El fracaso inesperado en el Senado del proyecto oficialista sobre las retenciones móviles a la exportación de la soja y el girasol, viene a profundizar la crisis del gobierno kirchnerista y expone a las claras el fiasco estrepitoso de su proyecto político, la llamada Concertación plural. La resolución del Senado, terminada de definir por el Vicepresidente Cobos a favor de la oposición de derecha tras alcanzarse un empate en la votación, fue la culminación de un espectáculo vergonzoso que refleja la naturaleza corrupta y fraudulenta de la democracia burguesa, de sus instituciones, y de los partidos políticos que las sustentan.
¿Un triunfo de la "democracia"?
No fue un triunfo de la "democracia", como afirman los cretinos del parlamentarismo burgués, y mucho menos de la "voluntad" del pueblo que encontró un eco en la actuación de sus representantes, sino que fue el resultado, a espaldas del pueblo, de la compra-venta de voluntades, cuando no del chantaje y la intimidación; fue el resultado de los vínculos de clase que unen a muchos diputados y senadores con los grandes y medianos propietarios del campo y la burguesía agroexportadora; fue el resultado de la presión despiadada de los medios masivos de comunicación privados al servicio de esos intereses; y fue el resultado de los mezquinos cálculos políticos y materiales de diputados y senadores con vistas a la renovación de sus bancas en próximas rondas electorales.
La votación final del Senado supone un avance político para la oposición de derecha, que sale fortalecida a expensas de un oficialismo que entra en una crisis prolongada, con algunos elementos de descomposición.
El proyecto sobre las retenciones vuelve a "fojas cero", beneficiando así a todas las clases poseedoras del campo, aunque en mayor medida a la gran burguesía agroindustrial y a los monopolios agroexportadores. Monopolios agroexportadores que, como denunció el diputado por Proyecto Sur, Claudio Lozano, encontraron la forma de evadir la suba de las retenciones móviles en estos cuatro meses (sustrayendo al Estado cerca de 1.300 millones de dólares) por la negligencia o el concurso de los funcionarios del mismo Estado. Los patrones rurales y los monopolios agroexportadores seguirán ingresando miles de millones en ganancias a cuenta de la clase trabajadora, a expensas del trabajo de ésta y de la suba de precios de los alimentos; pero también con la degradación a gran escala de los suelos y del medio ambiente por la "sojización" del campo. Los peones rurales seguirán siendo los obreros peor pagos del país y la mayoría trabajando en negro.
La naturaleza del conflicto del campo queda perfectamente resumida en la persona de Alfredo De Angeli, el nuevo "héroe" de la pequeña burguesía argentina. Según él mismo reconoce, ingresa 100.000 pesos al semestre (unos 17.000 pesos mensuales) y durante la protesta agraria dispuso de un avión privado pagado por los terratenientes de CARBAP (la sucursal de la reaccionaria Confederación Rural Argentina-CRA- en las provincias de Buenos Aires y La Pampa) para que pudiera visitar los piquetes rurales en todo el país. Declaró públicamente que el que quiera comer lomo de vaca lo pague a $80 el kilo, porque es partidario de la exportación irrestricta de carne para enriquecer a los ganaderos antes que de la alimentación decente y a precios asequibles del pueblo trabajador. En estas semanas mostró públicamente su admiración por Carrió y Rodríguez Saá. Este es el representante típico del mediano propietario mezquino y reaccionario (la nueva burguesía media rural, vista con admiración por algunos), cuyos intereses y relaciones sociales nada tienen que ver con los trabajadores ni demás sectores populares oprimidos, pero sí con los terratenientes y la gran burguesía agroindustrial. Lamentablemente, por alguna razón, hay gente en la izquierda que insiste en presentar a este tipo y a la clase que representa como aliados del "campo popular".
El carácter reaccionario de la llamada "protesta del campo" también tuvo un costado político, que terminó siendo predominante al final del conflicto. Y es que fue alentada y apoyada por el conjunto de la clase dominante y los gobiernos imperialistas con intereses en el país para debilitar al gobierno con el fin de levantar una oposición política a la derecha, más afín a sus intereses, y que hasta ahora no terminaba de hacer pie en la sociedad.
En su momento, la burguesía consideró al kirchnerismo como una salida de emergencia tras el terremoto del Argentinazo. Pese a que el kirchnerismo se mostró un perfecto garante de los intereses empresarios, a los grandes capitalistas siempre les molestó sus intentos de tratar de regular la ganancia de los sectores agroindustriales, bancos y privatizadas, con el fin de amortiguar las contradicciones sociales y evitar nuevos estallidos sociales; así como el otorgamiento de determinadas concesiones en materia de derechos humanos, pensiones y gastos sociales que consideran excesivas, lo mismo que su diálogo fluido con la CGT. Claro está que la política del kirchnerismo pudo funcionar en el contexto de un auge económico importante y relativa calma social. El desaceleramiento económico (que tiene su origen en la economía mundial), el crecimiento de los pagos de la deuda externa, y la escalada de los precios está socavando todo el andamiaje económico del gobierno, y también el amplio consenso social que exhibió hasta hace unos meses, y no satisface ni a los capitalistas ni a los trabajadores.
La Federación Agraria cruzó el Rubicón
Algunos en la izquierda justificaron su apoyo al enemigo de clase por la presencia de la Federación Agraria en la protesta y de decenas de miles de supuestos pequeños chacareros. Lo que esta gente es incapaz de ver (y no hay peor ciego que el que no quiere ver) es que la burguesía peleó con astucia y con todos los medios a su alcance. Hubiera sido imposible que el "conflicto del campo" hubiera llegado tan lejos si éste hubiese estado encabezado por la Sociedad Rural, que suscita odio y desprecio en las masas. Conscientemente, ésta cedió el protagonismo durante el conflicto a la Federación Agraria y sus dirigentes, y los medios de comunicación burgueses se encargaron de potenciar esto, para mejor ocultar los intereses de clase reales presentes.
Como explicamos en otros materiales, la nueva división del trabajo operado en el agro argentino, con la irrupción de la revolución sojera, la siembra directa, los "pools" de siembra, la subcontratación de labores, y el alquiler masivo de tierras ha estrechado los intereses entre los pequeños y, sobre todo, los medianos y grandes propietarios. Una capa importante de pequeños y medianos propietarios se transformaron en rentistas ingresando miles de pesos sin laborar la tierra.
La realidad es que quienes dieron el tono a la protesta fueron los medianos propietarios del tipo De Angeli, manejados entre bambalinas por los grandes terratenientes y agroexportadores. Los trabajadores del entorno rural y miles de pequeños propietarios genuinos simplemente fueron tomados de rehenes en este conflicto.
Si la Federación Agraria estuviera dirigida por pequeños chacareros genuinos que trabajan directamente la tierra, como se nos dice, no se explica entonces su unión de hierro con la Sociedad Rural ni su rechazo visceral a las reformas introducida por el gobierno al proyecto original de retenciones móviles, que favorecían a aquéllos.
La realidad es que, ya en la Cámara de Diputados, el gobierno hizo concesiones serias rebajando las retenciones (vía devolución de impuestos) a los propietarios de menos de 100 has y congelando o bajando la movilidad de las retenciones (también vía devolución de impuestos) para los propietarios de hasta 500 has. También aprobó la subvención del flete de granos hasta los puertos para distancias de más de 400 km, y se comprometió a extender de 3 a 5 años el período obligatorio de alquiler de los campos, tomando como base el valor de la producción y no el valor especulativo de la tierra, que era una demanda histórica de la Federación Agraria.
La Federación Agraria, con sus dirigentes y seccionales más importantes, cruzaron el Rubicón en sus alianzas de clase, como un reflejo superestructural del cambio operado en la estructura de la propiedad y la producción agrarias. Sus conexiones con los enemigos de clase de los trabajadores se profundizaron y se diluyeron aquellas que en el pasado todavía la unían a los sectores populares. Sus partes más sanas y genuinas abandonaron en los últimos tiempos la FA (como los movimientos de campesinos de Santiago del Estero, Formosa, Córdoba, Mendoza, etc.) y las que aún permanecen (que indudablemente existen) deberían delimitar públicamente con su dirigencia y agrupar sus fuerzas con las organizaciones genuinas de pequeños campesinos que existen por fuera de la FA.
La movilización de fuerzas
El resultado de la votación en el Congreso no fue más que un reflejo del grado de movilización de fuerzas en la calle de las dos partes en conflicto. La intoxicación de los medios masivos de comunicación de la burguesía jugó un papel clave para amoldar la opinión de la pequeña burguesía y dar confianza a los propietarios del campo.
En los días previos a la votación en el Congreso, no hubo día que la prensa burguesa no advirtiera contra las presiones intolerables del gobierno sobre los miembros de su bancada para que votaran a favor del oficialismo, mientras ocultaba o trataba como información de rutina que decenas de diputados oficialistas y sus familiares fueran amenazados, agredidos e insultados por bandas de propietarios rurales. Así es cómo entienden la burguesía y sus medios de comunicación el derecho a la libre información.
Pero, si bien los reclamos del "campo" encontraron un apoyo masivo en la pequeña burguesía, no tuvieron en cambio un eco importante en la clase trabajadora.
El hecho fundamental es que mientras la pequeña burguesía sí estuvo movilizada a favor del "campo", la clase obrera permaneció pasiva, confusa, desorientada y, en gran medida, ajena a este conflicto. El gobierno justificó su proyecto de retenciones para "distribuir la riqueza"; pero esta consigna, aislada de otros reclamos que inciden directamente en las condiciones de vida de las masas (suba de precios, salarios, vivienda, explotación laboral, etc.), tuvo un alcance muy limitado para movilizar activamente a los trabajadores contra el paro patronal agropecuario. Los ingresos de los trabajadores no provienen de subsidios estatales sino de los salarios que les pagan sus patrones. Por otro lado, aunque fue correcto el llamado de la CGT para que los trabajadores se movilizaran contra la arremetida de la derecha y de la burguesía agroexportadora, y el peligro de desabastecimiento, no organizaron ninguna lucha seria para este fin, limitándose a pedirles a los trabajadores que acudieran a los actos oficialistas para apoyar al gobierno. Lo que también es verdad es que, para muchos trabajadores, los dirigentes de la CGT carecían de cualquier autoridad para pedirles que se movilizaran contra el paro patronal del campo cuando ellos mismos se comportan en las empresas como policías patronales.
Pero, fundamentalmente, el gobierno de Cristina nunca tuvo la intención de movilizar seriamente a la clase trabajadora contra el "campo" porque no tiene alternativas a los reclamos obreros, reclamos (por salarios, por menos horas de trabajo, por un precio asequible para la vivienda y los alquileres, por un transporte digno, por una escuela y un sistema de salud decentes, etc.) que encontraron poco o ningún espacio en las declaraciones de la presidenta durante el conflicto agrario.
Más aún, el gobierno (garante de los intereses de conjunto de los patrones) evitó en todo momento hacer un llamamiento enérgico a los trabajadores para que se movilizaran contra el paro patronal agropecuario, por miedo a que se desatara un movimiento incontenible desde abajo, no sólo contra la arremetida de la patronal agropecuaria y la derecha, sino también para exigir reivindicaciones propias, fundamentalmente salariales.
Ausente la clase obrera de la escena, fue la pequeña burguesía quien dominó la calle. La presión combinada de la pequeña burguesía y de la misma burguesía a través de sus medios de comunicación, forzaron a los diputados y senadores oficialistas más cobardes y arribistas a votar con la oposición de derecha contra el proyecto de retenciones móviles. Aquellos que están vinculados a la derecha peronista (De la Sota, Schiaretti, Reutemann, Chiche Duhalde, Menem, Rodríguez Saá, etc.) se expresaron como lo que son: agentes directos de la burguesía. Otros, simplemente, actuaron como miembros calificados de la clase dominante (caso del multimillonario agroexportador Roberto Urquía o Felipe Solá, que siendo Secretario de Agricultura de Menem en 1995 autorizó la liberación del cultivo de la soja transgénica en Argentina).
Perspectivas para el kirchnerismo
El "nuevo" PJ y la Concertación Plural con los llamados "Radicales K" demostraron lo que valen. Como ya advertimos hace tiempo, en la medida que el kirchnerismo se proponía construir su movimiento utilizando los mismos políticos venales y corruptos del pasado, éste estallaría en pedazos cuando esos bribones vieran que el barco amenazara hundirse. La última expresión de esto fue el voto final de Cobos contra el proyecto de ley de su propio gobierno, sin olvidar que otros 18 diputados, 11 senadores, 3 gobernadores y decenas de intendentes y legisladores provinciales oficialistas se dieron vuelta para apoyar a la oposición de derecha.
El fraude que representa la "renovación" kirchnerista comienza a quedar expuesto abiertamente a los ojos de millones de trabajadores que dieron su apoyo electoral al gobierno, y con el pasar de los meses quedará más expuesto aún.
No parece probable que la burguesía y sus peones decidan lanzarse al derribo inmediato del gobierno de Cristina. Pese a esta victoria, imprevista para ellos mismos, la oposición de derecha sigue dividida y a corto plazo resulta casi imposible conciliar los intereses generales de la burguesía con las ambiciones personales de algunos de estos personajes. Además, y esto es lo más relevante, aunque la oposición de derecha avanzó grandes pasos para poner de su lado a la pequeña burguesía, no consigue penetrar en las masas obreras, que miran con mucha sospecha y desconfianza a estos políticos reaccionarios.
El gobierno no pudo ocultar el shock que le provocó esta derrota. Es insólito que, hasta el momento, Cristina no le haya pedido la renuncia a Cobos, como Vicepresidente del gobierno. O, al menos, nada de eso transcendió. El gobierno pretende cerrar página con rapidez a esta derrota para tratar de tomar aire y recomponer su precaria autoridad antes de las próximas elecciones. El reciente anuncio de "reestatización" de Aerolíneas y de otras medidas de efecto (posiblemente, un aumento en las jubilaciones y la suba del mínimo imponible en el impuesto a las ganancias para los salarios más altos) tiene que ver bastante con esto.
Pero la fisura abierta en la bancada oficialista y en el propio gobierno será una fuente permanente de conflictos y crisis políticas. En perspectiva. se dibujan las elecciones para renovar la mitad del Congreso el año que viene, cuyos resultados podrían dejar al gobierno, incluso, en minoría.
La táctica de la burguesía será, por lo tanto, desgastar al gobierno ante cualquier incidencia que vaya apareciendo para extender la desmoralización en sus filas y en sus bases de apoyo, hasta que la fruta caiga madura a su canasta. Por eso decidieron mantener algunos caballos de Troya en el seno del oficialismo, como Lavagna (que aun mostrándose en contra del proyecto del gobierno no se sumó a la deserción general de la derecha peronista) o Scioli, y el propio Cobos que se resiste a renunciar como Vicepresidente del gobierno. Lo mismo sucede en la CGT, donde la cohabitación de los Gordos (Cavalieri, Lescano, West Ocampo, Pedraza, etc.) con Moyano sólo es un hecho circunstancial. A la menor señal de la burguesía, estos actores se revelarán como quinta columnistas dentro del PJ y la CGT oficiales para acelerar la descomposición del kirchnerismo, en un contexto donde éste se mostrará impotente para seguir conciliando los intereses de los patrones y de los trabajadores, no contentando ni a unos ni a otros.
¿Quién se acuerda de los trabajadores?
Los trabajadores no teníamos nada que ganar apoyando una protesta reaccionaria, desde nuestro interés de clase. Fue muy instructivo ver cómo todos los partidos del sistema, durante este conflicto, movieron sus posaderas arriba y abajo a favor de la "clase media", de los "pequeños" y "medianos" propietarios, etc. Pocos se acordaron de los trabajadores, pese a que los asalariados representamos el 75% de la población económicamente activa. Todos andaban muy preocupados para que los pequeño burgueses y los burgueses del campo tuvieran una buena ganancia (no está mal ganar 17.000 pesos al mes, como De Angeli) pero cuando los obreros reclamamos salarios bien modestos de $1.500, $1.800 ó $2.000 nos enfrentamos a sanciones, despidos, persecución gremial o a los palos de la policía.
Aunque, en general, en los sectores amplios de las masas obreras prevalece un instinto de clase de preocupación ante el avance de la derecha y la impotencia que muestra el gobierno, no desconocemos que existe una capa de trabajadores que siente bronca contra el gobierno, al percibir su incapacidad para solucionar los problemas reales, y que cree que se hace justicia con la derrota sufrida, esperando que mágicamente, desde algún lugar nos van a defender de los abusos de los politiqueros. Pero no será de la mano de la derecha de donde vendrán las soluciones a los problemas de los trabajadores. Al contrario, la política de Macri en la Capital está dejando en claro para qué intereses sirve la derecha. Para las grandes constructoras y los bancos, mientras que reduce el presupuesto para salud, educación y servicios sociales, se amenaza con el cierre de hospitales públicos, se tercerizan servicios municipales, se cancelan talleres culturales y se despiden a miles de trabajadores. Es necesario levantar una alternativa independiente de la derecha y del kirchnerismo.
¿Qué alternativa política debemos construir?
Desde un punto de vista general, las condiciones están dadas para el crecimiento de una fuerza de izquierda genuina y de masas que mostrara el carácter fraudulento del kirchnerismo y que emergiera, al mismo tiempo, como el campeón en el combate a la derecha. Lamentablemente, aún no existe tal fuerza; o no alcanzó todavía un grado de desarrollo decisivo.
El papel de algunos grupos de izquierda en toda esta historia ha sido patético, actuando como auténticos bufones, haciendo reír y llorar, a partes iguales, a miles de trabajadores y de jóvenes, incluso de sus propias filas. Particularmente, este fue el caso de aquellos grupos que, por motivos oportunistas, se pasaron desvergonzadamente al campo del enemigo de clase con la excusa de apoyar al pequeño "chacarero" ¡Y ahora celebran como un triunfo propio el resultado de un conflicto que terminó beneficiando a la derecha y a los patrones!
También es preocupante el desconcierto que reina en la CTA, central sindical que, cuanto menos, ha tenido una actitud ambigua en este conflicto. Aunque, en general, mantuvo un perfil muy bajo en medio de la crisis política y social más grande de los últimos años, no se pudo ocultar una ruptura en sus organismos dirigentes. Depetris y D'Elía se mostraron como agentes directos del gobierno en la central, frente el ala mayoritaria de la dirección, capitaneada por De Gennaro y Michelis, que no expresó una definición clara en este conflicto.
En lo que se refiere a Proyecto Sur, compartimos la posición de su Mesa Nacional cuando se opuso al paro patronal del campo, delimitando con la derecha y los terratenientes, y al criticar a la Federación Agraria por su alianza con aquéllos; sin embargo, no adherimos a la posición que adoptó el diputado Claudio Lozano, vinculado a Proyecto Sur, de votar en la cámara de diputados contra el proyecto de retenciones reformado, cuando lo correcto hubiera sido abstenerse para delimitar políticamente con el gobierno y, con mayor énfasis aún, con la derecha. La posición de Lozano no beneficia a Proyecto Sur, sino a la derecha y al propio kirchnerismo. A la derecha, porque al haber liderado ésta la oposición al proyecto del gobierno utiliza este voto como una salvaguarda "de izquierda" para sus proyectos reaccionarios, que van más allá del tema de las retenciones; y al kirchnerismo porque le permite aparecer demagógicamente ante los trabajadores como el único que enfrenta a la derecha. Creemos que esta opinión es compartida por la mayoría de los votantes, adherentes y simpatizantes de Proyecto Sur que se sintieron confundidos por la posición adoptada por Lozano.
Proyecto Sur podría tener un futuro promisorio ante la nueva situación política que se abre, pero sus dirigentes deberían ser conscientes de que sin un combate frontal a la derecha y su demagogia, será más difícil acelerar la experiencia de los trabajadores y jóvenes con el kirchnerismo para que Proyecto Sur aparezca ante ellos como una alternativa viable y útil frente a ambos.
Pero no basta con organización. Es necesario defender un programa socialista consecuente para el campo y la ciudad. Y este programa debe incluir la nacionalización sin indemnización y bajo control obrero de los latifundios y los monopolios de agroquímicos, agroindustriales y agroexportadores, incluyendo la nacionalización del comercio exterior, para que la cadena principal de producción y comercialización de alimentos esté en manos de la mayoría de la población, los trabajadores y sus familias. Y lo mismo hay que exigir en el resto de sectores fundamentales de la economía: el transporte, las telecomunicaciones, la industria, y el sistema bancario.
Apelamos, por lo tanto, a Proyecto Sur y a los sectores de la CTA que delimitaron políticamente con el kirchnerismo y manifestaron su voluntad de impulsar un nuevo movimiento político y social propio de los trabajadores, a que den un paso al frente en la organización y desarrollo de estas tareas.
El descontento acumulado de los trabajadores es muy grande. Ni el kirchnerismo ni la oposición a su derecha suscitan ningún entusiasmo en ellos. Por lo tanto, las condiciones para el desarrollo de una fuerza de izquierda de masas están dadas. Pero debemos poner manos a la obra.
Source: El Militante Argentina