Ecuador mira a la izquierda en las elecciones presidenciales
Desde el fracaso de la revolución de 2000, Ecuador ha sufrido cambios bruscos y repentinos, reflejando la profunda crisis del capitalismo y el latifundismo ecuatorianos. Crisis de gobierno, huelgas generales, movimientos de masas y revoluciones que han caracterizado la situación durante los últimos seis o siete años. Ahora la atención nacional se ha centrado en las elecciones presidenciales donde el anterior ministro de economía, Rafael Correo, ha surgido autoproclamándose como el abanderado de las masas oprimidas.
Ecuador a conocido muchas elecciones presidenciales, completadas con promesas una retórica radical y falsas promesas. Debido a las promesas rotas y su capitulación ante el imperialismo estadounidense, el presidente Lucio Gutiérrez, que originalmente fue elegido con un billete de izquierdas, recientemente fue expulsado del poder, derrocado por una nueva insurrección. Las masas están esperando que estas elecciones presidenciales sean diferentes, pero existe un escepticismo justificado después de la experiencia de Gutiérrez. Sin embargo, dada la profundización de la crisis que afecta a Ecuador, la creciente revolución a través de América Latina, y la elevada conciencia de las masas, la campaña electoral que ha rodeado a Correa se ha convertido en un punto central para el cambio social.
Mientras la oligarquía fue capaz de sustituir a Gutiérrez con el anterior vicepresidente Alfredo Palacio, eso simplemente sirvió para posponer la crisis. Los profundos problemas sociales y económicos a los que se enfrentan las masas nunca se resolverán sino que sólo se empeorarán. La masa de la población ecuatoriana vive en la abyecta pobreza y la tasa de desempleo oficialmente es del 40 por ciento. Muchos barrios en los márgenes de Quito y en otras partes no tienen electricidad ni agua potable. Como resultado de estas condiciones sociales enconadas las masas en Ecuador han tomado repentinamente el camino del cambio revolucionario, sólo frustrado por su dirección.
La atención una vez más se ha desviado hacia el frente electoral, donde Correo ha sido presentado por los medios de comunicación como otro Chávez. Esto ha puesto una enorme presión sobre Correa desde abajo, y ha radicalizado sus denuncias del imperialismo y la elite gobernante de Ecuador.
En un mitin público en Latacunga, una ciudad pobre a unos 120 kilómetro al sur de Quito, 4.000 personas esperaban la llegada de Correa. Llegó tarde: “Hemos tenido que esperar toda nuestra vida para esta revolución”, declaraba uno de los organizadores. “Por favor, esperad unos minutos más”. La multitud cada vez más entusiasmada por ver a este candidato radical, el favorito para ser próximo presidente Ecuador.
Rafael Correa ha prometido no renovar el contrato con la base militar estadounidense en Manta, reestructurar la deuda externa del país y renegociar los contratos con los inversores extranjeros en la industria petrolera como la española Repsol, la brasileña Petrobras, la china Andes Petroleum y la francesa Perenco. Esto ha llegado tras la reciente decisión del gobierno de revocar el contrato de la petrolera norteamericana y tomar unos activos de Occidental por valor de 1.000 millones de dólares como consecuencia de sus acciones “inmorales e ilegales”.
Mientras su plataforma política radical se ha ganado el afecto de los votantes, esto ha encendido las campanas de alarma en Wall Street y Washington, el precio de los bonos dólar de Ecuador han caído según aumentaba la popularidad de Correa. Merrill Lynch ha reducido la categoría la ponderación del país en su cartera modelo por segunda vez este mes, citando la creciente popularidad de Correa en las encuestas. Este temor se mezcla con el hecho de que Ecuador es el segundo mayor exportador de petróleo a EEUU.
A sólo una semana de las elecciones del 15 de octubre, el apoyo de Correa ha subido rápidamente hasta el 33 por ciento, frente al 22 por ciento del candidato del establishment, León Roldós, que es su rival más cercano, según las encuestas de Cedatos, y está a favor de un acuerdo comercial con EEUU. Correa necesita un 40 por ciento de los votos para ganar de manera absoluta y evitar una segunda vuelta en noviembre.
Correa se está basando en la profunda hostilidad de las masas tanto hacia su propia oligarquía política corrupta como hacia el imperialismo estadounidense. El Congreso, dominado por los partidos tradicionales, es ampliamente detestado, y Correa ha declarado la guerra a su “partidocracia” corrupta. Si Correa saliera elegido ha prometido la convocatoria de una asamblea constituyente para reescribir la constitución, socavando el poder de la legislatura.
Correa también se ha basado en la extensión de los sentimientos antiimperialistas que existen, especialmente contra EEUU. Ha anunciado su oposición a reiniciar las fracasadas conservaciones comerciales con EEUU y ha exigido que Manta, la única base militar de Washington en América del Sur, sea cerrada. También promueve el establecimiento de relaciones con Chávez y Castro.
“George W. Bush es un terrorista y un belicista que quiere imponer su voluntad sobre el resto del mundo”, esto es lo que dijo Lenin Moreno, el candidato vicepresidencial de Correa.
Correa incluso ha dicho que la comparación de Bush con Satán era injusta para el demonio, ya que, según decía, el diablo es el mal, pero al menos es inteligente. Esto no ha caído muy bien en Washington, donde Correa es considerado como un Chávez potencial, lo que añade más fuerza a la oleada revolucionaria que recorre América Latina.
El campo de Roldós está esperando desesperadamente forzar una segunda vuelta, donde esperan copiar la victoria electoral de Alan García de este año en Perú atacando la conexión de Correa con Hugo Chávez. Sin embargo, debido a la desesperación Roldós está jugando con fugo. Más que reducir el apoyo de Correa, simplemente radicalizará la situación aún más. El apoyo de Chávez en Ecuador es bastante diferente al de Perú. En una encuesta continental realizada este año por Cima, una empresa de encuestas regional, el 86 por ciento de los ecuatorianos admiraban a Chávez, ¡una cifra mayor que en la propia Venezuela!
Para muchos de los sectores más pobres de la sociedad, existe un sentimiento de desconfianza en todos los políticos. De regreso a Latacunga, Rodrigo Vizuete, uno de los que luchan por sobrevivir, no está convencido con Correa. “Todos mienten. Dicen que nos ayudarán y nunca hacen nada”, dice él. “Pero Correa es mejor que los demás”.
Es probable que Correa gane las elecciones, si no lo hace en la primera vuelta. Para las masas, sin embargo, estas elecciones son el juego de la silla. Están buscando una salida al callejón sin salida y un medio para terminar con su miseria. Si Correa es elegido tendrá poco margen de maniobra. Existirá una presión colosal desde abajo. Se enfrentará a la elección de llevar a cabo una política en interés de las masas o en interés del imperialismo y la oligarquía. No hay un camino intermedio. Si decepciona a las masas es muy probable que termine como Lucio Gutiérrez. La revolución en América Latina se está extendiendo de un país a otro del continente. En particular Venezuela y Bolivia son un ejemplo revolucionario para las masas ecuatorianas. Sólo el derrocamiento del latifundismo y el capitalismo puede resolver la crisis y solucionar los problemas que sufren las masas. No hay solución a medio camino.