Aguarda apenas una semana la investidura de Rajoy en el Congreso de los Diputados donde, con total seguridad, el grupo parlamentario socialista –de una forma u otra– avalará la formación de un nuevo gobierno del PP. Esto abre una nueva situación política en el país, que enfrentará a Unidos Podemos ante un desafío histórico.
El estancamiento económico prolongado, la lucha por los mercados a nivel global en un contexto de crisis, y la enorme deuda pública, imponen al capitalismo español, más que nunca, la necesidad un gobierno firmemente controlado por los grandes empresarios y banqueros que aplique la política a favor de sus intereses. Los ejes básicos de esta política son mantener el empleo precario, los salarios contenidos, y recortes y ajustes al gasto social; así como una legislación reaccionaria que limite los derechos democráticos para contener la protesta social.
Durante dos años, la clase dominante ha permitido que Ciudadanos y PSOE jugaran el papel de semi-oposición, dado el amplio descrédito del PP, para contrarrestar la amenaza que, para la clase dominante, encarnaban Podemos y su confluencias. Ante el fracaso evidente de PSOE y Ciudadanos en conformar una alternativa al PP, la burguesía española ha pasado ahora a exigir unidad y concertación a los partidos que sostienen el sistema. Si no puede tener un gobierno fuerte, al menos necesita mostrar un gobierno con amplia base parlamentaria.
Con el giro a la derecha de PSOE y Ciudadanos, para arropar al PP, lo que tenemos es una polarización política mayor, a derecha e izquierda; lo que amplía el campo de acción de Unidos Podemos y le abre perspectivas insospechadas hace unas semanas.
La crisis del PSOE
Con su “No es No”, Pedro Sánchez encarnaba los intereses de un sector del aparato que temía que si el PSOE aparecía facilitando un gobierno del PP, ello aceleraría su declive en detrimento de Unidos Podemos, perdiendo aún más prebendas y posiciones. Su anuncio, en el que insinuaba la voluntad de formar un gobierno alternativo con Unidos Podemos, generó un entusiasmo genuino en sectores importantes de la base y de los votantes del partido; pero se enfrentó a la cólera y a la hostilidad de la clase dominante que, en editoriales como las de El País, insultó a Sánchez como mentiroso, cobarde y falto de escrúpulos.
Los agentes directos de la burguesía en el PSOE tomaron nota y pasaron a la ofensiva. Este sector, animado por Felipe González y Susana Díaz, y que controla el sector decisivo del aparato, no podía aceptar los planes de Sánchez, de ahí que orquestara el “golpe de estado” contra él y lo obligara a dimitir en el patético Comité Federal del pasado 1 de octubre.
Este sector ha mantenido el control firme del partido durante décadas, actuando como el “brazo izquierdo” de la burguesía española. Un personaje como Felipe González es un agente cualificado de la clase dominante, implicado en multitud de negocios privados, en consejos de administración de grandes empresas, y en foros de política imperialista de Europa y América Latina.
Un efecto del “golpe” del sector felipista ha sido alienar a una capa importante de militantes y votantes del partido, indignados por su apoyo a la derecha, y abrir una fisura importante en el aparato en zonas como Catalunya, Baleares, Euskadi, y otras; que habrá que ver qué desarrollo toma. Ahora, un PSOE debilitado estará sometido permanentemente al chantaje de provocar la caída del gobierno de Rajoy si le retira su apoyo parlamentario, y a la amenaza de nuevas elecciones anticipadas.
Perspectivas para el nuevo gobierno
El PSOE en la “oposición” tendrá como cometido asegurar el apoyo parlamentario para las políticas de ajuste del próximo gobierno PP-C’s y aprobar sus presupuestos. De entrada, la UE ha impuesto un recorte del déficit público al gobierno español por valor de 26.000 millones de euros hasta 2018, para reducir el déficit público del 4,6% al 2,2% del PIB; y los dirigentes del PP y C’s se han comprometido con esto. De manera que los ajustes van a profundizarse, con aumentos de impuestos y mayores reducciones del gasto social.
Aunque compartimos el malestar por la continuidad del gobierno del PP, debemos mirar más allá. El nuevo gobierno entrará en escena con la menor base de apoyo social en 40 años, desgastado por la corrupción y el hastío de las familias trabajadoras hacia sus políticas antiobreras de la legislatura pasada. El cierre de la prolongada etapa electoral que hemos atravesado, creará las condiciones para reagrupar la indignación popular. Una vez se asiente el polvo y termine situación paralizante de provisionalidad e incertidumbre generada por la falta de un gobierno que muestre un carácter definido, el reinicio de la movilización social será un hecho.
Esto será tanto más verdad cuando queden expuestas las falsedades de las promesas electorales y la ausencia de cualquier cambio significativo en la situación.
Unidos Podemos encara, por lo tanto, perspectivas muy favorables, a condición de que saquemos las conclusiones correctas de lo sucedido. UP debe aparecer como el campeón de la oposición a la derecha, promover y estar a la cabeza de todas las movilizaciones sociales, e incorporar a sus filas a los nuevos luchadores y activistas sociales y obreros que surgirán en este proceso.
Girar a la izquierda
Un aspecto a abordar es cómo encarar con éxito la tarea de agrupar a la base descontenta del PSOE, y recuperar el millón de votos que perdimos el 26J. En las semanas precedentes vimos desarrollarse el inicio de un debate ideológico y político en Podemos, entre los sectores representados por los compañeros Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. Pablo Iglesias ha declarado que la causa de la pérdida del millón de votantes el 26J fue que “no parecíamos sinceros”, en lo referido a la moderación del discurso y a las alabanzas a la socialdemocracia, expresando la necesidad de un giro a la izquierda. Iglesias ha alertado de que Podemos escape al control de la base y caiga bajo el control de cientos de cargos públicos apoltronados y alejados de la calle. Sobra decir que en este debate nuestras simpatías políticas están con Iglesias, frente a las tesis del compañero Errejón de “no asustar” con posiciones “izquierdistas” y mostrar un partido de perfil institucional.
Sería un completo error acceder a la pretensión del sector del compañero Errejón de mantener la cara moderada de Podemos, con el argumento de que no hay que espantar a esta capa de exvotantes del PSOE. La realidad es justamente la contraria. Ha sido precisamente la defensa del ideario de “izquierdas” y el rechazo a la “derecha” lo que ha enardecido a este sector de votantes y simpatizantes del PSOE, que está en proceso de romper con éste. Por el contrario, toda esa cantinela infantil de “ni izquierda-ni derecha”, que ha caracterizado las posiciones de algunos compañeros de la dirección de Podemos en estos dos años, es lo que ha suministrado munición “antipodemita” a la dirección del PSOE para mantener el apoyo de una parte de sus bases.
Un programa socialista
Unidos Podemos debe explicar lo que hace falta para solucionar los problemas de la mayoría de la sociedad. Hay que explicar que eliminar la precariedad del empleo y los bajos salarios, tener una educación y sanidad públicas dignas, garantizar el acceso a la vivienda, y terminar con el desempleo, es imposible mientras una minoría de potentados controle las palancas fundamentales de la economía.
El compañero Alberto Garzón está avanzando en la línea correcta, proponiendo una orientación clara hacia la clase trabajadora –la clase decisiva y más numerosa de la sociedad– y defendiendo abiertamente la necesidad del socialismo.
Lo que hace falta es concretar programáticamente este discurso, elaborando una plataforma amplia que recoja las necesidades más inmediatas y sentidas, como el reparto del empleo con la reducción de la semana laboral a 35 horas, el aumento de los salarios, derogar las reformas laborales y terminar con la precariedad laboral, aumentar los impuestos a los ricos, o no pagar la deuda pública usurera a los bancos y fondos financieros internacionales, entre otras. Para llevar todo esto a efecto se hace necesario nacionalizar la banca, las empresas del IBEX35 y los grandes latifundios, bajo el control de los trabajadores y sin indemnización, salvo a los pequeños accionistas y ahorradores. Eso debe vincularse también con la defensa de demandas democráticas, tales como el derecho a la autodeterminación de las nacionalidades históricas y la derogación de toda la legislación represiva del PP.
Si defendiéramos este programa con valentía y convicción, eso haría avanzar la conciencia política de millones de trabajadores, jóvenes, desempleados, y pequeños propietarios y profesionales empobrecidos, galvanizando el apoyo social hacia Unidos Podemos. Esto pondría las bases para que podamos encabezar un proceso constituyente y socialista para superar este régimen y este sistema caducos.