Las elecciones de la CTA que se celebrarán a fines de septiembre, y donde serán elegidas las nuevas autoridades de la central a nivel nacional, provincial, regional y local, tienen una transcendencia enorme. Por primera vez en la historia de la CTA, la corriente oficialista "Germán Abdala" concurre dividida. Esta división se concreta en las candidaturas respectivas del actual Secretario General de la CTA, Hugo Yasky, y del Secretario General de ATE-Nacional, Pablo Micheli, que cuenta con el apoyo del dirigente histórico de la central, Víctor De Gennaro.
Esta situación ha generado cierta preocupación en los afiliados de la CTA y los sindicatos que la integran. Pero en modo alguno debe afectar a la unidad e integridad de la Central. El movimiento obrero y sus organizaciones necesitan la máxima unidad para enfrentar al enemigo de clase. Por eso, el deber primero y elemental de cada afiliado de la CTA y de cada lista o corriente sindical o política que la integra, es preservar la unidad de la central a cualquier costo, independientemente de quién gane la mayoría en las elecciones de septiembre.
En general, los grupos políticos de izquierda y gran parte del activismo de izquierda de la CTA, compañeros honestos y luchadores a quienes estimamos y respetamos, no ven ninguna diferencia fundamental en las candidaturas enfrentadas de Yasky y Micheli ni en sus posicionamientos sindicales y políticos respectivos. Consideran a ambos representantes de una misma burocracia sindical que sólo lucha por cargos y puestos, o bien califican sus diferencias de irrelevantes.
La Corriente Socialista El Militante nunca ahorró críticas a la política sindical, ni tampoco a determinados posicionamientos políticos, de las corrientes que representan Yasky y Micheli. En nuestra prensa y en nuestra página web hemos criticado, cuando ha sido el caso, prácticas burocráticas de la dirección en determinados conflictos sindicales, vacilaciones e insuficiencias en determinadas luchas, el acoso a compañeros clasistas y combativos, etc.; además de la política sindical que ambas corrientes defienden hacia la CGT y sus bases.
Nos hemos pronunciado contra los vínculos políticos que atan al ala de Yasky con el gobierno de Cristina, e igualmente hemos declarado nuestras discrepancias con algunas actitudes de Víctor De Gennaro que provocan confusión y contrariedad en sus bases de apoyo, como es su coqueteo incomprensible con dirigentes políticos ajenos a la clase, como Margarita Stolbizer y Binner y Giustiniani del PS, que recién acordaron un frente electoral con la UCR y que se sitúan a la derecha del kirchnerismo en la mayoría de los asuntos. Y eso, pese a que De Gennaro y su sector están dando pasos, que estimamos correctos, en tratar de dotar de cierta organización política a la clase trabajadora argentina.
No obstante, a diferencia de otros compañeros y corrientes de izquierda, nunca permanecimos neutrales ante el conflicto desatado en la dirección de la CTA. Los socialistas de El Militante siempre dimos un alto valor sintomático a las diferencias surgidas entre el ala conducida por Yasky y el ala conducida por De Gennaro, porque expresan y reflejan de manera indirecta, y atravesada si se quiere, conflictos de clase al interior de la Central que pueden tener, y tendrán, una gran transcendencia no sólo para el futuro de la CTA sino para el movimiento obrero argentino.
Independientemente de la opinión que a cada uno le merezcan ambas alas, lo que resulta innegable es que la corriente de Yasky aparece vinculada al gobierno kirchnerista a quien otorga una suerte de apoyo crítico. También es notorio que este ala se agrupe alrededor de la conducción nacional de la CTERA, el gremio docente, cuyos dirigentes se han caracterizado por atomizar y aislar las luchas en cada provincia, y en acosar y marginar al activismo combativo y clasista. No es casual que sea en los sindicatos docentes donde más fuerza ha adquirido la oposición de izquierda en el movimiento sindical de nuestro país. También cuenta el ala de Yaski con el apoyo de los dirigentes de uno de los pocos gremios industriales de la central, el SUTNA, el sindicato de los trabajadores del neumático dirigido por Pedro Wasiejko, un sindicato chico de poco más de 3.000 trabajadores donde la oposición del activismo de izquierda también juega un papel importante. No negamos que existan activistas sindicales honestos y combativos que apoyan a Yasky, pero no son éstos quienes dan la nota ni imprimen su sello a este ala.
El ala de Micheli y De Gennaro, en cambio, se ha caracterizado por haber delimitado por izquierda con el gobierno kirchnerista. Ha criticado reiteradamente el pago de la deuda externa y la insuficiencia del subsidio universal por hijo otorgado por el gobierno, y reclama la jubilación con el 82% móvil, entre otras demandas. A diferencia de los dirigentes de la CTERA, el gremio de los trabajadores estatales ATE, que apoya mayoritariamente al ala de Micheli, ha convocado numerosos paros nacionales y provinciales.
Tan importante como todo esto es que este ala, a diferencia de la de Yasky, sí propone una alternativa política a los trabajadores a la izquierda del kirchnerismo (bien es verdad que confusa y vacilante, por el momento) concretada en la Constituyente Social y en la formación de una organización política de ámbito nacional (Unidad Popular) que recién vio la luz en algunas provincias. Puede ser discutible si estos posicionamientos sindicales y políticos del ala de Micheli son suficientemente audaces y avanzados, pero lo que es incuestionable es que se sitúan a la izquierda del ala de Yasky.
Para los socialistas revolucionarios, es un precepto elemental que si el ala genuinamente clasista y revolucionaria es débil y tiene poca inserción de masas, lo correcto es apoyar, incluso en el caso de sectores burocráticos, al ala izquierda contra el ala situada a su derecha.
Una victoria del ala más de izquierda, aun cuando incluya sectores burocráticos y reformistas, provocaría un giro a la izquierda en la política de la Central y ampliaría los espacios democráticos al interior de la misma, lo que facilitaría la discusión y la propaganda de las corrientes más genuinamente clasistas y combativas. En cambio, una victoria del ala derecha, en este caso del ala de Yasky, reforzaría la presencia del kirchnerismo y de la política de conciliación de clases en la CTA, lo que debilitaría la acción sindical de los trabajadores, achicaría los espacios al activismo clasista y combativo, y estimularía la aparición de tendencias ultraizquierdistas y escisionistas en una capa de activistas honestos impacientes.
Algunos compañeros en la izquierda están promoviendo la presentación de listas alternativas a las de Yasky y Micheli, aun cuando plantean públicamente que su accionar va a ser puramente testimonial, por lo que vienen a reconocer que la inmensa mayoría de las bases de la CTA ven que el futuro de la Central se va a ventilar entre las dos alas mencionadas. Otra cosa diferente son las elecciones en CTERA donde la izquierda, representada mayoritariamente en la Lista Lila, es la principal oposición al ala oficialista de los seguidores de Yasky. En este caso, la Corriente Socialista El Militante da su apoyo a la Lista Lila.
Es por todas estas razones expuestas que, en las elecciones a la dirección nacional de la CTA, la Corriente Socialista El Militante va a dar un apoyo crítico a la lista que encabeza Pablo Micheli.
Ahora bien, justamente por ser crítico, nuestro apoyo no es incondicional. Al contrario, tenemos muchos cuestionamientos a determinados aspectos de la política sindical defendida por este sector.
Así, los lectores de El Militante habrán comprobado en cierta cantidad de análisis y posicionamientos políticos de nuestra corriente, que no compartimos la política de De Gennaro y Micheli hacia la CGT, que se caracteriza por el ninguneo sistemático a la principal organización de trabajadores de Argentina, y la central histórica del movimiento obrero de nuestro país. Si se quiere ganar el oído y la simpatía de las bases de la CGT y de la mayoría de sus gremios, los dirigentes de la CTA deben defender una política audaz de frente único con la CGT allá donde sea posible, y dejar que sea la burocracia sindical de la CGT la que se niegue a marchar juntos por objetivos comunes, lo que fortalecería muchísimo la posición de la CTA.
En consonancia con esto, salvo en casos muy excepcionales, rechazamos la política de la dirección de la CTA de promover escisiones en los gremios de la CGT que separan a las capas más avanzadas y conscientes de las masas obreras que permanecen en las estructuras sindicales tradicionales. La CTA debería ayudar al desarrollo de corrientes antiburocráticas en el seno de la CGT sin promover escisiones prematuras y artificiales de unas pocas decenas o centenares de miembros.
No obstante estas diferencias, consideramos que la lista encabezada por Micheli representa una alternativa más progresista y avanzada que la de Yasky que sólo concibe un frente entre ambas centrales (la CGT y la CTA) a través de acuerdos de aparato por arriba y con la condición de no interferir la una en los asuntos de la otra.
Consideramos que no es lo mismo hablar de "autonomía" que de "independencia de clase". Se puede ser "autónomo" desde el punto de vista de la independencia organizativa (tener un aparato propio e independencia económica) pero adherir a un programa y a una política no clasista; para nosotros esa "autonomía" que se reclama desde la conducción de la CTA debe venir de la mano de la independencia de clase, de la defensa de un programa y de una perspectiva política desde el punto de vista y de los intereses de la clase obrera.
La CTA no es un fin en sí mismo sino que debe ser un instrumento de los trabajadores para organizar la pelea por sus derechos lo más unitariamente posible, al tiempo que le da una perspectiva para la toma del poder político y la transformación socialista de la sociedad.
Sea cual sea el resultado electoral, animamos al activismo clasista a organizarse en ambas centrales, CGT y CTA, alrededor de una política sindical que luche por:
- Por una CTA unida ¡Ninguna escisión en nuestra central!
- Por un frente único CGT-CTA y de sus sindicatos respectivos para organizar la lucha unida de los trabajadores en defensa de sus intereses.
- Elección y revocabilidad de los dirigentes en cualquier momento, congresos sindicales anuales y democráticos,
- Que ningún sindicalista rentado reciba un sueldo superior al promedio de un trabajador calificado, apertura de los libros de cuentas a los afiliados,
- Asambleas democráticas decisorias, delegados paritarios elegidos en asambleas
- Independencia de los gobiernos y de los partidos patronales
- Por un programa básico de demandas laborales: salario mínimo equivalente a la canasta familiar ($4.000), ningún empleo en negro, semana laboral máxima de 40 horas, indexación automática de los salarios con el aumento de precios, etc.
- Por el paso a la lucha política, por la formación de un partido de los trabajadores de masas con un programa socialista.