El contagio por ébola de la auxiliar de enfermería Teresa Romero es el resultado del desmantelamiento de la Sanidad pública. Lo que comenzó con la aparentemente segura repatriación de dos misioneros infectados en África, ha derivado en la mayor crisis sanitaria de los últimos años por culpa de los recortes en la Sanidad pública y de la ausencia de protocolos de actuación adecuados para una enfermedad especialmente mortífera.
La crisis del ébola ha puesto de manifiesto con especial crudeza la incompetencia de los representantes políticos de la burguesía española, su prepotencia y su crueldad para con los trabajadores, expresada en el linchamiento al que se está viendo sometida Teresa Romero, la víctima principal de todo este cúmulo de chapuzas.
El ébola
Hasta ahora el virus del ébola estaba circunscrito al centro y oeste de África, donde la enfermedad ha adquirido dimensiones de verdadera pandemia, por las terribles condiciones de vida a las que está sometida la inmensa mayoría de la población africana. La explotación colonial de los recursos de África, por parte de las multinacionales europeas y norteamericanas, condenan a la inmensa mayoría a la pobreza extrema, lo que, unido al subdesarrollo de los servicios sanitarios y a la avaricia de las multinacionales farmacéuticas, es el caldo de cultivo perfecto para epidemias como el ébola.
Ante esta pandemia, la respuesta de la “comunidad internacional” (es decir, de las mismas potencias coloniales que condenan a África a la miseria) ha sido la condolencia hipócrita y la ayuda con cuentagotas, limitada a no tocar los beneficios de las grandes farmacéuticas. Mientras que un país pequeño como Cuba, gracias al excelente nivel de su Sanidad pública y de sus médicos fruto de la economía nacionalizada y planificada, ha sido capaz de enviar personal y material médico a la zona del brote, el Estado Español ha importado el virus al repatriar a dos misioneros católicos que se contagiaron por trabajar con medios insuficientes en un hospital privado.
¿Por qué repatriaron a los dos misioneros?
A pesar de las dimensiones catastróficas del brote en Liberia y Sierra Leona, estas han ocupado apenas un pie de página en los espacios informativos del Estado Español, hasta que en agosto se infectaron dos sacerdotes españoles, miembros de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, que trabajaban en hospitales de la Orden en Liberia y Sierra Leona, parte del precario dispositivo de contención de la epidemia. Cabe recordar que la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios es propietaria de hospitales en medio mundo, el primero y más antiguo en la ciudad de Granada (concertado con la Junta de Andalucía hasta 2015), por cuya gestión percibe sustanciosos beneficios que se derivan a su sociedad de inversión, Finanzas Querqus, una de las famosas SICAV que sirven para evadir impuestos.
Detrás de la repatriación de los dos religiosos no había razones humanitarias, sino una concesión al poderío político y económico de la Iglesia católica, en un momento en el que las relaciones entre esta y el gobierno estaban en horas bajas por la paralización de la ley del aborto de Gallardón. Los traslados, y todo el aparato que los rodearon, sirvieron además al gobierno para exhibir músculo, tratando de hacer creer que el país estaba perfectamente preparado para afrontar una emergencia sanitaria de éste calibre. Nada más lejos de la realidad, como han demostrado los acontecimientos posteriores.
El desmantelamiento de la Sanidad pública en Madrid
Madrid contaba hasta éste año con un hospital de referencia para infecciosos graves, el Carlos III. Pero éste mismo año la planta de dicho hospital que estaba preparada para el ébola fue desmantelada, dentro del proceso de demolición de la Sanidad pública iniciado por la Consejería de Salud de la Comunidad de Madrid, con vistas a privatizar lo que quedara en pie. De hecho, la licitación para convertir al Carlos III en un “centro de media o larga estancia” (en la práctica una residencia de ancianos), ha salido publicada en el Boletín Oficial de la Comunidad en plena crisis del ébola. Hubo que reabrir a toda prisa la planta especializada para recibir a los dos misioneros. Y una vez que estos murieron, se volvió a cerrar, sin seguir las más elementales medidas de seguridad, porque ya estaba prevista su remodelación desde hacía meses.
Desde el primer momento de esta crisis, los trabajadores de la Sanidad pública han denunciado sistemáticamente la improvisación, la falta de medios adecuados, la ausencia de un protocolo correcto de actuación frente al ébola, elaborado, como es preceptivo, por los propios profesionales. Todo esto ha generado un ambiente de rabia y combatividad entre los trabajadores y trabajadoras de la Sanidad pública, que se han movilizado espontáneamente contra la gestión de esta crisis y en defensa de la compañera Teresa Romero. Llueve sobre mojado. En Madrid especialmente venimos de un año largo de movilizaciones contra el desmantelamiento de la Sanidad pública, organizadas en la Marea Blanca. Esta consiguió una importante victoria al paralizar en los tribunales la privatización de la Sanidad pública y forzar con ello la dimisión del anterior consejero, Lasquetty. El despertar a la lucha de un sector anteriormente atomizado y dominado por los prejuicios corporativos es el resultado positivo de los ataques contra la Sanidad pública por parte de los gobiernos de la Troika.
En defensa de Teresa Romero
El aspecto más hediondo de toda esta crisis ha sido sin duda el linchamiento público al que se ha visto sometida la principal víctima, la auxiliar de enfermería Teresa Romero. Como es costumbre en la derecha, cada vez que hay un desastre la culpa es sólo del trabajador o del técnico, cuando no de las víctimas. Así, de la catástrofe del Prestige tuvo la culpa el capitán del barco, el accidente del Alvia en Angrois sólo fue culpa del maquinista, de la tragedia del Madrid Arena tuvieron la culpa las niñas muertas… Y, por supuesto, Teresa Romero es la culpable de su propia infección.
Sin lugar a dudas, quien más se ha destacado en el linchamiento a Teresa ha sido el consejero de salud de la Comunidad de Madrid, Javier Rodríguez, quien, para más vergüenza suya, es médico colegiado. Éste individuo llegó a insinuar que Teresa habría mentido sobre su propio estado de salud, ha alimentado la teoría del “fallo humano” (que se tocó la cara) como causa de la infección, amén de otras muchas barbaridades que da vergüenza reproducir. Estas declaraciones son un insulto y una puñalada para la compañera y para todos los trabajadores de la Sanidad pública.
Lo cierto es que es imposible saber si Teresa se tocó la cara o no al quitarse el traje, puesto que ese momento no está grabado, al faltar la preceptiva cámara de vigilancia en la sala. Tanto Teresa como el resto de profesionales del Carlos III sólo tuvieron acceso a trajes de protección del tipo 2, cuando lo recomendado para el ébola son los de tipo 3 o 4, sobre cuyo uso se les instruyó en una charla de apenas 20 minutos y sin apenas prácticas, por lo que no es cierto, como dice el consejero, que tuviera “experiencia de haberse puesto y haberse quitado el traje sucesivamente”. Javier Rodríguez es un perfecto representante de la derecha española, prepotente y cruel, dispuesto a destrozar a sus “subordinados” con tal de salvar a sus jefes. El Ilustre Colegio de Médicos de Madrid debería abrirle un expediente a éste sujeto. La clase trabajadora nunca lo va a olvidar.
Teresa Romero se presentó voluntaria para atender a uno de los misioneros infectados. Cuando acabó su labor, la mandaron a su casa; cuando se encontró mal, llamó al hospital y la mandaron al centro de salud. No vamos a detallar aquí todas las circunstancias por las que ha pasado después, que son sobradamente conocidas. Nuestra obligación como revolucionarios es, sobre todas las cosas, el salir en su defensa ante los ataques que está sufriendo la compañera. Teresa sólo es culpable de jugarse la vida por un salario congelado, de ponerse un traje de seguridad inadecuado tras una explicación de 20 minutos, de cumplir un protocolo que ha mostrado deficiencias por todos lados. El linchamiento al que ha sido sometida, llegando al extremo cruel de sacrificar a su perro sin que hubiera evidencia alguna de riesgo de contagio, no es más que la venganza de los verdaderos culpables de esta crisis contra quien los ha puesto en evidencia como los incompetentes y liquidadores de la Sanidad pública que son.
Defendamos la Sanidad pública - Abajo los gobiernos del ébola
La Sanidad pública, como la Educación, las pensiones, el seguro por desempleo… etc, es el fruto de décadas de lucha de la clase trabajadora. Estas conquistas preciosas están siendo atacadas. En su lucha por los beneficios, los capitalistas quieren menos o nada para los servicios públicos y más para el pago de la deuda y para la especulación. Esta situación fue santificada por el PP y el PSOE cuando votaron juntos la reforma del artículo 135 de la Constitución española, esa que no se puede ni mirar cuando de los derechos democráticos de los pueblos se trata, y está siendo aplicado con especial fruición por los gobiernos autonómicos del PP, como el de Madrid.
No podemos permitir que esta crisis pase como si tal cosa. Los gobiernos central y regional no tendrán inconveniente en sacrificar a Ana Mato y Javier Rodríguez mientras el resto de la estructura siga intacta. Las movilizaciones espontáneas de los trabajadores y trabajadoras de la Sanidad pública nos tienen que marcar el camino. Hay que darle cauce a la inmensa rabia social que está generando el escándalo del ébola, una gota más en el vaso rebosante de la paciencia social. Las organizaciones tienen que dar un paso al frente; Podemos, Izquierda Unida y los sindicatos de clase, junto con la Marea Blanca y los demás movimientos de defensa de nuestros servicios públicos deben convocar y ponerse al frente de las movilizaciones para exigir elecciones ya y para forjar la unidad en la lucha.
La sacudida que ha supuesto la crisis del ébola muestra de forma clara cuan urgente es echar del gobierno a los representantes de la Troika, la banca y el IBEX-35, poniendo en su lugar un gobierno obrero y popular que sea capaz de acabar con el poder de los capitalistas que expolian lo que es de todos.
- Defendamos la Sanidad pública. Ni recortes ni privatización.
- Dimisión de la ministra de salud Ana Mato y del consejero de salud de la Comunidad de Madrid Javier Rodríguez. Depuración de todas las responsabilidades, políticas y penales, en todos los niveles de la administración.
- Investigación de la gestión de la crisis por una comisión independiente, compuesta por profesionales y representantes de los trabajadores sanitarios.
- Protocolos claros contra el ébola y equipamientos adecuados. Ni un recorte más en salud y seguridad laboral.
- Elecciones ya. Organizar la Unidad Popular, para echar a los gobiernos del ébola.