Brasil: ¿Para quién es la Copa del Mundo?

Hoy se inaugura la Copa del Mundo en Brasil, pero con un ambiente muy diferente al que normalmente acompaña a este evento, como demuestran claramente los movimientos de protesta y huelgas generalizadas que tienen lugar en el país. Aquí publicamos un artículo de los compañeros de la Esquerda Marxista de Brasil que pone de relieve las enormes contradicciones sociales y de clase que han surgido en torno al torneo

La Copa del Mundo solía ser una noticia exclusiva de las páginas de los deportes. En otros tiempos, la preocupación principal hubiera sido la actuación de la selección, los ídolos y las posibilidades de ganar. Hoy los tiempos han cambiado.  La competición mundial de este apasionante deporte hizo aflorar una serie de contradicciones entre los intereses públicos y privados, entre la burguesía y el proletariado.

Un chorro de dinero público fluye de los grifos de los gobiernos para la realización de este evento. En total, se calcula que más de 3.000 millones de reales (aproximadamente 13.000 millones de dólares) han salido de las arcas de las cajas públicas para obras relacionadas con la Copa.  El despilfarro es en algunos casos evidente. El Arena Amazonia de Manaos ha costado 605 millones de reales pagados con dinero público. Un estadio en el que se jugarán cuatro partidos de la Copa del Mundo y luego quedará en desuso, considerando que el futbol no es muy popular en esta región. El campeonato de la Amazonia tuvo una media de 640 espectadores por partido mientras el nuevo estadio tiene una capacidad de 44.310 aficionados y su costo de mantenimiento será de 6 millones de reales por año, bajo la responsabilidad del gobierno estatal. Para liberarse de esta catedral en el desierto piensan convertirlo en una cárcel después de la Copa del Mundo: probablemente ya están pensando  en un lugar donde meter a los manifestantes que son reprimidos y criminalizados.

El Maracaná, restructurado por tercera vez en los últimos 15 años, ha requerido 1.190 millones de reales del erario público. Un valor mayor de los estadios que han sido construidos desde cero, come el Arena Corinthias de San Pablo, que costará alrededor de 855 millones de reales. La cosa más escandalosa es que después de haber sido restructurado el Maracaná, histórico símbolo del futbol, ha sido privatizado y adquirido por un consorcio formado por Odelbrecht (constructora brasilera), IMX (de Eike Batista, gobernador y hombre más rico de Sudamérica en 2011) y AEG (de los EEUU). Este consorcio pagará 7 millones de reales cada año por 33 años (la concesión es por 35 años pero los primeros 2 años están exentos de pago), lo cual rendirá al gobierno carioca 231 millones de reales, un valor muy por debajo de cuanto se ha gastado en la última restructuración, y equivalente del 18% de cuanto se ha gastado en las últimas tres renovaciones del Maracaná.  

¿Quién gana con la Copa?

Los que apoyan la Copa del Mundo dicen que habrá una inyección de miles de millones en la economía nacional, pero ocultan que la mayor parte de este dinero irá a la burguesía, nacional e internacional. La dirección del Partido de los Trabajadores (PT), del PCdoB (Partido Comunista de Brasil) y de otros sectores que apoyan o participan en el gobierno, defienden la idea que la Copa deba realizarse y no debe considerarse un obstáculo para inversiones en sectores sociales, como salud y educación. Tildan de derechistas a los movimientos que se oponen a la Copa del Mundo y los acusan de desestabilizar al gobierno federal. Esta es una visión muy estrecha y superficial.

La realidad es que jóvenes y trabajadores sienten la indignación de tomar cotidianamente medios de transporte público hacinados, caros y de mala calidad, de ir a escuelas que se derrumban, de perder su tiempo en las colas de hospitales en mal estado, mientras el gobierno invierte miles de millones en un evento del que ellos ni siquiera podrán disfrutar. Una entrada para el partido inaugural del mundial cuesta entre 160 y 990 reales (entre 72 y 444 dólares), una para la final entre 330 y 1.980 reales (de 148 a 888 dólares). La entrada más económica para un partido de las fases de grupos, en la parte peor del estadio, cuesta 60 reales (28 dólares). Quien quiera seguir a la selección brasileña desde la inauguración hasta la final (en el caso que llegue a la final obviamente), en el mejor sector de los estadios, puede comprar un paquete de entradas que cuesta 6.700 reales (3.000 dólares), además de los gastos de viaje, alojamiento etc. La verdad es que la mayor parte de los trabajadores esta Copa, como de todas las demás, la verán en televisión.   

El papel de la FIFA

Según el secretario general de la FIFA (Federación Internacional de Fútbol), Jerome Valcke, la FIFA ganará 3.500 millones de dólares con la retransmisión del mundial. Sin embargo gastará 3.300 millones de dólares para la realización del torneo. “A final la FIFA tendrá un resultado positivo de 200 millones de dólares que se van a nuestras reservas” dijo Valcke. Una sociedad de revisión, la BDO, estima que las ganancias de la FIFA con el mundial será de 5.000 millones de dólares, la mayoría de los cuales por venta de derechos televisivos seguidos por el marketing generado por el evento.

El futbol profesional mueve mucho dinero y muchos intereses en todo el mundo. La FIFA es la organización capitalista internacional que gestiona este negocio lucrativo. Su poder e influencia son enormes. Los estadios deben ser construidos en base a estándares particulares, los de la FIFA. Se han promulgados nuevas leyes para satisfacer a los organizadores; las entradas a mitad de precio ya no son un derecho para los estudiantes, ya que se aplican sólo a los peores sectores del estadio. Los dirigentes de la FIFA, con su arrogancia, tratan a los gobiernos como a sus servidores. Lo peor es que el gobierno brasileño ha aceptado este papel, sometiéndose a la FIFA y a todos los capitalistas.

Represión y criminalización

Los gobiernos estatales y el federal de Brasil están potenciando su propio aparato represivo. Ya se han dado grotescas inversiones en armamentos y tecnologías para la represión, además de las modificaciones en la legislación, como la “ley antiterrorismo” que clasifica las manifestaciones como “acto de terrorismo”. El gobierno federal ha alistado un equipo antimotines conformado por 10 mil policías para contrarrestar las protestas durante el mundial de futbol.

Además circula un proyecto de ley, del que es vergonzosamente coautor el senador Walter Pinheiro del PT, que puede condenar a los manifestantes que realicen protestas durante la Copa del Mundo con una pena de entre los 15 y los 30 años de cárcel. El proyecto, además, limita también el derecho de huelga durante el evento para todos los servicios considerados de “interés social”. El ministerio de Defensa anuncia que mantendrá las tropas del ejército acuarteladas durante la competición. Es obvio que todo esto no está solo para garantizar la realización de la Copa, la verdad es que quieren prepararse para la lucha de clases que sobrepasa este evento.

Las manifestaciones contra la Copa del Mundo

Todos los ataques contra la clase obrera que están llevándose a cabo por la realización de la Copa deben ser denunciados y combatidos: el despilfarro de dinero público, la muerte de trabajadores en el sector de las construcciones, las expropiaciones de familias para construir estadios y estacionamientos, etc.  Es necesario movilizar a la juventud y a los trabajadores en defensa de inversiones sociales y por la ruptura del gobierno con el capital, empezando por el no pago de la deuda pública, que ha consumido por lo menos 718.000 millones de reales del presupuesto federal de 2013. Por esto, los militantes de la Juventud de la Esquerda Marxista impulsamos la campaña “Publico, gratuito y para todos: transporte, salud y educación. ¡Abajo la represión!”, creando comités de lucha en todo el país (lea el manifiesto de la campaña: http://www.facebook.com/PublicoGratuitoParaTodos).

La lucha de clases estará antes, durante y después de la Copa del Mundo. El problema central es el sistema en que vivimos, el capitalismo. Organizar y elevar el nivel de conciencia de la clase trabajadora y de la juventud es la tarea central de los revolucionarios en todo el mundo para acabar con este sistema y edificar la verdadera solución, el socialismo.