Tras 5 años de crisis en Europa no hay salida en el horizonte. Este año se prevé que la economía de la zona euro caerá un 0,6%, mientras el desempleo alcanza su máximo histórico, un 12,2%. Los datos se agravan en la Europa del sur: Italia caerá un 1,4%, España un 1,6%, Portugal un 2,3%, Grecia un 4,2%, y Chipre un asombroso 8,7%.
Divisiones por arriba
Esta situación acentúa la división que existe entre los gobiernos de la Unión Europea (UE) sobre el camino a seguir.
Por una parte, la reducción del gasto público y los ataques salariales reducen la actividad económica, lo que conduce a menores ingresos por impuestos y a más desempleo, lo que tampoco reduce significativamente los déficits estatales.
Pero el mantenimiento de déficits y deudas públicas elevados, en medio de una dura recesión, puede provocar dudas sobre la capacidad de pago de esos países, precipitar una huida del capital en un momento determinado y llevar a esos Estados a la quiebra.
El problema es que ambas posiciones tienen razón. Por eso están atrapados.
La relativa estabilidad de los mercados de deuda pública del sur de Europa no puede despistarnos. Es temporal. El Banco Central Europeo compró una parte significativa de la deuda de estos países a inversores que se retiraban y llegó a ofrecerse como garante de última instancia. A su vez, puso en manos de los bancos privados cantidades ilimitadas de euros a menos del 1% a condición de que compraran deuda pública de sus países. Pero si la recesión europea se prolonga, como es la perspectiva, el incumplimiento de los objetivos de déficits públicos hará volver la inestabilidad, y con ella la subida de la prima de riesgo y de los tipos de intereses para captar prestamistas, resucitando la crisis de la deuda y la amenaza de rescates.
¿Falta de crédito?
En realidad, la burguesía europea carece de alternativas. Se suceden las cumbres de ministros y presidentes y en todas se anuncian planes y declaraciones grandilocuentes que finalmente quedan en nada. Hace semanas se anunciaron planes para combatir la evasión fiscal de los ricos, que implica la pérdida de 1 billón de euros anuales, tanto como el PIB español. Ya nadie habla de eso. Las grandes corporaciones europeas mandaron callar.
Ahora se habla de impulsar un plan de empleo juvenil y créditos baratos para las Pymes. Pero el plan de empleo juvenil implica repartir 6.000 millones de euros ¡en 27 países, y en 7 años!
Se habla de la falta de crédito. Pero los bancos están endeudados y no quieren aventurarse a conceder préstamos que no tienen garantías de cobrar. Prefieren usar la financiación barata del Banco Central Europeo (BCE) para cancelar sus propias deudas y comprar deuda pública que les reportan jugosos intereses. El hecho de que la UE se vea obligada a anunciar que ella misma pondrá 60.000 millones de euros a disposición de las Pymes subraya el papel reaccionario de la gran banca como motor del desarrollo social y la necesidad de nacionalizarla para utilizar sus recursos en interés de la sociedad.
En cualquier caso, está por ver la efectividad de este plan de ayudas a las Pymes y si se lleva a la práctica. En el contexto actual de crisis, ¿qué sentido tendría ampliar la producción de mercancías que no se podrán vender?
Otro de los temas polémicos es el de la unión bancaria, que agita el bloque del sur europeo. Alemania se opone resueltamente a la propuesta de España, Italia y Francia de crear un fondo de garantía de depósitos europeo que rescate, a cuenta del Banco Central Europeo, a los bancos con problemas, para que no sean los Estados los garantes de última instancia. Alemania quiere que cada país salve a sus bancos y no sea ella quien pague los platos rotos de los demás.
¿Se romperá la UE?
En estas circunstancias ¿tienen futuro la UE y la moneda única? Independientemente de las divisiones, la burguesía europea es consciente de que la ruptura de la UE y del euro, aunque afecte solamente a un solo país, provocaría tal turbulencia financiera general y tal caos social en el país afectado que tratará todo lo posible de resistirse a esa perspectiva. Pero la permanencia de la eurozona significará una continuación de las actuales políticas de recortes y austeridad durante años, lo cual es una receta acabada para una explosión de la lucha de clases que pondrá la revolución en el orden del día en un momento dado.
La única posibilidad de encontrar un respiro temporal sería con un auge económico mundial sólido que permitiera pagar poco a poco las deudas y reducir las cifras de desempleo. Pero la enorme sobreproducción y sobrecapacidad existentes, agravadas con la irrupción de la potente economía china en el mercado mundial, hacen imposible un verdadero auge económico a corto y mediano plazo. De hecho, China – como Brasil y Rusia – ha anunciado la disminución del ritmo de crecimiento de su economía.
Un pacto PP-PSOE que prepara nuevo ataques
¿Cómo se concreta esta situación en el Estado español? Un elemento novedoso es el Pacto de Estado alcanzado entre el PP y el PSOE para llevar una “voz única” a Bruselas. Este pacto es sólo una declaración de buenas intenciones que reclama en lo fundamental las ayudas anunciadas para el empleo juvenil, créditos a las pymes y la unión bancaria. En realidad es una maniobra política para tratar de ganar credibilidad ante la opinión pública y depositar en Bruselas la responsabilidad por los ajustes aplicados en casa.
Pero las medidas de ajuste de los gobiernos de Zapatero y Rajoy “a instancias de Bruselas” han sido celebradas por los banqueros y empresarios españoles, y rechazadas por los trabajadores y demás sectores populares, que han sufrido todo su rigor.
Se suponía que cada nuevo ataque y ajuste iba a ser el último, y que después veríamos la luz al final del túnel. Pero ahora anuncian una nueva reforma que reduce las pensiones progresivamente cada año a partir del 2015 y la subida del IVA reducido en el 2014. El presidente del Banco de España defiende incluso eliminar la referencia del Salario Mínimo Interprofesional, la supresión de las indemnizaciones por despido y generalizar el descuelgue empresarial de los convenios. Es decir, por cada paso atrás que damos, nos piden diez más.
El gobierno trata de diluir su política reaccionaria con los datos del empleo de mayo, donde hubo una creación neta de 98.000 empleos, y del superávit comercial de marzo, el primero en 42 años. Pero esta creación de empleo es fundamentalmente estacional. La hostelería creó la mitad de los empleos, seguida por la agricultura. Más relevante aún, sólo el 7% de los empleos creados fue fijo. El superávit comercial, de apenas 600 millones de euros, se debe a la caída de las importaciones (un 15%) lo que refleja la atonía de la actividad económica y no un incremento de la productividad e innovación tecnológicas.
Los sindicatos
Por cierto, sería extraordinariamente positiva una reanimación real de la economía, aunque fuera temporal. El incremento del empleo daría confianza a la clase obrera en sus propias fuerzas y propiciaría una potente reanimación de la lucha reivindicativa. Lejos de reforzar al gobierno del PP, lo debilitaría, y actuaría muy beneficiosamente en la recomposición de los sindicatos, al hacer pasar al primer plano a los activistas más luchadores en cada empresa y sector y a una nueva capa de delegados y activistas sindicales, que prepararía un giro a la izquierda en la acción sindical.
La realidad es que nunca hemos visto una integración tan grande, diríamos incluso fusión, entre las cúpulas sindicales, la socialdemocracia y el aparato del Estado burgués. El vergonzoso apoyo del representante de CCOO al proyecto de reforma de las pensiones, y el llamativo silencio de los dirigentes del PSOE, así lo demuestran.
Pero se equivocan quienes, sobre la base de la situación actual, ponen el RIP en los sindicatos y en su utilidad para la clase obrera. La oleada de críticas de amplias capas de CCOO al papel jugado por su representante en la comisión de “expertos” que elaboró la propuesta de reforma de las pensiones, anticipa procesos futuros.
Urge, por tanto, encontrar mecanismos de organización y coordinación entre los activistas sindicales para organizar una oposición que esté preparada para la inevitable irrupción de la clase obrera en las luchas futuras y ofrezca una alternativa de dirección.
El papel de Izquierda Unida
Por su parte, Izquierda Unida debe mantener y profundizar la movilización y agitación en la calle. Lamentablemente, la campaña pública anunciada meses atrás por la dirección para exigir la dimisión del gobierno y la convocatoria de elecciones anticipadas ha sido bastante tibia y no ha alcanzado las expectativas despertadas. Sería un error caer en la complacencia ante el avance electoral que dan las encuestas. Debemos ser honestos y reconocer que, pese a todo, IU va todavía muy por detrás programática y organizativamente de lo que requiere la situación. Es necesario agitar audazmente por el repudio de la deuda, por el reparto del trabajo sin bajar el salario, por la nacionalización de la banca sin compensación, así como de los sectores estratégicos de la economía (monopolios, latifundios) bajo control obrero. Al mismo tiempo, debería lanzarse una campaña ambiciosa de afiliación masiva a la organización, que sólo podrá ser posible si el eje principal de la actividad de la organización pasa por la participación en la lucha popular de la calle.
Durante décadas, los trabajadores del Estado español y de Europa se han acostumbrado a un cierto nivel de vida. Conquistaron unas condiciones de existencia al menos semi-civilizadas. Pero la clase dominante ya no puede permitirse estas reformas y concesiones del pasado.
El camino está abierto, por lo tanto, para una explosión aún mayor de la lucha de clases en España y en toda Europa. La izquierda sólo tiene un camino, encabezar las luchas de nuestra clase, la clase trabajadora, para plantear una alternativa socialista como única salida a la situación actual.