Novela sintomática y de primer orden sobre la vida del asesino de Trotsky.
Se trata de una novela extraordinaria tanto en el sentido artístico como por ser síntoma de las reflexiones abiertas en la isla sobre el futuro de la revolución cubana. “El hombre que amaba a los perros”, novela del reconocido escritor cubano Leonardo Padura, relata tres historias (en realidad tres novelas en una) que se entrelazan de forma dramática y trágica.
La historia de Iván, un cubano cuyas pretensiones literarias e ideales revolucionarios se ven frustrados por la burocracia, el totalitarismo, la crisis económica que azotó la isla en la década de los 90s- tras la caída del stalinismo-, y una ortodoxia dogmática y sin vida que ahoga toda iniciativa y sume a Iván en el abismo de la depresión y el desencanto.
Iván conoce en la playa a un misterioso hombre que, a con pretexto del amor por los perros que ambos comparten, le relata la criminal vida de Ramón Mercader del Río –desde su cooptación por el stalinismo, su relación edípica con su madre (Caridad Mercader), su vida gris tras el asesinato de Trotsky y sus días finales en la Cuba postrevolucionaria-, la vida de un hombre que es despersonalizado, fanatizado y convertido en una máquina sin nombre, sin pasado, al servicio del sátrapa Stalin. La novela también relata la lucha de Trotsky en contra del stalinismo desde su destierro en Turquía, su paso por Francia y Noruega su estancia en México y su brutal asesinato.
Las tres historias se enlazan tanto por su trágico final como por el amor por los perros que une a los tres personajes. Con una tención dramática excepcional se relata la exterminación por la brutal por la noria stalinista de los arquitectos de la revolución rusa, los compañeros de Lenin, de la familia de Trotsky, sus colaboradores, millones de seres humanos condenados a la muerte y al destierro siberiano; la traición hecha por el stalinismo de la revolución española, y la brutal despersonificación, fanatismo y enajenación que pervirtió al sueño revolucionario. El autor se propone reflexionar “la perversión de la gran utopía del siglo XX” y su relación con los acontecimientos en Cuba.
La reflexión que plantea Padura no puede ser más oportuna. Si bien ésta obra debe ser juzgada con base en sus meritos artísticos propios, el objetivo que se propone el autor con su obra es en sí mismo un objetivo político, ello nos autoriza a hacer algunas reflexiones sobre dicho contenido. El autor ve con cierta simpatía a León Trotsky pero se trata de la misma simpatía de aquel que ve a un heroico Don Quijote al enfrentarse inútilmente contra colosales molinos de viento, molinos que se alimentan con sangre, con cuerpos humanos y sueños rotos. Para Padura la lucha de Trotsky era estéril porque la revolución ya estaba muerta como muerta está la revolución cubana (Iván es en realidad una proyección de la desmoralización política del propio autor).
El autor ve con condescendencia escéptica lo que quizá sea la principal lección que el pensamiento de Trotsky tiene para la revolución cubana: la revolución burocratizada debe ser rescatada mediante la democracia obrera, la extensión internacional de la revolución y la preservación de la economía planificada. En contraste con ello Padura hace decir a Trotsky novelesco lo contrario de lo que en realidad defendió, convirtiendo a ratos a Trotsky en un muñeco de ventrílocuo de las opiniones políticas del autor; así por ejemplo Padura hace pensar a Trotsky: “Habría que admitir (…) que la URSS no había sido más que la precursora de un nuevo sistema de explotación y que su estructura política tenía que engendrar, inevitablemente, una nueva dictadura, si acaso adornada con otra retórica”. Para Padura la revolución cubana es un cadáver que ya no puede ser regenerado ni defendido.
Como cuestión adicional -sin menoscabo de sus cualidades literarias- ésta obra tiene el inconveniente de tomar casi todos los datos concernientes a la vida de Trotsky de manos de Isaac Deutcher – el autor lo confiesa por medio de Iván que se pone a leer la trilogía de Deutcher-; la trilogía de Deutcher (El Profeta Armado, El Profeta Desarmado, El profeta Desterrado) es una obra ambivalente que al mismo tiempo ha acercado a las ideas de Trotsky a muchos de sus lectores (tan sólo hay que recordar a la desaparecida camarada cubana Celia Hart), también reproduce muchas distorsiones (Deutcher pensaba que la burocracia stalinista se reformaría a sí misma). Así el autor reproduce las ideas incorrectas de Deutcher acerca del papel de Trotsky en Cronstand, despacha como un fracaso el intento de Trotsky por formar la IV internacional (el hecho de que la IV agrupara a un pequeño grupo de camaradas es para Padura una evidencia de su fracaso sin considerar que su valor está en las ideas y la bandera limpia que legaría a futuras generaciones) y tiende a plantear el antagonismo entre Stalin y Trotsky como una pugna de personalidades y no de fuerzas históricas de clases y castas.
Debemos insistir, no obstante las posiciones políticas del autor, que ésta obra debe ser juzgada por sus enormes méritos literarios y como tal es enteramente recomendable. Como evento sintomático la obra es importante también porque muestra el debate y la acalorada polémica en torno al futuro de la revolución cubana que se ha abierto en la isla, el interés creciente por las ideas de Trotsky (interés en el cual la Corriente Marxista Internacional ha tratado de llenar por medio de la difusión pionera de la obra de Trotsky) de aquellos que intentan salvar y profundizar la heroica revolución cubana. Creemos que “El hombre que amaba a los perros” responde a éste creciente debate y que, además de ser una obra artística que merece la atención del lector, puede generar interés por leer de manera directa la obra de éste gran revolucionario cuyas lecciones (la democracia obrera, el internacionalismo proletario, entre muchas otras ideas) son más necesarias que nuca para salvara a la revolución cubana y encaminarla por los senderos del auténtico marxismo.
Fuente: Militante (México)