Nos enfrentamos a unas elecciones que, como decimos desde la CUP, son ilegítimas e impuestas dentro del marco represivo y autoritario del 155. Tienen lugar después de semanas de encarcelamientos e intimidaciones y después de la jornada de la violencia policial sin precedentes del 1-O. Esta represión no solo ha golpeado a los dirigentes de JxSí y de la ANC y Òmnium, que representan los casos más visibles y dramáticos, sino el campo soberanista en general y las instituciones de la Generalitat. Ha habido una avalancha de imputaciones y de amenazas que buscan generar un clima de miedo.
El estado se ha estado apoyando sobre la movilización españolista y la histeria nacionalista en Cataluña y en todos lugares, dando oxígeno a grupos fascistas y creando una atmósfera de chovinismo. Estamos hablando de la acción decidida de todo el régimen del 78, el gobierno, el PSOE y Cs, la judicatura, la monarquía, los grandes medios de comunicación burgueses, la patronal (catalana y española), etc. En esta situación, el soberanismo se encontrará con todo tipo de obstáculos y zancadillas que harán de estas elecciones una batalla desigual. La exceptuabilidad del momento se resume en que los dos principales partidos soberanistas tienen a sus cabeza de lista en la prisión o en el exilio. De nuevo, se muestra la auténtica naturaleza del régimen del 78 y de la constitución española: represiva, hostil al derecho de autodeterminación y a la libertad en general y al servicio de unas élites corruptas y reaccionarias.
Como muchos compañeros y compañeras en la CUP, opinamos que habría sido mejor boicotear estas elecciones, porque son absolutamente ilegítimas, pisan el mandato del 1-O y se producen en condiciones de miedo. Sobretodo, pensamos que un boicot masivo y bien organizado hubiese disminuido la autoridad del Estado en Cataluña y más allá y fortalecido la lucha por la república sobre la única base efectiva: la desobediencia. Aún así, la decisión de ERC y del PDeCAT de participar en ellas nos obligan a involucrarnos en esta campaña. Así las cosas, una victoria del independentismo sería un golpe duro contra el españolismo reaccionario, contra el gobierno del PP y contra todo el régimen. El objetivo entonces es una amplia mayoría del independentismo y dentro del mismo reforzar la única fuerza consecuente y más a la izquierda, la CUP.
Debemos advertir que una victoria del independentismo no es suficiente para conseguir la república que deseamos. La lección más importante de los últimos meses es que el Estado español no se detendrá en su determinación para aplastar el derecho a la autodeterminación, con la ayuda explícita y activa de los grandes capitalistas españoles, catalanes, y extranjeros, y de la UE imperialista. El enemigo es muy fuerte y despiadado. Solo lo podemos combatir con métodos revolucionarios: con la movilización en las calles y en los lugares de trabajo, con la desobediencia masiva y con la lucha audaz y un espíritu de sacrificio, y la determinación de romper con el régimen del 78 y con el sistema capitalista e imperialista que lo sostiene. En el Estado español, el derecho a la autodeterminación es una tarea revolucionaria. Efectivamente, las grandes victorias de este otoño no vinieron por parte de la Generalitat, sino de las luchas de la masa: el 0-S, el 1-O, el 3-O y el 8-N. Vagas, ocupaciones, acción directa y boicot, piquetes y organización desde bajo con los CDRs. Ese es el camino. I lo que se debe decir es que es una tarea revolucionaria requiere una dirección política revolucionaria, y un arraigo entre la clase más revolucionaria, la clase trabajadora.
La hegemonía política sobre el movimiento de JxSí y, sobretodo, del PDeCAT, representa un obstáculo a la república catalana. Aunque nos solidarizamos plenamente con la represión que han sufrido, debe decirse que han mostrado una inconsistencia e indecisión constante, la cual ha debilitado al movimiento de masas. Ahora se presenten a estas elecciones sin ninguna estrategia, afirmando que acatan el 155 y abandonando la unilateralidad. Realmente se puede pensar, después de todo lo que ha pasado, que el Estado español (o la UE) se sentará a negociar con el independentismo? Las inconsistencias del PDeCAT y de ERC no son un accidente o una característica casual: responden a su carácter de clase burgués y pequeño burgués.
La CUP es el partido que más firme y consecuente se ha mostrado estos meses en relación a la lucha por la república, explicando muy correctamente que la república solo se podía conseguir con desobediencia y vinculándola con la ruptura con el régimen del 78 y la lucha por los derechos sociales. La tarea de la CUP es conquista el movimiento y darle el carácter revolucionario que necesita para triunfar. Este objetivo fue obstaculizado por la actitud contemporizadora que nuestros dirigentes mostraron. En el pasado, la CUP no fue suficientemente consecuente en el momento de distanciarse de Junts pel Sí, incluyendo la votación de unos presupuestos de austeridad, y no ha aparecido claramente en los momentos críticos con palabras de orden alternativas que pudiesen ofrecer una salida. Esto explica que también el relativo estancamiento de la CUP en las encuestas: la falta de una crítica coherente en el progresismo legitima su lógica, y da fuerza a los partidos que son más consecuentes, el PDeCAT (ahora JuntsxCat) y, sobretodo, ERC, mientras a los ojos de muchos independentistas la CUP parece un estorbo.
Desde nuestro punto de vista, se debería explicar pacientemente que el PDeCAT, y los sectores más cobardes de ERC, son un freno al movimiento, y que por sus carácteres de clase son incapaces de librar la batalla necesaria para conseguir la independencia. Los resultados de la asamblea de Granollers, donde la militancia rehusó una lista conjunta con ERC y el PDeCAT son muy positivos, y ahora se deben concretar y profundizar en ellos. Lo que se debe hacer es un bloque amplio de la izquierda combativa y rupturista. La radicalización de los sectores del antiguo PODEM y ECP encabezados por Albano Dante, Marta Silbina y otros compañeros y compañeras es tanto positiva, y representa nuestro aliado natural para ampliar la izquierda sobiranista dispuesta a romper con el régimen del 78 no solo con palabras, sino con hechos.
Mientras se debe mover el eje político del movimiento hacía la izquierda, el eje social debe moverse hacía la clase trabajadora. Amplios sectores de la clase obrera se han implicado en la lucha por la república y contra la represión, donde las vagas y la acción del movimiento obrero han sido uno de los protagonistas en los momentos clave. Debe decirse que mientras un sector participa activamente, otro, quizás mayoritario, no se ha involucrado de manera decisiva en él, y mantiene una actitud de pasividad o hasta y todo de hostilidad hacía el independentismo. Esto no parte de posiciones reaccionarias, al menos no mayoritariamente, sino de la desconfianza en los dirigentes nacionalistas de ERC y, sobretodo, del PDeCAT, un partido comprometido con la austeridad y la represión, enlodado en la corrupción, y que hasta hace poco atacaba con dureza las condiciones de vida de los trabajadores y de las trabajadoras. Necesitamos un programa socialista que pueda arraigar profundamente entre el pueblo trabajador, entusiasmarlo, movilizarlo decisivamente en la lucha por la república. Solo si se le da un contenido netamente social y progresista podremos ampliar la base social de la república entre la clase obrera. Como explicaba muy concretamente el compañero Vidal Aragonés, una república basada en los recortes y en el capitalismo nunca se ganará un soporte mayoritario. Los decretos de la dignidad que la CUP exige aplicar contienen elementos muy positivos que deben de desarrollar y entorno a los cuales debemos hacer nuestra agitación y dirigirla a los grandes centros obreros de Cataluña.
Además, no podemos olvidar las grandes movilizaciones que el 2011-2014 sacudieron Madrid y otros puntos del Estado, y que mostraron la profunda indignación que existe en la sociedad por todas partes del Estado. El aliado natural del movimiento por la república catalana es la juventud precaria de Vallecas, los mineros de Asturias, los vecinos de Murcia luchando contra el muro del AVE y las jornaleras andaluzas. Para conquistar su simpatía, romper con la olada chovinista y debilitar el Estado español necesitamos dar a la lucha por la república un contenido internacionalista y apelar conscientemente a ellos, señalando que luchamos contra un enemigo común. Antes del 1-O, la CUP e incluso ERC hicieron una campaña muy activa en la resta del Estado. La presencia de la compañera Núria Gibert en el acto de “Madrid por el derecho a decidir” que el PP quería prohibir fue muy significativa del mensaje que debía transmitirse. Debemos de retomar esta actitud con aún más intensidad y perseverancia. El exitoso viaje del compañero Vidal Aragonés a Madrid, en el cual aprovechó para mostrar públicamente nuestra solidaridad y lazos de clase con Alfon y las espartanas de Coca-Cola, establece un precedente muy correcto. Podemos resumir que cuanto menos nacionalista sea la aproximación de nuestro movimiento hacía la clase obrera catalana y española, más posibilidades tendremos de influenciarlas decisivamente.
De cara al 21-D, se puede decir que las tareas prácticas de la CUP coinciden con las tareas programáticas: disputar la hegemonía del movimiento a ERC y el PDeCAT para poder librar una batalla consecuente por la república basada en la desobediencia y la ruptura; y dar al movimiento un contenido social y progresista que rompa con la lógica de la austeridad que nos impone la crisis capitalista, que pueda entusiasmar a la clase trabajadora y conquistar simpatías en el resto del Estado, y eso solo se puede hacer si se tiene una dirección nítidamente de izquierdas.
La lucha por la república catalana ha sido el desafío más importante que ha sufrido el régimen del 78 en toda su historia. Una ruptura revolucionaria en Cataluña podría despertar la simpatía y solidaridad activa de jóvenes y trabajadores de todo el estado y más allá. Después que la troika aplastase el intento del pueblo griego de deshacerse de las cadenas de la austeridad, con la traición de Tsipras y el gobierno de Syriza, una victoria en Cataluña haría temblar la clase dominante europea y serviría de inspiración a la clase obrera y a la juventud del continente.
Pan, techo, trabajo - ¡Ahora república!
¡De pie contra el 155, contra el régimen de 78, libertad presos políticos!
¡Por una República Socialista Catalana, chispa de la revolución ibérica!