Canadá: El “convoy de la libertad”, una advertencia para el movimiento obrero

El llamado convoy de la libertad ha copado los titulares de las últimas semanas y bloqueado el centro de la ciudad de Ottawa, alrededor de Parliament Hill, la sede del parlamento canadiense, durante una semana. A esto le ha seguido el bloqueo de cientos de camioneros, opuestos a la obligación de vacunarse contra el Covid-19, en diversos puntos de la frontera con EEUU.

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Publicado originalmente el 5 de febrero en marxist.ca

Si bien el número de manifestantes se ha reducido, no hay señales de que tengan la intención de irse pronto y muchos han prometido quedarse hasta que se cumplan sus demandas, que exigen levantar las restricciones sanitarias impuestas por la pandemia de Covid-19.

Los residentes y trabajadores del centro de Ottawa están cada vez más frustrados con el bloqueo. Se han cerrado lugares de trabajo, centros comerciales, clínicas de vacunas, escuelas y manzanas enteras de la ciudad. El centro de la ciudad está completamente bloqueado y la gente no puede ir al trabajo ni a la escuela.

Además de las banderas nazis y confederadas y la presencia de grupos de extrema derecha, hay cada vez más informes en las noticias sobre encuentros violentos, acosos e intimidaciones a los trabajadores de la salud y a los transeúntes que usan mascarillas. Se han denunciado agresiones, paramédicos han sido agredidos con piedras, un vagabundo también fue agredido por los participantes del convoy y algunos trabajadores fueron acosados por darles comida en una misión del centro. Muchos residentes y trabajadores de la zona se sienten inseguros.

Se espera que el número de bloqueos aumente este fin de semana en Ottawa, y también se están organizando convoyes en otras ciudades, incluidas Toronto y la ciudad de Quebec. Se planea una contraprotesta de los trabajadores en Ottawa, pero la dirección de algunos de los sindicatos y diputados del NDP (Nuevo Partido Demócrata) están haciendo todo lo posible para desconvocarla.

Tras lo ocurrido en Ottawa, los trabajadores de la salud de Toronto están preocupados. El área alrededor del parlamento provincial alberga varios hospitales. Los trabajadores del hospital, así como los pacientes, podrían tener dificultades para acceder a las instalaciones médicas si el convoy logra bloquear la zona.

Los hospitales en Toronto ya han anunciado que algunas citas se trasladarán en línea y una clínica de atención urgente se cerró durante el fin de semana. Numerosos hospitales también recomendaron a los trabajadores que usaran ropa de civil y ropa de calle en el camino al trabajo para no ser identificados como trabajadores de la salud con la esperanza de evitar la intimidación y el acoso visto en Ottawa.

La contraprotesta al convoy ha sido organizada por proveedores y trabajadores de la salud en Toronto. Han pedido apoyo para garantizar que los trabajadores puedan ir a trabajar y los pacientes puedan acceder a las instalaciones médicas sin acoso. Están demostrando un espíritu de lucha, al negarse a colarse en el trabajo a escondidas y en no permitir que se comprometa el acceso a la atención médica.

Lo significativo de la contraprotesta es que está siendo organizada por estos proveedores y trabajadores de la salud independientemente de cualquier asociación o sindicato de la salud. La Asociación de Enfermeras de Ontario (ONA) ha condenado toda actividad de protesta que “impida que las enfermeras y los profesionales de la salud hagan su trabajo”, pero no parece estar movilizando una respuesta al convoy.

Estos trabajadores de la salud de Toronto se oponen instintivamente al “Convoy de la libertad” y están adoptando la actitud correcta. Pero se debe hacer más. El movimiento obrero debe comenzar a movilizarse contra el mal manejo de la pandemia y la agenda antivacunas de la extrema derecha. Este ha sido el problema durante toda la pandemia. El movimiento obrero ha estado en silencio, aceptado el manejo de la pandemia por parte del gobierno en interés de los capitalistas, y ha estado ausente de la lucha por un abordaje obrero de la pandemia.

Estamos viendo así las consecuencias de esta inacción del movimiento obrero. Sin liderazgo por parte de la izquierda y los sindicatos, en ausencia de una lucha de clases organizada y militante, parte de la creciente indignación de clase en la sociedad por el mal manejo de la pandemia por parte del gobierno se está canalizando hacia la derecha y la política del “aprender a vivir con el virus” del empresariado.

Polarización y fatiga pandémica

Los grandes medios de comunicación presentaron el “convoy de la libertad” como una protesta de base de los camioneros contra la obligación de vacunarse. El convoy finalmente ha quedado expuesto como un vehículo organizado y financiado por la extrema derecha y el movimiento reaccionario anti vacunas.

Los organizadores inicialmente afirmaron que unos 50.000 camiones y cientos de miles de personas se dirigían a Ottawa en el convoy. Algunos en la extrema derecha describieron el convoy como la versión canadiense de la “insurrección” de Trump del 6 de enero.

Al final, el tamaño real del convoy fue mucho más pequeño. Se desconoce el número exacto de camiones involucrados en el convoy y el bloqueo, pero se estima que entre 1000 y 2000 plataformas y vehículos personales estuvieron involucrados, con alrededor de 8000 a 10000 personas presentes en los bloqueos en Ottawa el pasado fin de semana.

Estos sucesos no pueden desestimarse por considerarse acciones del sector antivacunas. Si bien no es tan grande como se anuncia, el tamaño del convoy y el bloqueo no son insignificantes. No es poca cosa organizar a miles de personas para que recorran todo el país para bloquear el parlamento.

Más allá del propio convoy, cientos de simpatizantes saludaron a los convoyes en numerosas ciudades y pueblos a lo largo de su ruta hacia Ottawa. Varios miles de personas como mínimo salieron a apoyar a los convoyes. Varios grupos de Facebook del convoy han tenido cientos de miles de miembros. Uno de los grupos actuales tiene más de 635.000 miembros. No todas estas personas que apoyan el convoy son fascistas y antivacunas. Muchos son trabajadores cansados por la pandemia, la inflación y la pérdida de empleos. Están buscando una salida a la situación y de momento el convoy parece una opción antisistema.

El apoyo popular al “Convoy de la libertad” es innegable. Una reciente encuesta afirma que un 31 por ciento apoya la protesta de los camioneros y un 46 por ciento se opone. Según otra encuesta realizada por Abacus Data, un 32 por ciento de los encuestados siente que tiene mucho en común con la forma en que los manifestantes en Ottawa ven las cosas y el 68 por ciento dice que tiene muy poco en común. No estamos ante un nivel insignificante de apoyo al convoy.

La crisis global del capitalismo ha abierto un período de inestabilidad social sin precedentes y de aguda polarización y confusión política. Hay un estado de ánimo creciente de desconfianza en el sistema y frustración hacia el statu quo. Mucha gente está buscando una salida y alternativas antisistema. Estos procesos se han acentuado por la pandemia mundial.

La clase trabajadora tiene muchas razones para estar indignada por el manejo de la pandemia. La respuesta de los gobiernos al COVID-19 ha sido inconsistente y contradictoria. La razón de este enfoque inconsistente es que los gobiernos han priorizado los intereses de la clase dominante y las ganancias de las grandes corporaciones sobre la salud de los trabajadores.

Bajo la presión de la clase trabajadora, los gobiernos federal y provincial adoptaron una política de confinamiento al comienzo de la pandemia. Este cierre de la actividad no se dirigió a las principales fuentes de infección en las grandes fábricas y almacenes, ciertos servicios esenciales y escuelas porque los gobiernos intentaban proteger las ganancias de la clase dominante.

A pesar de los intentos del gobierno con rescates masivos, préstamos baratos y subsidios salariales para las corporaciones, los cierres inevitablemente tuvieron un efecto importante en la economía. Cuando menguaron las primeras olas, la clase dominante se manifestó decididamente en contra de más confinamientos. Simplemente dañan demasiado las ganancias.

Se suponía que la vacunación generalizada resolvería el problema de los cierres. Todo iba según lo planeado este otoño y parecía que podríamos estar a punto de volver a la “normalidad”. Entonces la ola Ómicron golpeó y arruinó todos los planes de los capitalistas. La vacunación no sería suficiente, los hospitales volvían a estar desbordados y la clase obrera presionaba para que se retomaran varias medidas sanitarias relacionadas con la pandemia.

Los grandes medios de comunicación, siempre al servicio de los intereses de la clase dominante, jugaron su papel y comenzaron una campaña de propaganda para convencer a la clase obrera de “aprender a convivir con el virus ”. Artículo tras artículo en los medios de comunicación señalaba las inconsistencias y los problemas de los cierres de actividad, pero nunca se explicaron las verdaderas razones. Los aspectos de estos artículos que eran ciertos se alinearon con lo que la gente podía ver con sus propios ojos. Los servicios esenciales permanecieron abiertos, muchos trabajadores todavía tenían que ir a trabajar y los niños seguían yendo a la escuela. Entonces, ¿de qué sirvieron realmente las restricciones sanitarias? ¿Por qué las personas deberían poner sus vidas en espera si las medidas sanitarias no parecen detener la propagación del virus?

Ante la ausencia de cualquier dirección por parte del movimiento obrero para defender los intereses de la clase trabajadora y el flujo constante de propaganda en los medios, un número creciente de trabajadores ha ido aceptando la agenda de la clase dominante y ha accedido a aprender a vivir con el virus.

Tormenta perfecta

El mal manejo de la pandemia y, sobre todo, la ausencia de una respuesta por parte de la izquierda creó una tormenta perfecta para la fusión de los sentimientos antivacunas, la extrema derecha y los propietarios de empresas de transporte y camioneros indignados por la obligación de vacunarse.

Esta tormenta perfecta también explica por qué tanta gente apoya al convoy. Los partidos políticos del establishment son responsables del mal manejo de la pandemia y han generado recelo. La gente está enojada y busca una salida a la situación. La izquierda y los sindicatos no presentan una alternativa, con lo que ciertas capas de la sociedad se están canalizando hacia la derecha antisistema. La razón es que no hay otra alternativa disponible. No hay otro movimiento antisistema de masas. Las características específicas son diferentes, pero el “convoy de la libertad” y el crecimiento del partido de extrema derecha, Partido del Pueblo de Canadá (PPC), son un reflejo del mismo proceso que condujo al surgimiento de Trump en los Estados Unidos.

El transporte por carretera es un trabajo peligroso con muchas horas y salarios bajos. La pandemia ha causado estragos en las cadenas de suministro y el aumento de la inflación está dificultando que los camioneros lleguen a fin de mes. Pero nadie habla de los problemas reales de los trabajadores en la industria del transporte por carretera. La obligación de vacunarse fue la gota que colmó el vaso para cierta capa de camioneros que ya simpatizaban con las opiniones antivacunas. Ahora los propietarios de la industria camionera dominan y han captado este estado de ánimo de frustración, ya que algunos camioneros han llegado a creer que lo que es bueno para el jefe es bueno para ellos. Es por eso que el convoy es realmente un vehículo para defender los intereses de los dueños de las empresas camioneras.

La gran mayoría de los camioneros de Canadá están vacunados. La obligatoriedad no les supondrá un problema. La Canadian Trucking Alliance (CTA) estima, sin embargo, que esta ley afectará a unos 12.000 a 16.000 camioneros, alrededor del 10 al 15 por ciento de todos los conductores comerciales que cruzan la frontera entre Canadá y EE. UU. Los líderes del convoy están utilizando el convoy para sus propios fines cínicos. Culpan a la exigencia de vacunarse de la escasez de conductores, los problemas de la cadena de suministro y la inflación. En realidad, es bien sabido que la falta de personal ha sido un problema importante en la industria camionera durante mucho tiempo, en gran parte debido a los bajos salarios y las malas condiciones de trabajo en el sector.

En el caso de los camioneros de clase trabajadora que participan en el convoy, el vacío de la izquierda ha significado que la iniciativa pase a los empresarios del sector aliados con los antivacunas y la extrema derecha. La alianza de los propietarios de las empresas de camiones y el movimiento antivacunas de extrema derecha que lidera el convoy ha logrado convencer a una capa de camioneros de que el mayor problema al que se enfrentan es la decisión de exigir a los camioneros que se vacunen para los viajes transfronterizos, en lugar de los problemas de seguridad, los salarios y condiciones de trabajo. Como dijo recientemente un camionero refiriéndose al convoy: “Es muy, muy alarmante, que el mundo entero, no solo Canadá, esté asistiendo a lo que pasa en Ottawa sin hablar de los verdaderos problemas”.

Un programa de lucha para los camioneros

Los camioneros tienen razones legítimas para estar indignados. Las economías de Canadá y Estados Unidos dependen en gran medida de los camiones para el transporte de mercancías. Se estima que más del 90 por ciento de todos los productos de consumo y alimentos en América del Norte viajan en camión a su destino final.

El “libre comercio”, que se expandió por todo el continente americano en la década de 1980, promovió tarifas de flete bajas para beneficio de los grandes empresarios. Esto condujo a la desregulación de la industria camionera, que comenzó a fines de la década de 1970 y principios de la de 1980. Los sindicatos de camioneros se resquebrajaron y desaparecieron. Esto permitió a la patronal atacar las condiciones de trabajo y los salarios para mantener bajas las tarifas de transporte y los fletes. La contratación independiente se introdujo a gran escala, lo que permitió a los capitalistas trasladar los costos del transporte de mercancías a los propios camioneros, al mismo tiempo que reducían los salarios y las tarifas y se negaban a pagar ninguna prestación.

El resultado de esto fue que el transporte por carretera pasó de ser un buen trabajo sindicalizado en el período de posguerra al trabajo peligroso y mal pagado que es hoy. La revista Money informaba así: “En 1980, el camionero promedio en Estados Unidos ganaba un salario anual, ajustado por la inflación, equivalente a más de $110.000 en la actualidad. Veinticinco años después, los camioneros ganan en promedio alrededor de $40.000 al año, trabajando más duro, más horas y con menos seguridad laboral”. La situación es similar en Canadá. Según un informe de Service Canada en 2013, el ingreso promedio nacional de los trabajadores en la industria del transporte fue de $38.111.

Largas horas de trabajo y poca seguridad son problemas mayores para los camioneros:

“Aunque existen límites legales sobre las horas de trabajo, muchos conductores de camiones son presionados por su supervisor, a través de una conexión telefónica de larga distancia, para ignorar estos límites y seguir conduciendo por más tiempo.

“En el pasado, los conductores tenían cierta autonomía. Se les pagaba por milla, no por el tiempo de un viaje completo. Podrían dividir sus jornadas laborales de 12 horas en períodos de trabajo de cuatro horas y períodos de descanso de cuatro horas. Incluso podían detenerse para “permanecer fuera” del tráfico congestionado en hora punta cuando su velocidad se veía obstaculizada.

“Ahora tienen que seguir conduciendo peligrosamente sin un descanso adecuado. Su fatiga posterior es, sin duda, un factor en muchos de los accidentes que ocurren, especialmente cuando se combina con una preparación insuficiente.

“Uno de los signos evidentes de esta reducción de los períodos de descanso de los conductores ha sido el cierre de cientos de paradas de camiones en las carreteras que solían atender a los conductores fatigados, y la eliminación de todos los espacios de estacionamiento que solían proporcionar. Un conductor ahora tiene problemas para encontrar un lugar para estacionar, incluso en una emergencia”.

Los camioneros canadienses no cuentan con un sindicato adecuado para defender sus intereses. Las diversas asociaciones de camiones combinan transportistas con propietarios autónomos y empresas de transporte. Esto deja a los conductores a merced de los empresarios.

Los intereses de los propietarios corporativos de las empresas de camiones se oponen directamente a los de los camioneros asalariados del convoy. El verdadero enemigo de los camioneros obreros son los dueños de las empresas camioneras que han impuesto salarios bajos y malas condiciones de trabajo.

La forma de luchar contra la dirección derechista del convoy es política. El “convoy de la libertad” podría dividirse en líneas de clase con un programa audaz de reivindicaciones que incluya salarios más altos, prestaciones sociales y condiciones de trabajo más seguras para los camioneros. El movimiento obrero podría movilizarse para luchar por un sindicato adecuado para los camioneros asalariados y los propietarios autónomos. Se podría ganar a los camioneros asalariados para que apoyen un programa de este tipo que defienda sus intereses de clase y aborde los problemas reales a que se enfrentan. Esto expondría y debilitaría el liderazgo derechista del convoy.

Movilizarse para luchar contra la pandemia

El movimiento obrero debe oponerse a los llamamientos del “convoy de la libertad” para poner fin a todas las medidas sanitarias relacionadas con la pandemia. El final inmediato de los cierres, de las restricciones de aforo, de los requisitos de prueba y aislamiento, de la obligación del uso de mascarillas y vacunas, etc., sería muy peligroso en este momento. La ola de Ómicron parece haber llegado a una meseta, pero no ha terminado. Las tasas de infección, hospitalización y muerte siguen siendo altas.

Las respuestas gubernamentales a la pandemia han sido diseñadas para proteger las ganancias de los capitalistas. La clase trabajadora no puede confiar el manejo de la pandemia a los gobiernos capitalistas. Los trabajadores deben tener voz en el control de su seguridad en el lugar de trabajo y poder decidir qué lugares de trabajo son seguros y qué medidas de salud relacionadas con la pandemia son necesarias.

Los medios corporativos han minimizado descaradamente los fallecidos durante la la Ómicron. El número de muertes diarias en Ontario en enero de 2022 fue uno de los más altos desde que empezó la pandemia. Más de 1.100 personas murieron debido a la COVID-19 en enero de 2022, lo que lo convierte en uno de los meses más mortíferos de toda la pandemia. Eliminar todas las restricciones relacionadas con la pandemia de inmediato significaría otra ola y más muertes. La clase trabajadora será la que más sufrirá como lo ha hecho durante la pandemia.

No estamos a favor de cierres de actividad interminables e inconsistentes, pero tampoco podemos simplemente hacer desaparecer la pandemia. Como escribimos en un artículo anterior:

“A lo largo de estos dos años horribles, la lógica de los beneficios se ha interpuesto en el camino de cualquier medida que podría haber detenido el virus o incluso limitado las muertes. Los gobiernos han tomado todo tipo de medidas para que parezca que están haciendo algo con respecto a la pandemia, siempre que no cueste demasiado y no interfiera demasiado con la capacidad de los capitalistas para ganar dinero.

“El gobierno de CAQ en Quebec ha defendido este tipo de medidas aparentemente drásticas sin ninguna eficacia demostrada, como toques de queda e impuestos a las personas no vacunadas. Esto solo ha servido para erosionar la paciencia pública, reducir el apoyo a las medidas de salud pública y alimentar el movimiento contra las mascarillas y las vacunas. Muchas personas se preguntan por qué deberían suspender su vida social y recreativa durante varios meses si eso no evita que el virus se propague.

“Este escepticismo sobre las medidas de salud pública, a su vez, coloca al gobierno en una mejor posición para hacer que la gente acepte 'vivir con el virus'. Los covidiotas gubernamentales y los covidiotas antivacunas son dos caras de una misma moneda y se retroalimentan.

“No podemos permitir que la clase dominante nos haga engullir la píldora de 'aprender a convivir con el COVID'. Las soluciones a la pandemia se conocen desde hace tiempo. Hay riqueza de sobra en nuestra sociedad para invertir masivamente en atención médica, equipos de protección personal para todos, distribución de vacunas a toda la población mundial, etc.

El movimiento obrero debe emprender la lucha para crear las condiciones en las que los centros de trabajo y las escuelas puedan abrirse de manera segura y permanecer así. Necesitamos un programa de lucha y una acción combativa para ampliar las pruebas y los servicios hospitalarios, aumentar los fondos para el sistema de atención médica, la provisión suficiente de EPIs para todos los trabajadores, la contratación de más enfermeras y médicos, la contratación de más maestros, la reducción de la ratio de las clases, ventilación adecuada en la escuela y en los centros de trabajo, etc.

La derecha antisistema es audaz y actúa sin cortapisas. Esta es una de las razones por las que ha podido ganar apoyo entre cierta capa de la sociedad justificadamente cansada de la pandemia y cada vez más frustrada con el sistema.

Los líderes del movimiento obrero, por otro lado, se han negado a luchar en múltiples ocasiones durante la pandemia. Se podrían haber organizado protestas y huelgas masivas en múltiples ocasiones por el pago de riesgos, días de enfermedad y condiciones de trabajo más seguras.

En abril del año pasado hubo una explosión de rabia y llamamientos a los trabajadores para defender derechos laborales como la baja indemnizada por enfermedad. El movimiento obrero podría haber captado este estado de ánimo y organizado un movimiento de lucha para obtener un salario adecuado para los trabajadores que están enfermos debido a la COVID. Los líderes sindicales y el NDP se negaron a organizar la lucha y aceptaron dócilmente la propuesta insuficiente del primer ministro Doug Ford de ofrecer tres días de vacaciones pagadas.

A principios de enero, los maestros de Chicago organizaron jornadas de acción y se negaron a trabajar presencialmente por las condiciones de seguridad durante la pandemia. Ganaron esta lucha porque el sindicato organizó una lucha audaz. No les sucedió lo mismo a los maestros en Toronto, donde se estaba desarrollando una situación similar al mismo tiempo, pero los sindicatos se negaron a organizar la lucha y los maestros se vieron obligados a volver a trabajar sin abordar sus preocupaciones por la seguridad.

El “convoy de la libertad” ha organizado a miles de personas en una lucha descarada para poner fin a todas las medidas sanitarias relacionadas con la pandemia. El movimiento de la clase trabajadora para luchar contra la pandemia fácilmente podría eclipsar este movimiento si el movimiento obrero adoptara un enfoque igualmente audaz. Imaginémonos cuántos trabajadores se podrían movilizar para luchar contra la especulación y el mal manejo de la pandemia. Imaginémonos cuántos trabajadores podrían organizarse para luchar por el pago de riesgos, condiciones de trabajo más seguras y mayores fondos para hospitales y escuelas.

El “convoy de la libertad” es una advertencia al movimiento obrero. La indignación crece en la clase trabajadora. Los trabajadores están buscando cada vez más una salida para esta frustración, pero la dirección del movimiento obrero no solo se ha negado a tomar la iniciativa, sino que de hecho en realidad todo lo posible para poner un límite a la movilización en torno a este estado de ánimo combativo. Como resultado, parte de esta rabia se canaliza hacia la derecha y los antivacunas.

No se puede luchar contra la derecha antisistema con el liberalismo y el reformismo manso. Necesitamos un movimiento masivo antisistema de izquierda. Necesitamos un movimiento que señale con el dedo al verdadero culpable: los multimillonarios, su sistema y los políticos que lo defienden. Necesitamos un movimiento que no tenga miedo de tomar medidas audaces para luchar contra la pandemia y el corrupto sistema capitalista, no con peticiones o resoluciones bien redactadas en el parlamento, sino con movilizaciones masivas en las calles, en nuestros centros de trabajo y escuelas. ¡Tenemos que luchar para ganar!

Publicado originalmente el 5 de febrero en marxist.ca

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