¿Hacia donde va Corea del Norte?
Ahora Corea del Norte ha despertado interés por llevar a cabo pruebas nucleares en un bunker subterráneo, provocando un temblor de 4,2 en la escala Richter. El Centro de Investigación Sísmico de Australia calculó que fue aproximadamente de un kilotón, el equivalente 1.000 toneladas de TNT. El ministro de defensa ruso, Sergei Ivanov, dijo que osciló entre 5 y 15 kilotones. La bomba que EEUU arrojó sobre Hiroshima en 1945 fue de 12,5 kilotones.
Los mercados bursátiles mundiales se han visto sacudidos y el precio del petróleo ha revertido su reciente caída gradual. China tuvo conocimiento primero de la prueba e informó a EEUU, Japón y Corea del Sur. EEUU inmediatamente amenazó con sanciones que ya sofocarían aún más la frágil economía norcoreana, aunque hacerlas efectivas será difícil porque China no está muy dispuesta a apoyar. Corea del Norte depende principalmente de China para el comercio.
En el famoso discurso de George Bush de 2002 sobre el estado de la unión, señaló a Iraq, Irán y Corea del Norte como parte de un “eje del mal”. Desde entonces, Iraq ha sido invadido y ocupado, Irán recibe amenazas casi diarias, aunque la posibilidad de una invasión terrestre norteamericana es actualmente muy improbable dado el caos que tiene en Iraq. Pero la administración Bush se anda con pies de plomo cuando se trata de Corea del Norte, y es fácil ver el porqué.
La razón principal para meter en el mismo saco estos regímenes era su supuesta posesión de, o intentos de adquirir, armas nucleares. Iraq fue invadido con este leve pretexto, y no se encontraron tales armas. Irán todavía no tiene armas nucleares, pero juega al gato y el ratón con EEUU y la UE presumiblemente por su intento de adquirirlas. La razón es evidente: Iraq fue invadido precisamente porque EEUU sabía que no tenía estas armas, y por lo tanto era un objetivo fácil. El régimen iraní naturalmente cree que la mejor forma de evitar una invasión es desarrollando armas nucleares disuasorias.
Pero en el caso de Corea del Norte, muchos en la administración Bush llevan ya un tiempo creyendo que tiene capacidad nuclear, así como misiles de largo alcance que pueden llegar a Japón y posiblemente a la costa occidental de EEUU. Ahora las sospechas de capacidad nuclear se han confirmado. Esto explica la actitud mucho más cauta que exhibe Washington cuando se trata del régimen de Kim Jong-Il.
La hipocresía del imperialismo norteamericano no conoce límites. Es el único país que ha utilizado armas nucleares en una guerra, borrando dos ciudades japonesas y asesinando a más de 200.000 civiles. Tiene suficientes armas nucleares para aniquilar todo el planeta en varias ocasiones. Y aún se ve como el único con derecho a decir quien puede o no tener estas terribles armas.
Aceptar la idea de que EEUU tiene el derecho a decidir quién puede o no tener armas nucleares sería aceptar que el mundo está a salvo en manos de los capitalistas estadounidenses, y esto está muy alejado de la realidad. La oposición de EEUU a que Corea del Norte desarrolle capacidad nuclear no se basa en preocupaciones “humanitarias” sobre el destino de la gente corriente alrededor del mundo. Israel ha desarrollado capacidad nuclear, y algunos de sus generales incluso han contemplado la posibilidad de utilizarla, pero en este caso no hubo amenaza, sanciones ni invasión. India y Pakistán tienen misiles nucleares y todos los esfuerzos diplomáticos se han quedado en nada. Iraq no tenía armas nucleares y fue invadido, en el último período han muerto asesinadas al menos 100.000 personas.
Desde un punto de vista histórico general, el desarrollo de armas nucleares es un despilfarro absoluto de recursos humanos y materiales. Pero en la medida que la sociedad esté dominada por clases dominantes nacionales privilegiadas, en el caso de Corea del Norte por una burocracia estalinista privilegiada, éstas se armarán hasta los dientes para defender sus privilegios, tanto contra sus competidores como contra la clase obrera.
Por lo tanto, la única forma de garantizar un mundo libre de armas nucleares es luchar por el derrocamiento de estas clases dominantes. Sólo cuando el mundo esté bajo el control de los trabajadores de todos los países podremos redirigir estos enormes recursos, que actualmente se malgastan en armas, y gastarlos en nuestras necesidades reales, como sanidad, educación, vivienda y cosas similares.
Antecedente histórico
A pesar del renovado foco sobre Corea del Norte, existe poca información de lo que realmente está ocurriendo dentro del país. ¿Qué está ocurriendo con la economía? ¿Qué está ocurriendo dentro del régimen? ¿En qué dirección se encamina?
Para empezar, debemos dejar claro que Corea del Norte nunca ha sido una verdadera sociedad socialista como la conciben los marxistas. Desde que comenzó a existir a finales de los años cuarenta ha sido un régimen estalinista, lo que nosotros describiríamos como un estado obrero deformado, en este caso terriblemente deformado, los medios de producción son propiedad del estado, pero el control está firmemente en manos de una burocracia privilegiada.
La Península de Corea tiene una larga historia de invasiones y resistencia contra la ocupación extranjera. A lo largo de los siglos, Corea estuvo ocupada o atacada por un invasor tras otro: mongoles, chinos, japoneses y a finales del siglo XIX los europeos, con la esperanza de entrometerse en el “reino ermita”, como habían hecho con China y Japón. Después de la Guerra Ruso-Japonesa de 1905, Corea fue ocupada por Japón, que formalmente se la anexionó en 1910. Los japoneses comenzaron a industrializar el país, especialmente con la construcción de ferrocarriles, pero también saquearon sus recursos naturales y explotaron brutalmente a su población, gobernante con puño de hierro.
El Movimiento por la Independencia se opuso activamente a la ocupación japonesa, alcanza su punto álgido el 1 de marzo de 1919, cuando miles de manifestantes fueron asesinados y otros decenas de miles fueron mutilados y encarcelados. En los años que siguieron, decenas de miles de comunistas coreanos se unieron al Ejército de Liberación Popular Chino para luchar contra los japoneses en China y Corea, con Kim Il-Sung emergiendo como unos de los dirigentes más destacados. Cuando colapsó su imperio, los japoneses finalmente fueron expulsados, y las fuerzas de Kim entraron triunfalmente en la importante ciudad portuaria coreana de Wonsan, apoyadas por el ejército soviético.
Como consecuencia de la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial, la Península de Corea se dividió en dos siguiendo el paralelo 38, con la Unión Soviética controlando el norte y EEUU el sur. Esta división contó con la oposición prácticamente unánime del pueblo coreano, pero en el período de la posguerra, las grandes potencias estaban poco interesadas en los deseos de los pequeños países del mundo, utilizándolos cínicamente como peones en sus tableros de ajedrez globales. No es sorprendente que las dos partes fueran incapaces de llegar a un acuerdo sobre un plan para un fideicomisario conjunto y una Corea unida, finalmente, con el inicio de la Guerra Fría se formaron dos países separados.
En agosto de 1945, el ejército soviético estableció la “Autoridad Civil Soviética” para gobernar el norte hasta que fuera instalado un régimen amigo de la URSS. En 1946, Kim Il-Sung se convirtió en el líder del Comité Popular Provisional de Corea del Norte, el precursor del establecimiento formal de la República Popular de Corea del Norte (RPCN), que se fundó en 1948.
Kim Il-Sung centró sus esfuerzos en reunificar la península sobre la base de un movimiento revolucionario en el sur. Este plan llegó a su fin con el fracaso de la insurrección de octubre de 1948. Como consecuencia de la derrota de esta insurrección, EEUU apoyado en el gobierno surcoreano de Syngman Rhee fue capaz de estabilizar la situación, y en 1949, EEUU tuvo que retirar la mayoría de sus fuerzas. Con el sur relativamente desprotegido, Kim procedió a reunificar la península pro la fuerza. Bien armado con armas soviéticas y apoyado políticamente por la URSS, el ejército de veteranos de Kim de la lucha contra los japoneses, invadió el sur en junio de 1950, derrotando fácilmente a sus inexpertos rivales y capturando la capital surcoreana de Seúl. EEUU, bajo la hoja de parra de las Naciones Unidas, envió a miles de soldados y contraatacó, echando a las fuerzas de Kim y capturando la capital norteña de Pyongyang.
Incapaces de tolerar la presencia de las fuerzas norteamericanas en su frontera, y maniobrando para tener influencia en la región frente a sus rivales de Moscú, los chinos con Mao Tse Tung intervinieron masivamente, enviado centenares de miles de soldados a través de la frontera en octubre de 1950, finalmente recuperando Pyongyang y Seúl en enero de 1951. Esta fue quizás la ruta más ignominiosa de las fuerzas militares estadounidenses en la historia, con la virtual liquidación de una unidad de 3.000 hombres de la 7ª División de Infantería en la Batalla de Chosin Reservoir.
Dos meses después, EEUU encabezó las fuerzas de la ONU recuperando el control de Seúl, y después de un período en tablas, se declaró un alto el fuego el 27 de julio de1953. La “línea de armisticio”, cerca de la línea divisoria original del paralelo 38, fue separada por una Zona Desmilitarizada, una “tierra de nadie” a través de la cual ciento de miles de soldados de ambos lados llevan décadas mirándose fijamente, los dos países oficialmente todavía están en guerra.
Después de la guerra, el poder de Kim Il-Sung en el norte prácticamente era absoluto, impulsado por el apoyo de un ejército masivo e influyente. Gobernó hasta su muerte en 1994, en ese momento le sucedió su hijo Kim Jong-Il como Secretario General del PCT y Presidente de la Comisión Nacional de Defensa, convirtiéndose de facto en jefe del estado.
Un estado obrero deformado
Desde su fundación, el modelo política de Corea del Norte fue la URSS estalinista. El poder estaba centralizado en el llamado Partido Coreano de los Trabajadores (PCT), con Kim Il-Sung como secretario general. Se introdujo una economía planificada siguiendo el modelo de la URSS. Antes y durante la Segunda Guerra Mundial, el grueso de los activos del país había sido propiedad de los japoneses o de sus colaboradores coreanos. Cuando éstos fueron nacionalizados por el régimen de Kim en 1946, el 70 por ciento de la industria pasó a manos del estado. En 1949, el 90 por ciento de la industria ya estaba nacionalizada. El poder de los terratenientes se rompió con la distribución en masa de la tierra a los campesinos en 1946, y prácticamente toda la producción agrícola está colectivizada y se fusionó en unidades productivas más grandes a finales de los años cincuenta.
Debido a la inversión en masa en la industria pesada, incluida la maquinaria agrícola, la economía creció rápidamente en los años cincuenta. A pesar de la devastación de la guerra coreana, y a pesar de la ineficacia y despilfarro de la burocracia, los niveles de vida subieron profundamente en el norte durante los años sesenta. Pero los bienes de consumo siempre escaseaban y la población estaba sometida a la más extrema “disciplina” y presión desde arriba para aumentar la productividad. En los años setenta, el dominio completo de la burocracia, la ausencia de participación democrática en la planificación de la economía y la imposibilidad de construir el “socialismo en un solo país” llevaron a un largo y sostenido declive del sistema, que continúa hasta el día de hoy. En su esfuerzo por mantenerse en el poder, los giros cada vez más erráticos han llevado a Corea del Norte al aislamiento total del resto del mundo y ha supuesto un terrible sufrimiento para su población. La mala gestión y toda una serie de desastres naturales llevaron a una hambruna en los años noventa, con unas muertes que se estiman alcanzaron los 3,5 millones de personas.
La expropiación del capitalismo en Corea del Norte sin duda históricamente fue un paso progresista. Pero desde el principio, la economía nacionalizada y planificada estuvo controlada desde arriba por una burocracia totalitaria. Aunque hubo algo de participación de las masas coreanas en la revolución social que acabó con la propiedad privada en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, nunca existió el control obrero democrático ni la administración a través de consejos obreros (soviets), como existieron en la URSS con Lenin y Trotsky. Como en la mayoría de Europa del Este tras la guerra, esta expropiación se llevó a cabo burocráticamente desde arriba, sobre la base del poder militar, económico, político y los intereses de la Unión Soviética. No fue el resultado de la participación activa y democrática de las masas coreanas en la revolución proletaria desde abajo, y como resultado, aunque el control soviético tampoco fuera directo en países como Bulgaria o Checoslovaquia, desde el principio fue un estado obrero deformado.
Juche
Estos inicios totalitarios y burocráticos pusieron el tono a todo el desarrollo posterior y cada vez más estrafalario. Lejos del internacionalismo proletario intransigente de los bolcheviques, los dirigentes estalinistas norcoreanos se han basado en el nacionalismo y el aislamiento más estrecho y reaccionario. Han adoptado la desacreditada teoría del “socialismo en un solo país” hasta extremos insospechados, resumida en su concepto del Juche (autosuficiencia), que según Kim Jong-Il, forma parte del “kimilsungism”. Según la página web del RPCN: “Los líderes [Kim Il-Sung y Kim Jong-Il] son el sol de la nación y la humanidad”. El país incluso tiene su propio calendario Juche donde el “año uno” es el año en que Kim Il-Sung nació, 1912. Este es un ejemplo extremo del llamado “culto a la personalidad”. Ni Stalin llegó tan lejos.
Pero el particularismo nacionalista del régimen norcoreano incluso llega más lejos que esto. Incluso la palabra “marxismo-leninismo” (al que por lo menos los regímenes estalinistas en el pasado al menos en palabras lo defendían) fue sustituida por Juche en todas las publicaciones del partido comunista e incluso la Constitución de Corea del Norte en los años setenta. El acceso a los escritos clásicos de Marx, Engels y Lenin está muy restringido. Es evidente lo alejado que este régimen está del verdadero “marxismo-leninismo” que en internacionalista hasta la médula.
También se puede comparar esto también con el comportamiento de los bolcheviques tras su llegada al poder en 1917. Los bolcheviques hicieron exactamente lo contrario a los estalinistas norcoreanos: cambiaron el calendario ruso para adecuarse a la versión generalmente aceptada en occidente, para conectar mejor con las luchas del proletariado mundial.
El avance de la contrarrevolución
Las masas surcoreanas están sufriendo unas condiciones terribles. Sufren bajo un régimen totalitario sin paralelos y una dirección burocrática despótica, además de todas las miserias infligidas sobre ellas por el imperialismo hipócrita. La economía norcoreana hace tiempo que es un muro de ladrillos golpeado, porque la burocracia es totalmente incapaz de desarrollar las fuerzas productivas dentro de los estrechos límites de sus fronteras y el sistema totalitario. Pero en la puerta de al lado tenemos un boom en China, donde la apertura del país al capitalismo ha llevado a niveles sin precedentes de desarrollo y crecimiento económico. El destino de la pequeña Corea del Norte siempre ha estado en gran medida vinculado con el de su gigante vecino. Como dijimos, Corea del Norte depende mucho de China para los suministros de material, comida y otras cosas por el estilo. China tiene la palanca para presionar al régimen norcoreano y empujarle en la dirección que desee. Esta palanca económica es más poderosa que cualquier bomba atómica.
En estas circunstancias, a pesar de la retórica superficial, la apertura a una economía de mercado más “libre” parece atractiva para muchos burócratas de Corea del Norte. Pero ¿la respuesta al sufrimiento del pueblo norcoreano es el regreso al capitalismo? ¡La respuesta es no! No debemos olvidar que junto al desarrollo económico de China tenemos una clase obrera enfrentándose a unas condiciones miserables similares a las del siglo XIX en Gran Bretaña. Se está produciendo una gigantesca polarización, con una extrema riqueza a un lado del espectro y al otro una pobreza terrible.
Los marxistas de ninguna manera podemos apoyar el regreso al capitalismo. Defendemos la conquista fundamental de la revolución norcoreana, la economía planificada propiedad del estado, a pesar de sus deformaciones burocráticas. Nos oponemos a las maniobras diplomáticas y militares del imperialismo. Al imperialismo estadounidense a través de su títere local, el régimen surcoreano, les gustaría tener en sus manos a Corea del Norte, de este modo conseguiría otro punto de apoyo para presionar a China en la región. Esto no mejoraría las condiciones de vida de las masas norcoreanas.
Pero el problema al que se enfrenta Corea del Norte es que la misma burocracia del régimen de Kim Jong-Il es la que está poniendo en peligro lo que queda de economía planificada. Sería una locura creer que las conquistas de la revolución están a salvo en manos de estos burócratas. No debemos olvidar que los estalinistas rusos y chinos (aunque siguiendo patrones diferentes) estuvieron dispuestos a abandonar décadas de retórica “socialista” y precipitarse hacia el capitalismo. El caso de Corea del Norte es fundamentalmente el mismo.
La razón de esto, en el caso de Rusia, fue que su propio régimen burocrático había alcanzado un callejón sin salida absoluto. Ya no podían desarrollar las fuerzas productivas. Querían mantener sus privilegios materiales, veían el capitalismo como una alternativa. Este fue especialmente el caso a finales de los años ochenta, cuando el capitalismo en occidente estaba atravesando un boom importante. En China, la burocracia podía ver su propio futuro desvanecerse en la crisis que enfrentaba la Unión Soviética y Europa del Este. De este modo, decidieron guiar activamente el proceso hacia el capitalismo en lugar de enfrentarse a un repentino colapso como en la Unión Soviética. La burocracia de Corea del Norte parece que ya ha decidido seguir el camino emprendido por sus homólogos chinos. Estos burócratas no pueden ser tenidos en cuenta para defender las conquistas de la economía planificada de una manera seria.
¿Un nuevo “tigre asiático”?
Está claro que una capa significativa del régimen norcoreano espera emular el ejemplo de China. A mediados de 2002 parece que se produjo un giro significativo en la actitud de la burocracia, y desde entonces, ha hecho muchas concesiones al capitalismo.
Por ejemplo, en septiembre de ese año, el gobierno norcoreano anunció el establecimiento de una “zona financiera internacional” en Sinuiju, una región fronteriza con China. Esta zona de libre mercado, conocida como el “Hong Kong coreano”, funciona de manera autónoma con su propio sistema legal y económico. Incluso se llegó a proponer sus propios pasaportes y jefe de policía. Como decía The Economist (10/12/2002) en aquel momento: “La idea de una zona capitalista en Sinuiju parecía incluso más arriesgada que la decisión de China en 1980 de establecer lo que se llamaron ‘zonas económicas especiales’, donde se introdujo una política al estilo capitalista”.
Este proyecto no ha llegado a nada después de que el gobierno chino arrestara a Yang Bing, un capitalista de Hong Kong y anteriormente el segundo hombre más rico de China, que fue el primer gobernador de la nueva zona de libre mercado. Arrestado por corrupción y violación de impuestos, la verdadera razón y la más probable es que los capitalistas chinos rivales estaban preocupados porque Yang y los norcoreanos compitieran con ellos con una mano de obra más barata y prácticamente esclava. A pesar del revés en este frente, existen amplias pruebas de que Corea del Norte ya está emprendiendo el camino de China.
La vieja estructura económica estatal se está desmantelando poco a poco, eliminando lentamente las únicas conquistas reales de la revolución social, la economía planificada. En julio de 2002, el sistema de racionamiento y distribución que proporcionaba electricidad y comida gratuita a los trabajadores terminó. Al mismo tiempo, los precios controlados por el gobierno se liberalizaron, la empresa privada adquirió más independencia y se animó a los campesinos a obtener beneficios. La razón dada por un funcionario del gobierno era que tenía la intención de que los trabajadores “mostraran entusiasmo por el trabajo”.
Claramente es un intento de destetar a los trabajadores norcoreanos del estado e introducirles en la economía de mercado. Ya hemos visto esto antes. Los trabajadores deben aumentar la productividad si quieren un salario decente. Los trabajadores occidentales están acostumbrados a estas medidas. La productividad no es algo extraño para ellos. Implica una explotación para la clase obrera.
El estado norcoreano también ha centrado algo de su inversión en empresas capitalistas fuera de sus fronteras, asociándose con empresas en China, Rusia, Tailandia y Japón (aunque la presión de EEUU ha cortado severamente sus lazos con Japón). De cadenas de restaurantes a hoteles de lujo, de software informático a suministradores de Internet o medicinas genéricas, el estado norcoreano ha puesto sus pies en varios países, en un intento de generar ingresos para su economía escasa de efectivo. Pero este dinero procedente del extranjero, aunque esté controlado por el estado, puede jugar un papel poderoso en la aceleración del desarrollo de los nacientes capitalistas norcoreanos.
Dentro de la propia Corea del Norte, los elementos del capitalismo están brotando lentamente pero seguros. No en las zonas económicas especiales, sino dentro de la propia economía norcoreana. La crisis de la hambruna de los años noventa llevó al aumento de los huertos personales, como una forma de hacer frente al hambre. Pero en los últimos años han surgido miles de microgranjas, pequeños bastiones de capitalismo, produciendo para el mercado privado y personal, no para el bien colectivo. A finales de 2002 se abrió el primer mercado del país sancionado por el gobierno, no el estado, esto ha preparado un terreno abonado para el mercado negro. Según los vendedores, la competencia está creciendo y el mercado se ha extendido mucho desde que se abrió.
No es sorprendente que miles de empresarios chinos estén haciendo cola para conseguir un pedazo de un “vasto territorio para el capitalismo”. De un enorme mercado clandestinos (localizado debajo de la plaza de Kim Il-Sung), a un centro comercial de 100 tiendas en Pyongyang, la inversión se está acelerando. Los lugares de construcción están apareciendo por todas partes, cada vez hay más coches en las calles y tractores en los campos.
Asian Times (8/8/2006) informaba del salto de la inversión extranjera de los capitalistas chinos:
“La inversión directa no financiera de China en Corea del Norte fue aproximadamente de 14,9 millones de dólares en 2005 y 14,1 millones en 2004, saltando de 1,1 millones en 2003, según las estadísticas del Ministerio de Comercio chino. El comercio bilateral alcanzó casi los 1.400 millones de dólares en 2004, un nuevo salto se dio en 2005 con 1.600 millones de dólares, mientras que en los primeros cinco meses de 2006 subió 61 millones de dólares.
“’Creo que los productos de China suponen el 70 por ciento del mercado de Pyongyang, los productos locales suponen un 20 por ciento y el 10 por ciento restante es compartido por productos de Japón o Rusia’, según dijo Xu Wenji, un profesor del Instituto de Investigación del Noreste de Asia de la Universidad de Jilin, que hizo una visita de 20 días en marzo a Pyongyang”.
El razonamiento de la burocracia norcoreana recuerda al lenguaje utilizado por sus homólogos chinos. Según So Chol, un portavoz del ministerio de exteriores norcoreano, “Aún estamos construyendo nuestro propio sistema socialista, pero hemos tomado medidas para expandir el mercado abierto. Son sólo los primeros pasos y no deberíamos esperar demasiado de ellos, pero ya están dando resultados positivos”.
Pero como en China, el desmantelamiento gradual de la economía estatal y el movimiento hacia el capitalismo han provocado unas contradicciones sociales tremendas. Los riesgos de una explosión social son evidentes. Como decía en The Guardian (3/12/2003), Hazel Smith de la Universidad de las Naciones Unidas de Tokio: “Los extremos de pobreza y riqueza están creciendo como las relaciones de mercado que cada vez son más definidas en la economía. Ahora no hay economía socialista, pero tampoco gobierna la ley del mercado. Esa es la base de la corrupción.
The Guardian continúa:
“Pero aún existen límites a la actividad capitalista. Los campesinos dicen que tenían más dinero pero no tenían libertad para gastarlo. Los académicos de la Universidad Tecnológica de Kimchek dicen que les pidieron que vincularan su investigación de teléfonos móviles, encriptación de software y ordenadores con las empresas privadas, pero todavía no han podido encontrar oportunidades empresariales importantes”.
Todavía no está claro el grado que ha alcanzado el desmantelamiento del sector estatal y las relaciones de mercado en Corea del Norte, pero es obvio que el ritmo se está acelerando. No se puede decir claramente lo lejos que ha llegado el proceso. Parece que va por detrás del proceso de China, pero la dirección parece bastante clara. Será el vecino gigante quién determinará la dirección del proceso en Corea del Norte.
Sin embargo, la burocracia norcoreana seguramente comprende los riesgos implícitos en esta marcha hacia el capitalismo, en la que China lleva décadas y no sin convulsiones significativas, como las protestas de masas de 1989 en la plaza de Tiananmen. Pero la bancarrota de su totalitarismo estrecho y burocrático les ha dejado pocas opciones.
Está por ver si pueden controlar o no el ritmo del desarrollo del capitalismo dentro del país. Si van demasiado lejos y muy rápido, esto podría ir acompañado de un tremendo malestar social y un repentino colapso de la economía y el estado, como pasó en la Unión Soviética y Europa del Este. Debido al extremo aislamiento y el adoctrinamiento severo de su población, los riesgos de una explosión social violenta cuando se elimine la máscara “comunista” de la burocracia es quizá mayor que en cualquier otro estado estalinista de la historia. Kim Jong-Il no quiere acabar como el rumano Nikolai Ceaucescu, tratado ignominiosamente y ejecutado por sus propios oficiales.
El comportamiento de China en es importante. Ha sido el principal aliado de Corea del Norte durante muchos años, sirviendo como intermediario entre occidente y el régimen de Kim Jong-Il. Las recientes pruebas nucleares de Corea del Norte le ponen en una posición complicada, ahora sufrirá la presión de la “opinión pública mundial” (es decir, EEUU) para que impongan sanciones, que afectarían a sus intereses comerciales y políticos en la región. La administración Bush en realidad está exigiendo sanciones, pero éstas sólo serán efectivas si las impone China.
Y China no va a provocar el colapso del régimen norcoreano. Esto tendría un efecto desestabilizador en toda la región y la caída también afectaría a la propia China. La dirección china tiene otra estrategia en mente. Utilizará su musculatura económica para presionar caballerosamente al régimen norcoreano para que siga el mismo camino que China. Después de todo, la experiencia de la vieja burocracia china ha sido moverse cuidadosa y gradualmente, intentando en todo momento evitar la dislocación social. Estará asesorando a sus amigos norcoreanos para que hagan lo mismo.
Obviamente, estos burócratas no están verdaderamente preocupados por el bienestar de las masas. Lo que les preocupa son sus prebendas y privilegios. La burocracia norcoreana está en una fase muy avanzada de degeneración. Durante décadas ha vivido totalmente separada de las masas trabajadores a las que pretendía representar. Pero al menos defendía la economía planificada. Ahora claramente han abandonado esto. El capitalismo es muy tentador y hay más que suficientes capitalistas chinos dispuestos a echarles una mano. Corea del Norte es un pequeño país y no puede seguir solo durante mucho tiempo.
Con su destino tan estrechamente ligado al de China, la burocracia norcoreana podría haber decidido ya ir plenamente hacia el capitalismo en un intento de preservar sus propios privilegios. Este sería un inmenso paso atrás para los trabajadores norcoreanos. El problema principal al que se enfrenta la burocracia norcoreana es que no puede jugar el mismo papel que China. China es un estado poderoso, con enormes recursos económicos y ha emergido como una potencia importante a escala mundial. El futuro de una Corea del Norte capitalista estará determinado en primer lugar por China, pero también por Japón y EEUU.
Sobre estas bases sería lógico que surgiera un conflicto interno dentro de la burocracia. En realidad, algunos de los aspectos más bizarros del régimen, y su deseo de tener uno de los ejércitos más fuertes del mundo, y ahora capacidad nuclear, indicarían que la burocracia está interesada en primer lugar y ante todo en su propia supervivencia como casta privilegiada. Si no lo puede garantizar simplemente a través de medios económicos, lo hará por medios militares. Pero a largo plazo esta no es una solución. Los factores económicos en última instancia dominarán.
Para encontrar una solución genuina a los problemas de las masas norcoreanas es necesario otro camino. El único camino verdadero para defender las conquistas de la economía nacionalizada y planificada es introducir una genuina democracia obrera basada en el control y administración de los trabajadores, y que la clase obrera adopte una política internacionalista en todas las cuestiones.
Un genuino régimen comunista se basaría en los siguientes cuatro puntos planteados por Lenin como base para la democracia obrera: elección directa y derecho de revocación en cualquier momento de todos los funcionarios; ningún funcionario puede recibir un salario superior al de un trabajador cualificado; no al ejército permanente sino el pueblo en armas. Las tareas de la administración del estado deberían ser realizadas por todo el mundo a turnos. Está claro que ninguna de estas condiciones existe hoy en Corea del Norte. Y estas eran las condiciones de Lenin, no para el socialismo o el comunismo, sino para el período inmediato al derrocamiento del capitalismo, la “dictadura del proletariado” (democracia obrera).
¿Unificación?
La reunificación de Corea sería apoyada por millones de coreanos, muchos de los cuales están separados de sus familiares y casas mediante una división arbitraria. Para los marxistas no es una cuestión secundaria sobre qué bases económicas se produce la reunificación.
Corea del Norte podría enfrentarse en algún momento en el futuro a un escenario similar al de Alemania en 1989, cuando la poderosa Alemania Occidental capitalista absorbió a Alemania Oriental. Corea del Sur, con el apoyo del imperialismo norteamericano podría ser utilizada de esta manera. Si el norte fuera absorbido de esta forma en una Corea unificada dominada por las fuerzas amigas de EEUU, las ambiciones de China de controlar una Corea del Norte capitalista serían más difíciles. China por lo tanto está ejerciendo sus propias presiones diplomáticas y económicas. Debemos dejar claro que de una forma u otra esto significaría la victoria de la contrarrevolución capitalista.
En las condiciones actuales, la Península de Corea puede ser reunificada de sólo dos formas: 1) La victoria de la contrarrevolución capitalista y la anexión del norte por parte del sur siguiendo el modelo alemán; 2) Una revolución proletaria desarrollándose más o menos al mismo tiempo en ambos países.
Sin embargo, aquí debemos introducir una palabra de cautela. La situación, aunque tiene paralelismos con Alemania en 1989, también tiene diferencias importantes. El poder que estaba detrás del viejo régimen de Alemania Orienta era la Unión Soviética. La economía soviética sufría una severa crisis y no estaba en situación de ayudar a sus satélites de Europa del Este. La Unión Soviética también se encaminaba hacia el colapso, con la ruptura que tuvo lugar en 1991.
Corea del Norte tiene un poderoso vecino en China, cuya economía todavía se desarrolla a un ritmo muy rápido. Lejos de estar debilitada, China se está fortaleciendo. Corea del Sur está en la esfera de influencia norteamericana y China no estará dispuesta a que Corea del Norte sea absorbida por el sur. Por lo tanto, incluso sobre bases capitalistas, no está garantizado que el capitalismo de ambas partes de la frontera necesariamente signifique la unificación inmediata.
En cualquier caso, para que se produjera la unificación sobre bases socialistas, en el norte tendría que desarrollarse una revolución política, dejando la economía planificada intacta (mientras se reafirma el control estatal de todos esos elementos de relaciones de propiedad capitalista que actualmente el régimen ha dejado desarrollar), pero eliminando la burocracia totalitaria y sustituyendo su dominio por el control obrero democrático en las líneas de los soviets en la Rusia de 1917.
En el sur, haría falta una revolución social, expropiando a los explotadores de Hyundai y Samsung, poniendo la economía bajo el control y administración democrática de los trabajadores. La clase obrera de Corea del Sur ha demostrado repetidamente su voluntad de luchar durante años. En los últimos veinte años hemos visto movimientos de carácter casi insurreccional por parte de la clase obrera surcoreana. El régimen de Corea del Sur siempre ha respondido brutalmente, un ejemplo claro para los trabajadores de las dos coreas de que en realidad el capitalismo no tiene nada que ver con la “libertad y la democracia”.
Liberados de los frenos de la explotación capitalista en el sur, de la ineptitud burocrática en el norte, los recursos naturales y tecnológicos de la Península de Corea estarían en manos de la clase obrera coreana. Sobre la base de una economía planificada democráticamente y unificada, las privaciones sufridas por la población norcoreana rápidamente desaparecerían y el nivel de vida de todos los coreanos subiría.
La lucha revolucionaria por un genuino régimen socialista en las dos coreas también tendría un gran impacto internacional, particularmente sobre los trabajadores de China. En realidad, sin la ayuda de los trabajadores chinos, cualquier revolución en Corea se enfrentaría a enormes dificultades. Sufría la enorme presión de los capitalistas chinos, de la burguesía japonesa y del imperialismo norteamericano en particular, cada uno buscando sus propios intereses.
Lo que ha fracasado en Corea del Norte, una vez más, es la teoría estalinista totalmente equivocada del “socialismo en un solo país”, y en particular el intento de establecer un régimen autárquico, aislado del resto del mundo, separándose de la división mundial del trabajo. Si China no pudo mantener este régimen ¿cómo podía hacerlo la pequeña Corea del Note?
Como marxistas revolucionarios, debemos señalar otra perspectiva. La elección necesaria no está entre un régimen estalinista opresor por un lado y el capitalismo rampante por el otro. El único camino adelante es el internacionalismo proletario, una genuina democracia obrera tanto en el norte como en el sur de la frontera.