Crisis total del capitalismo en Argentina: La única salida: Luchar por la democracia obrera

La situación abierta en Argentina con la insurrección del 19 y 20 de diciembre pasado que originó la caída de dos gobiernos consecutivos en el plazo de una semana, no camina precisamente hacia la estabilización. Ningún analista duda en calificar el proceso que se está viviendo en Argentina, con movilizaciones continuas y diarias en la calle y de conflictividad permanente, como uno de los más virulentos, si no el que más, de toda la historia del país. El hecho fundamental, que hay que destacar sobre los demás y que ha cristalizado en las últimas semanas, es el salto adelante producido en la conciencia de las masas que las ha llevado a iniciar un proceso, cada vez más acusado y masivo, de participación política activa a todos los niveles y que ha dado lugar al surgimiento de las Asambleas Populares.

Desde que accedió al poder, Duhalde se ha movido para tratar de parar la conflictividad social con falsas promesas, pero se ha visto totalmente incapaz de articular un plan claro y consistente que saque al país de la crisis.

La verborrea nacionalista-populista no le ha sobrado a Duhalde en las últimas semanas, pero la población, después de muchos engaños y traiciones en las dos últimas décadas, no es tan fácil de embaucar. Es por eso que continúan las movilizaciones de masas a lo largo y ancho de todo el país: no sólo en Buenos Aires, sino hasta en las ciudades más pequeñas y atrasadas que nunca habían tenido manifestaciones.

En zonas del interior del país se han sucedido movilizaciones de ciudades y pueblos enteros que han asediado y arrasado los símbolos del odiado poder burgués: bancos, casas de los políticos oficiales, instiruciones. Al tiempo se celebran asambleas populares con la asistencia de cientos y miles de vecinos en barrios, pueblos y ciudades…

La radicalización de las luchas es tal que consignas como la nacionalización o alguna forma de estatización de fábricas en crisis bajo control obrero que la burguesía quiere cerrar, conectan ampliamente con la experiencia de amplios sectores de la población como algo totalmente necesario. Esta es la declaración pública que han hecho los trabajadores de la empresa Brukman (Buenos Aires):

“…Es por esto que (ante la crisis) tomamos la fábrica, la pusimos en funcionamiento bajo nuestro control y estamos impulsando un FONDO DE HUELGA, para garantizar que la lucha no la quiebren por el hambre. Todos estos pasos nos dieron fuerza para defender hasta las últimas consecuencias la fuente de trabajo con la que mantenemos a nuestras 120 familias, a pesar de la traición de nuestro sindicato (DOIVA).Creemos que ésta debe ser la respuesta de los trabajadores ante cada empresa que cierre, despida o suspenda compañeros. Ahora nos vamos a tener que enfrentar cara a cara con la Justicia. Tenemos que evitar que cierren la fábrica. Estamos luchando por un subsidio de inmediato en perspectivas de la MUNICIPALIZACION BAJO CONTROL OBRERO DE LA FABRICA. Necesitamos la solidaridad de las organizaciones obreras de base, de los sindicatos en lucha, de los centros de estudiantes combativos, de las organizaciones de desocupados, partidos políticos, vecinos que luchan con los cacerolazos en las asambleas barriales y de la juventud. LUCHEMOS JUNTOS! Control obrero de toda fábrica que cierre, despida o suspenda trabajadores. BASTA DE CONTRATOS BASURA! TRABAJO DIGNO Y GENUINO! NI UN DESOCUPADO MAS!”. (Las mayúsculas en el original). Ejemplos de ocupaciones de fábricas lo estamos viendo también en Córdoba en la fábrica de Persan, y hay otros más.

En todas estas acciones es de destacar la irrupción de una nueva generación de luchadores, la juventud. En la elecciones universitarias a la UBA (la universidad de Buenos Aires), por primera vez en 20 años ha triunfado una coalición estudiantil de izquierdas que han quitado la representación a los radicales. Con respecto a la juventud, han cumplido un papel muy destacado los motoqueros: jóvenes que trabajan en condiciones de superexplotación, que cotidianamente arriesgan su vida, y que han cumplido un papel de vanguardia en muchas de las auténticas batallas callejeras que hemos presenciado en estas semanas, en particular las de la Plaza de Mayo del 20 de diciembre, donde cayeron varios de sus integrantes asesinados por la policía.

Las asambleas populares como expresión más elocuente de la revolución argentina

El 25 de enero hubo un cacerolazo nacional organizado por las asambleas populares que se han organizado en cada barrio desde finales de diciembre. Decenas de manifestaciones se desarrollaron por todo el país con centenares de miles de manifestantes. También en Buenos Aires participaron decenas de miles en la manifestación-cacerolazoa pesar de que llovió torrencialmente. La gente gritaba “¡Y llueve, y llueve, el pueblo no se mueve!”. Esta marcha acabó con una salvaje represión con bombas de humo y balas de goma, después de una provocación organizada por la policía, que disfrazó a agentes suyos, con cacerolas incluidas, para justificar la intervención.

Por otra parte y a pesar de los intentos del gobierno por desprestigiar a los piqueteros (los parados organizados, que cortan las carreteras pidiendo trabajo) y a las asambleas populares, la influencia de estos sectores crece a pasos agigantados. El 13 de enero se celebró la primera asamblea interbarrial de Buenos Aires, con 1.500 representantes de unas 30 asambleas. Desde entonces, cada domingo se ha venido reuniendo esta asamblea, llegando a congregar en alguna ocasión a más de 3.000 personas. Una de las resoluciones aprobadas ha sido la de confluir con el movimiento piquetero y estar presente en la III Asamblea nacional piquetera que se va a celebrar a mediados de febrero. Este hecho prueba el profundo cambio en la sicología y actitud de los sectores de la clase media con el proletariado pobre de la ciudad. Como señalaba El País en su edición del 6 de febrero: “Hace seis meses la gente de acá no quería tener nada que ver con lo piqueteros” afirma un vecino, “ahora todo cambio. El otro día cuando pasaban los de Matanza a protestar a la Plaza de Mayo, la gente salió a la calle a saludarlos, y a darles agua”.

La segunda asamblea interbarrial de Buenos Aires aprobó a mano alzada un programa de reivindicaciones, entre las que destacaron las siguientes:

  • Que se vayan todos
  • No al pago de la deuda externa
  • Nacionalización de la banca, las AFJP (mutuas recaudatorias de pensiones) y las empresas privatizadas
  • Juicio y castigo a los asesinos del 19 y 20 de diciembre
  • Devolución de los depósitos. No al ‘corralito’
  • Renuncia de la Corte Suprema de Justicia

A la cuarta asamblea interbarrial asistieron representantes de las asambleas de la provincia de Buenos Aires, y ya existen vínculos con todas las que se están organizando por todo el país.

Aparte, estas asambleas organizan todo tipo de protestas y acciones en sus respectivos barrios. Así, la asamblea del barrio de Avellaneda ha realizado ya diferentes comedores populares para las familias más necesitadas del barrio y participa en la distribución de los programas de asistencia social. De hecho, todas las asambleas han exigido a las diferentes autoridades que los programas de reparto de ayudas sean llevados directamente por ellas mismas, sin representantes de la administración, para evitar el clientelismo y la corrupción.

Estos organismos embrionarios de poder popular, un poder alternativo al de la burguesía, deben consolidarse y extenderse. Ante el desprestigio de las instituciones del régimen burgués la única alternativa es ofrecer un poder capaz de organizar la sociedad sobre bases socialistas. Estas asambleas populares deben coordinarse a escala estatal y en ellas el papel de la clase obrera debe ser determinante. Es lógico que en estos momentos exista confusión, incluso prejuicios antipolíticos entre sectores de la población. Es un fenómeno similar en todas las revoluciones, que no empiezan como se imaginan los sectarios ultraizquierdistas, con las masas de la clase obrera desfilando con banderas rojas y cantando la Internacional. En estos momentos la tarea de los sectores más conscientes de la clase obrera y la juventud es impulsar la formación de estas asambleas populares y también de comités obreros en las fabricas y empresas, para coordinarlas entre ellas y organizar, en un proceso de extensión y consolidación de estos organismos, un congreso nacional de comités obreros y asambleas populares para tomar el control del país y adoptar medidas socialistas, empezando por el no pago de la deuda externa, la nacionalización de la banca y los monopolios bajo control obrero y la expropiación de la oligarquía.

En este momento poner el énfasis en otras consignas como la convocatoria de una “Asamblea Constituyente” tal como defienden con vehemencia varios grupos de la izquierda argentina, Asamblea Constituyente que en las actuales condiciones no sería más que una variante del parlamentarismo burgues, es una forma de rebajar los objetivos de la movilización y desviar la atención de las masas, precisamente cuando estas están luchando contra el régimen capitalista. Frente al colapso del capitalismo y sus instituciones, en un país como Argentina, solo cabe oponer el poder obrero y organizar la agitación y la movilización para ganar pacientemente a la mayoría de la población para este programa. Además si consideramos el callejón en el que se encuentra Duhalde y la burguesía, no sería extraño que intentaran maniobras políticas de todo tipo, incluso una reforma “profunda” del marco político donde la convocatoria de una “Asamblea Constituyente” no estaría ni mucho menos descartada. Como siempre la burguesía preferirá hacer concesiones secundarias que le permitan desgastar las energías de las masas, antes que perder el control total de la situación y verse desalojada del poder. En la historia de las revoluciones hay muchos ejemplos de este tipo.

La propia prensa burguesa suministra datos que esbozan tímidamente el ambiente que se vive en estas reuniones y en todo el proceso que se ha abierto. “Pero ahora la gente habla, grita, golpea, exige, insulta, canta, reclama, protesta y sigue, y sigue allí en las calles. Las noches cálidas y estrelladas acogen a las asambleas semanales en las esquinas o en los parques de los barrios que se convocan por internet, mensajes telefónicos o anuncios manuscritos pegados en los comercios. No se habla de otra cosa. Las grandes y pequeñas ciudades permanecen en estado de deliberación permanente...” (El País, 28-I-2002, el subrayado es nuestro). Y también: “Miguel Schclarek cree que nunca se dieron las condiciones más propicias para realizar el sueño de sus 57 años de vida: transformar su país en un lugar más justo, generoso y plenamente humano. “Me siento contento”, dice Schclarek sonriente, “la vida de repente parece tener un sentido no individual, sino colectivo. Me siento entusiasmado. Veo un despertar de la sociedad”...” (El País, 6-II-2002).

En la prensa burguesa argentina se podrían encontrar centenares de testimonios parecidos.

Algunos se niegan a definir el nuevo proceso abierto en Argentina como una situación revolucionaria. Pero los que dicen esto no comprenden el profundo calado de declaraciones como las expresadas aquí arriba. La revolución es precisamente la irrupción de las masas en la política, su decisión de controlar por si mismas su propio destino.

Lenin al calor de la revolución rusa, señalaba cuatro condiciones para caracterizar un proceso como revolucionario:

  1. División y parálisis en la clase dominante.

  2. Giro a la izquierda de las clases medias o neutralidad de éstas ante el movimiento de lucha de la clase obrera.

  3. Luchas del movimiento obrero que demuestra su capacidad de lucha para llegar hasta el final por sus reivindicaciones.

Todas estas condiciones se dan actualmente en Argentina. La cuarta condición era la existencia de un partido marxista de masas que ganase a la población al programa socialista para la toma del poder, condición que no está todavía presente. Lo que es claro es que los trabajadores se están moviendo hacia la transformación del orden social existente.

Descrédito de los políticos burgueses

En todo el proceso que estamos viviendo, la mayor parte de los dirigentes tradicionales de los sindicatos y organizaciones que tenían un pasado “populista”, incluyendo a los peronistas, se han visto desacreditados en mayor o menor medida por sus implicaciones en todo tipo de enjuagues, corrupciones, engaños y ataques a la clase obrera. Estos lideres una vez llegados al poder han aceptado la lógica de ataques del capitalismo hasta sus últimas consecuencias. Todos están desbordados por las masas en acción, incluso lo que pretenden pasar por izquierdistas.

También el esperpento del fallo de la odiada Corte Suprema sobre el fin del corralito es un buen reflejo de que las instituciones sacrosantas del poder burgués se resquebrajan rapidamente. La dimisión de la corte suprema era pedida en todas las manifestaciones desde diciembre pasado. La mayor parte de los jueces habían sido puestos a dedo en el anterior gobierno de Menem y desde entonces habían aprobado las líneas fundamentales de las políticas antiobreras del los gobiernos que se han sucedido. Estos jueces, que estaban en la picota, en un salto demagógico hacia delante, decidieron acceder a las peticiones de las masas para poner fin al corralito.

Naturalmente, el gobierno de Duhalde no podía permitir la puesta en práctica de esta medida envenenada y, poniendo en duda la propia legalidad burguesa, paralizó en la práctica la resolución del máximo tribunal judicial. Esto ha contribuido no poco a desprestigiar a unos y otros a los ojos de las masas, y dejar en evidencia la hipocresía de la justicia burguesa.

El papel de las clases medias

Los medios de comunicación se han visto obligados a reconocer que existe un movimiento masivo en la sociedad pero intentan presentar estas movilizaciones (caceroladas, asambleas, ....), como luchas y procesos “antipolíticos” llevados a cabo mayoritariamente por la clase media, tratando de esta manera de limar y descafeinar el componente de ruptura abierta con el sistema que está suponiendo este proceso revolucionario. Intentan confundir y engañar, tratando de aparecer como “moderado” y “razonable” a un movimiento social que lo está poniendo todo en cuestión. En este sentido, diversos analistas afirman que "la clase trabajadora no entró" en la pelea contra el sistema. Esto sencillamente es mentira. En realidad todos los sectores de la población oprimida, y fundamentalmente los trabajadores, sean del tipo que sean están participando activamente en el proceso revolucionario.

En todos los países capitalistas industrializados, la clase obrera, es decir los asalariados, representan en torno al 75-90% de la población (incluyendo a los desocupados que no son otra cosa que trabajadores parados) y Argentina no es una excepción a esto.

Por otro lado, el porcentaje de empresarios, incluyendo aquí a los pequeños empresarios y comerciantes que son mayoría entre ellos, está distorsionado. Los trabajadores autónomos, que son un porcentaje muy alto de los mismos, aparecen siempre dentro de esta clasificación, cuando en realidad muchos de ellos son antiguos obreros que viven en las mismas condiciones que un trabajador normal. Con lo cual, utilizando los datos que nos ofrece cualquier clasificación sociológica seria, se confirma la poderosa correlación de fuerzas que existe a favor de la clase obrera en Argentina y en cualquier país parecido.

Desde un punto de vista científico, las clases medias son el sector de la población que trabaja manual o intelectualmente, pero que es dueña de sus medios de trabajo, a diferencia de la clase obrera. Por su propia definición las clases medias son un sector muy heterogéneo. Tan clase media es el pequeño campesino que apenas sobrevive con su pedazo de tierra, como un propietario mediano con 15 ó 20 hectáreas; o el pequeño tendero del barrio y el abogado que dirige un bufete de prestigio. Sus estratos más bajos viven y trabajan en condiciones parecidas a las de muchos trabajadores, mientras que su estrato superior tiene muchos puntos de contacto con la burguesía. No sólo numérica, sino socialmente las clases medias son mucho más débiles que la clase obrera. Debido a sus condiciones de vida y trabajo no pueden jugar un papel independiente en la sociedad, oscilando sus apoyos y simpatías continuamente entre la burguesía y los trabajadores.

Claro que es cierto que las clases medias, que en el pasado pudieron disfrutar de un mínimo colchón económico y pudieron ahorrar una cantidad de capital, han sido catapultadas a la lucha social por la confiscación de sus ahorros con el corralito y su posterior pérdida de valor. Una parte muy amplia de las clases medias está participando activamente en las movilizaciones sociales y, a veces, de una manera totalmente virulenta. Además también están contagiadas del ambiente general de lucha que existe en la sociedad en el último año y medio, y de la decepción con todas las alternativas burguesas que votaron en las últimas elecciones y en quienes depositaron sus ilusiones.

Precisamente lo que demuestra la experiencia argentina de los últimos 25 años es cómo la burguesía está atacando hasta el hueso todas aquellas conquistas sociales que hace décadas la clase obrera consiguió con su lucha y la llevaron a disfrutar del quinto o sexto nivel de vida mundial. Así, el salario “medio” es ahora la mitad en términos reales que el de 1974. La desaparición de este "colchón", que amortiguaba los antagonismos sociales, que era el papel que cumplían los obreros con mayor nivel de vida, que los vulgares sociólogos burgueses intentan presentarnos como “clase media” (profesores, trabajadores bancarios, los llamados “profesionales”…), es lo que expresa la situación absolutamente desesperada del capitalismo argentino, que no ofrece ningún tipo de esperanza a la mayoría de la población.

El gobierno Duhalde y su plan económico

En el último número de El Militante, caracterizábamos al gobierno de Duhalde “… como un gobierno nacionalista de la burguesía industrial, que busca restablecer la tasa de ganancia y la competitividad para los productos argentinos”. Desde entonces, Duhalde ha realizado decenas de declaraciones contradictorias sobre el plan económico que iba a articular, lo que reflejaba la división existente entre los diferentes sectores de la clase dominante. A todo esto se suman las querellas internas en el seno de las cúpulas de partidos, que expresan toda la presión social que sufren desde abajo los diferentes elementos burgueses.

Finalmente, Duhalde y su gobierno han presentado un presupuesto al que califican de “realista” y que “va a ser el inicio del levantamiento del país”. Se prevé una caída de la economía del 4’9, aunque el propio FMI declaró públicamente que la economía caería un 7%, mientras que economistas argentinos elevan esta cifra hasta el 10% o más. El gobierno prevé reducir el déficit público un 70% con respecto al del 2001, lo que va a suponer un ajuste de caballo y un estímulo mayor de la lucha social.

Naturalmente, una caída de la economía superior a la que espera el gobierno tendrá graves consecuencias fiscales: al haber menos actividad económica, se recaudarán menos impuestos (ya en el mes de enero se ha recaudado un 20% menos de lo previsto), con lo que el déficit público va a ser muy superior a lo anunciado por el gobierno. Por todo ello, el gobierno se verá obligado a darle a la “máquina de los billetes” y emitir más masa monetaria, lo que conducirá a una explosión de la inflación. De hecho, en el mes de enero la inflación ha crecido ya hasta el 2’3%, más que en ningún mes de los últimos diez años. A todo ello se sumará la subida imparable del dólar, que disparará todavía más el precio de los productos importados. La subida del dólar hará más gravoso el pago de los intereses de la deuda externa, lo que desbocará aún más el déficit y la deuda. Así, actualmente la deuda, con la devaluación producida en las últimas semanas, ha pasado de representar el 50% del PIB a ser el 90% (O estado de Sao Paulo, 25-I-2002).

El gobierno ha engañado a los pequeños ahorradores, pues les está devolviendo por ahora sólo parte de sus ahorros que tenían en dólares a 1’40 pesos, cuando la cotización que alcanza el dólar en el mercado libre va ya por los 2’50 pesos, y no para de subir. En cambio, el gobierno ha transformado las deudas privadas a los bancos (que también estaban en dólares) en pesos. A pesar de estar ya transformadas en pesos, estas deudas seguirán ligadas en el futuro a la cotización del dólar, con lo que no dejarán de devaluarse, es decir, de disminuir. ¿Qué significa esto en concreto? Para poner un ejemplo, la deuda del grupo petrolero Pérez Compaq pasa de 350 millones de dólares a 140 millones de dólares, con el dólar actual a 2’5 pesos ¿A cuánto estará el dólar dentro de seis meses, un año, dos años? Esta deuda se convertirá en 120, 80 o 60 millones de dólares, según la evolución del dólar libre. Todo esto es aún más sangrante si tenemos en cuenta que esta misma compañía tienen beneficios de miles de millones que ingresa en divisa fuerte, en dólares. En el fondo, la devaluación supone una impresionante transferencia de riqueza desde los pequeños ahorradores y los trabajadores hacia los grandes capitales. Esta es la base del plan Duhalde, un plan de salvamento financiero para los grandes capitalistas argentinos.

Además, Duhalde cree que la devaluación del peso actuará como “bálsamo de fierabrás” para incrementar las exportaciones argentinas. Sin embargo, el gobierno brasileño ya se ha puesto de acuerdo con los empresarios de su país para devaluar el real brasileño próximamente, lo que puede inaugurar una oleada de devaluaciones competitivas entre las diferentes economías latinoamericanas para salir de la crisis “a costa del vecino” y, de esta manera, agudizar la recesión.

El recurso a la represión

De todas formas Duhalde y la burguesía argentina saben que las masas no aceptarán sumisamente este plan de ataque. En última instancia, un sector de los estrategas de la burguesía argentina y del imperialismo son escépticos en cuanto al éxito del plan Duhalde y se preparan para otras opciones. Un colaborador próximo a Duhalde, probablemente un ministro, hacía estas declaraciones de incógnito al diario argentino Página 12 (27-I-2002):

“...'Detrás de esto (de las protestas) hay una incipiente insubordinación, sin ideología pero que tributa a los sectores más regresivos de la sociedad, que pueden terminar con el modelo político de la democracia. Este es el problema que rápidamente tendría que ver la dirigencia política. Algo hay que hacer con la Corte (la Corte Suprema), hay que ir rápidamente a una brutal reforma política porque, si la protesta se acentúa, la posibilidad de ir a elecciones anticipadas no se puede descartar. Estamos en la cuerda floja y podemos caernos en un gobierno autoritario. Veo que las instancias democráticas se están consumiendo muy rápidamente en cada cacerolazo; lo que aparenta ser una protesta genuina, representativa, honesta, tienen un fondo donde subyace la posibilidad de terminar con el sistema democrático.' Apocalíptico” (describe el periódico).

Duhalde ya se reunió con la cúpula militar para pedirles, entre otras cosas, que se hagan cargo de las fronteras, para así poder disponer de más agentes de la policía para reprimir las manifestaciones. Según informa la prensa, “los tres cuerpos policiales reivindicaron de la Presidencia de la República armas y nuevos equipamientos para reprimir protestas violentas. La rabia de los argentinos es cada vez mayor y esto ya nadie lo ignora. El gobierno puede contar, por ahora, con la desorganización del pueblo (...) El riesgo es que esos movimientos puedan tomar cuerpo, haciendo que los argentinos se organicen. Eso no tendrá vuelta atrás. Duhalde se verá obligado a colocar el ejército en las calles. El clima de fragmentación política y social en el país es tal que cualquier argentino se siente en la obligación moral de usar la fuerza y la violencia en beneficio propio” (O estado de Sao Paulo, 24-I-2002). Esta vez son sectores serios de la burguesía brasileña los que dan su opinión sobre cómo ven las cosas.

La represión del levantamiento revolucionario del pasado 19 y 20 de diciembre que se saldo con 30 muertos, y de la manifestación del 25 de enero último muestran a las claras como el gobierno va a recurrir a la provocación y la violencia para contener al movimiento insurgente Obviamente a corto plazo no pueden recurrir a un golpe de estado. La estrategia será utilizar la represión con medidas políticas para intentar desgastar a la población, como la convocatoria de elecciones anticipadas, nuevos reagrupamientos políticos utilizando a formaciones que no están tan desprestigiadas pero que pudieran desviar el ímpetu del movimiento hacia salidas más controladas, e incluso una reforma política del sistema para de esta manera crear la sensación de que las cosas cambian aunque el poder siga estando firmemente en las manos de los grandes capitalistas y monopolios. Si estas salidas no dan resultado y el movimiento continua en ascenso, ganando en fuerza y conciencia, algo que es muy probable pues las condiciones objetivas del capitalismo argentino son catastróficas, entonces la contrarrevolución armada estará en el orden del día.

La hipocresía de las multinacionales y de la burguesía española

El régimen del peronista Menem se lanzó a una política generalizada de privatizaciones, liquidando a precios de saldo una gran parte del patrimonio del Estado. Éste asumió las deudas de estas empresas antes de privatizarlas. Nuevamente, miles de millones de dólares fueron transferidos a manos privadas (sobretodo norteamericanas y españolas) a través de la estatización de pérdidas para privatizar beneficios y de manipulaciones que sólo pueden ser descritas como rapiña de bienes públicos.

Por ejemplo, la empresa Merril Lynch, a quien Menem encargó la tasación de YPF (para que fuese comprada por Repsol), redujo deliberadamente en su estimación las reservas petroleras explotables por YPF en un 30%, para subestimar su valor antes de la venta. Estas reservas reaparecieron en las cuentas tras la privatización, provocando fabulosas ganancias en bolsa a sus nuevos dueños. Según el diario El País (16 febrero 2001 y 8 enero 2002), los beneficios declarados de Repsol-YPF en el año 2000 ascendieron a 404.151 millones de pesetas, de los que el 45% provienen de Argentina.

Peor aún fue el saqueo de Aerolíneas Argentinas ( antigua propiedad de la SEPI, o sea, Iberia). Sus Boeing 707 fueron "vendidos" por 1’54 dólares, y después de privatizada, Aerolíneas tuvo que pagar un "leasing" por utilizarlos. Los derechos de uso de las rutas aéreas de la compañía, de un valor de 800 millones de dólares, fueron estimados en 60 millones. La empresa fue cedida a Iberia realmente por 130 millones de dólares líquidos y tangibles, el resto lo constituyó la anulación de créditos de una deuda ficticia. Iberia tomó créditos para comprar la empresa y transformó la totalidad de la deuda contraída en deuda de la nueva entidad Aerolíneas Argentinas, que se encontró de golpe al borde de la quiebra por culpa de sus nuevos propietarios, después de que el Estado argentino asumiera las deudas por las que fue privatizada (Eric Toussaint, Argentina, eslabón débil. Una historia de la crisis argentina).

Repsol e Iberia no son una excepción en toda esta historia: en un alarde de entusiasmo neocolonial e imperialista, los bancos y las multinacionales españolas tomaron el control de sectores estratégicos de la economía argentina. El BBVA y el BSCH son dueños de Banco Francés y Banco Río de la Plata (segundo y tercer bancos del país), respectivamente, pero su poder va mucho más allá: su control del crédito les permite tener un papel dominante en múltiples sectores de la economía. Otras multinacionales españolas que se encuentran en Argentina son Telefónica (que en el año 2000 declaró unos beneficios de 384.000 millones de pesetas), Iberia, Aguas de Barcelona (que posee partes de Aguas Argentinas y Aguas Cordobesas, varios centros médicos y la constructora Acsa), Endesa (EDESUR y Costanera) y Dragados y Construcciones (Aguas de Misiones y las constructoras Ausol y Dycasa). Estas empresas invierten premeditadamente en servicios, pues en un contexto de crisis puede caer la demanda (y por tanto los precios) de todos los productos o servicios prescindibles, pero es difícil prescindir de agua, salud, energía, comunicación, vivienda y movilidad, por lo que los precios se pueden mantener o incluso subir.

Las declaraciones de los políticos burgueses como Aznar son una mezcla de cínica hipocresía mezclada con la arrogancia más insolente. Por una parte afirman comprender “la situación difícil por la que atraviesan los argentinos”, pero vinculan la ayuda económica hacia Argentina con la adopción de un plan de ajuste brutal en los gastos sociales. Mientras, los capitalistas españoles son más prosaicos, se dejan de “comprensiones” y se dedican a los hechos. Endesa, antes de que explotase del todo la crisis argentina realizó desinversiones por centenares de miles de millones de pesetas “al ver las orejas al lobo”, como señala el periódico El Mundo (8-XI-2001) al comentar los resultados de la empresa:

“...Pese al buen comportamiento de la actividad en América Latina, la compañía teme que lo peor está por llegar. A nadie del equipo directivo se le escapa que la grave situación de Argentina puede generar graves desajustes en las cuentas a final de año. Por esa misma razón, la empresa ha decidido mantener el ritmo de desinversiones que se había marcado. La eléctrica española ha vendido ya la participación que tenía en la distribuidora argentina Edenor y se ha desprendido del Electra de Viesgo. Sólo por la venta de esta última, el grupo ingresará 2.147 millones de euros (357.230 millones de pesetas)...” ¡¡Esta es la solidez y estabilidad de las inversiones españolas, proporcional al deseo de ayudar al pueblo argentino!!

Por otra parte, en la junta de accionistas del Banco SCH, Emilio Botín fue aún más claro en su interés por los depósitos de los pequeños ahorradores atrapados en el corralito. Así lo explica El País (23-I-2001):

“...Pero el enconamiento de la situación argentina ha puesto en duda que el SCH haga nuevas inversiones, incluso la permanencia. Ayer (Botín) afirmó (...) que “si la entidad pierde dinero ¿qué se le puede decir al accionista?”. A continuación recordó que el SCH “no mantiene sus errores durante años sin enmendarlos”. Botín condicionó el futuro del banco en Argentina a que exista “la certeza posible de que se mantendrá un sistema financiero viable y rentable””. ¡Sí señor!, Don Emilio Botín se acuerda de los pequeños ahorradores argentinos y les está agradecidos, sabiendo que los beneficios del conjunto de filiales latinoamericanas arrojan un beneficio de 1.724 millones de euros (286.850 millones de pesetas), cerca del 40% del total de los resultados del SCH.

La única alternativa para Argentina, la lucha por el poder obrero con un programa socialista

“Desde 1976 la clase baja perdió un 32’8% de su participación en la renta nacional; la media-baja perdió un 22’3%; la media-media un 12’5%; y la clase alta ganó un 21’2%” (O estado de Sao Paulo, 31-I-2002). Un cuarto de siglo después del golpe militar, Argentina se encuentra desangrada por el capitalismo. Su burguesía se ha demostrado incapaz de mantener al país, siendo totalmente dependiente del capital extranjero que evade lo fundamental de sus beneficios: un 90% de los bancos y el 40% de la industria se hallan en manos de capitales internacionales. La debilidad económica y la desmonetarización de las masas es tal que hay oficializado un sistema de trueque por todo el país que afecta a centenares de miles de personas. Este es el presente y futuro que ofrece el capitalismo para Argentina, para Latinoamérica y los países neocoloniales, un futuro de explotación y caída libre en el nivel de vida. Un futuro que, por cierto, será presentado a la clase obrera de los países más avanzados para chantajearla por la competencia de la mano de obra más barata de los trabajadores que viven fuera de sus fronteras.

Los trabajadores y jóvenes argentinos que están luchando contra esat catastrofe, están buscando una alternativa y, a cada paso que den, verán en su propia experiencia que no basta con aquello de “que se vayan todos”. Hay que tener un programa alternativo que supere el capitalismo para solucionar el caos económico y social provocado por el dominio económico de un puñado de privilegiados. El programa que defendemos los marxistas de El Militante pasa por:

  • Huelga general contra las medidas antiobreras de Duhalde

  • No al pago de la deuda externa.

  • Salario mínimo que contemple la posibilidad de compra de la totalidad de productos de la canasta básica, unos 600 dólares.

  • Escala móvil de precios y salarios para luchar contra la inflación.

  • Ni un solo despido. Nacionalización bajo control obrero de las empresas en crisis para garantizar todos los puestos de trabajo. Reducción inmediata de la jornada laboral, sin reducción salarial para repartir el empleo.

  • Nacionalización de la banca, sin indemnización salvo en casos de necesidad comprobada.

  • Nacionalización, bajo control obrero, de los monopolios, los latifundios y las principales empresas del país para establecer un plan nacional de la producción. Expropiación de la oligarquía.

  • Las instituciones del sistema burgués han demostrado su fracaso. Por el poder de las asambleas de trabajadores y del resto de los sectores oprimidos para organizar la sociedad sobre bases socialistas

  • Por la defensa de la población frente a la violencia policial y para neutralizar un intento de golpe: impulsar la formación de comités democráticos de soldados y la ceración de grupos de autodefensa obreros.

  • Por la solidaridad internacionalista de la clase obrera de todo el mundo con la revolución argentina.

  • Por la Federación Socialista de América Latina.

7-II-2002

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