Es el peor desastre para Japón desde la guerra, desde Hiroshima y Nagasaki. Este triple golpe de un terremoto de fuerza-9, un maremoto, seguido de un desastre nuclear, ha sacudido al país hasta sus cimientos. Y las consecuencias de esta catástrofe multifacética se están ampliando cada día.
Más de 10.000 personas han muerto, cientos de miles han sido desplazadas, y un gran número están heridos o desaparecidos. Los medicamentos se están agotando, así como alimentos para los más afectados al noreste del Japón. La enfermedad y el hambre se han vuelto cada vez más frecuentes, lo que revela la magnitud de la crisis humanitaria que se ha abatido sobre el país. Esta devastación va a tener enormes repercusiones en las semanas y meses, y posiblemente años, que tenemos por delante, no sólo para el pueblo de Japón, sino mucho más allá.
A pesar de los intentos de restar importancia a la gravedad de la situación por parte de algunos comentaristas, el daño causado en Fukushima sólo puede ser descrito como desastroso. "Los acontecimientos de Japón son más graves que Three Mile Island", declaró Steven Chu, el secretario de Energía de EE UU. Pero podría resultar aún peor, con el peligro de accidente nuclear posible y todo lo que significaría.
[Three Mile Island, en EEUU, fue el segundo accidente nuclear más grave de la historia, después del de Chernobyl, que tuvo lugar precisamente en el día de hoy hace 32 años – 28 de marzo 1979].
La gravedad de la crisis ha puesto de manifiesto las fallas profundas en la sociedad japonesa, cuyo establishment construyó el futuro del país sobre la energía nuclear. La clase dominante de Japón, coaligada con la industria nuclear corrupta, estaba decidida a mantener su hegemonía económica costara lo que costara, y fuera cual fuera el peligro. En un intento de reducir su dependencia de la importación de petróleo y carbón, construyeron una cadena de 55 plantas de energía nuclear a lo largo de las islas más propensas del mundo a sufrir terremotos. En otras palabras, la catástrofe nuclear actual fue obra humana, y simplemente estaba esperando a suceder. Era sólo cuestión de tiempo.
La élite de Japón no estaba preocupada por las vidas comunes. Lo único que les preocupaba era el poder y prestigio. Les dieron luz verde para la construcción de plantas nucleares, a pesar de los riesgos evidentes. Creían que podían volverlas "seguras" mediante nueva tecnología. Pero, ¿cómo es esto posible? ¿Cómo se puede planificar lo imprevisible? "Lo que los hechos me señalan", dijo Stephanie Cooke, editora de Nuclear Intelligence Weekly, "es que un reactor nuclear es tan enormemente complejo que la planificación de una secuencia de eventos que podrían llevar a un accidente son simplemente demasiado multitudinaria. Cada vez que se ha producido un accidente, hay una secuencia diferente de los acontecimientos que llevaron a éste."
Cuando ocurrió el terremoto de Fukushima, tres reactores se cerraron como estaba previsto, pero nadie esperaba que el sistema de refrigeración fuera dejado inutilizado por un maremoto. Nadie previó las espectaculares explosiones que destruyeron los edificios exteriores. Nadie previó los peligros del recalentamiento de combustible nuclear gastado en el estanque de enfriamiento. Sin duda habrá más sorpresas en esta situación inestable y peligrosa.
Esta estrategia de depender de la energía nuclear no es simplemente un problema japonés. Más de 400 reactores funcionan en todo el mundo y cerca de 90 se encuentran en zonas de actividad sísmica significativa, según cifras de la Asociación Nuclear Mundial (ANM). Y más se están construyendo. Seis reactores nucleares se están planeando en Jaitapur en la India, justo en la costa de Bombay. El sitio está en un área de Zona 3, o de riesgo medio sísmico. Sin embargo, los reactores nucleares son un gran negocio, financiados por los bancos internacionales más grandes del mundo, y en este caso se están construyendo por Areva, el gigante energético francés.
La empresa propietaria de la planta de energía nuclear Fukushima Daiichi es la Tokyo Electric Power Company (TEPCO). Está sumida en un pasado secreto e incluso de corrupción. En 1995, estuvo implicada en el encubrimiento de la magnitud de un accidente en el reactor de alimentación rápida Monju. Cuatro años más tarde, tres trabajadores en el reactor de Tokaimura sufrieron altas dosis de radiación cuando los procedimientos de seguridad se habían eludido. Luego, en 2003, TEPCO fue agarrada con falsificación de datos de seguridad, forzando el cierre de sus reactores durante un mes. Una vez más en 2007, después de otro terremoto, TEPCO admitió que otra planta donde se había filtrado la radiación no se había construido con las especificaciones oportunas.
"Ellos no tienen equipo de crisis, ya que nunca se prepararon para una crisis", explicó Michael Cucek, un analista político que vive en Tokio. "El temor es que TEPCO no esté diciendo toda la verdad. Ellos no tienen la costumbre de decir todo lo que saben".
Tal secretismo es endémico en esta industria multimillonaria, que también tiene una relación muy acogedora con los Gobiernos y los legisladores. Se ha descrito como "la mafia de la energía nuclear de Japón". Hasta al propio primer ministro, Kan, para su irritación, se le ocultó la tercera explosión durante más de una hora.
Sin embargo, ahora esta podredumbre en el corazón de los negocios y del Gobierno está saliendo a la luz. Se está produciendo la ira en la población, sometida a la desinformación, el miedo a la radiación y crecientes dificultades. Mientras que a los extranjeros se les insta a marcharse de Tokio por sus respectivos Gobiernos, a la población local se la deja reflexionar sobre su destino. Mientras que el Banco de Japón y el G7 pueden gastar miles de millones apoyando al yen, cientos de miles de personas siguen sin calefacción, cobijo, medicinas o alimentos. Yuhei Sato, gobernador de la prefectura de Fukushima dijo que la gente está "inquieta y enojada."
En las semanas que tenemos por delante, TEPCO y el Gobierno tendrán que asumir la responsabilidad por la forma en que han manejado la crisis y por los fracasos de la industria nuclear. Un débil sistema político corrupto, ya bajo presión, quedará socavado aún más. "Ese desencanto se ha completado", dijo el Financial Times (19-20/3/11).
La crisis ha extendido temores también en la élite de negocios del mundo, preocupada por las consecuencias mundiales de lo sucedido en Japón. A los pocos días, Alemania suspendió sus operaciones en siete reactores nucleares envejecidos, al tiempo que 50.000 manifestantes salían a las calles. Otros países han establecido "revisiones", en un intento de lidiar con la reacción contra la energía nuclear. Esto incluye a Gran Bretaña, que tiene uno de los más ambiciosos programas de nuevas construcciones en Europa, y podría ver al menos 10 reactores construidos en los próximos 15 años.
Aparte de las implicaciones políticas también hay graves consecuencias económicas derivadas de Fukushima. La débil recuperación de la economía mundial está en un delicado equilibrio. Japón, actualmente es la tercera mayor economía del mundo, y sigue siendo vital para la salud del capitalismo mundial. Pero el capitalismo japonés corre el riesgo de recaída económica, conforme el yen se revaloriza por la especulación, y sus industrias están sujetas a cortes de energía e interrupciones de la línea de suministro. Las potencias del G7, así como el Banco de Japón, se han apresurado a comprar yenes para mantener su valor hacia abajo. Un yen más alto hará que las exportaciones de Japón, de las que depende, sean más caras y, por lo tanto, menos competitivas. Las exportaciones netas representaron las tres cuartas partes del crecimiento de Japón en los últimos dos años. Si caen, Japón caerá, y la economía mundial se verá afectada. El PIB de Japón disminuyó en el último trimestre. Un nuevo descenso en este trimestre, un escenario probable, significaría una recesión en W o doble recesión.
La cadena de suministro global también se ha fracturado. La industria del automóvil está siendo afectada particularmente. El noreste de Japón se ha convertido en un gran centro de producción de automóviles, donde Toyota, Honda, Nissan y otros operan con instalaciones de fabricación de componentes. Los capitalistas estaban dispuestos a abrazar las técnicas japonesas de “producción ajustada”, para mantener las líneas de suministro lo más apretadas posible. Los stocks fueron reducidos deliberadamente al mínimo absoluto. Esto puede funcionar bien siempre y cuando no haya interrupciones. Ahora se están viendo los efectos de esta política miope. Una vez más se pone de manifiesto la anarquía del capitalismo, que trata de exprimir el máximo de ganancia de todos los poros de la producción, pero que la deja cada vez más vulnerable.
Las empresas japonesas representan el 40% del suministro mundial de componentes de tecnología. El país tiene el 30% de la memoria flash del mundo, utilizada en los teléfonos inteligentes y en las cámaras digitales, y entre el 10-15% de la memoria D-RAM, una parte clave de cada equipo. Asahi, NH Techno y Nippon Electric Glass son tres de los principales proveedores del mundo de vidrio para pantallas planas. Los componentes japoneses representan una tercera parte del costo del iPhone de Apple.
Estas cadenas de suministro se están rompiendo con la reducción de la producción debido a los cortes de energía y los paros de producción. La infraestructura también ha sido afectada por la crisis, especialmente en el transporte, otra vez debido a la escasez de combustible. Hay preocupaciones acerca de los puertos del país. Las plantas de chips necesitan grandes cantidades de electricidad y agua, las cuales se han visto muy afectadas. Dada la compleja naturaleza de estas operaciones de fabricación, incluso pequeñas alteraciones pueden repercutir durante meses.
Honda tiene 113 proveedores en toda el área del desastre. Estos se verán afectados en un grado u otro. Esta interrupción tendrá un efecto en cadena más allá de Japón. Hubo problemas potenciales de suministro en la planta de Honda en Swindon [Gran Bretaña], su planta principal en Europa. Japón no sólo es un exportador, sino que tiene un mercado interior importante para los coches, el tercero más grande después de China y los EE UU, que también serán afectados por la crisis.
La situación económica inestable se agrava por el aumento de los precios del petróleo, a raíz de la inestabilidad en Oriente Medio.
La producción de Japón está todavía muy por debajo de los niveles establecidos antes de la crisis mundial de 2008-09. Esta nueva crisis vendrá con un costo económico. El intento de estabilizar la situación mediante el vertido de más dinero en el sistema verá dispararse la deuda pública. Ya está al 200% del PIB, el porcentaje más grande del mundo industrializado. Esto añadirá más presión al presupuesto del Gobierno conforme el Banco de Japón compre cantidades mayores de bonos del Estado. Si el crecimiento también se retrasa para el próximo par de trimestres, la deuda de Japón en relación al PIB será aún más extrema. Pero hay poco más que puedan hacer. Las tasas de interés se han mantenido en casi cero durante años. Y aunque la reconstrucción ayudará a impulsar la industria de la construcción y proporcionará un estímulo económico, tomará mucho tiempo para recuperarse de la crisis, cuyo costo se ha estimado en casi US $ 500 mil millones.
En estas circunstancias, Japón puede convertirse en el talón de Aquiles del capitalismo mundial. El sector japonés de energía nuclear está en crisis. Las plantas de Fukushima tendrán que ser dadas de baja y posiblemente sean nacionalizadas. La crisis va a ejercer presión sobre la industria nuclear, así como en el Gobierno, bajo la presión de una opinión pública escéptica y enojada, que exigirá un replanteamiento de su estrategia de futuro. Esto pondrá más exigencias sobre el carbón y el petróleo en estos tiempos de gran turbulencia.
Se demuestra una vez más cómo el capitalismo y la economía de mercado son incapaces de desarrollar la sociedad de manera armoniosa. El afán de lucro, inevitablemente, conduce a los atajos y a la corrupción, dada la enorme cantidad de dinero en juego. La energía nuclear en manos de las empresas hambrientas de ganancias es una mezcla peligrosa. Esta es una lección clave de la catástrofe japonesa.
Los recursos actuales no pueden dejarse a disposición de las grandes empresas. La anarquía del capitalismo, basada en la maximización de la ganancia, pone los medios de subsistencia de millones de personas en riesgo todos los días. Los recursos del planeta deben ser utilizados y planificados y no desperdiciados imprudentemente en la búsqueda de la ganancia privada. Las contradicciones del sistema nos han llevado a un callejón sin salida. Si se permite que continúe el capitalismo, habrá más catástrofes, incluso más peligrosas que la de hoy día en Japón. El mundo está siendo llevado al borde del desastre por la propiedad privada y la tiranía del mercado. Fukushima es un ejemplo viviente, o más correctamente, moribundo, de ello. La situación clama por una planificación racional.
Sólo con el derrocamiento del capitalismo en crisis y el establecimiento del socialismo podemos evitar un escenario de pesadilla en el futuro. Sólo entonces podremos planificar democráticamente nuestros recursos, donde las necesidades de la clase trabajadora tengan prioridad absoluta frente a la codicia insaciable de las multinacionales. Sólo entonces la ciencia se pondrá al servicio del progreso y el desarrollo de la humanidad, y no será la esclava de los especuladores multimillonarios. Esa es la lección del sufrimiento de Japón.