El rompecabezas del trabajo productivo e improductivo

En su desesperada búsqueda de campos de inversión rentables, la clase capitalista, especialmente la oligarquía financiera, ha presidido un crecimiento explosivo de gastos improductivos que hoy amenaza con socavar los mismos fundamentos del capitalismo. A medida que más y más plusvalía se desvía hacia actividades improductivas, la cuestión del trabajo «productivo» e «improductivo» ha resurgido una vez más como un factor que contribuye y refleja el actual declive terminal del capitalismo mundial.


FUENTE ORIGINAL

“La producción capitalista no es meramente la producción de mercancías. Es, por su propia esencia, la producción de plusvalía”, explica Marx en el volumen uno de El capital. “El trabajador no produce para sí mismo, sino para el capital. Por tanto, ya no le es suficiente con producir. Debe producir plusvalía. El único trabajador productivo es el que produce plusvalía para el capitalista…” [1]

Adam Smith, el economista clásico, también utiliza una definición similar con respecto al trabajo «productivo» e «improductivo». “Hay una clase de trabajo que aumenta el valor del objeto al que se otorga; hay otro que no tiene tal efecto. El primero, dado que produce un valor, puede llamarse productivo; el último, trabajo improductivo». [2]

En su afán para obtener beneficio, los capitalistas han desviado cada vez más capital de los sectores «productivos» de la economía hacia los sectores «improductivos», como finanzas, seguros, compraventa de propiedades, especulación de divisas, derivados y otras actividades irracionales. Este entramado de actividades especulativas sirve para expandir artificialmente el mercado de diferentes formas, pero a expensas de generar una inestabilidad crónica en los cimientos del sistema. Por lo tanto, el sistema capitalista se está convirtiendo cada vez más en un castillo de naipes, cuyos cimientos se ven socavados por las contradicciones mismas de la economía capitalista.

Los términos trabajo «productivo» e «improductivo» fueron considerados de gran importancia para los economistas clásicos de principios del siglo XIX que sustentaban su teoría del valor trabajo. Si bien su comprensión estaba muy por delante de los economistas burgueses de hoy, que se han convertido en meros apologistas del sistema capitalista, no estaba suficientemente desarrollada y contenía ciertos errores. Fue la tarea de Marx corregir estos errores y proporcionar una explicación científica al trabajo «productivo» e «improductivo». Esto fue expuesto principalmente en sus Teorías de la plusvalía, en particular el primer volumen, donde abordó las definiciones de Adam Smith y otros. Este análisis puede proporcionar comprensiones valiosas sobre la crisis y la inestabilidad del capitalismo moderno.

En la época actual, ha habido un traspaso general de la actividad económica de la producción industrial al sector servicios y el capital financiero, los cuales, no obstante, son intrínsecamente dependientes de la riqueza real producida por la industria. En los países capitalistas avanzados, se han suprimido millones de puestos de trabajo en el acero, la minería del carbón, la construcción naval y la fabricación de automóviles, mientras que la proporción de empleados en los sectores financiero y de servicios ha crecido continuamente. Esto ha significado una transformación general hacia una economía rentista, que fue anticipada por Marx, e indica cada vez más la naturaleza parasitaria del capitalismo.

Thatcherismo

En Gran Bretaña, Margaret Thatcher personificó este proceso miope al tratar de reconstruir la posición del capitalismo británico a través de los servicios y la banca. Sin embargo, una economía moderna no puede sobrevivir sin una base industrial y manufacturera. La desindustrialización de Gran Bretaña durante los últimos 30 años o más y su dependencia de los servicios financieros no ha servido para fortalecer el capitalismo británico, sino para debilitarlo. Como consecuencia, fue uno de los países más afectados por la recesión mundial de 2008-9.

Mientras que Adam Smith una vez justificó el capitalismo con la frase «No es debido a la benevolencia del carnicero, el cervecero o el panadero, que podamos esperar nuestra cena, sino por la consideración de sus propios intereses», hoy tendría que justificar las acciones del mercado con referencia al vendedor de bonos basura, el administrador de fondos y el banquero inversor.

Tendría que explicar las cosas en términos de los clientes de Goldman Sachs que invirtieron en un negocio hipotecario de alto riesgo llamado Abacus 2007-AC1, que se había sido constituído con el aporte del fondo de cobertura Paulson & Co, el cual apostaba a que todo terminaría estallando. Tales son los caprichos del capitalismo moderno, donde el capital financiero parasitario se ha vuelto dominante.

“Los ‘emprendedores’, es decir, los monopolios, no están interesados en un gran aumento de capacidad cuando no pueden ver un mercado futuro, y cuando no pueden hacer uso de la capacidad ya existente…” explicaba Ted Grant hace casi 40 años. «Ahora se enfrentan al gran problema de los mercados limitados tanto en casa como en el extranjero, mientras cargan con un exceso de capacidad». [3] Esta capacidad excedente es sólo un reflejo de la sobreproducción de bienes de capital y de consumo, que ha sido la característica común de la etapa actual del capitalismo. “La sobreproducción, el sistema crediticio, etc, son medios mediante los cuales la producción capitalista busca romper sus propias barreras y producir por encima de sus propios límites”, afirma Marx. [4] En la época actual, es un reflejo de los límites del sistema capitalista.

Esto ha obligado a los capitalistas a buscar nuevos campos de inversión más rentables, más allá de la industria, que les garantice rendimientos rápidos. Al final, han desarrollado la noción de que podían ganar dinero, «un dinero rápido», sin recurrir a inversiones a largo plazo en la industria productiva. Los capitalistas, en particular los financieros, querían hacer dinero de la nada, sin recurrir al laborioso proceso de producción de mercancías. Por eso han recurrido a la anticuada alquimia financiera medieval para ganar dinero. Cuando se pueden hacer fortunas con una sola llamada telefónica, ¿por qué molestarse en arriesgar capital invirtiendo en maquinaria costosa que quizás nunca genere ganancias?

La plusvalía extraída de la actividad productiva fue formulada por Marx como M —C — M2, donde M = dinero y C = capital, mientras que el intento de crear dinero a partir del dinero es simplemente M — M2, en el que la producción no tiene ningún papel que desempeñar. Esto revela la verdadera naturaleza parasitaria del capitalismo moderno. “Reproduce una nueva aristocracia financiera, un nuevo tipo de parásitos bajo la apariencia de promotores de empresas, especuladores y directores meramente nominales; todo un sistema de estafas y trampas en materia de promoción de empresas, emisión y negociación de acciones ”, afirma Marx. [5]

Este desarrollo se ha expresado en una explosión de la especulación y un aumento sin precedentes del capital ficticio, es decir, capital no respaldado por valores reales. No se han realizado nuevas inversiones en la industria productiva, sino cada vez más en el juego en las bolsas de valores, los mercados de bonos, la banca en la sombra, en derivados, divisas, propiedades y otros instrumentos financieros que son de carácter puramente especulativo. Cada vez más, los capitalistas están recomprando acciones de sus propias empresas para hacer subir artificialmente el precio de las acciones y participar en fusiones, adquisiciones y compras apalancadas para generar dinero. La clase capitalista se ha convertido en una barrera para el desarrollo de las fuerzas productivas de la industria, la técnica y la ciencia, que fue su justificación histórica. En cambio, socava y destruye sistemáticamente estas fuerzas productivas.

En la actualidad, los bancos centrales, una verdadera aristocracia financiera, se han vuelto todopoderosos y, junto con unos 500 monopolios, tienen en sus manos el destino económico de la economía mundial. Nunca en la historia los banqueros, con sus tentáculos financieros esparcidos por todas partes, se habían vuelto tan dominantes y ahora aparentemente “demasiado grandes para quebrar”. Desde la crisis de 2007-2008, estos bancos «demasiado grandes para quebrar» se han vuelto aún más poderosos. Después del «Big Bang» de la desregulación financiera a mediados de la década de 1980, presidieron la mayor orgía de especulación financiera de todos los tiempos. El capital bancario y financiero es quien corta el bacalao, lo cual refleja la naturaleza parasitaria real de la economía de mercado. Esto ha ido acompañado de un cambio generalizado hacia los servicios, la banca y las finanzas, sectores considerados “improductivos” de la economía, que están cada vez más subsidiados por la riqueza creada por la economía en su conjunto. Esto se reflejó en los comentarios tajantes de Lord Turner, el entonces presidente de la Autoridad de Servicios Financieros del Reino Unido, quien en 2009 afirmó que la banca era una actividad «socialmente inútil». Esto refleja el hecho de que el sistema capitalista depende cada vez más de sectores que no generan plusvalía, pero actúan como un drenaje constante de la economía productiva. Y, sin embargo, paradójicamente, se han vuelto cada vez más necesarios para el sistema capitalista, como la heroína lo es para un adicto a la heroína. Este malabarismo especulativo de dinero, justificado como actividad “esencial” por los poderes fácticos, amenaza con hundir al mundo en un nuevo colapso financiero, que a su vez está preparando el camino para una recesión y una depresión aún mayor.

El Imperialismo de Lenin

Lenin explicó hace mucho tiempo que una característica clave del imperialismo era el dominio del capital financiero. “Así, el siglo XX marca el punto de inflexión del viejo capitalismo al nuevo, del dominio del capital en general al dominio del capital financiero… La concentración de la producción; los monopolios que de ahí surgen; la fusión o coalescencia de los bancos con la industria: tal es la historia del auge del capital financiero». [6] Lenin continúa: “El capital financiero, concentrado en unas pocas manos y ejerciendo un virtual monopolio, extrae enormes y crecientes ganancias de la salida a bolsa de empresas, emisión de acciones, préstamos estatales, etc., fortalece el dominio de la oligarquía financiera y grava tributos sobre el conjunto de la sociedad en beneficio de los monopolistas». [7]

“Durante los períodos de auge industrial, las ganancias del capital financiero son inmensas, pero durante los períodos de depresión, las empresas pequeñas y poco sólidas dejan de existir y los grandes bancos adquieren ‘participaciones’ en ellas comprándolas por cuatro duros, o participan en esquemas rentables para su ‘reconstrucción’ y ‘reorganización’ ”, una tendencia que se ha vuelto omnipresente. [8] “De ahí el extraordinario crecimiento de una clase, o más bien de un estrato de rentistas, es decir, gente que vive del ‘recorte de cupones’ y que no participa en ninguna empresa, cuya profesión es la ociosidad. La exportación de capitales, una de las bases económicas más esenciales del imperialismo, aísla todavía más a los rentistas de los productores y pone el sello del parasitismo en todo el país que vive de la explotación del trabajo de varios países y colonias de ultramar…” Citando a Schulze-Gaevernitz, Lenin explica que en Gran Bretaña, que era la potencia capitalista dominante en ese momento, hubo «un aumento en la importancia relativa de los ingresos por intereses y dividendos, emisiones de valores, comisiones y especulación en el conjunto de la economía nacional.» [9]

Desde el libro de Lenin sobre el imperialismo, este dominio de la oligarquía bancaria y financiera ha alcanzado hoy proporciones astronómicas. Algunos han afirmado que este desarrollo representa una nueva etapa en la evolución del capitalismo (acuñando incluso el nuevo término de “financiarización”), pero este no es el caso. Sin embargo, es innegable que esta tendencia ha alcanzado ciertamente un nuevo punto álgido cualitativo y está ligada a la actual crisis orgánica del capitalismo. Los continuos intentos de los capitalistas por superar sus contradicciones simplemente conducen a nuevas barreras y contradicciones más profundas. Hoy, el sistema se encuentra en un total atolladero y se ha vuelto incapaz de utilizar la capacidad productiva que ha creado. En palabras del siempre relevante Manifiesto Comunista, el sistema se ha convertido en un obstáculo masivo para el crecimiento y el desarrollo. “Las condiciones de la sociedad burguesa son demasiado estrechas para abarcar la riqueza creada por ellos”, afirma el Manifiesto. Por lo tanto, el impasse del sistema capitalista se revela actualmente en la sobreproducción y la crisis económica actual. El hecho de que el capitalismo solo pueda utilizar el 80% de la capacidad productiva en un auge y un mero 65% en una recesión revela su bancarrota. El sistema se ha visto lastrado por la sobreproducción y el «exceso de capacidad».

El dominio del capital financiero ha hecho que los financieros absorban una proporción cada vez mayor de la riqueza creada por el resto de la economía. Como explicó Marx, la plusvalía proviene de la producción, pero luego se redistribuye a otros sectores de la economía. La división se caracteriza por la renta, el interés y el beneficio, la “Santísima Trinidad del Capitalismo”, donde la plusvalía extraída del trabajo de la clase trabajadora se divide entre el beneficio de los industriales, el interés de los banqueros y la renta de los terratenientes. Si bien los bancos y otras instituciones financieras tienen una función necesaria bajo el capitalismo al otorgar préstamos, son parásitos de una manera que otros capitales no lo son. La proporción que ahora se destina al sector financiero ha alcanzado proporciones colosales. En los Estados Unidos, durante las décadas de 1950 y 1960, un promedio del 13,1 % de los beneficios internos procedía del sector financiero. En el cuarto trimestre de 2001, aumentó hasta un máximo del 45,3%. A finales de 2006, las finanzas eran responsables de un tercio de todo el beneficio interno. Poco después, el colapso de los precios de la vivienda afectó a los balances de los banqueros, pero incluso entonces, a principios de 2009, las finanzas seguían representando una cuarta parte de los beneficios internos. [10]

Este desarrollo rentista parasitario ha alcanzado ahora niveles más altos. Los sectores «improductivos» están superando a los sectores «productivos» que producen plusvalía y actúan como un lastre colosal para el capitalismo y su rentabilidad. Según el economista Fred Moseley, “el trabajo comercial…representaba casi dos tercios del aumento total de trabajo improductivo. Los otros dos tipos de trabajo improductivo, el trabajo financiero y el trabajo de supervisión, representaban cada uno aproximadamente la mitad del aumento restante de trabajo improductivo». [11]

El trabajo “productivo” e “improductivo” tiene un significado especial para el marxismo. Debemos tener cuidado al interpretar este concepto. El “trabajo productivo” no debe confundirse con el “trabajo socialmente útil”, mientras que el “trabajo improductivo” no debe confundirse con el “trabajo socialmente inútil”. No tienen nada que ver en absoluto. Por otro lado, no existen términos equivalentes en la economía burguesa actual para trabajo productivo e improductivo, ya que todos los trabajadores son considerados iguales. Sin embargo, fueron ampliamente utilizados por los grandes economistas clásicos, como Adam Smith y David Ricardo, para entender el capitalismo. Las personas eran consideradas productivas o improductivas en el sentido capitalista, que era la única forma en que podían entender las cosas. Después de todo, el objetivo de la producción capitalista es la obtención de ganancias. La ganancia es la plusvalía producida por el trabajo no remunerado de la clase trabajadora. Así, según la lógica del sistema, el trabajo productivo es el que crea plusvalía.

“Un hombre se enriquece empleando una multitud de fabricantes; se empobrece al mantener una multitud de sirvientes”, afirmó Adam Smith. El primero aumentaría sus ganancias, mientras que el segundo disminuiría sus ingresos. En la categoría de trabajo «improductivo», Adam Smith incluyó a una gran gama de personas, incluidos los sirvientes domésticos. Esto no es sorprendente dado el gran número de sirvientes que existían en ese momento. El informe de la Cámara de los Comunes de abril de 1861 mostró que había más de un millón de sirvientes domésticos en Gran Bretaña, un número incluso mayor que los trabajadores de las fábricas. A principios del siglo XX, uno de cada cuatro trabajadores estaba empleado en el servicio doméstico. Si bien estos trabajadores fueron indudablemente explotados y obligados a trabajar muchas horas, se los consideró económicamente «improductivos», ya que se les pagaba salarios con los ingresos y no producían plusvalía para el capitalista.

“¡Qué arreglo tan conveniente”, señaló Marx, “que hace que una chica de fábrica sude doce horas en una fábrica para que el propietario de la fábrica, con una parte de su trabajo no remunerado, pueda tomar a su servicio personal a su hermana como sirvienta, a su hermano como novio y a su primo como soldado o policía!» [12]

Los sirvientes domésticos no eran las únicas personas consideradas improductivas desde el punto de vista del capitalismo. Como explicó Adam Smith:

“El trabajo de algunas de las órdenes más respetables de la sociedad es, como el de los sirvientes, improductivo de cualquier valor… El soberano, por ejemplo, con todos los oficiales tanto de justicia como de guerra que le sirven, todo el ejército y la marina, son trabajadores improductivos. Son los servidores del público y son mantenidos por una parte del producto anual de la industria de otras personas… En la misma clase deben clasificarse… eclesiásticos, abogados, médicos, hombres de letras de todo tipo; jugadores, bufones, músicos, cantantes de ópera, bailarines de ópera, etc.”

Los marxistas utilizan los términos «trabajo productivo» y «trabajo improductivo», pero de una manera más precisa que la definida por Adam Smith. Una vez más, estos términos no son juicios morales sobre la calidad del trabajo de una persona, sino definiciones basadas en si los trabajadores producen o no plusvalía para los capitalistas. Claramente, personas como médicos, enfermeras y maestros son extremadamente “útiles socialmente” y esenciales pero, no obstante, desde el punto de vista del capitalismo, se les considera trabajadores improductivos. “El trabajo productivo, en su significado para la producción capitalista, es el trabajo asalariado que… produce plusvalía para el capitalista… Sólo es productivo el trabajo asalariado que produce capital”, explicó Marx. [13] En otras palabras, estos términos se refieren a lo que es productivo para el capital. Asimismo, el trabajo “improductivo”, en el sentido capitalista, es por tanto trabajo que no produce plusvalía para el capitalista. Como tal, el trabajo improductivo se ha convertido en una piedra de molino en constante expansión alrededor del cuello del capitalismo que toma una porción cada vez mayor de la plusvalía producida por el resto de la economía productiva.

Valor de cambio

Marx explica que el capitalista no está interesado en absoluto en los valores de uso particulares creados en el proceso de producción. El valor de uso de un par de zapatos, abrigo o automóvil es simplemente un medio para un fin y nada más. Los grandes capitalistas sólo están interesados en el valor de cambio y, por lo tanto, en la plusvalía, que obtendrán una vez que se haya vendido la mercancía. Toda la base de la producción capitalista es la producción de plusvalía y nada más. El valor de uso que se crea no está ni aquí ni allá. Lo único que le preocupa al capitalista es recuperar «una mayor cantidad de tiempo de trabajo de lo que ha pagado en forma de salario». Por lo tanto, Marx concluye que bajo el sistema de ganancias: «Sólo el trabajo que produce capital es trabajo productivo». [14]

Que los trabajadores produzcan cosas materiales tangibles o no tampoco es importante, siempre que, con su trabajo, produzcan plusvalía. Los trabajadores que producen plusvalía obtienen sus ingresos vendiendo su fuerza de trabajo al capitalista a cambio de un salario. Se ven obligados a hacer esto por necesidad económica. La plusvalía surge de la producción obtenida a través del trabajo no remunerado de la clase trabajadora. “Un escritor es un trabajador productivo no en la medida en que produce ideas, sino en la medida en que enriquece al editor que publica sus obras, o si es un trabajador asalariado de un capitalista”, explica Marx. [15]

En otras palabras, si un capitalista contrata trabajadores para fabricar muebles para sus necesidades personales, estos trabajadores producen valores de uso en forma de muebles. Mientras realizan trabajo excedente (trabajo mayor que el que les es remunerado en forma de salario), su trabajo no tomará la forma de valor ya que los muebles no se venderán en el mercado. Por tanto, como no se produce valor, tampoco se produce plusvalía. El trabajo de estos trabajadores es, por tanto, «improductivo» en el sentido capitalista ya que, aunque produce valores de uso, no produce plusvalía.

Así, la distinción entre trabajo «productivo» e «improductivo» se reduce a si los trabajadores producen o no plusvalía, independientemente de la utilidad de las cosas que producen. Por tanto, la definición de trabajador productivo no proviene de lo que se produce, sino de su forma social particular. Marx enfatiza el punto al explicar que «el capital productivo se define aquí desde el punto de vista de la producción capitalista». [16] De modo que los trabajadores que producen armas de destrucción masiva, a pesar de su naturaleza aborrecible, se consideran «productivos» si su trabajo genera plusvalía. Ese es el único criterio desde el punto de vista del capitalismo. Como comenta Marx, «el valor de uso de la mercancía en la que se expresa el trabajo de un trabajador productivo puede ser del tipo más fútil.» Lo que se produce no tiene importancia, ya que la cuestión clave es si produce o no plusvalía. ¡Si las enfermeras y los médicos que trabajan en el NHS que se consideran «improductivos», ya que no producen plusvalía, estuvieran trabajando en un hospital privado o una agencia de captación de ganancias, entonces se considerarían trabajadores «productivos» desde el punto de vista del capitalismo! La naturaleza de su trabajo es irrelevante. Todo se reduce a generar ganancias o no, lo único que motiva al capitalista.

Adam Smith cometió el error de creer que el trabajo productivo era trabajo que solo producía cosas tangibles. El producto de un cantante de ópera, dijo Smith, desaparece tan pronto como se representa. Si bien esto es cierto, estaba confundido acerca de la naturaleza de la mercancía, que puede ser una cosa tangible o un «servicio». Ambas cosas pueden producir plusvalía y no necesitan producir un objeto material. Los trabajadores empleados en el transporte y las comunicaciones, por ejemplo, no producen nada, pero su trabajo para mover cosas es vital para la economía. Es irrelevante si la plusvalía se extrae del trabajo intelectual o manual. “Junto a los artículos consumibles existentes en forma de bienes [existe] una cantidad de artículos consumibles en forma de servicio”, afirma Marx. [17]

La distinción errónea de Adam Smith surgió del hecho de que los economistas clásicos consideraban improductivo el trabajo de los sirvientes domésticos. Si bien esto era correcto, Smith sacó conclusiones incorrectas de este hecho. La plusvalía ciertamente puede surgir de un servicio de algún tipo, dependiendo de cómo se explote. Como se explicó, un médico o una enfermera que trabaja para una clínica privada con fines de lucro, que no produce una cosa como tal, sino un servicio, produce sin embargo plusvalía. El cantante de ópera producirá plusvalía para el propietario del teatro suponiendo que al cantante solo se le pague el valor de su fuerza de trabajo. Las ganancias obtenidas de la venta de entradas para ver la actuación serán mayores que los salarios de los artistas. En este caso, el cantante será considerado “productivo” por el capitalismo. No importa si el producto dura unos segundos o no.

“El trabajo productivo e improductivo se concibe aquí desde el punto de vista del poseedor de dinero, desde el punto de vista del capitalista, no desde el punto de vista del trabajador”, explicó Marx. [18] Nuevamente, Marx nos proporciona una serie de ejemplos. “Un actor, por ejemplo, o incluso un payaso, según esta definición, es un trabajador productivo si trabaja al servicio de un capitalista (un empresario) al que devuelve más trabajo del que recibe de él en forma de salario.»

Ganancia

Marx luego pasa a trazar la distinción entre aquellos trabajadores que producen plusvalía («productivos») y aquellos que consumen ingresos («improductivos») de los capitalistas. “Mientras que un sastre, que viene a la casa del capitalista y le remenda los pantalones, le produce un mero valor de uso, es un trabajador improductivo… El trabajo del primero [el actor o el payaso] produce una plusvalía; en este último [el sastre], los ingresos se consumen.» [19] En otras palabras, el payaso produce plusvalía para su empleador entreteniendo a las multitudes que pagan para ver el espectáculo, mientras que el servicio del sastre simplemente consume su dinero.

Desde el punto de vista del capitalista, la cuestión se reduce a cómo se gasta el dinero: «productivamente» invirtiéndolo para producir plusvalía o «improductivamente» desperdiciándolo en placeres y entretenimiento. Por supuesto, en esta forma de ver las cosas al estilo de Alicia en el País de las Maravillas, el placer de un capitalista es el beneficio de otro capitalista. El capitalista que contrata al payaso para entretener a la gente gana dinero, pero el capitalista que realmente va a ver al payaso gasta su dinero en un boleto de entrada. Para el productor, estos servicios son productos que generan beneficios. Sin embargo, para el comprador, estos servicios son meros valores de uso, ¡objetos que consumen los ingresos que la persona gana con tanto esfuerzo!

“Por ejemplo”, explica Marx, “los cocineros y camareros de un hotel público son trabajadores productivos, en la medida en que su trabajo se transforma en capital para el propietario del hotel.» Estas mismas personas son trabajadores improductivos como sirvientes humildes, en la medida en que no hago capital con sus servicios, sino que gasto ingresos en ellos. De hecho, sin embargo, estas mismas personas también son para mí, el consumidor, trabajadores improductivos en el hotel.» [20]

Si soy un cocinero empleado en la casa de una persona rica, mi trabajo es improductivo ya que mi trabajo se «intercambia directamente con sus ingresos». Pero si trabajo para un restaurante de primera clase que atiende a los ricos, mi trabajo es productivo, ya que genera una ganancia para el capitalista para el que trabajo. Marx llega al mismo punto. “La cocinera de un hotel produce una mercancía para la persona que, como capitalista, ha comprado su trabajo: el propietario del hotel; el consumidor de chuletas de cordero tiene que pagar por su trabajo, y este trabajo reemplaza para el propietario del hotel (además de las ganancias) el fondo con el que continúa pagando a la cocinera. Por otro lado, si compro el trabajo de una cocinera para que cocine carne, etc., para mí, no para usarlo como trabajo en general, sino para disfrutarlo, para usarlo como ese tipo de trabajo concreto en particular, entonces su trabajo es improductivo… Sin embargo, la gran diferencia es (la diferencia conceptual): la cocinera no reemplaza para mí (la persona privada) el fondo con el que le pago, porque yo compro su trabajo no como un elemento de creación de valor, sino simplemente por el bien de su valor de uso. Su trabajo sustituye al fondo con el que lo pago, es decir, su salario, ya que, por ejemplo, la cena que como en el hotel me permite comprar y volver a comer la misma cena por segunda vez.» [21]

Big Mac

Lo que se produce realmente, o el trabajo que se ha puesto en la producción, no tiene nada que ver con esta distinción. Los trabajadores que producen “Happy Meals” en Burger King o McDonalds son trabajadores productivos ya que producen plusvalía para sus jefes. Estos trabajadores actúan como si estuvieran en una cinta transportadora industrial produciendo «comida rápida». Sin embargo, esto no importa si su trabajo es productivo o no. El factor determinante es que el «Big Mac», incluso si se considera un valor de uso dudoso, es sin embargo un valor de uso que se vende. Al hacerlo, estos trabajadores producen plusvalía, a pesar de ser clasificados como «trabajadores de servicios» por los estadísticos capitalistas.

Gran parte de los servicios financieros son improductivos, ya que este sector simplemente sirve para mover grandes cantidades de capital ficticio en forma de derivados y otros trucos financieros. No hay producción de plusvalía en tal actividad, pero sirve para absorber una enorme porción de plusvalía creada en el sector productivo. Este malabarismo financiero es de naturaleza puramente parasitaria.

El capital comercial simplemente compra para vender, pero no produce plusvalía de estas actividades. De hecho, es cierto que un capitalista en particular a menudo obtiene ganancias comprando barato y vendiendo caro, pero cuando esto sucede, es a expensas del capitalista a quien compra o al que vende. Sin embargo, la fuente de beneficios no es el intercambio. Simplemente se da cuenta de la plusvalía existente en la mercancía vendida por debajo de su valor por el fabricante, es decir, con un descuento. De esta manera, el capitalista industrial recuperará su dinero rápidamente y acelerará la rotación de su capital. Como explicó Marx, «el capital comercial no produce por sí mismo ninguna plusvalía, está claro que la plusvalía que se le acumula en forma de ganancia media forma una parte de la plusvalía producida por el capital productivo en su conjunto.» [22]

Cuando aplicas este concepto al lugar de trabajo, se vuelve un poco más complicado. De hecho, en la práctica, las fábricas emplean una combinación de trabajo productivo e improductivo: los que producen plusvalía y los que consumen ingresos, pero son necesarios para la producción. En un centro laboral, donde hay una división del trabajo, no podemos aislar la contribución de un individuo, sino ver la producción colectiva como el esfuerzo del trabajo colectivo empleado. En estos días, muchas «manos» están involucradas en la producción de productos básicos de todo tipo. La producción moderna es trabajo social. En otras palabras, cada trabajador tiene su función en el proceso de producción, desde el operario hasta el gerente de producción. El trabajador de mantenimiento juega un papel indispensable en la limpieza de todo, permitiendo que la producción se desarrolle sin trabas y permitiendo que los montadores realicen su trabajo sin paros innecesarios, contribuyendo así a incrementar la plusvalía.

“Adam Smith incluye naturalmente en el trabajo que fija o realiza en una mercancía vendible e intercambiable todos los trabajos intelectuales que se consumen directamente en la producción material. No solo el obrero que trabaja directamente con sus manos o una máquina, sino también el supervisor, ingeniero, gerente, empleado, etc., en una palabra, el trabajo de todo el personal requerido en una esfera particular de producción material para producir una mercancía particular, cuyo trabajo conjunto (cooperación) se requiere para la producción de mercancías. De hecho, suman su trabajo agregado al capital constante y aumentan el valor del producto en esta cantidad». [23]

Marx explica que un gerente de planta tiene un papel diario que desempeñar en el funcionamiento y la organización de la producción, y surge de la necesidad de supervisar y planificar el proceso de producción dentro del lugar de trabajo. ¡Aquí no se permite que opere el libre reinado del mercado! En consecuencia, debido a esta función, el gerente tiene derecho al “salario de superintendencia”, para usar una expresión de Marx. Pero el papel de la gerencia bajo el capitalismo tiene un doble papel, a saber planificar la producción dentro de la fábrica, pero también mantener a los trabajadores bajo vigilancia y bajo control para los propietarios y accionistas, lo que no puede considerarse trabajo productivo. Por supuesto, en un estado obrero democrático, los propios trabajadores dirigirán el lugar de trabajo bajo el control y la gestión de los trabajadores. Esto significa que los trabajadores nombrarán a sus propios trabajadores-gerentes, bajo el control del comité de fábrica, para ayudar a supervisar la producción. Su papel será fundamentalmente diferente al del supervisor capitalista.

Los trabajos pueden combinar elementos de trabajo productivo e improductivo. Por ejemplo, los contadores pueden ser productivos o improductivos dependiendo de si registran los saldos e inventarios necesarios para la producción o simplemente dedican tiempo a manipular las cuentas que el capitalismo necesita u otras tareas relacionadas.

Una mercancía no solo tiene que producirse, sino que también debe venderse si se quiere realizar la plusvalía contenida en ella. La mano de obra de los trabajadores empleados en el comercio al por mayor y al por menor debe considerarse igualmente como parte esencial del proceso productivo en su conjunto. Todos deben ser considerados eslabones necesarios en la cadena de producción capitalista. Si bien la plusvalía se obtiene en la producción y no en la circulación, los empleados en los sectores de distribución o venta al por menor juegan un papel esencial en la venta de los productos básicos producidos en las fábricas. Deben servir para realizar la plusvalía encerrada en las mercancías mediante su venta. Por tanto, el capitalista industrial vende sus mercancías a los capitalistas que distribuyen y venden al menudeo por menos de su valor. Estos se venden luego a su valor total, siendo la diferencia la fuente de ganancias para estos capitalistas y los salarios de los trabajadores en estas esferas. “Para el capital industrial, los costos de circulación aparecen como gastos, los cuales son”, afirma Marx. «Para el comerciante, aparecen como la fuente de su beneficio, que, en el supuesto de una tasa general de beneficio, es proporcional al tamaño de estos costos».

Si bien los trabajadores del comercio y los servicios no producen plusvalía, su trabajo no remunerado sí “crea su capacidad [del capitalista comercial] de apropiarse de plusvalía, que, en lo que respecta a este capital, da exactamente el mismo resultado; es decir, es su fuente de beneficios «. En otras palabras, el trabajador comercial no produce plusvalía directamente, sino indirectamente a través de su realización. Por supuesto, el capitalista comercial vigilará que los salarios pagados a sus trabajadores administrativos y distributivos sean tan bajos como sea posible, de modo que la mayor parte de la plusvalía posible esté representada por la diferencia entre el precio de «puerta de fábrica» y el precio final de venta que puede llegarle como ganancias.

En otras palabras, la circulación de bienes se paga con la plusvalía hecha en la producción, que hace un concesión sobre la base de la tasa promedio de ganancia. Sin este recorte, no se tendría ningún interés en hacer negocios. Sin embargo, es un costo para el sistema capitalista. Lo mismo ocurre con la distribución. No obstante, debemos diferenciar entre la circulación capitalista y el transporte físico de mercancías, que es una parte necesaria del proceso productivo.

Como consecuencia, Marx incluye como productivos a los trabajadores involucrados en el transporte. Explica esto diciendo que «el valor de uso de las cosas se realiza solo en su consumo, y su consumo puede hacer necesario un cambio de ubicación… el capital productivo invertido en esta industria agrega valor a los productos transportados».

Hoy en día, las empresas emplean los servicios de los Call Centers para hacerse cargo de los “servicios al cliente”, lo que sería visto como un gasto necesario e “improductivo” desde su punto de vista. Sin embargo, desde el punto de vista de los propietarios de los centros de atención telefónica, estos trabajadores serían considerados «productivos», ya que les producen plusvalía.

Si un capitalista usa el transporte privado de pasajeros (¡Dios no lo quiera!), Gasta su propio dinero “de manera improductiva”. Lo mismo sería cierto si contratara a un chófer para que lo llevara. Sin embargo, los trabajadores de autobuses que transportan pasajeros para una empresa privada producen plusvalía al generar ingresos muy superiores a sus salarios y, por lo tanto, son «productivos» en un sentido capitalista. Como puede verse, este concepto puede, por tanto, aplicarse a diferentes sectores de trabajadores según cómo trabajen para el capitalista y si producen o no plusvalía.

¿Cómo define el capitalismo a los trabajadores que trabajan para industrias estatales nacionalizadas? Bajo el capitalismo, las industrias nacionalizadas se manejan según las líneas del capitalismo estatal, orientadas a generar ganancias para el estado. La mayoría de estas industrias estaban en quiebra bajo propiedad privada y, por lo tanto, fueron asumidas por el estado, que inyectó nuevas inversiones de los impuestos. Los trabajadores son explotados en estas industrias porque producen más valor del que reciben en salarios. Estas industrias estatales se utilizan luego para producir transporte y energía baratos para subsidiar el resto de la economía capitalista. También son explotados a través de una compensación excesiva masiva a los antiguos propietarios y altas tasas de interés a los bancos, lo que sirve para desviar la plusvalía producida por estos trabajadores a otros capitalistas.

A medida que estas industrias nacionalizadas se vuelven más rentables, normalmente se venden a un precio reducido al sector privado. Cuando se privatizan, los trabajadores, que tienden a estar en peores condiciones, ahora producen plusvalía para los nuevos propietarios de capital.

Los empleados estatales, no importa la forma cómo su trabajo beneficie a la sociedad, son considerados trabajadores «improductivos» desde la perspectiva del capitalismo. Las enfermeras, los médicos y los maestros realizan un trabajo esencial, pero los empleados del estado no producen plusvalía para los capitalistas. Estos sectores financiados con fondos públicos se pagan a través de impuestos, que recaen fuertemente sobre la clase trabajadora y ligeramente sobre los capitalistas. En otras palabras, la fuerza de trabajo de estos trabajadores no se intercambia por capital, sino que proviene de los ingresos estatales provenientes de los impuestos. Lo mismo se aplica al personal médico y a los profesores de educación primaria y superior. Si bien su función es ayudar a mantener a los trabajadores sanos y formar una nueva generación de fuerza de trabajo, y ciertamente desempeñan un papel esencial en la sociedad, no son, sin embargo, trabajadores «productivos» para el capitalismo, porque su fuerza de trabajo todavía se intercambia por ingresos y no capital.

El salario social, aunque vital para la gente en general, se considera un gasto necesario para el capitalismo y no produce plusvalía. Por lo tanto, para la clase capitalista, el gasto estatal se considera un drenaje y una carga para el sector productivo (con fines de lucro) de la economía y está detrás del constante deseo de los capitalistas por reducir el gasto estatal. Además, intentan arrojar la carga de los impuestos de las grandes empresas (que casi no pagan impuestos) sobre los hombros de los trabajadores principalmente a través de impuestos indirectos. Las instituciones estatales también se ven presionadas a vender o subcontratar sus servicios al sector privado, aumentando la “mercantilización” de los servicios públicos y actuando como una nueva fuente de ganancias. Los “pacientes” y los “estudiantes” luego se convierten en “clientes” al comprar su educación y atención médica privadas. Cada vez más, los trabajadores del sector público se subcontratan al sector privado. Una vez que esto ocurre, pasan de ser los llamados trabajadores improductivos a trabajadores productivos para el capitalismo, ya que producen plusvalía para sus empleadores privados.

Este proceso también ha ocurrido en la industria manufacturera con el intento de reducir costos y exprimir al máximo las ganancias del trabajo no remunerado de la clase trabajadora. De hecho, gran parte del llamado sector de servicios, que en cualquier caso no es un término marxista, ha surgido como un derivado de la manufactura. Como sabemos, las empresas que alguna vez emplearon ingenieros de mantenimiento, limpiadores, investigadores, trabajadores de programación de computadoras y de otras cualificaciones dentro de la empresa, ahora emplean agencias de “servicios” privados que brindan tales necesidades especializadas. Sectores enteros, que alguna vez fueron parte de la manufactura, se han dividido para reducir los costos laborales, es decir, los costos de la fuerza laboral. Los antiguos trabajos de fabricación se han destinado a empresas de servicios, cuyos «servicios» se alquilan o alquilan a un costo reducido a medida que los niveles salariales de los trabajadores se han visto obligados a bajar. Sin embargo, los trabajadores están haciendo exactamente el mismo trabajo que antes, solo que más exhaustivo. La principal diferencia es que son empleados por agencias capitalistas en lugar del fabricante original.

Complejo Militar-Industrial

Por último, la carga cada vez mayor de los sectores “improductivos” de la economía, que se va reduciendo hasta la médula misma del sistema, se ha visto agravada por el crecimiento del complejo militar-industrial y la colosal carga del gasto de defensa a escala mundial. Si bien es muy rentable para los contratistas de defensa, este gasto derrochador extrae recursos vitales de la economía productiva.

Cualquiera que sea la posición de los diferentes sectores de trabajadores, la demente visión del capitalismo impulsada por las ganancias simplemente refleja los intereses materiales de la clase capitalista. Lo que es claramente evidente es la naturaleza cada vez más destructiva y parasitaria del sistema capitalista, un reflejo de su prolongada agonía. Los sectores que producen riqueza real se están contrayendo en beneficio de aquellos que la extraen, lo que sirve para socavar toda la economía de mercado. Sin embargo, los economistas burgueses están ciegos ante esta catástrofe inminente. Como dijeron los antiguos filósofos griegos, «aquellos a quienes los dioses desean destruir, primero les enloquecen».

El regreso del desempleo masivo, que adquiere la forma de un carácter orgánico permanente, corroe los elementos vitales de la sociedad. Este terrible desperdicio de mano de obra humana, junto con el dinero gastado en mantener con vida a los desempleados por temor a las consecuencias sociales y políticas, es un claro recordatorio del completo estancamiento del sistema. El cáncer maligno del desempleo masivo, que afecta especialmente a la juventud, es un crudo reflejo del estado enfermo del capitalismo en su época de decadencia terminal. La sociedad se encuentra ahora en un callejón sin salida – en realidad ante una nueva Depresión – mientras las fuerzas productivas están siendo estranguladas por la propiedad privada de los medios de producción y el Estado nacional. El sistema capitalista se ha convertido ahora en un obstáculo colosal. Las reformas parciales y los parches no sirven de nada. La sociedad necesita un nuevo organizador. El mercado ha fracasado por completo. Los apologistas del capital están tratando desesperadamente de mantenerse firmes, pero se enfrentan a un cambio radical de oposición anticapitalista. Cada vez más personas se darán cuenta de que la única forma de salir de este callejón sin salida es el derrocamiento completo del sistema.

La abolición de la propiedad privada de los medios de producción es el primer requisito previo para una economía planificada y organizada racionalmente. Bajo la planificación socialista democrática, se eliminará la anarquía del capitalismo. No existirá el trabajo «productivo» e «improductivo», ya que la explotación y la plusvalía pasarán a ser cosa del pasado. Según Marx, la sociedad inscribirá en sus estandartes: «¡A cada cual según su capacidad, a cada cual según sus necesidades!» Entonces la humanidad podrá planificar su vida racionalmente, utilizando todos los recursos y talentos disponibles para la sociedad, lo que eventualmente conducirá a la abolición de las clases y al dominio del hombre por el hombre.

Notas

1. Marx, Capital, vol.1, p.644, Penguin, nuestro énfasis.

2. Adam Smith, Investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones, 1776.

3. Ted Grant, Perspectivas Mundiales (1977), The Unbroken Thread, p.415.

4. Marx, Las teorías de la plusvalía, vol.3, p.122, énfasis en el original.

5. Marx, El Capital, vol. 3, p. 569.

6. Lenin, Imperialismo fase superior del capitalismo, LCW, vol.22, p.226.

7. Lenin, ibid, p.232.

8. Lenin, ibid, págs. 234-35.

9. Lenin, ibid, págs. 277-278.

10. Ver Graham Turner, No Way to Run an Economy, p.136.

11. Fred Moseley, The Falling Rate of Profit in the Post-War United States Economy, pp.150-151.

12. Marx, Teorías de la plusvalía, vol.1, p.201.

13. Marx, ibid, p. 152, énfasis nuestro.

14. Marx, ibid, p. 156.

15. Marx, ibid, p. 158.

16. Marx, ibid, p. 157.

17. Marx, ibid, p. 168.

18. Marx, ibid, p. 158.

19. Marx, ibid, p. 157.

20. Marx, ibid, p. 159.

21. Marx, ibid, p. 165.

22. Marx, ibid, p. 164.

23. Marx, El Capital, vol. 2, p. 226.

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