Descanse en paz Eduardo Galeano, el escritor uruguayo que unió la poesía con el análisis implacable de la realidad, la imaginación y el mito, con la defensa de la memoria de los oprimidos de América Latina y del mundo. Su vida y su obra serán siempre una inspiración para los que luchamos por transformar la sociedad. Que la tierra te sea leve, compañero.
Los ex mineros reconvertidos en guías suelen detenerse a pijchar coca en las bocaminas del Cerro Rico, en Potosí, con los grupos de turistas, e introducirlos solemnemente en la visita a las entrañas de la hermosa montaña de “gran estruendo” (Potocsi, en quechua) con estas palabras: “aquí, como escribió Eduardo Galeano, nació el capitalismo”. Ni la muerte de Galeano podrá cambiarlo.
Galeano se habría alegrado mucho al saberlo. Él conocía Bolivia, conocía a los mineros bolivianos y había bosquejado uno de los mejores retratos de Domitila, representada como una mano de mujer levantada contra el miedo en los socavones. Habría alegrado saber al autor de Las venas abiertas de América Latina, que en un prefacio expresaba la satisfacción de haber visto su obra caminar sola, que ésta es debatida en los buses y trenes por la juventud del mundo. Y así seguirá.
El escritor, ensayista, periodista y voz de millones de lectores en América Latina y más allá, inició su carrera en el periodismo, en el semanario de índole socialista El Sol, donde participaba como caricaturista político bajo el pseudónimo de “Gius”. En los años setenta participó en el Semanario Marcha, como Jefe de Redacción, y durante dos años como director del diario Época.
En 1973, fue uno de los miles de exiliados tras el golpe de Estado sufrido en Uruguay, partiendo a Argentina, lugar donde fundó la revista Crisis. Luego, se exilió en España, y allí permaneció hasta 1985, cuando volvió a su tierra natal donde fundó su propia editorial El Chanchito y participó en la fundación del semanario Brecha, además de colaborar en varios diarios latinoamericanos, como La Jornada (México) o Página 12 (Argentina).
Autor de múltiples obras, como Los días siguientes (1962), China 1964: Crónica de un desafío (1964), Los fantasmas del día del león y otros relatos (1967). Guatemala: Clave de Latinoamérica (1967), Reportajes: Tierras de Latinoamérica, otros puntos cardinales, y algo más (1967), Su majestad el fútbol (1968), siendo su obra más representativa Las venas abiertas de América Latina (1971). Ya vuelto del exilio, de sus numerosas obras, destacamos Memoria del fuego (1986), El libro de los abrazos (1989), o Patas arriba: la escuela del mundo al revés (1998).
Escritor prolífico y exquisito, combinaba genialmente literatura de un altísimo nivel con el compromiso político y social, sin caer jamás en el panfleterismo. Rastreó como un sabueso los rincones más pequeños y desconocidos de la historia de la América colonial, de las luchas libertadoras de la América iberoamericana y de la América Latina contemporánea. Emancipó del olvido estos retazos de la historia, les sacudió el polvo, y los expuso sobre el papel, limpios y diáfanos ante los ojos de todo el mundo, ya convertidos en piezas preciosas de literatura y de munición para la lucha.
Nunca renegó de sus ideales de izquierda y socialistas, y rehusó seguir el rastro de los intelectuales “progres” que cambiaron pensamiento y obra para mantener su pedestal asentado en los bolsillos de los mecenas editoriales y de los medios de comunicación burgueses. En este sentido, siempre crítico y atento, nunca abandonó la defensa de Cuba y de la revolución bolivariana en Venezuela, ni escamoteó sus diferencias con algunos aspectos de la política del gobierno del Frente Amplio en Uruguay, que no le satisfacían. Referencia intelectual obligada en América Latina, ejerció una poderosa autoridad moral que nunca pudo ser socavada.
Recientemente, escribió acerca de la situación de Ayotzinapa (México) y de los 43 normalistas desaparecidos.
“Los huérfanos de la tragedia de Ayotzinapa no están solos en la porfiada búsqueda de sus queridos perdidos en el caos de los basurales incendiados y las fosas cargadas de restos humanos.
Los acompañan las voces solidarias y su cálida presencia en todo el mapa de México y más allá, incluyendo las canchas de futbol donde hay jugadores que festejan sus goles dibujando con los dedos, en el aire, la cifra 43, que rinde homenaje a los desaparecidos". (Diario La Jornada)
En países latinoamericanos, como Bolivia, Las “Venas” y “Patas arriba”, junto al “Manifiesto” de Marx y Engels y “El Saqueo de Bolivia” de Marcelo Quiroga Santa Cruz, siguen entre las pocas publicaciones políticas que se pueden encontrar en cualquier puesto de libros del país. Con estos escritos nos descolonizamos, nos aprendimos a querer no sólo como victimas maltratadas de una historia donde “el desarrollo desarrolla subdesarrollo”, sino como posibles creadores de un mundo diferente. Un mundo donde el Futbol a Sol y Sombra no sea una pasión hostigada por la consciencia y el mercado, sino que vuelva a su origen auténticamente popular de cosa de migrantes, círculos de proletarios, socialistas y anarquistas.
Del periodista, escritor, historiador, luchador social y víctima de más de una dictadura –en suma, de Eduardo Galeano– no nos harán falta sus obras, por lo menos las que ya vieron la luz. Nos faltarán sus columnas por los desaparecidos de Ayotzinapa, su firma elocuente de la petición popular que exige a Obama retirar sus amenazas a Venezuela y América Latina, su aumentarle el adjetivo “robado” al Libro del Mar que Evo le obsequió. Nos hará falta la voz autorizada que amplificaba las voces de nuestras luchas, sus muy actuales advertencias a los gobiernos progresistas latinoamericanos para que no conviertan el poder en un violín “que se toma con la izquierda y se toca con la derecha”; nos hará falta el compañero.
El suplemento especial de un diario nacional boliviano (Opinión) titulaba estos días: “La memoria de América Latina y la consciencia de Europa”, sobre las fotos de Eduardo Galeano y Günter Grass, ambos muertos en estos días. En cierto sentido Galeano fue las dos cosas: la memoria de América Latina, de su descendencia colonial que reverbera en su condición de rezago, y la consciencia sucia de Europa. Pero Galeano era un socialista, un antiimperialista y anticapitalista: él era la memoria del presente y de la actualidad de estas batallas de las cuales depende el futuro de la humanidad.
Quien haya encontrado estas líneas buscando la vida de Galeano, lo invitamos a leer su obra, empezar así su aprendizaje político y social, para encontrarse un día en su propio Cerro Rico y a su propia guía que le diga: “aquí, como escribió Galeano, nació el capitalismo”, y responderle “aquí lo enterraremos”. Adiós, hasta siempre Eduardo Galeano.
LOS NADIES (Eduardo Galeano)
"Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pié derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de los nadies, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata."