Bajo la presión de la dictadura de los mercados, el Gobierno de Zapatero se ha lanzado a profundizar en el proceso de ataques hacia los trabajadores, emprendido bajo la excusa de ajustar el déficit público. Asistimos a un escenario de gravísimos recortes en derechos históricos arrancados por el movimiento obrero a través de años de lucha, como el derecho a jubilarse a los 65 años.
Después de la reforma laboral, los sindicatos convocaron la huelga general del 29-S, que supuso un éxito parcial con un seguimiento muy importante en zonas clave. Fue un ejemplo de hasta dónde podía llegar la clase obrera en defensa de sus derechos. En el ambiente había predisposición a profundizar en la lucha, por lo menos en ciertas capas. En vez de continuar apostando por la movilización, las direcciones de CCOO y UGT, después de semanas de inactividad, lanzaron una inútil campaña de recogida de firmas en contra de la reforma laboral.
En vez de dar una imagen de fuerza, lanzaron un mensaje de debilidad, como reconociendo implícitamente el fracaso de la huelga del 29-S. Esto dio alas a la burguesía, que presionó a Zapatero con la reforma de las pensiones, poniendo una fecha límite para su aprobación, el 28 de enero. Tras unas rutinarias manifestaciones en diciembre, y algunas vagas amenazas de convocar una nueva huelga, las direcciones de CCOO y UGT emprendieron una estrategia negociadora.
La cierto es que esta ronda de negociaciones, en la que pretenden incluir a los sectores más duros de la burguesía, de culminar en un pacto global, no supondría más que dar la bendición para el ataque más grave que pueden vivir los trabajadores desde de la Transición. Por tanto, a cambio de alguna migaja caída de la mesa negociadora, los dirigentes de CCOO y UGT, en un ejercicio de “responsabilidad de Estado”, han alejado el fantasma de una huelga general.
Sin embargo, en otras zonas del Estado, las centrales ELA y LAB, en Euskal Herria, y la CIG, en Galicia, han convocado huelga general el 27-E. En el caso de Galicia, la huelga del 29-S tuvo un importante seguimiento, con una paralización total de los centros industriales, y masivas manifestaciones (en Vigo más de 120.000 manifestantes). Estos resultados dieron alas a la CIG, central mayoritaria en Galicia, que planteó la posibilidad de lanzar una nueva movilización. El principal lastre que dejó la huelga del 29-S en Galicia fue la falta de unidad: CCOO y UGT no invitaron a la CIG a unirse a la convocatoria y la central nacionalista decidió manifestarse por separado.
La dirección de la CIG se lanzó a convocar el 27 de enero sin concertar la fecha con CCOO y UGT, cosa que nunca había hecho hasta ahora, si bien ofreciendo alterar el día de la convocatoria si CCOO y UGT se sumaban. La reforma de las pensiones es un ataque estatal y, por tanto, requiere de una respuesta lo más unitaria posible. Los primeros responsables de la situación de desmovilización social de la clase trabajadora son las direcciones de CCOO y UGT, que parecen tener miedo a sacar a los trabajadores a la calle para defender sus derechos y fomenta el sectarismo en el movimiento obrero. Aquí vemos la actitud de la dirección de CCOO-Galicia, desgraciadamente nada positiva, en este sentido:
http://www.galicia.ccoo.es/comunes/temp/recursos/1/748018.pdf
La división del proletariado en líneas nacionales es una idea ajena al movimiento obrero, incorporada desde fuera por las burguesías nacionales, que dificulta la lucha por la emancipación de los trabajadores. La idea de unidad surge instintivamente de la clase obrera como una necesidad cuando se trata de luchar lo más eficazmente posible. El sectarismo y la división son ideas incompatibles con el movimiento obrero, generadas por capas burocráticas que sólo defienden sus propios intereses, en vez del interés de clase. La consigna de unidad, “golpear juntos”, la pueden imponer las bases presionando con fuerza desde abajo a sus dirigentes.
Por eso la dirección de la CIG debió haber lanzando una campaña dirigida a las bases de CCOO y UGT para que presionaran a sus direcciones a convocar huelga general antes del 28 de enero, fecha en la que se aprobará la subida de la edad de jubilación. Pero ahora que los dirigentes sindicales estatales renuncian a dar la batalla, la dirección de la CIG está obligada a dirigirse a las decenas de miles de afiliados de CCOO y UGT en Galicia para que se sumen a la huelga general el 27-E. Muchos de ellos están dispuestos a salir a la calle y movilizarse, incluso ignorando las directrices de sus direcciones. Esto ya se vio en la huelga general gallega del 15-J de 2001, convocada por CIG y UGT, cuando los astilleros de Ferrol, dominados por CCOO, pararon completamente.
De ello depende el éxito de esta convocatoria, en vencer prejuicios y recelos mutuos que sólo pueden darse entre burócratas, nunca a nivel de la base. Para ello, los delegados sindicales de la CIG deben ir empresa por empresa, asamblea por asamblea, explicando con humildad y respeto que ellos no buscan dividir a la clase, sino impulsar la lucha y reafirmando la idea de que sólo unidos se pueden derrotar unos ataques que no distinguen lengua ni nación. Deben acentuar el componente de clase, esta no es una movilización por los derechos democráticos de Galicia ni por la creación de un marco laboral gallego.
Sólo así la movilización de la clase obrera gallega, junto con la huelga de la clase obrera de Euskal Herria, se puede convertir en un impulso que sirva de ejemplo a la clase obrera del Estado español, que obligue a sus dirigentes sindicales a la convocatoria de una huelga estatal como un paso más en la lucha por la defensa de los derechos básicos de los trabajadores frente a la presión del capitalismo europeo. Si la dirección de la CIG saca la lección de que puede crear una dinámica de movilización específicamente gallega, idea tras la que subyace la pretensión de hegemonizar el movimiento, esta huelga general tendrá efectos negativos, con la desmoralización de muchos trabajadores al comprobar que las direcciones sindicales ponen sus intereses particulares por encima de los intereses de la clase y la extensión de prejuicios entre su propia base.
Apoyamos decididamente esta convocatoria , pues consideramos que puede impulsar una movilización mas general , sirviendo de ejemplo de que la respuesta a los ataques esta en la calle y no en los despachos.
- No al pacto social
- Por una movilicación unitaria y continuada del movimiento obrero!
Fuente: Corriente Marxista Internacional (Estado Español)