¿Qué es y hacia dónde va la Revolución Bolivariana?

Con esta introducción iniciamos la publicación por capítulos todos los viernes del libro del camarada Eduardo Molina Campano.

Introducción al libro de Eduardo Molina Campano por Alan Woods

Introducción

 La Revolución Bolivariana ha entrado en una etapa decisiva. La elección presidencial de diciembre 2006 representa un punto de no retorno. La Revolución tiene que decidir a dónde va y qué representa realmente.

Al principio, el proyecto bolivariano no planteaba una ruptura con el capitalismo. Pero la vida misma enseña la imposibilidad de llevar a cabo ninguna de las tareas democrático-burguesas mientras que el poder económico siga en manos de la oligarquía. Desde el primer momento la burguesía se opuso radicalmente a las reformas del Presidente, organizando conspiraciones contrarrevolucionarias para derrocar el Gobierno democráticamente elegido.

El Presidente Chávez defiende el socialismo y una ruptura con la esclavitud capitalista. Esto significa ni más ni menos que una revolución dentro de la revolución. Ésta idea, que es la única manera de salvar la Revolución Bolivariana y derrotar la contrarrevolución, cuenta con el apoyo entusiasta de las masas: la clase obrera, los campesinos, los pobres del campo y de la ciudad, la juventud revolucionaria, los intelectuales progresistas, es decir, de todas las fuerzas vivas de la sociedad venezolana.
Pero las fuerzas de la contrarrevolución siguen en pie de guerra. En la medida que la Revolución avanza, y que la propiedad privada y los “derechos sagrados” de la burguesía de dominar la sociedad empiezan a ser cuestionados, estas fuerzas se vuelven más beligerantes, más furibundas, más violentas.

La vieja sociedad está moribunda, pero se resiste a abandonar la escena de la historia. Esto no debe de extrañar a nadie. Toda la historia demuestra que ninguna clase dominante jamás ha abandonado su poder, su riqueza y sus privilegios sin luchar, y suele ser una lucha sin cuartel.
Los intentos de conciliar con la burguesía han sido totalmente contraproducentes. Tras el fracaso del golpe el Presidente hizo todo lo posible para entrar en un diálogo con la oposición. ¿Cuál fue el resultado? Sólo un nuevo intento de golpe de Estado con el paro saboteo patronal. En ambas ocasiones sólo el movimiento de las masas derrotó a la contrarrevolución y salvó la Revolución.

La burguesía venezolana es totalmente corrupta y degenerada. No es capaz de jugar ningún papel progresista. Es demasiado débil para resistir una ofensiva seria de las masas, una vez que éstas estén organizadas y movilizadas para llevar a cabo la revolución socialista.

El carácter contrarrevolucionario de la burguesía venezolana lo vimos en abril del 2002, cuando la burguesía venezolana, con el apoyo activo del imperialismo, se sublevó contra el Gobierno legítimo en un golpe de Estado. Su objetivo era aplastar el movimiento de los obreros y campesinos, que amenazaba sus intereses. La cuestión de las leyes y la democracia no les interesaba en lo mas mínimo. ¡He aquí una lección muy importante para el pueblo venezolano!
Detrás de la burguesía venezolana está el poder del imperialismo mundial. Todos los hilos de la contrarrevolución conducen a la embajada de los EE.UU. y sus amos en Washington. Hay alguna gente que nos quiere asustar e intimidar con la amenaza de una intervención imperialista. Estas personas están hipnotizadas por el poderío del imperialismo, como un conejo cegado por los faros de un auto.

Cuando Simón Bolívar levantó la bandera de la Revolución con un pequeño grupo de seguidores valientes, estaba retando a todo el poder del Imperio español. Si el Libertador se hubiera dejado abrumar por el poder del enemigo, los pueblos de América Latina hoy seguirían siendo esclavos del imperialismo.

Es verdad que George Bush goza de un poder considerable. Sería una grave irresponsabilidad infravalorar las fuerzas del enemigo y el peligro que representa. Pero sería un error más grave todavía pensar que el poder del imperialismo estadounidense es algo ilimitado e intentar conciliar con Washington, parando la Revolución y llegando a acuerdos con la oligarquía.

No se puede conciliar con Bush con buenas palabras y gestos diplomáticos, por la sencilla razón que el odio de Washington hacia Venezuela no depende de palabras, gestos o la calderilla de la diplomacia. El imperialismo norteamericano está decidido destruir la Revolución Bolivariana porque teme la influencia que está teniendo entre las masas oprimidas de América Latina y del mundo entero. La única manera de conciliar con Bush sería desmantelar la Revolución desde dentro, y esto es precisamente lo que pretende la burocracia reformista.

El cáncer de la burocracia

Los reformistas buscan un capitalismo con rostro humano y se consideran grandes realistas. Pero en la práctica, son los peores utópicos. Su “realismo” es un poco como el del hombre que intenta enseñar a un tigre a comer lechuga en vez de carne. La idea de la “tercer vía” entre el capitalismo y el socialismo es un espejismo, o como dice el Presidente Chávez, una farsa. Bajo el capitalismo no es posible resolver los problemas a los que se enfrenta la mayoría de la población.

Hugo Chávez ha pasado de la revolución democrática-burguesa a abogar por la revolución socialista. Esto es tremendamente importante para el movimiento obrero mundial. Pero diferentes sectores del movimiento bolivariano lo interpretan de diferentes maneras. Para los reformistas eso es una vuelta a la vieja tesis de la revolución por etapas: es decir, tenemos que limitarnos a las tareas democráticas-burguesas y relegar las tareas socialistas a un futuro lejano.

Ocultándose detrás de esta postura (que es idéntica a la postura de los mencheviques rusos en 1917), estos elementos intentan por todos los medios paralizar la Revolución. La burocracia reformista constituye, pues, uno de los obstáculos más graves para la revolución.

El mayor peligro para la Revolución Bolivariana no viene de Washington. ¡El enemigo está en nuestra propia casa! Lo ha dicho el Presidente Chávez más de una vez, por ejemplo en una entrevista reciente:

“—¿Cuáles son los riesgos que corre la revolución? —La mayor amenaza está por dentro, hay una contrarrevolución permanente, burocrática. Soy un enemigo a diario, con un látigo me la paso porque por todos lados me azota el enemigo de una burocracia vieja y una nueva que se resiste a los cambios, tanto, que uno tiene que estar pendiente de cuando se dé una instrucción y hacerle un seguimiento para que no sea detenida o desviada o minimizada por esa contrarrevolución burocrática que está en el Estado. Ese sería uno de los elementos de la nueva fase que viene de la transformación del Estado. El Estado se transformó a un nivel macro, pero los niveles
micro se mantienen intactos, habrá que pensar ahora mismo
en un nuevo paquete de leyes, transformación del marco
político y jurídico hasta los niveles más micro del Estado
para vencer esa resistencia. Hermana de la contrarrevolución burocrática es la contrarrevolución de la corrupción, ésa es otra amenaza terrible, porque por donde menos se espera aparece”.

Estas palabras van directamente al grano. Hay un gran número de burócratas, carreristas y reformistas que están haciendo todo lo posible para que la Revolución no trascienda el capitalismo. Aunque se visten con camisa roja, esta gente ve el movimiento bolivariano exclusivamente como una maquinaria puramente electoral, un aparato para hacer avanzar sus carreras, y no un instrumento revolucionario para transformar la sociedad. Pero las masas bolivarianas tienen una idea totalmente diferente. Las masas están luchando para hacer la revolución y transformar sus condiciones de vida de todo el mundo. He aquí una contradicción que hay que solucionar muy pronto si no queremos que la revolución naufrague.

Socialismo o barbarie

En última instancia, sólo hay dos alternativas —la revolución socialista o la dictadura más reaccionaria. La existencia del capitalismo entra en contradicción abierta con las necesidades de la humanidad, la cultura y la civilización. El Presidente Chávez ha explicado muchas veces que, para salvar el planeta, es necesario luchar por el triunfo del socialismo a escala mundial. Para ello tenemos que avanzar hacia la construcción de un partido mundial que unifique a la clase trabajadora bajo la bandera del socialismo.

El verdadero socialismo no tiene nada en común con la caricatura totalitaria y burocrática que existía en la URSS después de la muerte de Lenin. La burocracia representa un peligro mortal para la revolución. Hay que tomar medidas para purgar el movimiento y limpiarlo de burócratas, arribistas, carreristas y reformistas. Hay que llevar a cabo una lucha consistente contra la burocracia, basada en el programa de Lenin:
1) Elecciones de todos los cargos, con revocabilidad.
2) Ningún funcionario debe recibir un salario superior al de un
obrero cualificado.
3) Una milicia popular y el armamento general del pueblo.
4) Gradualmente, todas las tareas de administración del Estado y de la sociedad deben de realizarse mediante la participación democrática de todo el pueblo: cuando todo el mundo es un “burócrata” por turnos, nadie es un burócrata.
Los marxistas no somos anarquistas. Entendemos perfectamente la importancia de la lucha parlamentaria y las elecciones para movilizar a las masas. Pero en última instancia la lucha parlamentaria no decide nada. Las cuestiones más importantes las decide la lucha en las calles, en las fábricas, en los pueblos y los cuarteles.

Los marxistas siempre van a estar luchando hombro a hombro con las masas. No tenemos intereses separados de los intereses de las masas, y no tenemos ninguna intención de separarnos de su movimiento. Como explica el libro:
“En la revolución venezolana, esto es, en el movimiento bolivariano y sus múltiples formas organizativas, en algunos lugares será principalmente en las UBEs, en otros sitios en los Comités de Tierra, y dependiendo de las condiciones concretas en los diferentes partidos del proceso y sus contradicciones internas”.

¡Por una política internacionalista!

La única manera de solucionar los problemas del continente es mediante un cambio fundamental de la sociedad. ¡No se puede curar el cáncer con una aspirina! En Venezuela, Hugo Chávez ha tenido la gran valentía de enfrentarse con la oligarquía —los terratenientes, banqueros y capitalistas— y movilizar a las masas de desposeídos para la transformación de la sociedad. Pero la Revolución Bolivariana aún no esta terminada, y no se puede completar hasta que no se haya eliminado el dominio de la burguesía y del imperialismo, no sólo en Venezuela, sino en todo el continente de América Latina y en el mundo entero.

El socialismo es internacional o no es nada. Che Guevara entendió la imposibilidad del socialismo en un solo país. Ese gran revolucionario y mártir dio su vida en la lucha por extender la revolución socialista a toda América Latina. Las condiciones para hacerlo son mil veces más favorables hoy que en 1967. La Revolución Bolivariana ha despertado la esperanza y la ilusión en millones de obreros, campesinos y jóvenes en todo el continente. Las masas se están despertando por todas partes —después de Bolivia, vemos la sublevación de las masas en México.

Hoy por hoy, la visión brillante de Simón Bolívar ya no es un mero sueño bonito. Es una necesidad urgente. Pero no se puede realizar bajo el capitalismo. La burguesía en América Latina ya ha tenido 200 anos para demostrar lo que son capaces de hacer. Dos siglos es bastante tiempo. ¿Y qué han hecho? Han reducido un continente que tiene un potencial productivo inmenso a un estado de la más absoluta penuria, miseria y degradación.

Estamos participando en un gran debate sobre el socialismo que transciende las fronteras de Venezuela y se está abriendo en todos los países del mundo. El libro de Eduardo Molina Campano es una aportación valiosísima al debate. No suscribo necesariamente cada línea del libro. Pero esto no es necesario para reconocer el gran trabajo realizado por el autor, su sinceridad y su total identificación con la causa revolucionaria. Sobre todo su gran valor es su mensaje central: la imposibilidad de llevar a cabo las tareas de la revolución democrático-burguesa dentro de los límites del capitalismo.

Como dice el Presidente Chávez:
“Además estamos trabajando desde el punto de vista
ideológico, para no quedarnos en meras consignas, sino para desarrollar lo que es el socialismo de siglo XXI desde el punto de vista moral, la moral socialista, desde el punto de vista político, la democracia revolucionaria y socialista, desde el punto de vista económico, bueno todo lo que son los medios de producción y la propiedad colectiva, el manejo por el Estado de los recursos estratégicos, la no privatización de los recursos del Estado, la recuperación de la tierra para la satisfacción de las necesidades de la gente y no para la ganancia especulativa” (Entrevista en Mesa Redonda de la Televisión Cubana, en la noche del sábado 16 de septiembre de 2006).

Estas palabras son nuestro punto de partida. No es suficiente hablar del socialismo. No hay que dejarlo en meras consignas y discursos bonitos que no corresponden a la realidad. Hay que transformar la sociedad desde sus cimientos. Para hacerlo, es necesario una verdadera ideología socialista —una ideología científica y revolucionaria. Y la única ideología socialista científica y consecuente es el marxismo. Hoy, más que nunca, las ideas del socialismo científico —el marxismo— representan la única solución para los problemas de la humanidad. Una vez que estas ideas penetran la conciencia de las masas, la Revolución será invencible.

Alan Woods Londres, 27 de Septiembre, 2006.