Ahora, todos los economistas burgueses señalan insistentemente que estamos saliendo de la recesión. Pero la pregunta que debemos responder es a qué precio saldrá el capitalismo de la crisis actual, qué consecuencias tendrá sobre las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera en todos los países, y qué efectos políticos acompañarán este proceso.
Hoy, más que nunca, debemos tener una visión global, mundial, de los acontecimientos. Estamos presenciando la crisis más severa desde el fin de la 2ª Guerra Mundial. De eso no hay duda, y hasta la burguesía lo acepta.
No hay una crisis final del capitalismo
Las cifras del FMI dan perspectivas muy pobres para el crecimiento de la economía mundial en el 2010, un 0%-2% del PBI en cada país (excepto China, 8,5%). En EEUU y en casi todas partes, hay un colapso de la demanda en relación a la producción, lo que genera sobreproducción.
Hay una contracción aguda del comercio mundial. En 2009 tuvimos la primera contracción del comercio mundial desde 1989, un 10%. Esto estimula la lucha por los mercados internacionales, que será una característica del próximo período, con la aplicación de medidas proteccionistas en cada país para proteger sus mercados nacionales de la competencia exterior: frenos a las importaciones, devoluciones competitivas de las monedas para exportar más barato a costa de los demás, subsidios, etc.
Sin embargo, no existe una crisis final del capitalismo. Siempre hubo ciclos de boom y recesión. El capitalismo se recuperará, incluso, de la crisis más grande, hasta que sea derrocado por la clase obrera.
Como Trotsky explicó: "Las oscilaciones cíclicas acompañan a la sociedad capitalista en su juventud, en su madurez y en su decadencia, exactamente como los latidos de su corazón acompañan a un ser humano incluso hasta en su lecho de muerte. No importa cuáles puedan ser las condiciones generales, por más profunda que pueda ser la decadencia económica, la crisis económica e industrial interviene barriendo las mercancías y fuerzas productivas excedentes, y estableciendo una correspondencia más estrecha entre la producción y el mercado, y por estas mismas razones abriendo la posibilidad del reanimamiento industrial" (Marea Alta, 25 diciembre 1921).
Ahora, todos los economistas burgueses señalan insistentemente que estamos saliendo de la recesión. Pero la pregunta que debemos responder es a qué precio saldrá el capitalismo de la crisis actual, qué consecuencias tendrá sobre las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera en todos los países, y qué efectos políticos acompañarán este proceso.
¿Qué tipo de recuperación económica?
En los años 30, los gastos armamentísticos jugaron un papel importante en la salida de la crisis, y las guerras se justificaron para encontrar nuevos mercados y conquistar fuentes de materias primas. EEUU y Alemania necesitaban la guerra. Pero eso ahora está descartado, debido al desarrollo del poder nuclear. La burguesía hace guerras para conquistar mercados y zonas de influencia, no para autodestruirse. Para salir de la crisis, sólo pueden declararle la guerra a la clase obrera de cada país. Tienen que recortar hasta los huesos y eso será una receta acabada para la lucha de clases.
Hasta hace poco estaba de moda decir que el mercado era eficiente por sí mismo. Pero ahora la economía de cada país depende de la intervención estatal. Esto significa una condena del capitalismo como sistema sustentado en la propiedad privada. Es natural, por lo tanto, que un vocero del capital internacional como el diario británico The Economist, hable de que el principal retroceso que ha traído la crisis al sistema no es económico ni político, sino ideológico.
Los gobiernos capitalistas están tomando medidas extraordinarias, que son irresponsables desde el punto de vista burgués, con la inyección de cantidades astronómicas de dinero público. Esto tendrá consecuencias para el futuro ya que implica la acumulación de enormes déficits y deudas públicas, que lastrarán a medio plazo el crecimiento económico, y empeorarán las condiciones de vida de la clase obrera.
Para el 2010, la cifra de deuda pública para las 10 naciones más ricas del planeta será el 106% de la riqueza anual generada en estos países (el Producto Bruto Interior, PBI). En el 2007 era del 77%. Inyectaron 9 billones de dólares en 3 años sólo en los 10 países más ricos. Para el 2016 la deuda pública alcanzará la cifra de 114% del PBI. Esto provocará, en la fase que siga a la crisis, un crecimiento económico raquítico debido a que la mayor parte de la nueva riqueza generada deberá destinarse a tratar de saldar las enormes deudas acumuladas en la crisis actual. Esto vendrá acompañado probablemente con inflación durante años, debido a que habrá un exceso de papel moneda emitido por los gobiernos (riqueza ficticia) que no se compensará con un equivalente igual de riqueza real generada.
Para contener y reducir la deuda pública, habrá recortes profundos en los gastos e incremento de los impuestos, lo que pavimentará el camino para un desarrollo importante de la lucha de clases.
Los Estados Unidos
La crisis ha provocado una enorme conmoción en los trabajadores norteamericanos. El desempleo se duplicó en un año. La situación es peor ahora que con Bush. La tasa de desempleo real es del 15% (si sumamos los empleos precarios). Por primera vez se perdieron todos los empleos creados en la anterior época de boom. Los efectos en la conciencia comenzarán a verse a partir de ahora.
La utilización de la capacidad industrial utilizada es sólo del 68%. La pobreza se ha extendido rápidamente con imágenes que recuerdan los años 30. En EEUU hay 10 ciudades de carpas y ollas comunitarias.
El déficit estatal de EEUU en la primera mitad del 2009 ya es el doble que el de todo el año 2008. En un acto sin precedentes, la profundidad de la crisis obligó al gobierno de EEUU a nacionalizar los principales bancos y empresas, como la General Motors, disfrazándolo con la toma de la mayoría de su capital accionario. En General Motors van a recortar el empleo de 91.000 a 64.000 trabajadores y reducirán los salarios a la mitad. Lo mismo se aplica a las principales compañías y bancos en EEUU y otros países.
El ciclo económico y la conciencia de la clase obrera
Una recesión económica profunda, como la actual, puede temporalmente provocar un efecto traumático en la clase obrera, por el miedo a la pérdida de puestos de trabajo, con la reducción de los conflictos huelguísticos. Pero la crisis tiene un efecto profundo en la conciencia. Los trabajadores aceptarán sacrificios en un contexto de crisis económica profunda hasta que llegue a un punto crítico en que dirán ¡basta ya! y toda la situación se transforme en su contrario, lo cual podría verse favorecido en el inicio de una recuperación económica. Trotsky siempre insistía en que tras una crisis profunda, con un efecto depresor en la lucha de clases, el inicio de una recuperación económica podría estimular y dar confianza a los trabajadores en sus fuerzas (como vimos en Argentina a partir del año 2004) y provocar un movimiento huelguístico potente y un auge de la lucha de clases.
Incluso un reanimamiento económico no plantearía el otorgamiento de concesiones fáciles a la clase obrera. Veremos una recuperación económica débil con políticas estatales de austeridad. Un nuevo repunte económico no dará estabilidad al sistema y afectará a las organizaciones de masas, con fermento en su interior y el inicio de un giro a la izquierda.
Perspectivas
Las conquistas obreras de la posguerra entre los años 40 y 80 fueron una anomalía en el curso normal del capitalismo. En la nueva etapa que siga a la crisis actual, hasta las reformas más elementales requerirán enormes luchas y eso preparará la conciencia de la clase obrera para la lucha revolucionaria, sacudiendo de arriba hasta bajo las organizaciones tradicionales de la clase obrera, creando fermento y corrientes opositoras de izquierda y de masas en su seno. Este será el mejor caldo de cultivo para que las ideas del socialismo revolucionario alcancen una audiencia significativa y permitan un desarrollo y un crecimiento significativo de corrientes marxistas de masas en todos los países.
Vemos fermento en todas partes, aparte de Latinoamérica donde los procesos revolucionarios están más avanzados. En África, la clase obrera comienza a moverse en países donde ésta es fuerte, como Nigeria, Egipto y Sudáfrica.
En Irán vemos desarrollarse las primeras etapas de una revolución. En la India, está desarrollándose una guerra campesina en algunas áreas que refleja la incapacidad del capitalismo indio para resolver los problemas básicos de la revolución democrático-nacional. En China, la clase obrera esta en vísperas de irrumpir en la escena.
La tarea de los marxistas es permanecer junto a la clase obrera, participando en sus organizaciones de masas, explicando pacientemente la necesidad de dar la lucha política, y agitar por un programa de transición al socialismo que combine la necesidad de luchar por las mejoras más indispensables junto con la necesidad de expropiar a los grandes empresarios, banqueros y terratenientes para iniciar la transformación socialista de la sociedad que necesitamos para poner fin a la barbarie y explotación del sistema capitalista.
Fuente: El Militante - Argentina