¿Hacia dónde va Alemania después de las elecciones?
Hasta aquí llegaste-, suspiraba un desencantado y frustrado comentarista en la editorial del Frankfurter Allgemeine, el principal periódico burgués alemán. En nombre de su clase, este periodista burgués deplora el caos provocado por la aventura de elecciones anticipadas del canciller Schröder. En este juego desesperado, Schröder pidió al presidente de la república federal que disolviera el parlamento para fortalecer la estabilidad política necesaria para continuar con su política de “reformas” (léase contrarreformas). Al final, su coalición el domingo fue derrotada. Al mismo tiempo, el editorial reprende al presidente (un burgués demócrata cristiano) Horst Köhloer por su evidente error de cálculo. A pesar de todas las dudas legales, debido a las restricciones que impone la constitución alemana, Köhler disolvió el parlamento y preparó al camino para las elecciones evidentemente porque de esta manera pensaba que ayudaría a su partido a conseguir un triunfo electoral.
Alemania sufre el mayor período de inestabilidad desde la posguerra. Como ya dijimos en el balance de las elecciones, los dos grandes partidos, socialdemócratas (SPD) y demócrata cristianos (CDU/CSU) han perdido un considerable número de votos. La situación actual es consecuencia de una campaña electoral muy polarizada por parte de ambos bandos y que ha hecho que ninguno pueda conseguir la mayoría electoral necesaria. La clase dominante había preparado todo para un ataque frontal contra la clase obrera una vez que sus partidos estuviesen en el poder (CDU/CSU y los liberales del FDP). Por otro lado, Schröder y la dirección socialdemócrata han perdido cada vez más el contacto con la dura realidad de la población, y también calcularon mal a la hora de adelantar las elecciones, pensaban que con esta maniobra impedirían el crecimiento de otras fuerzas de izquierda. Los dirigentes del PDS (principalmente en el este) y del WASG (principalmente en occidente), una escisión por izquierda de militantes del SPD y sindicalistas, reconocieron que sólo han podido obtener los resultados conseguidos gracias a su unidad. Se presentaron juntos y ganaron. De este modo, su representación de la izquierda en el parlamento ha pasado de 2 a 54 escaños. Este resurgimiento de la izquierda es histórico y pone de nuevo una mayoría de izquierda en el parlamento. Su porcentaje de voto del 8,7 por ciento en todo el país eclipsa el 4 o 5 por ciento que el PDS había conseguido en el pasado y el 5,3 por ciento que recibió el antiguo Partido Comunista Alemán (KPD) en las elecciones de 1949 al Bundestag. Aunque los políticos burgueses y los socialdemócratas hicieron todo lo posible para desacreditar al Partido de la Izquierda y su nuevo líder, Oskar Lafontaine, con una campaña de calumnias y mentiras, el partido consiguió avanzar en todos los frentes, en el este y en el oeste. Su grupo parlamentario incluye varios dirigentes sindicales muy conocidos e incluso destacados dirigentes del SPD como Oskar Lafontaine o Ulrich Maurer.
El análisis de las elecciones indica que el Partido de la Izquierda ganó más de un millón de votos del campo de los “no votantes”, es decir, personas que en las últimas elecciones no se molestaron en ir a votar, y otro millón de votos arrancados sobre todo al SPD. El voto del Partido de la Izquierda ha jugado un papel decisivo a la hora de impedir una mayoría de derecha.
Además, tanto el SPD como los Verdes hicieron una campaña relativamente de izquierda, prometiendo mantener el equilibrio social y defender los intereses de los trabajadores normales, las elecciones reflejan un giro a la izquierda en la política alemana. Mientras que la CDU/CSU y el FDP representan un voto combinado de 21,2 millones, el “campo” representado por el SPD, Verdes y el Partido de la Izquierda es considerablemente más fuerte, representando en total más de 24 millones de votantes. Al mismo tiempo que se celebraba el fracaso de una victoria thatcherista del CDU/CSU y FDP, los dirigentes del SPD insistían, antes y después de las elecciones, en que nunca mantendrían conversaciones con los representantes del Partido de la Izquierda, y menos aún cooperarían con ellos. Esta política de presentar al Partido de la Izquierda como “extremista” y “populista” sólo sirve para fortalecerlo aún más, por ahora parece que ellos tampoco tienen la tentación de unirse a un gobierno reformista ni participar en el contra-reformismo.
Aunque hay mucha confusión y especulación sobre posibles coaliciones y alianzas de gobierno, la clase dominante tarde o temprano presionará más a sus representantes para que consigan algún tipo de coalición. Los portavoces de las dos grandes asociaciones empresariales han planteado dos opciones posibles, las que están considerando seriamente.
Por un lado, una coalición de los demócrata cristianos, liberales y verdes, que es una posibilidad teórica. Aunque hay diferencias en cuestiones como la ecología y los derechos de las mujeres, los Verdes habían aceptado previamente las premisas neoliberales y muchos de sus dirigentes estarían dispuestos a acuerdos con la CDU/CSU para mantener sus empleos bien pagos. Pero después de su fraseología de izquierda durante la campaña electoral y sus ataques a los partidos de derecha, formar parte de este tipo de coalición podría provocarles muchos problemas con su base y crear una escisión. (N. del Ed. Esta posibilidad fue rechazada por los Verdes el viernes 23)
Por otro lado, dado el enorme oportunismo del aparato del SPD, no se puede excluir que el SPD participara en una “gran coalición” con los demócrata cristianos. La derecha del SPD estaría dispuesta a tragarse todo a cambio de mantener sus posiciones en el gobierno y la ilusión del poder. Para calmar a la base podrían decir que formar un bloque con los demócrata cristianos es la mejor forma de impedir que los liberales, que mantienen la línea más dura contra los sindicatos, lleguen al poder y apliquen su programa.
Pero para conseguir esta gran coalición sería necesario que los dos partidos encontraran una excusa para deshacerse de sus líderes, Gerhard Schröder y Angela Merkel, porque los dos han perdido las elecciones y su testarudez a la hora de conseguir la cancillería podría ser un obstáculo para un futuro gobierno.
Sea cual sea el gobierno que se forme, se encontrará con una enorme presión de las grandes empresas para que inicie rápidamente sus ataques contra la clase obrera. El actual nivel de endeudamiento provocará una nueva ronda de recortes del gasto público. Esto inflamará aún más la protesta.
La posible gran coalición también está polarizando al movimiento sindical. Mientras que los elementos más moderados que dominan las ejecutivas de algunos sindicatos buscarán llegar a un acuerdo con ese gobierno y de este modo impedir un enfrentamiento, el presidente del IG Metal, Jürgen Peters, se ha mostrado abiertamente a favor de un gobierno del SPD, los Verdes y el Partido de la Izquierda, criticando además la negativa del SPD a considerar esta opción. Esto es significativo porque Peters, como otros dirigentes sindicales, todavía tiene el carnet del SPD. Además muchos dirigentes sindicales han apoyado o pedido el voto al Partido de la Izquierda. Peters dice que el SPD, los Verdes y el Partido de la Izquierda son los “aliados naturales” y que en el país hay “una mayoría de izquierda”.
En cualquier caso, este es el principio de un nuevo período de inestabilidad en Alemania. Los viejos y buenos días de milagro económico se han ido para siempre. La población se enfrentará con la dura realidad del capitalismo y buscará una salida.