El paro general convocado el día de ayer, 20 de noviembre, tuvo un apoyo parcial en el conjunto de la clase obrera, pero no mayoritario.
Estuvo completamente distorsionado por la realización de 300 cortes de ruta en todo el país, protagonizados por unos pocos de miles de activistas y de camiones que paralizaron el tránsito en rutas, líneas de tren y de colectivos, y que impidieron el acceso a las grandes ciudades y a sus lugares de trabajo a millones de trabajadores que no fueron consultados por su apoyo a esta medida de fuerza.
En realidad, el reclamo principal, la eliminación del impuesto a las ganancias que afecta a los asalariados con ingresos más altos, no toca a la mayoría de los trabajadores. Si bien es un reclamo justo, en sí mismo no justifica una convocatoria a huelga general. Por eso, las CGT de Moyano y Barrionuevo y la CTA de Micheli completaron ese reclamo principal con otros sectoriales -algunos vinculados a los gobiernos provinciales y locales- para tratar de arrastrar a la mayor cantidad posible de trabajadores. Pero lo que más se destacó de la convocatoria al paro es que NO HUBO UN SOLO RECLAMO A LA PATRONAL, SÓLO AL GOBIERNO. Esto da en si mismo una medida del carácter de fondo de la protesta. La verdad es que el paro fue impulsado por la burocracia sindical vinculada a la oposición política de derecha al gobierno –desde la derecha peronista y el PRO, hasta la UCR y el FAP de Binner– que pretende montarse sobre reclamos legítimos de los trabajadores.
Una prueba de esto es que, al margen de las organizaciones obreras convocantes, las CGT y la CTA opositoras, el “paro” fue apoyado y amparado por los principales enemigos de la clase trabajadora, como lo demuestra el comunicado de apoyo de los terratenientes de la Sociedad Rural y de otras patronales menores como la Federación Agraria, y el apoyo entusiasta de los principales medios de la derecha (Clarín, La Nación, etc.) y de sus partidos (UCR, PRO, derecha peronista). Cualquier dirigente obrero honesto sentiría verdadero asco al saber que su movilización está apoyada por los representantes más calificados del enemigo de clase. Pero esto no pareció inmutar a Moyano ni a Micheli, ni tampoco, lamentablemente, a una variedad de dirigentes gremiales de la izquierda que apoyaron este paro con fervor, para vergüenza suya. Un dato a reseñar es que en la Ciudad de Buenos Aires, el gobierno de Macri –connotado por su represiva política sindical contra los activistas de ATE– anunció el día anterior que no descontaría el plus por presentismo a los trabajadores que adhirieran a la medida de fuerza del gremio municipal SUTECBA –su primer gran paro en 11 años– enrolado en la CGT moyanista y próximo al PRO.
Una metodología burocrática
El otro dato relevante de la protesta de ayer, ya reseñado, es que el “éxito” del paro no fue garantizado por los trabajadores mismos –salvo en aquellos sectores donde hubo una adhesión manifiesta– sino por activistas ajenos a los trabajadores involucrados, que decidieron por su cuenta y riesgo hacer imposible la circulación en amplias zonas del país. La pretensión de salvar a la clase obrera sin su participación consciente siempre fue una acción burocrática que expresa una desconfianza instintiva en la propia clase obrera. Si los organizadores del paro hubieran tenido plena confianza en la justeza del paro y en los propios trabajadores habrían apelado a la organización de asambleas en todos los lugares de trabajo, a la agitación activa y a la formación de piquetes informativos a la entrada de las empresas y oficinas para convencer a los trabajadores para que adhirieran. Pero lo que hubo fue tratar de imponer un paro “de hecho” sin apelar ni consultar a millones de trabajadores.
Clarín y La Nación, que apoyaron con entusiasmo el paro como si fuera promovido por ellos, lo reconocieron abiertamente:
“El importante impacto del paro nacional contra el Gobierno sorprendió a todos, hasta a sus propios organizadores, pero desnudó una realidad impensada hasta hace una década: la efectividad se debe, en gran medida, al demoledor efecto que causaron los piquetes. Bloquear los accesos a la Capital terminó siendo más efectivo que apelar a la adhesión orgánica de los gremios, como sucedió tradicionalmente.” (Clarín, Un paro que sorprendió y se sostuvo en los piquetes).
“En la mañana fue casi imposible entrar y salir de la ciudad, ya que estuvieron cortadas la autopista 9 de Julio Sur en Constitución, la autopista Buenos Aires-La Plata en el ingreso a la capital bonaerense, la autopista Riccheri, la autopista Illia a la altura de la salida de la avenida Castillo, el acceso Oeste a la altura de Vergara y el puente Pueyrredón. Delegados de la empresa Kraft comenzaron pasadas las 10.30 a levantar el corte en la autopista Panamerica en el kilómetro 35, a la altura de Henry Ford. También se registró un corte en la avenida General Paz a la altura de Constituyentes, pero fue levantado cerca del mediodía”. (La Nación, El paro de Moyano y Micheli se sintió con fuerza en todo el país).
Esta metodología no tiene nada que ver con el movimiento obrero y sus tradiciones genuinas. Es la metodología de la burocracia sindical, no de los trabajadores. En lugar de basarse en el convencimiento de los trabajadores y en apelar a su conciencia de clase, se apoya en la coerción del aparato y, sobre todo, en el convencimiento y la confianza de que este gobierno no reprimiría los piquetes en las rutas y vías de tren. Así no es complicado hacer un paro; pero entonces ¿para qué se necesita la agitación, para qué hace falta un sindicato, para qué afiliarse y organizar asambleas en las empresas, para qué formar y forjar la conciencia de clase en los trabajadores? Esta metodología, lejos de impulsar la conciencia de clase, la empequeñece, favorece el burocratismo y la apatía de los trabajadores y mancilla la gran divisa que Carlos Marx legó al movimiento obrero internacional: “La emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos”.
Un indicativo del carácter del paro es que no se convocó a ninguna movilización de masas en todo el país. Es un caso casi único en los anales del movimiento obrero que una huelga general no venga acompañada de marchas masivas para concentrar la voluntad y la determinación de lucha de los trabajadores. Y esto no es casual. A los convocantes del paro les resultaba completamente indiferente la movilización de los trabajadores y desarrollar su conciencia de clase sino garantizar el paro a cualquier costo para golpear al gobierno y celebrar el éxito del mismo. No les interesaba la imagen de decenas de miles de trabajadores marchando sino mostrar las calles semivacías de las grandes ciudades durante las primeras horas de la mañana. El objetivo no era instalar el reclamo de los trabajadores sino golpear políticamente al gobierno.
El hecho de que la prensa burguesa y la oposición festejaran esto señala nítidamente el carácter reaccionario del paro y la metodología utilizada para asegurarlo.
Un paro políticamente reaccionario
El paro general convocado el día de ayer, 20 de noviembre, no sólo fue reaccionario metodológicamente en gran medida, sino también desde un punto de vista político. Que adhiriera y apoyara el paro una franja de la clase obrera no le otorgó ningún grado de progresividad. El aspecto central es por qué se convoca, quién está detrás y quién se beneficia.
Podemos comprender y hasta simpatizar con la actitud de muchos trabajadores que fueron voluntariamente al paro pensando exclusivamente en sus reclamos, pero es nuestra obligación señalar que fueron tomados de rehenes para una política propatronal.
Ya mostramos antes el apoyo político público al paro de las patronales rurales y de la oposición de derecha
¿Qué fue eso? ¿Una anécdota? ¿Es que los más destacados enemigos de los trabajadores se caracterizan por apoyar los paros obreros? Si esta gente quería montarse indebidamente sobre un paro genuino de los trabajadores para sus propios intereses, Moyano y Micheli deberían haberlos denunciado y desacreditado públicamente. Pero no lo hicieron ¿Por qué? ¿Es que Moyano y Micheli son unos ingenuos? En absoluto. Ambos saben mejor que nadie que todos estos sectores guardan en su cartera un programa, una acción de gobierno y una política represiva mil veces más reaccionarios que todo lo que pueda atribuírsele o reprochársele al gobierno de Cristina. Fue algo consciente de su parte. Por lo tanto, está claro que en los hechos los dirigentes de las CGT y la CTA opositoras (Moyano, Micheli, Barrionuevo y el Momo Venegas) han conformado un frente único con la oposición de derecha y patronal al kirchnerismo, que busca desestabilizar al gobierno hasta forzar su renuncia a medio plazo. Que Moyano y Micheli digan que no los mueven los mismos objetivos políticos reaccionarios declarados de la derecha no los salva de su gravísima responsabilidad y de utilizar a los trabajadores para prestarse conscientemente para estas maniobras de nuestros enemigos de clase. Deben ser denunciados y es lo que hacemos.
Aquellos sectores de la izquierda que apoyaron el paro, tanto los que se organizan en partidos como los que ostentan orgullosamente el título de “independientes”, jugaron otra vez el triste papel de comparsas de este sector de la burocracia sindical y de la derecha. Pese a que declararon que no compartían los objetivos reaccionarios de la burocracia sindical y de la oposición de derecha, en los hechos se prestaron a sus maniobras. En lugar de abstenerse de participar en este juego reaccionario, adhirieron entusiastamente al paro, según ellos, para levantar una alternativa independiente. Pero sus reclamos quedaron sepultados entre la montaña de propaganda de la burocracia sindical opositora y de los medios de derecha, y ante los ojos de millones de trabajadores aparecieron como la muleta de izquierda de todos esos sectores. El “luchismo” sindicalista sin un enfoque político de clase correcto es tan reaccionario como el sindicalismo amarillo que pelea abiertamente a favor de la patronal. ¿Qué sacaron en limpio estos sectores de izquierda de su participación en el paro? Sólo una palada más de lodo sobre la palabra “izquierda” y, lamentablemente, también sobre sí mismos.
El alcance del paro
Como decíamos, el paro tuvo una adhesión parcial algo mayor que el paro convocado por la CGT de Moyano el pasado 27 de junio, que fue baja entonces. Pero en modo alguno contó con la simpatía de la mayoría de los trabajadores.
Los sectores que adhirieron fueron camioneros y recolección de residuos (con un acatamiento total), estatales y salud (mayoritario), bancarios (mayoritario), docentes (parcial), líneas aéreas (parcial y sólo cabotaje y países limítrofes), gastronómicos (parcial en hoteles y mínimo en bares y restaurantes), estaciones de servicios (parcial), petroleros de Neuquén, judiciales (parcial), canillitas, municipales (parcial).
No adhirieron o fue mínimo en la industria, construcción, transporte urbano e interurbano. En ferroviarios sólo votó el paro el ramal de la Línea Sarmiento (un “aporte” de la izquierda) y parcialmente la Línea Roca. Otros ramales, salvo el Belgrano Norte, fueron obligados a parar por los cortes. En el subte sólo adhirió la Línea B. El paro fue casi inexistente en Comercio, y hubo paros aislados en energía (Luz y Fuerza).
Resumiendo, fue un paro general parcial que no arrastró a la mayoría de los trabajadores, y sólo los cientos de cortes de ruta le dieron la envergadura que finalmente adquirió ante la opinión pública.
Hay quien podría argumentar que el sector de la burocracia sindical que apoya al gobierno, y que nuclea la actividad del 70% de los trabajadores del país, tampoco permitió la organización de asambleas democráticas para discutir el paro. Seguro que es así, pero la realidad es que el reclamo principal de la protesta: eliminación del impuesto a las ganancias a los asalariados con ingresos mayores y reclamos sectoriales, casi todos de los trabajadores públicos, afectaban a una minoría de los trabajadores encuadrados en los gremios oficialistas. En cualquier caso, tampoco surgieron movimientos opositores de alguna significación de sus bases a favor de ir al paro.
El gobierno también tiene un importante grado de responsabilidad en lo sucedido. Al resistirse a eliminar el impuesto a las ganancias a los asalariados o, como mínimo, actualizar el monto del mínimo imponible con la inflación real, da alas para se instale la demagogia de sectores de la burocracia sindical y, sobre todo, de la derecha y que ésta tenga un cierto eco en un sector de los trabajadores.
Lo que se necesita es aumentar los impuestos a los ricos, gravar las rentas financieras actualmente exentas o a grandes empresas con bajos impuestos, como las mineras.
Como después de la movilización reaccionaria del 8N, da risa escuchar a los dirigentes de la derecha y de la “izquierda”, y a la burocracia sindical opositora, proclamando el aislamiento social del gobierno y que éste tiene los días contados. En realidad, este tipo de acciones y maniobras tienen el efecto de soldar más fuertemente aún al kirchnerismo con su base social, constituida por la mayoría de los trabajadores, de la juventud y del pueblo pobre, mientras lo que se percibe es el desplazamiento hacia la derecha de sectores amplios de la pequeña burguesía y de la aristocracia obrera, como en 2008-2009. Esto es así porque, independientemente de que el apoyo al kirchnerismo contenga todas las gradaciones –desde el apoyo con bronca y la insatisfacción, hasta la simpatía incondicional- la mayoría de los trabajadores y de los sectores populares no encuentran una alternativa para enfrentar a la oposición de derecha. Quienes vaticinan el hundimiento inminente del kirchnerismo confunden sus deseos con la realidad y desconocen la verdadera relación de las fuerzas sociales actuantes.
Por un plan de lucha genuino y democrático
Los trabajadores tenemos muchos reclamos pendientes, hacia este gobierno, hacia los gobiernos provinciales pero, sobre todo, hacia las patronales privadas, a quienes los sucesivos “paros generales” de Moyano y Micheli los pasados 27 de junio, 10 de octubre y 20 de noviembre no han planteado NINGÚN reclamo. Este último es el dato que pasa de manera irrelevante hasta para los más entusiastas defensores del paro del 20 de noviembre entre el activismo de izquierda.
Pero lo que se necesita es un plan de lucha genuino por todos los reclamos pendientes, que debe ser convocado democráticamente, apelando a la unidad del movimiento sindical, independientemente de sus direcciones. Pero la condición pasa por delimitar política y expresamente con la oposición de derecha, más aún si los reclamos son planteados al gobierno nacional. Sólo en esas condiciones veríamos un apoyo mayoritario de la clase obrera a un paro general o sectorial que haga honor a ese nombre, que aglutine a los trabajadores kirchneristas y no kirchneristas, que saque a las calles de manera entusiasta a millones de trabajadores y que dé un impulso formidable, en paralelo, al alumbramiento de corrientes sindicales opositoras antiburocráticas, tanto en los gremios opositores como oficialistas, que recompongan de a poco la unidad del movimiento sindical argentino y lo libre de esa excrecencia parasitaria que representa la burocracia sindical en todas sus formas.
Source: El Militante (Argentina)