traídas de los climas más lejanos y cuyos productos encuentran salida no sólo dentro de las fronteras, sino en todas las partes del mundo. Brotan necesidades nuevas que ya no bastan a satisfacer, como en otro tiempo, los frutos del país, sino que reclaman para su satisfacción los productos de tierras remotas. Ya no reina aquel mercado local y nacional que se bastaba así mismo y donde no entraba nada de fuera; ahora, la red del comercio es universal y en ella entran, unidas por vínculos de interdependencia, todas las naciones. Y lo que acontece con la producción material, acontece también con la del espíritu. Los productos espirituales de las diferentes naciones vienen a formar un acervo común”.
En aquel momento esta declaración no resultaba nada obvia. Sólo un país, Gran Bretaña, en 1848 podía ser considerado industrializado. Gran Bretaña era entonces responsable del 40-50 por ciento de la producción industrial del mundo. Incluso así, una vista aérea de Gran Bretaña habría mostrado una industria concentrada en pocos condados, con vastas zonas de tierra aparente no afectadas por la fuerza transformadora del capitalismo. En su época el Manifiesto fue un documento profético.

Los conceptos de imperialismo


Una generación posterior de marxistas ya podría afirmar cómo el alcance global del capital había impactado en la economía mundial y en las relaciones entre las clases. En los años previos a la Primera Guerra Mundial Lenin trató esta cuestión en El imperialismo fase superior del capitalismo, una obra escrita en 1916.
Lenin afirmaba que el capitalismo competitivo de la época de Marx había sido sustituido por una economía dominada por los monopolios. Así mismo, la época del libre comercio descrita por Marx se había sustituido por la edificación de barreras arancelarias. Una manera de saltar sobre las tarifas arancelarias fue invertir en otros países para producir allí en lugar de tener que exportar a ese país. De este modo, la exportación de capital ha sustituido a la exportación de mercancías. Esas tarifas arancelarias fueron impuestas por los distintos bloques de capital nacional para defenderse entre sí. Las potencias imperialistas se dividieron el resto del mundo como colonias y esferas de influencia. Todas estas tendencias tienen sus raíces en el cambio de la forma de producir plusvalía.
“Conviene dar una definición del imperialismo que contenga sus cinco rasgos fundamentales siguientes, a saber:
1) la concentración de la producción y del capital llegada hasta un grado tan elevado de desarrollo que ha creado los monopolios, que desempeñan un papel decisivo en la vida económica;
2) la fusión del capital bancario con el industrial y la creación, sobre la base de este ‘capital financiero’, de la oligarquía financiera;
3) la exportación de capital, a diferencia de la exportación de mercancías, adquiere una importancia particular;
4) la formación de asociaciones internacionales monopolistas de capitalistas, las cuales se reparten el mundo, y
5) la terminación del reparto territorial del mundo entre las potencias capitalistas más importantes”. (Lenin. El imperialismo fase superior del capitalismo).
Karl Kautsky, dirigente del Partido Socialdemócrata Alemán y de la Segunda Internacional, considerado ampliamente como el “Papa del marxismo” en su época, estaba de acuerdo y ayudó a formular el concepto de imperialismo. Pero en su obra de 1914, Superimperialismo, y en otros escritos, desarrolló una idea diferente.
Kautsky en Superimperialismo escribía lo siguiente: “El imperialismo, de este modo, está cavando su propia tumba. De ser un medio para desarrollar el capital se está convirtiendo en un obstáculo para ello”. El siguiente subtítulo demuestra qué pensaba:

“La próxima fase: superimperialismo
“Desde un punto de vista puramente económico, no obstante, no hay nada que pueda impedir esta explosión violenta [el estallido de la Primera Guerra Mundial] que finalmente sustituya el imperialismo por una sagrada alianza de imperialistas. Cuanto más dure la guerra, más agotados estarán todos los participantes y les hará recular de una pronta repetición del conflicto armado, y más cerca estarán de esta solución duradera, sin embargo, es poco probable que ocurra por el momento”. (K. Kautsky. Ultra-imperialism).
Hay que observar la diferencia entre la posición de Kautsky con la de Lenin y sus correligionarios, como era el caso de Nicolai Bujarin. Kautsky considera el imperialismo una “política” adoptada por las grandes potencias, como si fuera una forma de vestirse de las naciones capitalistas y que podían cambiarse cuando les convenía. Lenin veía el imperialismo como una necesidad del capitalismo en su etapa final de desarrollo. No empezaba con la política colonial, sino que surgía del desarrollo económico capitalista.
Kautsky no fue el precursor intelectual directo de los defensores de la globalización. Estos últimos siempre han asido apologistas del capitalismo y consideraban la globalización como la “fase más elevada del capitalismo”. Pero sí comparten algunas de sus ideas y actitudes. Él creía que el sistema capitalista es racional, presumiblemente porque los capitalistas individuales normalmente no son unos chiflados.
Como se desprende de la cita anterior, creía que cuando los capitalistas vieron el abismo en 1914 encontraron un camino para salvarse. En realidad, lo que hicieron fue hundirse. Es probable que todas las potencias en guerra, con la excepción de EEUU, se vieran a sí mismas como las perdedoras después del cese de hostilidades en 1918. Pero ocurrió exactamente lo mismo veinte años después.
En un reciente libro de Jared Diamond −Collapse− se trata el colapso de sociedades que se enfrentan a un contexto cambiante y a otras condiciones. Uno de estos ejemplos fue la desaparición de los vikingos que habían hecho de Groenlandia su casa al principio de la Edad Media. Después los vikingos se enfrentaron a una “mini edad de hielo”. (Collapse: how societies choose to fail or survive. Penguin Books. 2005). Las razones de su desaparición son complejas y no se tratan en la explicación de Diamond. Aquí sólo haremos la observación de que los vikingos murieron de hambre porque no pudieron seguir manteniendo su ganado, mientas los esquimales sobrevivieron gracias a la pesca.
Si Kautsky hubiera vivido en aquella época habría llegado a la conclusión de que la Groenlandia vikinga debería haber “copiado” a los esquimales para poder seguir viva. Pero no lo hizo y no es porque los vikingos fueran unos estúpidos. Si no porque estaban atrapados en un modo de producción que les fue muy útil y durante toda una época no tuvieron la necesidad de cambiarlo.
De la misma forma, las grandes empresas que surgieron a principios del siglo XX vivían muy bien con una estrategia de alianzas alternas con algunos rivales y acabando con la competencia. Estas empresas también estabas atadas a su estado nacional. El estado cada vez participó más en estos enfrentamientos y esto llevó a una guerra que fue catastrófica para el sistema en su conjunto, provocando una masiva destrucción de fuerzas productivas y vidas humanas.
Bujarin explica que las alianzas pacíficas preparan el terreno para guerras y a su vez menguan progresivamente las guerras, las unas condicionan a las otras, provocando formas alternas de lucha pacífica y no pacífica, sobre una y la misma base de conexiones y relaciones imperialistas dentro de la economía y política mundial. (Imperialism and World Economy. Merlin Press. 1972).
En otras palabras, no es la “elección” de los imperialistas. El impresionante panfleto de Bujarin fue escrito un año antes que el de Lenin. Este último hizo la introducción, parece probable que Lenin escribiera su propio libro al perderse el manuscrito de Bujarin que no se recuperó hasta después de la Revolución de Octubre de 1917.
Esperamos habernos deshecho del argumento de que el capitalismo detendrá la guerra porque eso es lo que interesa a los capitalistas. Esto es sólo una aplicación del argumento de Kautsky (y también de los actuales globalizadores) de que el capitalismo es un sistema racional. Kautsky planteó la idea de que el imperialismo no era la fase superior del capitalismo (como había subtitulado Lenin a su libro en 1916) sino que terminaría triunfando a través de otra etapa superior (superimperialismo) que no necesitaría alimentarse con la guerra.
Lenin había analizado el desarrollo capitalista como algo inevitablemente desigual, contradictorio, plagado de crisis y sangriento. Creemos que estas son las características básicas del sistema y que lo seguirán siendo hasta su derrocamiento. Nosotros consideramos que la actual teoría de la globalización que niega esto es una teoría totalmente equivocada.
Lenin utilizó el análisis marxista para su argumentación contra la teoría del superimperialismo. La primera pregunta que dirigió a Kautsky fue: ¿cuál era el futuro del desarrollo capitalista? ¿Pasaría del enfrentamiento a la armonía? Lenin negó que existiera ningún signo real que demostrara que el superimperialismo (el equivalente a la “globalización” de 1914) era el futuro. Realmente la perspectiva de Kautsky en 1914 de que las potencias imperialistas podrían llegar a un acuerdo para acabar con la guerra era una teoría totalmente equivocada:
“Si se llama ‘superimperialismo’ a la asociación internacional de los imperialismos nacionales (o más precisamente de los imperialismos particularizados en los Estados), si se piensa que este superimperialismo ‘podría’ eliminar ciertos conflictos particularmente desagradables, tales como guerras, conmociones políticas, etc., ¿por qué no sustraerse a las realidades actuales de esta época de imperialismo, que ha traído los más graves conflictos y catástrofes, para soñar inocentemente en un ‘superimperialismo’ relativamente pacífico, y más o menos exento de conflictos y catástrofes?”. (Lenin. Introducción al libro de Bujarin, La economía mundial y el imperialismo).
Para Lenin Kautsky estaba soñando y no se enfrentaba a la realidad. Pero su error formaba parte de un error de método más amplio:
“Si se entiende por punto de vista puramente económico la ‘pura’ abstracción, todo cuanto se pueda decir se reduce a la tesis siguiente: el desarrollo va hacia el monopolio; por lo tanto, hacia un monopolio mundial único, hacia un trust mundial único. Esto es indiscutible, pero, al mismo tiempo, carece de todo contenido, como la indicación de que ‘el desarrollo va hacia’ la producción de los artículos alimenticios en los laboratorios. En este sentido, la ‘teoría’ del superimperialismo es tan absurda como lo sería la de la ‘super-agricultura’”. (Lenin. El imperialismo fase superior del capitalismo).
A los capitalistas les gustaría fabricar comida en laboratorios. Encuentran la naturaleza un fastidio y un obstáculo. Pero todavía no hacen comida en laboratorios, aunque utilicen técnicas de laboratorio. Así que la “super-agricultura” se puede denominar una tendencia, no un hecho consumado. Y, por la misma razón, aún no tenemos un mundo de trust, aunque la concentración ha avanzado a pasos agigantados desde la época de Lenin.
Lenin está ridiculizando la interpretación racionalista de Kautsky del desarrollo capitalista que ignora la contradicción como algo fundamental e inherente. Considera que ese es el punto central de su error. Lo mismo ocurre con los globalizadores de hoy en día.
Existe una tendencia a la concentración de capital, Lenin no lo niega. Pero una tendencia no es lo mismo que una tendencia lineal. Es una fuerza en la economía que al mismo tiempo intensifica las tendencias contrarrestantes. Identificar una tendencia no nos permite predecir el futuro, como creen los positivistas.
La perspectiva de la globalización se basa en identificar mecánicamente las fuerzas existentes e intentar predecir el estado final al que llevarán esas tendencias. El marxismo, por el contrario, nos permite comprender las tendencias y explicar los procesos que se están desarrollando bajo la superficie. La cita de Lenin demuestra claramente la diferencia entre nuestra aproximación y la que tienen los globalizadores.
La segunda cuestión es la siguiente: debemos asumir que los capitalistas tienen interés en mantener la paz y no la guerra, es decir, que la paz es algo racional (debemos recordar que la guerra puede ser algo muy rentable para los capitalistas). ¿Cómo un sistema anárquico es capaz de generar un poder capaz de imponer un acuerdo? ¿Quién decide y cómo lo decide?
La respuesta de Kautsky era que dos potencias imperialistas iguales en guerra podrían llegar a un punto muerto. Cuando cada una de ellas es consciente de que no puede aplastar a la otra entonces finalmente llegan a un acuerdo. Una vez más, Kautsky utiliza la falacia de que como la mayoría de los capitalistas tienen bien desarrollado el instinto de la supervivencia, entonces bajo el capitalismo no pueden ocurrir desastres.
En primer lugar, es posible que cada una de las partes se de cuenta de que potencialmente es más fuerte. Esto crea en los generales la mentalidad de sólo “un empujón más”, provocando con ello la muerte de millones de personas en las trincheras. Dos bloques imperialistas iguales en guerra pueden llegar a un punto muerto sangriento, no a un acuerdo.
Las empresas capitalistas individuales entran en declive y caen en la bancarrota porque forma parte del proceso de la competencia. No pueden elegir porque sí alejarse de una industria de la que llevan generaciones viviendo, incluso aunque sepan que sus competidores son superiores.
Lo mismo ocurre con las potencias imperialistas. Bujarin explica por qué se romperá el acuerdo. Irónicamente los economistas capitalistas utilizan el mismo método de análisis para explicar por qué es probable que se rompa el precio fijo en la industria. Kautsky afirma que los bloques imperialistas llegarán a un acuerdo si en la guerra están igualados.
Bujarin dice que esto significa un “nivel relativo de igualdad de desarrollo de las fuerzas productivas”. (Ibíd.,) Pero la dinámica del desarrollo capitalista destruye continuamente estos estadios temporales de igualdad. “Donde es considerable la diferencia en la estructura económica, donde existe, como consecuencia, desigualdad en el coste de producción, cada vez más el trust capitalista (más eficiente) no encuentra rentable llegar a un acuerdo”. (Ibíd.,).
Después introduce la política del estado como un factor adicional a la hora de evitar la competencia a “nivel de cancha”. El estado más fuerte garantiza que sus industrias tengan los tratados comerciales más ventajosos y pone aranceles elevados que son desventajosos para los competidores”. (Ibíd.,).
Los teóricos bolcheviques del imperialismo tenían una idea muy diferente del papel del estado a la que tienen los globalizadores, éstos últimos creen que en la época actual ese papel cada vez será más irrelevante. Como veremos Lenin tenía razón y la sigue teniendo.
En realidad, el imperialismo mundial consiguió un período de estabilidad después de la Segunda Guerra Mundial, pero no fue por que dos bloques en lucha llegaran a un punto muerto, como sugería la teoría de Kautsky.
Todo lo contrario, como señalan Paul Hirst y Crahame Thompson en su artículo: The Future of Globalisation: “Esta (estabilidad) fue sólo posible debido a la victoria militar Aliada y al dominio económico incuestionable de EEUU. La globalización fue restaurada por la fuerza militar y la política nacional, no fue un estadio ‘natural’ de las cosas”. (Incluido en The Handbook of Globalisation. p. 18).
Además, la hegemonía de EEUU permitió el crecimiento económico, así el dominio norteamericano ya no parecía “incuestionable”. El concordato entre los imperialismos durante un tiempo se fue resquebrajando cada vez más.

¡Hacia el pasado!


Los globalizadores presentan la época actual de desarrollo capitalista como algo totalmente nuevo. El capitalismo ha ido eliminando progresivamente las barreras para su desarrollo sin límites. El comercio cada vez es más libre y, por tanto, más importante para hacer avanzar todas las economías nacionales. Los “factores de producción” se han liberado para poder ser utilizados hasta el punto óptimo.
En el período de 1870 a 1914 fue cuando todos los países desarrollados abrazaron el libre comercio, decían que el comercio era el “motor del crecimiento”. Millones de personas abandonaron Europa y se fueron al interior de Norteamérica, América Latina y Australasia. El capital era libre para irse donde quisiera. Muchas fortunas se fueron al extranjero. Las inversiones extranjeras de Gran Bretaña en 1914 ascendían a 4.000 millones de libras. En ese año Gran Bretaña, la principal potencia imperialista de la época, un asombroso 9 por ciento de sus ingresos nacionales procedía de los beneficios conseguidos por el capital invertido en el extranjero: 200 millones de libras anuales.
Después de la Primera Guerra Mundial la apertura de la economía parece que implosionó. “El período de 1913-1950 supuso una recaída en el neo-mercantilismo, con bloqueos que llevaron a dos guerras, políticas discriminatorias, aranceles elevados, restricciones cuantitativas, controles de cambio y otras medidas autárquicas que fueron el detonante de la Gran Depresión de 1929-1932. Como resultado de esto, el comercio creció la mitad que el ritmo de la producción desde 1913 a 1950”. (Augus Maddison. Dynamic Forces in Capitalist Development: a long-run comparative view. Oxford University Press. 1991).
Se podría decir que desde 1950 sólo se ha visto una desaparición lenta y penosa de las barreras a la penetración capitalista que se habían levantado desde 1913. Maddison, un formidable estadístico económico, es bastante claro al afirmar que la “Edad Dorada” del desarrollo capitalista fue el período de 1950-1973, cuando todavía existía la mayor parte de la parafernalia sobre la intervención estatal. El crecimiento que siguió a la “época gloriosa” de la globalización ha sido mucho menos impresionante. En un libro titulado irónicamente Why Globalization Works [Por qué funciona la globalización], Martin Wolf demuestra en la Tabla 8.1 que la economía creció dos veces más rápido en la Edad Dorada que en la sucesiva “época de la globalización”. (Citado por Saul. p. 20).

El capital financiero y la exportación de capital


Para los globalizadores la explosión de los flujos financieros globales demuestra que el capitalismo ha creado al menos un solo mundo. Ciertamente las cifras son impresionantes. Durante los últimos diez años el comercio en divisas en el mercado de Londres ha pasado ¡de 464.000 millones de dólares a 753.000 millones diarios! Londres es un mercado de divisas mayor que el de Nueva York o Tokio. A esto se lo denomina “efecto Wimbledon”. En el mismo período el movimiento de esos instrumentos financieros arcanos llamados derivados ha pasado de 74.000 millones de dólares a 643.000 millones de dólares diarios.
Mirando los mercados financieros, la globalización parece un hecho consumado. Vastas cantidades de dinero se pueden mover en una fracción de segundo. Los bancos centrales tienen poco control sobre su tipo de cambio, movido principalmente por el capricho de los mercados.
Los economistas normalmente distinguen entre inversión extranjera directa y de cartera. La inversión de cartera significa comprar acciones u otros pedazos de papel en empresas que trabajan en el extranjero sin tener que participar en su control. Pero esto no cambia nada de la realidad económica subyacente. Los mismos trabajadores se levantan y van a la misma fábrica. La única diferencia es que algo de la plusvalía se va al extranjero.
La inversión directa extranjera (IDE) es el trabajo de las multinacionales, una característica mucho más significativa de la economía mundial que en la época de Lenin. Pero ¿cómo es de importante y, en cualquier caso, cambia las reglas del juego?
Andrew Glyn concluye: “(I) La IDE continuó afluyendo al ritmo actual, la parte del capital social representado por el IDE aumentaría alrededor del 13 por ciento tanto en los países desarrollados como en los subdesarrollados.

“¿Trece es un porcentaje pequeño o grande?...
“Hay varias razones para que el significado de la IDE sea menor de lo que sugieren estas cifras. Una es que el reciente flujo de IDE a los países en vías de desarrollo se ha concentrado en muy pocos de ellos; el tercio más alto se lo lleva sólo China. Y la mayoría de la IDE que entra en China no procede de los países desarrollados si no de capitalistas chinos que residen en otros países asiáticos en vías de desarrollo, eso no corresponde con la imagen común de IDE cuando las multinacionales occidentales se extendían por todo el mundo. Además, no toda la IDE consiste en la construcción de nuevos medios productivos por parte de empresas extranjeras, que normalmente representa un claro aumento de la competencia. Además más de la mitad de la afluencia de IDE a los países de la OCDE representa fusiones y adquisiciones en otros países... “. (The assessment: how far has globalization gone? Oxford Review of Economic Policy. Vol. 20. nº 1. 2004. p. 6).
La explosión del comercio mundial podría también ser menos importante de lo que parece si el “comercio” entre países en realidad son productos semiacabados pasando entre diferentes sucursales de la misma multinacional. Según un cuidadoso estudio de Stucliffe y Glyn: “Las transacciones en el interior de la empresa podrían suponer un tercio del comercio internacional, una cifra que ha estado circulando durante al menos treinta años, aunque con poco apoyo empírico”. (Ibíd., p. 73).
¿Qué pasa con el movimiento libre de trabajo? ¿Se puede trasladar allí donde la vida es más fácil, como hacen los yupies con su dinero? El control sobre la migración del trabajo es un hecho universal y cotidiano en los países capitalistas desarrollados. Para la clase obrera el mundo no es nuestro cascarón.

La racionalidad capitalista y la pobreza mundial


Sí, es interés del sistema convertir a cuatro mil millones de personas hambrientas del tercer mundo en “consumidores”. ¿Por qué no hay ningún síntoma de que el sistema sea capaz de lograrlo? ¿Qué dicen nuestros contrincantes? El Banco Mundial comienza a dar palmaditas en la espalda porque ha sacado a muchos de la pobreza en la pasada década. Incluso admite: “La desigualdad todavía, el número de personas en términos absolutos que viven en la pobreza, sigue aumentando. Pero la mayoría de los pobres viven en zonas rurales y en países que están sólo débilmente conectados con el resto del mundo”. (http://rru.worldbank.org/spotlight/globalization.aspx).
El Banco Mundial parece creer que todas las cosas salen como ellos esperan. Nuestro argumento es que el capitalismo tendrá oportunidades de conseguir beneficios en determinadas zonas del mundo que serán bombardeadas con fondos de inversión, mientras que el resto (por ejemplo África, con una población de 850 millones de personas) seguirá hundido. África es pobre porque el imperialismo la mantiene pobre y subdesarrollada.
El Banco Mundial dice que hay zonas plagadas de conflictos donde el capital no se atreve a entrar. Los “globalizadores” dicen que si dejáramos la violencia e invitáramos al capital extranjero entonces ¡todos seríamos ricos! Pero exactamente lo contrario es verdad. La antigua Yugoslavia se arruinó económicamente destrozada por guerras civiles que provocaron 250.000 muertos.
Esto no ocurrió porque el país fuera ignorado por las finanzas globales, sino precisamente porque Yugoslavia llamó su atención. En un esfuerzo inútil por desarrollar la economía de un pequeño país atrasado, la burocracia dominante invitó a los bancos extranjeros. Durante los años ochenta Yugoslavia se convirtió en terreno de caza para el capital financiero. Las empresas del sector público pidieron dinero prestado en un intento inútil de construir “el socialismo en un solo país”.
Diez años después el país vivía en la austeridad en las fauces del capital global. Incapaz de atacar a un opresor que no podían ver, de manera trágica los pueblos de Yugoslavia se enfrentaron entre sí por una política nacionalista apoyada por las potencias imperialistas rivales. El resultado fue una horrible guerra civil. El atraso con frecuencia no es el resultado del aislamiento económico sino la consecuencia del entrometimiento capitalista, no un resultado natural sino la creación del imperialismo.

Capitalismo y estado nacional


Los globalizadores dicen que las “fuerzas del mercado” (capitalismo) se están generalizando ante todos nosotros. ¿Qué se puede hacer para quitarlas de en medio? La fuerza principal en cualquier territorio aparte de los capitalistas es el Estado. Ahora los globalizadores dicen que el gobierno tiene que arrodillarse. En primer lugar, no explican por qué la correlación entre los dos poderes básicos que afectan a la forma en que vivimos ha cambiado de manera tan fundamental. ¿Por qué los estados podían aprobar leyes hace treinta años que regulaban el comportamiento empresarial y ahora no pueden hacerlo? En realidad sí pueden.
Los teóricos de la globalización hacen una vaga yuxtaposición entre la economía capitalista y el estado. En realidad, el estado es una creación de las necesidades de la clase capitalista y constantemente se transforma según lo hacen sus necesidades. A su vez, el estado mismo es un actor económico, una fuerza que afecta al comportamiento económico. Los dos no son polos opuestos. Se interrelacionan mutuamente.
Esta relación, que continúa hasta el día de hoy, fue explicada completamente por los bolcheviques. Como señala Bujarin: “La realidad es que la misma base de los estados modernos como entidades políticas definidas fue provocada por las necesidades y requerimientos económicos. El estado creció sobre la base económica; fue una expresión de las relaciones económicas; los lazos del estado aparecen sólo como una expresión de los lazos económicos”. (Imperialism and world economy. P. 63).
Pero la relación es contradictoria: “Si consideramos el problema en su totalidad y tomamos por lo tanto el punto de vista objetivo, es decir, el punto de vista de la adaptación de la sociedad moderna a sus condiciones de existencia, encontramos que aquí existe una creciente discordancia entre las bases de la economía social que se ha convertido en universal y la estructura de clase peculiar de la sociedad, una estructura donde la propia clase dominante (la burguesía) está dividida en grupos nacionales con intereses económicos contradictorios, grupos que se oponen al proletariado mundial, pero que también compiten entre sí por la división de la plusvalía creada a escala mundial”. (Ibíd., p. 106)
Los capitalistas se resienten de las extorsiones del estado. Sin embargo, la clase capitalista necesitaba al estado para defender sus intereses: “Hemos visto que la conexión del capital con el estado se transformó en una fuerza económica adicional. Cuando más fuerte es el estado más garantiza a sus industrias los tratados comerciales más ventajosos, estableciendo aranceles elevados que son una desventaja para sus competidores. Eso ayuda a su capital financieros a monopolizar los mercados para las ventas, los mercados para materias primas y, en particular, las esferas para la inversión de capital”. (Ibíd., p. 137).
Hoy vemos que esta interacción entre el poder económico y el estatal todavía es una característica central de la rivalidad imperialista moderna. Hirst y Thompson tienen razón al “concluir que la globalización en el sentido concebido por los liberales económicos extremos y sus críticos radicales no se ha producido. El mundo, lejos de ser un sistema más integrado dominado por fuerzas del mercado ingobernables se divide en tres bloques comerciales importantes dominados por estados nacionales”.
“El NAFTA está centrado en EEUU, Japón es un bloque del tamaño de su economía nacional y la Unión Europea es una asociación de estados. Cada bloque sigue políticas diferentes, tiene problemas distintos e instituciones de gestión económica. La mayoría de las empresas importantes son de uno de los tres principales bloques, y la mayoría de las empresas tienen el grueso de sus activos y la mayoría de sus ventas dentro de uno de los bloques”. (Hirst y Thompson. Ibíd., p. 23). Hirst y Thompson publicaron las dos primeras ediciones de un importante libro titulado: Globalisation in question (Polity Press. 1996 y 1999). Aunque éstos son socialdemócratas, Lenin y Bujarin no habrían tenido ningún problema en comprender el mundo que describen.
Los comentaristas capitalistas modernos dirán que la importancia económica del estado está pasada de moda. La era de la globalización (normalmente fechada en los años setenta) ha sido una retirada del estado de la economía capitalista. La ideología del neoliberalismo, que se convirtió en dominante en la misma época, defiende la privatización y el regreso al laissez-faire del siglo XIX. El dominio de la fuerza desnuda de las relaciones internacionales, nos decían, ha sido sustituido por el dominio de la ley a través de las instituciones multilaterales: el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio.
Todo lo contrario. Los desgraciados gobiernos del “tercer mundo” han sido obligados a privatizar sus bienes (entregando la propiedad a las empresas multinacionales) y a reducir las barreras arancelarias (abriendo los mercados internos a los productos de países desarrollados y empobreciendo a los productores locales), eso es no dejarles ninguna “elección”. Lo irónico es que la retirada del estado de la intervención económica en países pobres se ha conseguido mediante la fuerza económica de los países imperialistas, apoyados por la amenaza de la fuerza armada.
Esta transformación es un triunfo para el poder del estado, no su negación. Las instituciones multilaterales a su vez proponen un gobierno mundial de leyes, formuladas precisamente para desarmar a los países pobres y eliminar sus defensas frente a la explotación imperialista.
Tampoco la retirada del estado de la “interferencia” económica ha sido un éxito incondicional. El período que va desde la Segunda Guerra Mundial se puede dividir en dos partes. Como ya mencionamos antes, el período de 1950 a la primera recesión global de 1973 que puede ser considerado la Edad Dorada del capitalismo, fue una época donde el estado intervino extensamente en la vida económica.
Por ejemplo, todos los países tenían controles de cambio estrictos hasta que los eliminó Thatcher en 1979. Hasta ese momento, la especulación vertiginosa en monedas normales se mantenía bajo control. Los países capitalistas desarrollados sin excepción funcionaban con una política económica de acuerdo con el consenso keynesiano, determinado por permitir al estado intervenir cuando fallaban los mercados. Así apareció un sector público amplio que sostenía el beneficio capitalista. Como ya hemos dicho antes, Martin Wolf demuestra que la economía creció dos veces más rápido antes de la era de la “globalización”.
El período actual no se caracteriza por las disputas imperialistas pacíficas y armoniosas visualizadas por la teoría de Kautsky del superimperialismo y la teoría de la globalización. Es verdad que EEUU se convirtió en una económica hegemónica que ningún otro país imperialista se atreve a desafiar. Esa supremacía ya está amenazada por China. Pero la hegemonía de EEUU desde la Segunda Guerra Mundial no ha garantizado la paz y la armonía, no se ha eliminado la rivalidad imperialista.
El análisis de Bujarin de la imposibilidad de que las potencias imperialistas rivales desarrollen un sistema estable para gobernar el mundo y la presentación de Lenin de la contradicción y la crisis que necesariamente desarrolla el capitalismo, tienen su imagen en la actualidad, y la tendrán en el futuro.
El libro de J. R. Saul se titula: The Collapse of Globalism. Pero no es lo que realmente está ocurriendo. Saul señala que el dominio capitalista del globo cada se está encontrando con mayor resistencia. Esta resistencia se llama “movimiento antiglobalización”, pero en esencia es un movimiento contra el capitalismo, o al menos la degradación del medio ambiente, la superexplotación, la deuda del tercer mundo y otros síntomas del capitalismo moderno.
El capitalismo se ha enfrentado a sus propias contradicciones, contradicciones que los globalizadores ansiosamente negaban su existencia. Las naciones capitalistas pobres como India y Brasil están utilizando el foro de la OMC para plantear sus propios intereses nacionales. Pero la OMC es un instrumento del imperialismo mundial utilizado como una apisonadora contra los intereses de las naciones pobres. El capitalismo no puede entregar los productos que prometía la teoría de la globalización. Por eso la teoría se está desmoronando.
Por concluir, la globalización no es un concepto que nos ayude a comprender el mundo que nos rodea. En parte, ha sido extendida por los teóricos que han intentado dar al concepto distintos contenidos. Es una construcción ideológica basada en anunciar la victoria capitalista, ocultar la naturaleza de crisis del sistema y su fracaso perpetuo en satisfacer las necesidades de la mayoría de la clase obrera del mundo.