EL COVID-19, EL CAPITALISMO SALVAJE Y UN GOBIERNO CORRUPTO E INÚTIL.

“Estamos frente a uno de los mayores desafíos de nuestra historia” dictaminó Iván Duque este domingo, 15 de marzo, refiriéndose a la alarma sanitaria que enfrenta el país por el aumento en los casos de personas infectadas con el virus COVID-19. La enfermedad, declarada ya como pandemia por la OMS, ha cruzado el océano y sobrepasado nuestras fronteras para instalarse en tierras colombianas.

Su llegada ha representado un alivio para el gobierno que se encontraba en el peor punto de su popularidad y estaba saltando matones para esquivar un escandalo tras otro. Toda la cúpula del gobierno y a sus aliados políticos, entre ellos, por supuesto, Álvaro Uribe Vélez son señalados de participar en un listado largo de crímenes, entre los que resaltan: la compra de votos en las pasadas elecciones presidenciales, nexos con el narcotráfico mexicano, el espionaje, por parte del Ejercito Nacional a periodistas, políticos y activistas de todas las tesituras de la izquierda nacional y un largo etcétera. Por lo tanto, Duque junto con su camarilla, no ha dudado dos veces a la hora tomar este salvavidas, centrando toda la atención mediática e institucional en el nuevo virus y en sus repercusiones sobre el país. Llamando a la unión nacional.

Por supuesto, su lectura es superficial y sólo busca despertar el sentimiento de terror en las mayorías para empujarlas a admitir cualquier trato que pueda representar una solución. No obstante, no hay ninguna solución verdaderamente efectiva detrás de las acciones que se toman hoy para evitar el avance acelerado de la epidemia y ninguna de ellas remedia los problemas de fondo que llevan décadas arrastrando la clase trabajadora, campesinos pobres y mayorías marginadas del país. Este “respiro” momentáneo prestado por la coyuntura, pronto se convertirá en una pesada carga con la que la débil estructura gubernamental no podrá acarrear y que dejará al desnudo las fallas del sistema y la podredumbre de nuestro Estado, dirigido por lo más inepto de la burguesía colombiana.

UN SISTEMA DE SALUD AL BORDE DEL COLAPSO:

Las problemáticas que enfrentamos en Colombia, en referencia a la coyuntura actual, no son muy diferentes a las sufridas por otras naciones, sin embargo, nuestras capacidades organizativas y económicas varían a las de los países del llamado primer mundo. Hasta la fecha el virus se ha cobrado más de 7. 500 vidas a nivel mundial y ha quebrantado las líneas de batalla de las naciones más avanzadas. La cosa, sin duda, no será diferente aquí, donde uno de nuestros mayores problemas está en la desbordada demanda de atención en los hospitales y centros de salud abarrotados desde mucho antes del arribo del COVID- 19.

De hecho, estamos ya en una temporada de pico gripal y en varias ciudades del país no sólo atendemos la alarma del virus, sino que también tenemos que cuidarnos de las posibles enfermedades respiratorias por los altos grados de contaminación en el aire. Ninguna de las administraciones locales se ha mostrado muy eficaz a la hora de hacer frente a esas dolencias ambientales, haciendo más difícil la labor de los trabajadores de la salud.

La corrupción, principal enfermedad de la salud en Colombia, es una de las responsables del tétrico escenario médico que enfrentamos hoy. Del supuesto 95% inscrito al régimen contributivo y subsidiario de salud, sólo el 30% recibe cobertura completa. Por ejemplo, en las regiones rurales, abandonadas históricamente por el Estado, un tratamiento médico es una quimera. Nuestros campesinos y campesinas, así como la comunidad indígena, no tienen ninguna esperanza en el sistema de salud que los ha abandonado a su suerte. El hostigamiento de grupos paramilitares es una preocupación más latente allí. La llegada de un nuevo virus a estos territorios sólo representará un mal más al cual hacerle frente. Lo cierto es que no está muy claro qué protocolos está siguiendo el gobierno en estas zonas para prevenir o atender la extensión de la pandemia, por lo que no es equivocado suponer que, de haber algún infectado con el COVID- 19, la cifra esté muy por encima de los cálculos oficiales.

Por otro lado, el sector de las y los trabajadores de la salud, gremio ya sobreexplotado y victima de múltiples recortes, será uno de los que se verá más afectado con el aumento del contagio. Al tener que redoblar la atención en medio de instalaciones con dotación de pésima calidad, o muchas veces inexistentes, el ambiente se convertirá en un infierno. Lo peor es que su precaria situación laboral empeorará cuando la crisis económica se agrave. En resumen el sistema camina sobre una cuerda floja.

UNA ECONOMÍA DEPENDIENTE Y ATRASADA:

Por otro lado tenemos la crisis económica que ha explotado en la cara del capitalismo internacional y que ha comenzado a sentirse en nuestro país con el crecimiento desbordado del dólar, sobrepasando los 4.100 pesos. La carga de años de crisis y de manejos bálsamos de la misma, poniendo todo el peso sobre los hombros de la clase trabajadora mundial, se acumularon hasta reventar con la llegada del COVID- 19 y la pelea de precios por el petróleo. La burguesía en cada rincón del planeta está en pánico. Cada vez se va a hacer más difícil la vida para las clases más pobres que, arrinconadas por el temor, hoy se encuentran en una docilidad que pronto cambiará ante la perspectiva de hambre y miseria.

La frágil economía nacional enfrenta un momento igual de complicado con la profundización de la crisis. La sola especulación con el petróleo le representó la semana pasada una perdida de 2.000 billones de dólares. A futuro la perdida será mayor, ya que este es uno de los productos que más ganancias aporta a nuestras arcas y continuará a la baja. Nuestra confianza en esta clase de recursos, por los que hemos pagado sangre, en masacres, y el desdén por impulsar un desarrollo industrial más avanzado nos pasa factura.

Los efectos de este golpe y otros, como la afectación al turismo y el comercio, golpearán al final a las personas de a pie, trabajadores y trabajadoras que encontrarán más caros sus víveres sin que su salario aumente, o serán victimas de despidos masivos. El golpe económico ha dejado al país en un momento bastante frágil, con un pánico financiero que ha llevado a constantes cierres de la bolsa. El gobierno no tiene dinero para gastar, pero aún así sigue protegiendo los intereses de los grandes empresarios a quienes les inyecta dinero para “fortalecer” su economía, empobreciendo más a las clases bajas que están asfixiadas. Con el desempleo subiendo y la inflación a punto de dispararse, no se ve un futuro prometedor.

¿Y EL PARO NACIONAL?:

Ahora mismo todo está muy quieto, varias iniciativas se están moviendo y hay propuestas para hacer el Paro del día 25 de marzo desde la casa con cacerolas. Sin embargo, la credibilidad en la Mesa Nacional ha desaparecido casi por completo y las mayorías han optado por adherirse a las Asambleas locales o grupos estudiantiles con propuestas más avanzadas, pero los últimos acontecimientos han hecho más lentos estos procesos.

La sintonía parece estar enfocada con el hecho de enfrentar el virus y evitar su avance, sumándose un poco al discurso institucional. No es erróneo del todo, por supuesto, pues la preocupación es general y en el fondo la enfermedad y sus efectos llegarán a la población más humilde, pero es dañino dar un apoyo mudo y sin un discurso crítico a esa propuesta de unión y calma nacional. El único que parece estar más conectado con las peticiones de las masas es el senador Gustavo Petro de la Colombia Humana en unión con la UP, ala del PCC. No obstante, su interés final es el de usar ese músculo social en las urnas y no en el fragor de la lucha. Esto es un error, pues, en nuestra opinión, con un poco de sagacidad política podrían hacerse con el poder ahora mismo.

Finalmente, algo queda claro, con los días oscuros que se avecinan, las bases no se quedarán quietas y la rabia va a explotar y volverán a haber manifestaciones masivas pidiendo un cambio. El plantón por parte de algunos empleados en el aeropuerto El Dorado ocurrido el pasado martes, exigiendo mayor rigor con los protocolos, seguridad a la planta de empleados y parar con los despidos masivos; las protestas en cárceles pidiendo una mejor protección a la salud de los reclusos; así como el malestar general expresado en redes y en un cacerolazo el miércoles 18, por la ineptitud gubernamental con el cierre del aeropuerto y otros errores estratégicos; son ejemplo de eso. Es necesario estar preparados para cuando el malestar aumente.

DANDO A PALOS DE CIEGO:

En un país como el nuestro es inútil tomar de manera laxa una situación de salud como la actual y las instituciones lo saben, por eso han tratado de mostrarse eficientes, sin embargo, es sólo una opera bufa sin un final feliz. Como muestra sirvan el sin número de errores y contradicciones presentadas durante el desarrollo de los protocolos impuestos que han comenzado a resquebrajar la tan anhelada sensación de conciliación y unión nacional.

Hasta el momento Duque y su gabinete han anunciado el cierre total de fronteras terrestres y marítimas, cierre de colegios y universidades, públicas y privadas, cuarentena autoimpuesta si se sienten síntomas, la activación de protocolos de atención domiciliaria y, después de declarar el estado de emergencia, el confinamiento para personas mayores de 70 años por dos meses. Empero, ninguna de estas decisiones está cumpliendo a cabalidad su objetivo de prevención, pues son iniciativas que deben pelear con la realidad de un país que está en uno de sus momentos más críticos social y políticamente. La falta de personal, de insumos y de capacitación, en fronteras; el hacinamiento en las cárceles; la no suspensión de vuelos internacionales; la demora con la imposición de la cuarentena; y la escasa protección a los trabajadores formales e informales que necesitan salir de sus casas para sobrevivir, son algunos de los obstáculos que hacen que todo funcione a medias.

El gobierno Duque no tiene ningún interés real en dar una solución a este problema que enfrentamos, sólo quiere quedar bien internacionalmente y demorar el malestar colectivo ante su ineficaz respuesta; pero no le está saliendo muy bien. Como el resto de burgueses del mundo, nuestra clase dominante, no tiene ningún plan para combatir el problema de sanidad pública, sólo apagan un incendio tras otro. A futuro su mejor programa es continuar donde están sin que eso les cueste mucho trabajo. Los intereses que defienden son los de las grandes empresas, como en el caso de las aerolíneas, a las que les permiten saltarse los lineamientos con tal de no poner en riesgo sus ganancias. Igual proceder tienen con los grandes comerciantes, a quienes obedecen ciegamente. Sirva de ejemplo el decreto sacado este miércoles 18 por la Presidencia de la Republica, en el que se le prohibía a cualquier gobernante local imponer toques de queda o hacer simulacros de confinamiento en sus poblaciones o ciudades bajo la amenaza de sanciones. El documento se expidió en respuesta a las quejas de los miembros de la ANDI (Asociación Nacional de Empresarios de Colombia) y FENALCO (Federación Nacional de Comercio) que denunciaban perdidas económicas por estas medidas. La contestación de algunas autoridades locales fue la del desacato, lo que llevó revela la profunda fractura existente dentro de la oligarquía.

La única forma de frenar una catástrofe de escala global, como la que vivimos, es implementando un Plan de Choque que con firmeza defienda los intereses de las mayorías. Este podría consistir en: Una mayor inversión en el sistema de salud para cubrir todas las demandas materiales como el aumento en cuidados intensivos, de camas, respiradores e insumos básicos; la contratación de personal sanitario y la fabricación de insumos. Para evitar el número de contagiados es obligatoria la imposición de una cuarentena total con el pago de un salario para los afectados. Parar con los despidos ilegales. La condonación del pago de deudas, renta, hipotecas y facturas de energía durante la duración de la pandemia. La mayoría del capital público debe usarse para este fin y el resto debe ser conseguido a través de un impuesto especial a las grandes fortunas y la nacionalización de la seguridad social. También se debe estimular el avance en investigación y la mejora de los medios de producción.

No se puede esperar, por supuesto, que nada de eso lo haga la clase alta nacional y sus títeres en el Estado, cada uno de sus movimientos, aunque disfrazados con el manto del interés general, persiguen sólo salvar su pellejo y el de los grandes capitalistas.

EL FUTURO:

El oportunismo del gobierno para tapar con esta coyuntura sus torpezas y desatinos le a salido mal, ya que, detrás de cada mala decisión hay un enorme y profundo abismo de muerte y pobreza que sustenta unas columnas pesadas de corrupción y desgobierno. Son años de opresión en los que la burguesía nacional ha sido incapaz de responder con algo distinto a violencia, torpeza y criminalidad. La única solución a la vista es la de derrocar a este gobierno corrupto y a la clase que representa, ya que en ellos no existe solución de ningún tipo, como tampoco existe en el sistema que representan. La gente se da cuenta. Como escribía el gran marxista Allan Woods, “la gente no sabe qué quiere, pero sabe lo que no quiere”, y aquí ya no queremos más a esa clase dominante asesina que ha secuestrado al país por siglos.

Entonces, no se equivoca el presidente Duque al decir que estamos frente a uno de los mayores desafíos de nuestra historia, efectivamente estamos frente a uno de los mayores desafíos, el de la revolución socialista, y somos los trabajadores y trabajadoras del mundo quienes debemos asumirlo. La clase trabajadora de Colombia está lista, pero adolece de un liderazgo revolucionario y debe construirlo. Desde aquí hacemos el llamado para hacerlo, estudiando a los grandes del marxismo y preparando a lo más avanzado y audaz del proletariado para que sean ellos y ellas quienes en un futuro se pongan frente a las filas de la batalla. ¡Hoy más que nunca la lucha contra la barbarie es una necesidad!

¡Socialismo o barbarie!

¡Abajo Duque y su gobierno corrupto!

¡Por una Colombia libre y socialista!

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