Los medios de comunicación hablan mucho del robusto crecimiento de la India y el desarrollo obscurece la dura realidad que la gran mayoría de los indios tienen que afrontar en su vida cotidiana. Según Randeep Ramesh, publicado en The Guardian (5/4/2006): “La India es un territorio, pero los ricos y los pobres existen en planetas aparentemente diferentes. Prácticamente no se informa de las terribles realidades cotidianas: la tasa de malnutrición entre los niños menores de 5 años es del 45 por ciento. Menos de un tercio de las viviendas en la India tiene baño y la mayoría de las mujeres tienen que esperar hasta el oscurecer para arriesgarse a responder a la llamada de la naturaleza. Las palabras sobre hacer de la pobreza historia suenan vacías en la India, un país que alberga a un tercio de los pobres del mundo y donde unos 300 millones de personas viven con menos de un dólar al día”.
Incluso en términos macroeconómicos la India todavía es pobre y pequeña. Cuenta con una sexta parte de la población mundial pero sólo con 1,3 por ciento de las exportaciones mundiales de mercancías y servicios, y sólo recibe un 0,8 por ciento de la inversión directa extranjera. Laxmi Mittal, el empresario de la mayor acería del mundo, Mittal Steel, es un empresario indio que se ha convertido en global con una empresa que no produce nada de acero en su país de origen. Incluso la poca inversión que llega es cada vez más en capital intensivo que en mano de obra intensiva. De ahí que toda la propaganda de que la inversión crea más empleos ha demostrado ser totalmente falsa en la India.
La industria de IT(BPO (Tecnología de la Información/Proceso de Deslocalización de Empresas) en la India emplea sólo a 1,3 millones de una fuerza laboral que supera los 400 millones de personas. Según un grupo consultor de Boston, “el salario anual típico para un ingeniero indio en tecnología de la información es de 5.000 dólares y para un graduado con un master empresarial el salario es de 7.500 dólares, una décima parte que sus equivalentes norteamericanos”. Sus condiciones laborales son tan miserables y hacinadas que, por ejemplo, en un bloque de oficinas en Chennai en cada una de las esquinas hay disponibles terminales informáticas que son utilizadas por una media de 2,2 turnos diarios. Otra empresa, Kirlosar Oil Engines Limited (KOEL), durante el pasado año financiero aumentó sus beneficios en un 46 por ciento. Su volumen de ventas alcanzó los 10.000 millones de rupias por primera vez y sus exportaciones sobrepasaron la cifra de 1.000 millones de rupias. Uno podría pensar que esta empresa genera una gran cantidad de empleos. En realidad no contrata ni un solo trabajador desde 1982. La edad media de sus 2.000 trabajadores es de 47 años. Su éxito no es el resultado del despliegue de un gran número de trabajadores indios con bajos salarios, sino que procede de una continua automatización y de las mejoras en la productividad. En el ejemplo más extremo, según The Economist, un trabajador es responsable de 27 máquinas. Otro ejemplo es Bajaja Autos, una fábrica de motocicletas, motos y triciclos. El año pasado, la empresa fabricó 2,4 millones de vehículos con 10.500 trabajadores. A principios de los años noventa producía un millón de vehículos con 24.000 trabajadores. Esto ocurre en un país con un rápido crecimiento de la fuerza laboral. Su joven población añadirá 71 millones de personas a la fuerza laboral durante los próximos cinco años, casi una cuarta parte de los nuevos trabajadores del mundo. En la India urbana este fenómeno de liberalización está haciendo estragos entre los habitantes de la ciudad. Como señala un famoso novelista y activista social indio, Arundhati Roy: “Este proyecto de globalización empresarial ha creado un distrito de personas muy ricas y satisfechas por ello. No les importa los vendedores ambulantes que llenan las calles o suburbios y que desaparecen con la noche. India no se está uniendo sino desvencijando debido a la liberalización que convulsionado el país a una velocidad sin precedentes e inaceptable”.
Ahora, la mitad de los 14 millones de habitantes de Delhi viven en chabolas y 18.000 estructuras formadas por chabolas a las afueras se han declarado ilegales. La campaña de desahucios entre los habitantes de los suburbios por parte de los bancos de Yamuna ha obligado al menos a 280.000 personas a salir de sus casas. “Está creando una ciudad apartheid, dejando muy clara la separación entre el rico y el pobre”, esto es lo que dice Millon Kothari, enviado especial de la ONU para los derechos de la vivienda. “La situación en las zonas de realojo es horrible, sin empleos ni servicios”. Pero si la agresión capitalista está devastando la vida de los trabajadores y pobres urbanos, está teniendo un efecto aún más devastador en las aldeas donde el 70 por ciento de la población india. Como dice Roy: “donde la India no vive, muere”. Hay informes del fenómeno endémico de suicidios de campesinos. La llegada de nuevos pesticidas, semillas genéticamente modificadas y tractores modernos que consumen cada vez más combustible, han elevado los costes de producción. Los últimos vestigios del apoyo del gobierno indio y los subsidios desaparecieron hace unos meses. El resultado es que los campesinos indios se han empobrecido en pocos años. Muchos han tenido que pedir dinero prestado para vivir, primero a los bancos y después a usureros. Encadenados a la pobreza por las deudas que no pueden pagar, los campesinos se ven obligados a vender primero sus carretas, después su ganado para terminar con su tierra y sus casas. Algunos venden un riñón por 1 millón de rupias. Otros han puesto el pueblo entero en venta, pero miles sólo pueden recurrir al suicido, algunos veces con los mismos pesticidas que utilizan en sus cosechas.
Mientras que por un lado esta abyecta pobreza y miseria han llevado a los campesinos a la autodestrucción, también se está extendiendo un ambiente de rebelión en las zonas rurales. Estos movimientos están dirigidos por distintos grupos maoístas e insurgentes. Vemos esta revuelta en sectores grandes del campo indio, desde las fronteras de Nepal hasta las orillas del Tamil Nadu. Según una encuesta publicada por el Instituto de Gestión de Conflictos con base en Nueva Delhi, la insurgencia se está desarrollando en quince estados de la India. Dice que la presencia maoísta es visible en 170 distritos y concluye con lo siguiente: “Ahora el gobierno sólo ignora lo que es su propio peligro”. Aparte de Chattishgarh, el movimiento es muy fuerte en Gadchiroli y Chandpur en Maharashtra, en todo Jharkhand, en el distrito Bihar de Aurangabad, en Jahanabad, Nawada y Patna. La historia es similar en zonas de Bengala Occidental, Orissa y Madhya Pradesh. En muchos de estos lugares los maoístas dirigen una administración paralela, donde se imparte justicia y se pagan impuestos. En sus zonas imponen a los comerciantes y contratistas forestales un impuesto del 10 por ciento sobres sus ingresos.
Bengalore, el Sillicon Valley de la India, también se enfrenta a la resistencia de las tribus y Dalits (castas inferiores) que forman la columna vertebral de la insurgencia. Hasta ahora, los estados indios no han conseguido controlar esta insurgencia, que va ganando terreno y reclutando cada vez a más jóvenes. Estos insurgentes también han utilizado los centros urbanos como escondites y como apoyo logístico, incluido el transporte de armas y la movilización. Mientras tanto, la insurgencia armada en Cachemira con alzas y bajas sigue presente. El Congreso dominado por el FDU (Frente Democrático Unido) ha acelerado estas políticas económicas “neoliberales”. Éstas fueron puestas en práctica por el anterior régimen del BJP, y le llevaron a una derrota humillante en las elecciones de 2004. En 1991, frente a una crisis de deuda externa, Manmohan Singh, ahora primer ministro, comenzó a abrir la economía. Resulta irónico que el propio partido del Congreso de Nehru que desmanteló el viejo capitalismo de estado también sea conocido como Socialismo Nehruviano. Eso supuso el fracaso del sistema, pero la apertura económica también demostrado ser un desastre para la población. Unos 770 millones de personas no forman parte del mercado en el que se están aplicando estas políticas económicas. Según una encuesta de Goldman Sachs, India tiene una población de 1.200 millones de habitantes y sólo 58,5 millones tienen un ingreso anual de 4.400 dólares. Esto demuestra los límites del mercado y la exclusión de una gran mayoría de sus mecanismos. En realidad, en los últimos 15 o 20 años sólo una pequeña minoría se ha beneficiado algo del ciclo económico desatado por estas reformas de mercado. Sin embargo, no es sólo en el frente económico donde el BJP y el Partido del Congreso están aplicando la misma política. En otros aspectos políticos y sociales su política no sólo es similar, sino que los dos principales partidos de la burguesía india actúan en connivencia.
La población musulmana del estado indio de Gujarat quedó conmocionada cuando en mayo, a petición del ministro local (BJP) Narendra Modi, el gobierno envió un contingente del ejército y unidades armadas de policía para reprimir las protestas de los musulmanes contra la represión religiosa. Una de las razones para que el Partido del Congreso esté tan dispuesto a coincidir con el BJP de Modi en Gujarat es que éste disfruta de un fuerte apoyo entre las grandes empresas para que lleve a cabo allí “reformas económicas”. Las mismas que está aplicando el gobierno central: reducción de impuestos (para los ricos), desvío de fondos públicos del gasto social a proyectos de infraestructura que generan beneficios para los empresarios privados, privatización y desregulación. En realidad, el gobierno Modi ha sido calificado como el más simpático para los empresarios de la India. En mayo de 2005, la Fundación Rajiv Gandi, que está presidida por Sonia Gandi, publicó un informe que calificaba a Gujarat como el estado mejor gobernado de la Indio y le ponía en el primer lugar del “Índice de Libertad Económica”, es decir, un ranking que mide lo amistoso que eres con las empresas privadas. El informe decía lo siguiente: “la vida segura… un componente esencial de la libertad económica”. Por supuesto ignora el pogromo de 2002 y la persecución constante de los musulmanes en ese estado. En realidad, olvida las brutalidades perpetradas por este monstruoso gobernante en Gujarat. El Congreso en Gujarat se ha adaptado abiertamente a la política comunal de Modi.
Como escribía Karanti Kumara: “Lo irónico es que el PCI (M) y sus aliados del Frente de Izquierda han jugado un papel importante en crear el mito de que el Congreso representa una alternativa secular y progresista al comunal BJP… Como demuestra ampliamente su apoyo al gobierno criminal de Modi, el Congreso no siente ninguna vergüenza en adaptarse y confabularse con las fuerzas comunales. Ya sea por razones de conveniencia política o por mantener los intereses del capital frente a la clase obrera y los oprimidos”. No es sólo que el PCI (M), con el Frente de Izquierdas, continúe apoyando al régimen de Delhi y sus políticas antiobreras. Sus propios dirigentes están intentando aplicar la misma política en aquellas provincias donde están en el poder. El ejemplo más flagrante es el de Bengala Occidental, donde el PCI (M) y el Frente de Izquierdas llevan 28 años en el poder. El ministro del PCI (M) de Bengala Occidental, Buddhadeb Bhattacharya, sigue el ejemplo de los estalinistas chinos con un ambicioso programa de reformas económicas. Su postura es capitalista y contra cualquier principio comunista. Ha invitado a la inversión extranjera, ha privado empresas públicas, prohibido la sindicalización en varios sectores y ha hecho que Bengala Occidental sea un importante centro de tecnología de la información.
Según el corresponsal de la BBC en Delhi, Sanjay Majumdar: “Los líderes empresariales indios han expresado abiertamente su admiración por la política de austeridad de Bhattacharya, diciendo que esperan que el partido de los empresarios pueda emular su posición pragmática”. Sanjay añade además: “… movimientos que con frecuencia le han acarreado las iras de los miembros del politburó de su partido”. Más cerca de la realidad es que la ira procede más de los trabajadores de la base que del fosilizado politburó. El auge de los PCs y la izquierda en la política india es una paradoja irónica. Las masas les han votado porque quieren un cambio y la dirección de estos partidos intentan preservar el capitalismo con el pretexto de la “democracia” y el “secularismo”. Si miramos los 58 años de historia india desde la independencia, las atrasadas clases dominantes de la India no han sido capaces de cumplir ni una sola de las tareas de la revolución democrático nacional. Hay más violencia comunal y étnica que quizá en ningún otro país del mundo. Desde Cachemira a Nagaland hay opresión de las distintas nacionalidades. Las reformas agrarias han terminado en desastre. El aumento de la tasa de suicidios indica el fracaso de la revolución agraria. La democracia parlamentaria es una farsa. Es un tipo de apartheid parlamentario donde sólo las clases adineradas pueden entrar en estas instituciones. La minoría que procede de los PC intenta consolidar en lugar de desenmascarar el carácter reaccionario de estas instituciones. Su farsa de soberanía nacional ha quedado al descubierto por el papel y actitud serviles de la burguesía india hacia el feroz imperialismo estadounidense.
El capitalismo de estado de los años 50, 60 y 70 fracasó
miserablemente. La apertura económica también ha sido un desastre para
las masas. El BJP fue expulsado en 2004. El régimen del Congreso sufre
una crisis tras otra. El BJP está en declive. En las recientes
elecciones locales las masas dieron el mayor apoyo de la historia a los
partidos de izquierda. Si los dirigentes de la izquierda continúan
preservando el capitalismo el único camino será la economía neoliberal.
Eso significará felicidad para los ricos y miseria para los pobres.
De ahí que los dirigentes del PC no puedan continuar con esta
política contradictoria. Por un lado están apoyando este régimen, que
está atacando duramente a la clase obrera. Por otro lado, debido a las
presiones desde abajo han tenido que organizar protestas y
manifestaciones. Después de expresarse en el plano electoral, los
trabajadores se expresaron el 14 de junio en una huelga general del
transporte indio. Los dirigentes del PC tuvieron que pasar a la acción
debido al incremento de la militancia del proletariado indio. Este
doble juego no puede continuar. Ya existe un fermento creciente entre
las filas de los PC. Se está cuestionando cada vez más y existe una
actitud crítica entre los trabajadores y aquellos que están dentro de
los partidos de la izquierda.
No es casualidad que tanto el Congreso como el BJP se opusieran
fervientemente a esta huelga contra el aumento de los precios del
combustible. Este era un movimiento hacia la huelga general, de no
haber sido porque la dirección de los PC intervino para controlarla y
limitarla.
India hoy está al borde del caos, de la crisis severa, el
empobrecimiento y el malestar social. Después de 58 años de dominio
burgués ininterrumpido India todavía “está viviendo en muchos siglos”.
El sistema de castas no se ha eliminado. Se ha convertido en un estigma
en la sociedad india. La infraestructura está en ruinas. Los sectores
sociales están en declive. Las masas comienzan a perder la paciencia.
El proletariado indio tiene tradición de grandes luchas y movimientos
revolucionarios. Los elementos de una nueva oleada de una insurrección
de masas están comenzando a surgir y expresarse.
La única salida a esta miseria e indigencia es a través del
derrocamiento del sistema capitalista, mediante una revolución
socialista. Ahora los dirigentes del PC han renunciado incluso a su
anterior posición equivocada de la teoría estalinista de las dos
etapas. La realidad es que han abandonado la segunda, la etapa
socialista. Ahora toda su política se limita a la primera, a la etapa
democrática. Pero las tareas de la revolución democrática no se pueden
cumplir sobre bases capitalistas. Sólo aplicando medidas socialistas se
pueden generar los recursos para cumplir las demandas democráticas de
la sociedad.
Las condiciones para la transformación socialista están madurando.
En el horizonte se vislumbran a lo lejos acontecimientos tormentosos
que sacudirán los PC hasta sus cimientos. O la dirección cambia de
rumbo o tendrá que abandonar. Este fermento provocará el aumento de las
fuerzas del marxismo dentro de los PC, sindicatos, estudiantes y entre
la juventud. Una corriente marxista con una ideología, método y
perspectiva correcta, con la voluntad y la determinación de ponerlo en
práctica, pondrá las bases para una victoria socialista. Las masas
oprimidas no pueden soportar ya este sistema explotador y brutal. Con
una dirección y organización marxista se puede ganar esta línea de
clases. Una revolución socialista en India galvanizaría una
insurrección revolucionaria en Asia y más allá.