Las elecciones legislativas del domingo 28 de junio vieron la irrupción del movimiento político de izquierda, Proyecto Sur, en la escena política nacional.
Proyecto Sur y la CTA deben poner en pie un movimiento político de masas, obrero y popular, en todo el país
El aspecto más relevante de las elecciones legislativas del domingo 28 de junio fue la irrupción del movimiento político de izquierda, Proyecto Sur, en el primer plano de la escena política nacional. Proyecto Sur alcanzó el 2º lugar en la ciudad de Buenos Aires, capital del país y segundo distrito electoral más importante de la nación, y obtuvo el 24,2% de los votos, 440.000 sufragios. De esta manera, metió 4 diputados nacionales en la Cámara de Diputados y 8 legisladores en la Legislatura de la Ciudad, convirtiéndose en la principal fuerza de oposición al gobierno de Mauricio Macri en la Capital.
Además de su extraordinario resultado en la ciudad de Buenos Aires, Proyecto Sur, sin medios ni aparato, consiguió otros 100.000 votos con candidatos propios que presentó en las provincias de Santa Fe, Chaco, Río Negro, Chubut y Tierra del Fuego.
De lejos, este es el resultado electoral más importante conseguido por una fuerza de izquierda en Argentina en décadas. Esto abre enormes posibilidades al desarrollo de un movimiento político de masas asentado en la clase trabajadora, como venimos demandando desde la Corriente Socialista El Militante.
Corrimiento hacia la izquierda
Pese a que la prensa burguesa y sus políticos pretenden atribuir el resultado de Proyecto Sur a la popularidad del "cineasta", como denominan a "Pino" Solanas, y lo describen como un hecho exótico, casi de "realismo mágico", lo concreto es que los trabajadores, la juventud y amplios sectores de la clase media porteña han visto los efectos desastrosos de la política de la derecha en la Ciudad y han encontrado en Proyecto Sur y la figura de "Pino" Solanas un referente con que golpear a Macri. Mientras que la prensa burguesa resalta en la tapa de los diarios que el apoyo al oficialismo kirchnerista cayó del 45% al 31% en votos, calla desvergonzadamente que el apoyo a la derecha macrista en la Capital cayó del 46% al 31%, y perdió más de 300.000 votos.
No está de más señalar la profunda equivocación en que incurrieron aquellos dirigentes de la CTA que, como Hugo Yasky y los dirigentes del sindicato docente CTERA, le dieron un apoyo expreso al kirchnerismo en la Capital Federal. Estos dirigentes equivocaron completamente el rumbo político y deberían dar un giro de 180º grados en su accionar político hacia la izquierda, o resignar sus posiciones en la Central a favor de otros dirigentes que expresen de manera más cabal el verdadero sentir de los trabajadores, no sólo en la Capital Federal sino en el conjunto del país.
En el principal distrito electoral del país, la provincia de Buenos Aires, aparte de la derrota del kicrhnerismo, tema que abordaremos más adelante, el dato más destacado es la votación obtenida por la lista Nuevo Encuentro, encabezada por el intendente de Morón, Martín Sabbatella, y respaldada por los principales dirigentes nacionales y provinciales de la CTA.
Nuevo Encuentro consiguió cerca del 6% de los sufragios, más de 400.000 votos, y metió dos diputados nacionales en la Cámara de Diputados. Es significativo que Nuevo Encuentro consiguiera el 75% de sus votos (más de 300.000) en el Conurbano bonaerense, principal concentración proletaria de la provincia y del país, con votaciones del 39,4% en Morón, 22% en Ituzaingó, 12,5% en Hurlingam, 12,3% en Merlo, 8,5% en La Matanza, 8,3% en Tres de Febrero, 7,5% en Vicente López y 6,4% en Moreno.
Independientemente del carácter confuso de su programa y de su delimitación con el kirchnerismo (fue una alianza de "semiopositores" y de "opositores" por izquierda al oficialismo), el voto a Nuevo Encuentro expresó indudablemente la búsqueda de una alternativa por izquierda al kirchnerismo.
Dado que dirigentes de la CTA como Yasky y De Gennaro se jugaron por Martín Sabbatella en estas elecciones, ahora que resultó elegido diputado deberían plantearle que proponga a discusión en el Congreso las principales demandas de la central sindical: la prohibición de los despidos por 6 meses, que se otorgue la asignación universal por hijo, la recuperación por el Estado de los recursos naturales, la demanda de salarios equivalentes a la canasta familiar, etc., como se ha comprometido a hacer Proyecto Sur. Esto servirá para demostrar que Martín Sabbatella merece la confianza que depositaron en él ambos dirigentes de la CTA y a partir de ahí pueda justificarse un acercamiento político entre Proyecto Sur y Nuevo Encuentro.
A todo esto debemos sumarle alrededor de 500.000 votos conseguidos en todo el país por las diferentes listas de izquierda menores, unos 100.000 votos más que en las presidenciales del 2007, si bien fue una cantidad de votos similar a la conseguida por todos estos grupos en elecciones anteriores.
Estos datos marcan un corrimiento político a la izquierda de una capa amplia de la clase trabajadora y la juventud, que sólo está en sus inicios, y demuestra la existencia de condiciones maduras para la formación de un movimiento político de masas en todo el país, asentado en la clase trabajadora.
La clase dominante teme a Proyecto Sur
Es natural que los medios de comunicación burgueses y los políticos del sistema traten de silenciar o desdeñar la significación política de los resultados obtenidos por Proyecto Sur en la ciudad de Buenos Aires. Proyecto Sur hizo una bandera, durante la campaña electoral, de la nacionalización y reestatización de las empresas privatizadas en los 90, particularmente del petróleo, el gas y el sistema ferroviario; de la prohibición de los despidos, de la eliminación del trabajo en negro, de la democracia sindical, de la democratización del aparato del Estado, del no pago de la deuda pública fraudulenta, de la multiplicación de los presupuestos para la educación y la salud públicas, de la jubilación con el 82% móvil, etc. Al mismo tiempo, Proyecto Sur expresó su alineamiento con los gobiernos de Chávez. Morales y Correa, frente a la izquierda "políticamente correcta" de Lula, Tabaré y Bachelet, puesta de ejemplo por los imperialistas y sus lacayos.
Todas estas demandas y gestos le ponen los pelos de punta a los grandes empresarios, nacionales y extranjeros, y a sus lacayos políticos.
Es natural que traten de desdeñar el extraordinario desempeño de Proyecto Sur, y la significativa elección que hizo la lista Nuevo Encuentro de Sabbatella en la provincia de Buenos Aires, porque la emergencia de una alternativa por izquierda al kirchnerismo no entraba en los cálculos de la burguesía argentina, particularmente en los distritos más importantes del país: la Capital y la provincia de Buenos Aires. Y temen, con razón, su rápida extensión al conjunto de la Nación en los próximos meses.
La derrota del kirchnerismo
En otro orden de cosas otro hecho relevante en estas elecciones fue la derrota del kirchnerismo en los principales distritos del país y la pérdida de su mayoría en el Congreso. Eso lo obliga, de ahora en más, a gobernar con minoría parlamentaria.
En la provincia de Buenos Aires, que concentra cerca del 40% del padrón electoral nacional, el kirchnerismo perdió por poco más de dos puntos, 34,58% frente a 32,11%, apenas 180.000 votos, ante la coalición de la derecha de Macri (PRO) y la derecha peronista.
No obstante, el kirchnerismo sigue siendo la fuerza política más votada del país y, como tal, ganó la elección del domingo 28 de junio, si bien por un margen muy ajustado: el 31,2% frente al 28,2% del Acuerdo Cívico y Social (ACS), la coalición de Carrió la UCR y los "socialistas" de Binner; y el 18,7 % del PRO y la derecha peronista. La derecha peronista no macrista (Reutemann, Schiaretti, Rodríguez Saá, etc.) sumó un 8%. Y un porcentaje similar (cerca del 8%) fue lo conseguido por el amplio arco a la izquierda del kirchnerismo (Proyecto Sur, Nuevo Encuentro y las diferentes listas de izquierda menores). La lista de Luis Juez de Córdoba, no clasificable en ninguno de los sectores anteriores, sacó el 2,4%, y el resto de listas regionales y locales sacó el 4%.
La burguesía no ha disimulado su gozo y su felicidad con estos resultados. Persiguieron la tarea de arrinconar al kirchnerismo durante años, y en ella invirtieron todos los medios a su alcance: dinero, medios de comunicación, y lacayos políticos. Dispone de todos estos recursos en gran cantidad y variedad, particularmente de estos últimos: la derecha macrista, el ala derecha del PJ, la UCR, la Coalición Cívica de Carrió, y los "socialistas" de Binner.
Como hemos explicado reiteradamente desde El Militante, la burguesía argentina y sus compinches imperialistas en el saqueo del país, llevan años tratando de minar el gobierno de los Kirchner. Los consideran un estorbo al libre desenvolvimiento de sus negocios y privilegios por su pretendido papel de arbitrar entre los intereses opuestos de empresarios y trabajadores, y de mantener un cierto margen de maniobra independiente ante la clase dominante.
Para los Kirchner, en cambio, esta política resulta esencial para sostener la estabilidad de conjunto del sistema capitalista en nuestro país y evitar la radicalización política de la clase trabajadora.
¿Hubo un giro a la derecha?
Desde nuestro punto de vista es incorrecto afirmar que hubo un giro general a la derecha. Lo que sí existe es el inicio de un `proceso de polarización política a izquierda y derecha. Esto coexiste con un gran nivel de confusión política en la clase trabajadora por la ausencia de una organización política de masas propia que recoja y defienda sus reclamos más sentidos.
Esto hace que la pequeña burguesía corra de izquierda a derecha, y viceversa, buscando algún tipo de estabilidad, arrastrando a un sector de trabajadores vacilantes y políticamente atrasados.
Es importante señalar el hecho de que, pese a su derrota en los grandes centros urbanos y en el centro agroganadero pampeano, el oficialismo resultó ser la lista más votada en el conjunto del país con cerca de 6 millones de votos, con una fuerte composición de clase obrera. Y esto está vinculado al rechazo instintivo de millones de trabajadores a la derecha y al peligro de su avance.
De esto podemos sacar otra conclusión importante. El retraso en la construcción de una herramienta política de masas y de clase es lo que permite al kirchnerismo seguir agrupando el apoyo político y electoral de una parte sustancial de la clase obrera argentina.
Un análisis más detallado del voto en la provincia de Buenos Aires arroja bastante luz sobre esto.
La prensa burguesa calla deliberadamente que el kirchnerismo fue la lista más votada en el conjunto de los 24 partidos que componen el llamado Conurbano bonaerense; es decir, el Gran Buenos Aires (GBA), que concentra el 62% del padrón electoral de la provincia y engloba la mayor concentración proletaria del país.
El PJ oficial sacó aquí el 70 % de los votos obtenidos en la provincia de Buenos Aires, mientras que la coalición del PRO con la derecha peronista consiguió en el GBA el 54% de los votos.
Mientras que el PJ le sacó a su oponente de derecha más inmediato una diferencia de 275.000 votos en el GBA, el PJ quedó a más de 450.000 votos de distancia del PRO y la derecha peronista en el resto de la provincia, donde predominan los pequeños y medianos propietarios rurales y los trabajadores, en general, tienen una conciencia política más atrasada. Esto fue lo que selló la derrota kirchnerista en la provincia y explica a su vez la pérdida de apoyo del oficialismo en importantes zonas del país.
Que un sector de los trabajadores del interior se hayan alineado detrás de la orientación política trazada por las patronales agropecuarias, no sólo fue favorecido por la agitación persistente y falsa de los medios de comunicación, en el actual contexto de crisis económica, sobre que la producción agropecuaria es la columna vertebral de la producción del país de la cual dependen los demás sectores económicos, sino también por el papel de las centrales obreras que, con la excepción de algunas seccionales, no han hecho nada para enfrentar esta demagogia.
Las claves de la pérdida de sustentación del oficialismo son claras: el giro generalizado a la derecha de la clase media, que arrastró a sectores políticamente atrasados de los trabajadores, y el, cada vez, menor entusiasmo de los trabajadores hacia el gobierno kirchnerista por su incapacidad para resolver los problemas que enfrentan: pérdida de poder adquisitivo por la suba de precios, sobreexplotación laboral, pésimo sistema de transporte público, encarecimiento de la vivienda y los alquileres, jubilaciones de hambre, etc. Es decir, es su negativa a enfrentar decisivamente a los empresarios y grandes pulpos económicos del país lo que explica el fracaso del kirchnerismo.
Fue sobre esa base que la demagogia de la derecha, que desarrolló una campaña obscena con el derroche de cientos de millones de pesos y programas de TV especialmente diseñados para influir en los sectores más atrasados políticamente de la población (como el famoso "Gran Cuñado" de Marcelo Tinnelli) pudo encontrar el eco indispensable que le permitió alcanzar una victoria muy ajustada sobre el oficialismo en el distrito bonaerense.
Perspectivas para el gobierno de Cristina
Como anticipábamos en nuestra última prensa de El Militante Nº 47, la pérdida de la mayoría parlamentaria del oficialismo, augura graves problemas de gobernabilidad en los próximos dos años, no pudiendo descartarse el adelantamiento de las elecciones legislativas y presidenciales si la situación alcanzara un punto muerto.
Lo que sí parece claro es que la oposición de derecha y los medios de comunicación burgueses desatarán una presión feroz ante cualquier intento o propuesta del kirchnerismo de aprobar leyes o de aplicar medidas de tinte progresista que toquen, aunque sea de costado, intereses empresarios; como por ejemplo la anunciada Ley de Radiodifusión u otras del mismo tenor. Para ellos, abusarán hasta el hartazgo del hecho de que el actual parlamento está "devaluado", ya que hasta el mes de diciembre no asumirán los diputados y senadores recién electos.
Lo que la burguesía buscará también será presionar al gobierno de Cristina para que renuncie a su "izquierdismo" y gire a la derecha para aplicar la política de recortes y ataques al movimiento obrero que demandan los intereses empresarios.
Sin embargo, la presidente Cristina Fernández llegó a reconocer en la rueda de prensa del martes 30 de junio, que una de las causas del fracaso del oficialismo fue el no haber ido hasta el fondo con su política de reformas progresistas, y que la defensa de este tipo de propuestas por Proyecto Sur es lo que explica el excelente resultado de esta fuerza política en la Capital Federal, y de paso felicitó públicamente a Pino Solanas.
Es bastante probable, entonces, que el gobierno de Cristina trate en un primer momento de proseguir su curso "izquierdista" para tratar de reconquistar una base de apoyo social más extensa e impedir así el fortalecimiento de una alternativa política a la izquierda del kirchnerismo como la que representa Proyecto Sur.
El dilema que podría enfrentar el núcleo duro del kirchnerismo en estas circunstancias, es si será capaz de mantener prietas las filas para que su tropa en diputados, senadores, intendentes y gobernadores lo acompañe disciplinadamente. Nada garantiza esto, de ahí que no sería descartable una nueva oleada de deserciones del campo oficialista que precipite una crisis más profunda en el gobierno y el kirchnerismo.
La dimisión de Néstor Kirchner como Presidente del PJ y la salida de algunos funcionarios clave, como Ricardo Jaime y previsiblemente Guillermo Moreno, quizás busque descomprimir la presión sobre el gobierno de Cristina ante la opinión pública y las arremetidas de la prensa burguesa. Pero esta presión no va a decrecer. Se acentuará con el objetivo de laminar todavía más la bancada parlamentaria del oficialismo y acelerar el paso a la oposición de algunos diputados y senadores vacilantes para agravar la debilidad parlamentaria del oficialismo.
En este contexto, no faltarán voces de dentro del propio kirchnerismo, aun sin el apoyo de los Kirchner, que aboguen por la superación de los desencuentros del pasado y la reconciliación con sectores disidentes de derecha del peronismo. Por eso no sorprende que el nuevo Presidente del PJ, el gobernador bonaerense Daniel Scioli, hombre tradicionalmente vinculado a la derecha peronista pese a su actual condición de oficialista, haya llamado al dialogo a todo el PJ.
El único aspecto que juega a favor del gobierno es la dispersión y el fraccionamiento de la oposición a su derecha, con dos polos principales enfrentados entre sí: el ACS de Carrió y la derecha representada por el PRO y el llamado PJ disidente. Estos enfrentamientos están muy agudizados en provincias tan importantes como Santa Fe o Córdoba, donde estos sectores tienen una fuerza similar.
Aunque los sectores clave de la clase dominante parecen haber elegido a Macri y a su armado político (el PRO y la derecha peronista) como candidatos principales a suceder a Cristina y al kirchnerismo, no pueden obviar que el ACS tiene una base de apoyo sustancial y, hasta el momento, más numerosa y extensa geográficamente que el macrismo. El problema del ACS es que un sector ("Socialistas" de Binner, sectores radicales, etc.) vive de explotar políticamente el "progresismo" y no puede maridarse alegremente con la oposición más de derecha sin que asome el peligro de crisis internas. De ahí las dificultades para avanzar hacia una unificación de la oposición contra el kirchnerismo. Además, están las ambiciones personales de los jefes de ambos bloques por candidatearse para la presidencia de la Nación.
Aparte de esto, están los diputados y senadores de fuerzas regionales que están al margen de las principales fuerzas opositoras.
El gobierno tratará de aprovechar estas rivalidades y divisiones para maniobrar entre ellos y tratar de transitar como pueda los casi dos años y medio que le restan de gobierno, si es que consigue hacerlo.
Proyecto Sur y la CTA deben poner en pie un movimiento político de masas, obrero y popular, en todo el país
Pero lo que realmente debe interesar a la clase obrera, a la juventud comprometida, a los gremialistas clasistas en los sindicatos, al activismo de izquierda y revolucionario no sectario, y al conjunto de los sectores populares, es cómo avanzamos hacia la construcción de una organización política de clase y de masas.
Es por eso que debemos emplazar con energía a los dirigentes de Proyecto Sur y de la CTA, particularmente al sector de la central sindical que acompaña a Proyecto Sur y delimitó claramente con el kirchnerismo, a que den los pasos necesarios en los próximos meses, a través de la celebración de un plenario nacional de la Constituyente Social o por medio de otro mecanismo, para que convoquen públicamente al proceso constituyente de una organización política de masas, obrera y popular, con un programa avanzado y socialista, que despertaría el entusiasmo desbordante de cientos de miles de trabajadores, jóvenes y activistas populares a lo largo y ancho del país. Esta es la tarea del momento.
¡Ahora sí que es Cuándo!