En una conversación informal, un camarada muy querido por todos en el Morena nos afirmó, a un par de compañeros que estábamos intercambiando ideas al venderle el periódico “La Izquierda Socialista”, que él era “pretrotskista” porque no compartía el modelo leninista de organización. En su opinión el modelo leninista llevaba implícito al estalinismo, la burocratización y al sectarismo. En la opinión de este compañero la dirección debía salir del movimiento mismo y no de las autoproclamadas vanguardias.
Le dijimos que Trotsky estaría de acuerdo con la idea de que la dirección se forma en la lucha hombro con hombro con los trabajadores pero que es necesaria una organización de cuadros políticos. La burocratización de la revolución rusa no estuvo relacionada con un fallo teórico de Lenin, sino con el aislamiento de una revolución en un país atrasado y semifeudal. Si Lenin hubiera sido un sectario jamás habría podido encauzar la revolución más radical de la historia.
Lenin era implacable en los debates, muchos de sus libros están destinados a cuadros políticos, pero sabía cuándo el Partido se debía abrir a los trabajadores y sabía también apelar a las masas contra los conservadores viejos bolcheviques. También sabía expresarse en un lenguaje cuidadoso y adecuado al tipo de auditorio al que se dirigía, no era un sectario; solía asistir a misas donde acudían obreros y escuchar el sermón de algunos curas de izquierda, acudía a estos insólitos lugares para entrar en conversación con los trabajadores, observarlos y explicarles las ideas del marxismo.
Es verdad que entre los llamados trotskistas y leninistas existen mucho loco sectario –que hace pensar a mucha gente que trotskismo es algo parecido a una secta del tipo de los “Santos de los últimos días”- pero de eso no tienen la culpa ni Lenin ni Trotsky.
Esta conversación nos hizo pensar que si compañeros tan experimentados y excelentes tenían estos prejuicios contra Lenin, qué podíamos esperar de otros militantes de Morena. Por ello creímos necesario publicar estos apuntes que si bien no son exhaustivos, ni mucho menos un compendio de la historia del bolchevismo, pueden servir para clarificar y discutir algunos puntos centrales sobre la organización leninista y su vigencia –aún en el seno de organizaciones de masas como Morena-. Ojalá que estas breves reflexiones hagan que este excelente compañero deje la antesala “pre-trotskistas” para acercarlo más al campo trotskista o, por lo menos, sea de ayuda a los lectores y militantes de Morena que quieren construir una sólida organización de lucha revolucionaria.
Podíamos apelar en cada párrafo a citas de Marx, Lenin o Trotsky, pero escribimos estas líneas al vuelo de una conversación y mientras pensábamos en ésta, quisimos conservar ese estilo sin cargar las argumentaciones con citas eruditas. Esperamos que este breve texto sirva de invitación para la lectura de otros materiales de fondo sobre la historia del bolchevismo como, por ejemplo, “Bolchevismo, el camino a la revolución” de Alan Woods.
El modelo leninista de la organización revolucionaria nace, por un lado, de la comprensión de la naturaleza de clase del sistema capitalista, de un profundo entendimiento de la teoría marxista y, por otro lado, de la comprensión del desarrollo contradictorio y desigual de la consciencia de clase de los trabajadores. En primera instancia el modelo de organización surge de la teoría, de las perspectivas trazadas y de una táctica adecuada. Es imposible entender el modelo leninista de la organización si no se entiende que el objetivo de éste es la liquidación del capitalismo y la toma del poder por los trabajadores, para instaurar un sistema socioeconómico superior que los marxistas llamamos socialismo; es decir, para la expropiación de los grandes capitalistas y terratenientes, bajo el control democrático de los trabajadores. Todo el modelo de organización está en función de esta última tarea.
Es evidente que una persona que no se plantea estas tareas –o que sólo pretende reformar al sistema- jamás entenderá el modelo de organización leninista que le parecerá tan exótico como organizarse para poblar la luna. La construcción del Partido es una cuestión concreta que depende de la historia, las tradiciones de las clases beligerantes, del grado de lucha y organización. Esto determinará la táctica y la estrategia que se deba aplicar para construir la organización revolucionaria. La construcción no puede plantearse al margen de la lucha real de los trabajadores y de sus organizaciones tradicionales, de otra forma sólo se lograría crear una secta y no una organización revolucionaria. Ya que esta tarea es una cuestión concreta –y dado que no pretendemos escribir un texto sobre perspectivas o sobre coyuntura- abordemos algunos aspectos generales y de principio sobre la construcción de una organización revolucionaria.
No al sectarismo, sobre el desarrollo de la consciencia
¿Cómo enlazar las ideas complejas y relativamente acabadas del marxismo con la consciencia inacabada de las masas? Este es problema central de toda organización revolucionaria que no quiera construir una secta. El desarrollo de la consciencia de los trabajadores no es un proceso automático que se dé a la par del desarrollo de las fuerzas productivas y de las premisas materiales para el socialismo. Si la consciencia siguiera automáticamente al proceso de desarrollo de la ciencia, la tecnología y la economía el socialismo surgiría tan automáticamente como aparece un eclipse de Sol. Lamentablemente la consciencia humana tiende a ser perezosa y conservadora y, por regla general, va muy por detrás de los acontecimientos históricos.
Aún cuando la clase trabajadora se define por el hecho de que para vivir necesita vender su fuerza de trabajo -esta característica hace de ella una clase relativamente homogénea-, existen diversas capas entre los trabajadores, experiencias históricas, grados de organización que hacen que la consciencia de los trabajadores se desarrolle de forma discontinua, desigual y contradictoria. Mientras la consciencia de la mayoría de los trabajadores está dominada por prejuicios inculcados por la clase dominante, algunos trabajadores adquieren, mediante la lucha sindical o gremial, una consciencia ya sea básicamente mutualista o sindicalista, algunos otros, en virtud de otras experiencias, adquieren una cierta consciencia política que trasciende las cuatro paredes de su fábrica o centro de trabajo, aunque sea una consciencia reformista de izquierda, finalmente hay algunos sectores de los trabajadores que llegan a la conclusión de que el problema de la sociedad es la existencia misma del capitalismo.
Normalmente los primeros en llegar a conclusiones revolucionarias, por lo menos en términos teóricos, son los jóvenes o la intelectualidad radical que tiene medios y tiempo para estudiar literatura revolucionaria y que son especialmente sensibles a los horrores del sistema. Por ello no sorprende que en las etapas embrionarias de una organización revolucionaria encontremos, sobre todo, a la juventud y ciertos sectores provenientes de las universidades o de la “inteligencia”. El punto de partida de una organización revolucionaria, de acuerdo a Lenin, es organizar a esos sectores políticamente avanzados para vincularlos con el movimiento obrero. Esto es fundamental para garantizar la memoria histórica de los explotados que sólo pueden acumular sus experiencias por medio de la organización, la lucha y el debate colectivo de las ideas y experiencias.
Por ello se afirma que la organización leninistas, antes de convertirse en una organización de masas, es una organización de vanguardia y de cuadros políticos. Vanguardia porque está formada por personas con ideas políticamente avanzadas, y cuadros porque es necesario formar a estos revolucionarios en tradiciones, ideas, métodos para vincularnos con las masas. Esta idea, el de una organización de vanguardia, ha dado lugar a malos entendidos o a interpretaciones sectarias. Que una organización política aglutine a ciertos sectores que han llegado a conclusiones políticas avanzadas (vanguardia en ese sentido) es sólo el comienzo del problema, esa vanguardia (en teoría) debe vincular sus ideas avanzadas con el movimiento real de los trabajadores para ganarla a las ideas revolucionarias y convertirse –de hecho- en vanguardia política de las masas.
Lenin solía decir que antes de conquistar el poder había que conquistar a las masas. Las vanguardias no se pueden autoproclamar, es una relación que se construye en la acción. Evidentemente esto último es más fácil decirlo que hacerlo e implica una estrategia y una táctica correctas, implica luchar hombro con hombro con los trabajadores –ahí donde estén- y ganar a los elementos más avanzados a las ideas del marxismo. Es un proceso largo, tortuoso y lleno de dificultades. Las sectas se quedan siempre en la primera etapa autoproclamándose vanguardia y separándose en los hechos de los trabajadores de carne y hueso. Se puede decir que la tarea más urgente de una organización socialista y revolucionaria es ganar a las masas y su orientación hacia éstas constituye el criterio para juzgarla.
¿Por dónde empezar?
Lenin estableció una serie de ideas básicas sobre cómo empezar una organización revolucionaria. En primer término propuso publicar un periódico (de ahí el título de uno de sus extensos artículos: “¿Por dónde empezar?”). El periódico es fundamental porque permite estructurar el andamiaje de la organización en torno a ideas políticas, para convertir al periódico en un organizador colectivo, en un agitador de masas y en un medio de propaganda. Permite ser un centro de organización al interno de la organización y, sobre todo, un medio de vinculación de esa organización con la lucha de clases real y vida de los trabajadores.
Si tu punto de vista es correcto y refleja el nivel de consciencia de los trabajadores en lucha –tratando siempre de elevar ese nivel y señalar las tareas urgentes que la misma lucha plantea- podrás entrar en diálogo con los sectores avanzados de los trabajadores, podrás plantear círculos de discusión en torno a tus ideas y eventualmente podrás ganar a trabajadores a la organización para crear o generar corrientes de izquierda que eventualmente estén a la cabeza de los acontecimientos en ese centro de trabajo, sindicato, comité, sección de partido, etc.
Ello a su vez permitirá entrar en vinculación con más trabajadores generando una red nacional que servirá como germen de una organización revolucionaria de masas. Por ello, bien mirado, no hay contradicción en decir que necesitamos una organización de cuadros políticos y el afirmar que los dirigentes y la vanguardia surgirán de la lucha misma de los trabajadores. Bien mirada la cosa no existe un abismo entre los postulados expontaneístas de Rosa Luxemburgo y el Partido centralizado de Lenin. Rosa subrayó el expontaneísmo dado el burocratismo del partido socialdemócrata Alemán. Lenin subrayó el centralismo dada la dispersión del movimiento obrero ruso. Ambas ideas son las dos caras de una moneda o los dos aspectos de una contradicción dialéctica. En todo centro de trabajo, sindicato o núcleo de base de un partido de izquierda se puede encontrar a dirigentes naturales de los trabajadores, a ellos se debe dirigir, en primer término, la organización revolucionaria, ya sea para ganarlos en el calor de la lucha o para abrir puertas de nuevas plataformas de intervención.
Sobre el régimen interno. Centralismo democrático
El régimen interno del Partido u organización marxista no es un invento arbitrario de Lenin, sino que surge de la experiencia de todo trabajador que haya participado en un sindicato con tradiciones democráticas y de lucha. En una asamblea se le permite a cualquier trabajador exponer libremente sus ideas, aquí rige la máxima democracia; pero una vez que se vota todos deben aplicar el plan de acción decidido por la mayoría –el que hace lo contrario es considerado, correctamente, un esquirol-, se eligen comisiones para llevar adelante las decisiones tomadas, se elige una dirección que debe rendir cuentas y llevar adelante la voluntad de la mayoría, el sindicato elige como dirección a los compañeros que se consideran más experimentados, con más nivel, etc. Vemos en esta dinámica una interacción entre democracia y centralización de tareas. En términos generales tenemos aquí al modelo leninista de organización, aunque es obvio que sus tareas no se reducen a reivindicaciones sindicales y su aplicación es más compleja. Este modelo se puede resumir en la fórmula clásica del “centralismo democrático”: “máxima libertad en la discusión, máxima unidad en la acción”.
La dialéctica entre democracia y centralismo depende del periodo histórico y la coyuntura, en momentos de represión y reflujo será natural que exista una mayor centralización, en momentos de ascenso de la lucha revolucionaria debe primar la democracia y la discusión. Que este balance se aplique adecuadamente depende del nivel político de la dirección y de la observación crítica de las bases. Mal aplicado este modelo puede llevar al desastre: ya sea a un centralismo burocrático stalinista o a un horizontalismo de corte neozapatista que lleva al caos absoluto, a la inacción y, paradójicamente, al burocratismo (porque generalmente las cabecillas no elegidas son las que terminan diciendo qué es lo que se hace). No existen recetas mágicas para evitar la burocratización excepto la formación política de la militancia y los cuadros, la evaluación sobria de los resultados, la intervención real en el movimiento (factor importantísmo porque permite a los militantes interactuar, debatir y establecer una táctica adecuada), la discusión fraterna y adecuada sobre todos los aspectos de la organización, un adecuado flujo de información, etc.
¿Estas ideas sirven de algo en las organizaciones de masas como los sindicatos o Morena? Creemos que sí, es más creemos que son fundamentales. En los sindicatos sólo se puede influir con ideas marxistas organizadamente -los marxistas sueltos o desorganizados no sirven de mucho- vinculando las ideas con las tareas sindicales discutidas de interés para la mayoría, creando una corriente de izquierda que eventualmente, generalmente después de un trabajo paciente de mucho tiempo, resulte en alternativa contra la burocracia u otras corrientes de derecha. Vemos un caso concreto de cómo una organización de cuadros es fundamental para influir en una organización de masas y generar las condiciones para un Partido de masas marxista.
En el Morena las ideas del marxismo se deben vincular con el debate sobre el Partido, los marxistas nos debemos sentir y participar como parte del Morena e impulsar honestamente la construcción de éste por medio de la creación de comités, el brigadeo, etc., pero siempre vinculando las tareas inmediatas de organización y de lucha con la necesidad de trascender el capitalismo y, sobre todo, conservando una independencia política con respecto a la burocracia reformista. De esta forma se pueden crear comités críticos, activos, vinculados a la movilización que serán la base para un futuro Partido obrero y revolucionario. Se puede crear una corriente de base, una corriente de opinión – ojo, nada que ver con las corrientes burocráticas, o tribus que debemos evitar- anticapitalista, antiburocrática, que luche por un programa socialista. Esto es la única esperanza de que Morena no repita el destino del PRD, en esta tarea las ideas de Marx, Engels, Lenin y Trotsky serán fundamentales.
Source: La Izquierda Socialista (Mexico)