A cien años del Desastre de Annual: una masacre a mayor gloria de la monarquía y del capital

Entre julio y agosto de 1921 tuvo lugar el conocido como Desastre de Annual, la humillante derrota del ejército colonial español en Marruecos a cargo de las cabilas rifeñas, unificadas y dirigidas por un antiguo funcionario de la administración colonial, Abd El-Krim. Las consecuencias políticas de esta derrota sacudieron a la monarquía y al conjunto del régimen de la restauración, acelerando su caída.


FUENTE ORIGINAL

El Desastre de Annual fue el resultado de una serie de groseros errores tácticos que destaparon el estado calamitoso del Ejército español en África, roído por la corrupción, el despotismo y la ineficiencia. Fue asimismo un ejemplo de cómo un ejército campesino mal armado, pero motivado, pueden derrotar a una potencia colonial, lo que será una gran inspiración para las luchas anticoloniales en África y Asia en las décadas siguientes.

La aventura colonial en Marruecos

A mediados del siglo XIX la monarquía española inicia una verdadera penetración de tipo colonial en Marruecos, a rebufo del proceso de saqueo imperialista que en África estaban llevando a cabo las potencias europeas. La pérdida de lo que quedaba del Imperio español en 1898 hizo de Marruecos el objetivo prioritario para la monarquía, los capitales repatriados y una casta militar forjada en las colonias que ahora quedaba ociosa. La Conferencia de Algeciras de 1906 definió las áreas de influencia española y francesa en el caótico reino de Marruecos. La debilidad del Estado español frente al resto de potencias coloniales europeas lo obligó a aceptar poco menos que las sobras del festín colonial. El protectorado Español, efectivo desde 1912, incluía los extremos norte y sur del territorio marroquí, las zonas menos pobladas, más pobres y más atrasadas.

Los acontecimientos que llevaron a la guerra de Marruecos y al Desastre de Annual se desarrollaron en el norte, que está formado por dos regiones muy diferentes. Al oeste, la Yebala, alrededor de la ciudad de Tetuán, donde se fijó la capital del protectorado, región de lengua árabe bajo la autoridad del señor feudal El Raisuli, quien pasó de apoyar a los españoles a enfrentarse a ellos en 1920. Al este, el Rif, región de lengua bereber y carente de todo poder centralizado. El Rif formaba parte de lo que se llamó el Bled es Siba, o país del desgobierno, las regiones montañosas y atrasadas de Marruecos en las que la autoridad del sultán no fue nunca efectiva.

El territorio del Rif estaba dividido entre varias tribus (cabilas) que muchas veces se enfrentaban entre sí. Muchas de estas cabilas toleraron en un principio la administración española, pero otras la combatieron desde el principio. En este último grupo sobresaldrá la cabila de los Beni Urriaguel, cuyo territorio se extendía alrededor de la bahía de Alhucemas, liderada por la familia El Jattabi. Fueron los Beni Urriaguel, bajo la dirección política de Muhammad Abd El-Krim El Jattabi, con su hermano Hmed Abd El-Krim como jefe militar, los que consiguieron unificar y movilizar a las diferentes cabilas contra la dominación colonial española.

En 1908 se funda la Compañía de las Minas del Rif, con el Conde de Romanones como socio mayoritario, para la explotación de las minas de hierro en el territorio de los Beni Urriaguel. La oposición armada de estos a la explotación minera española condujo a la Guerra de Melilla de 1909. Fue la movilización de reservistas para esta guerra la que provocó en Barcelona los disturbios que llevaron a la Semana Trágica de julio de 1909. La guerra de Melilla fue un aviso de lo que pasaría años más tarde ante el intento español de someter a las cabilas rifeñas usando a trabajadores y campesinos pobres como carne de cañón para mayor gloria de los capitalistas.

Juan Goytisolo resumió las causas del fracaso de la aventura colonial de Marruecos:

“¿Cómo íbamos a ser capaces de colonizar las montañas del Rif, si no podíamos siquiera explotar y poblar vastas zonas de Aragón, Extremadura y Sierra Morena? […] Nuestra propia decadencia económica y cultural no nos permitió llevar a cabo la empresa modernizadora que, a pesar de todos sus atropellos y crímenes, realizaron Francia e Inglaterra en los países de los que se adueñaron.”1

El protectorado español en Marruecos fue sencillamente un gran negocio para un puñado de capitalistas y oficiales corruptos y una cuestión de prestigio para la monarquía. Las consecuencias de esta aventura las pagaron los campesinos marroquíes y los campesinos y obreros españoles que fueron enviados para aplastar la resistencia de estos y fueron masacrados en Annual.

El Ejército de África

Las tropas españolas destacadas en el protectorado de Marruecos estaban compuestas por soldados de reemplazo que cumplían un servicio militar de tres años. La única forma de acortar o evitar el servicio era mediante pago –pese a que la Ley de reclutamiento de 1912 eliminó la “redención en metálico”, ésta se siguió practicando bajo cuerda. Los hijos de los trabajadores y campesinos pobres que no podían pagar para evitar el servicio militar eran enviados a Marruecos, mientras que se libraban los hijos de los pudientes. El ingeniero y periodista Arturo Barea, que sirvió en la Guerra de Marruecos como sargento de Ingenieros, expresa de este modo en su autobiografía La forja de un rebelde los sentimientos de los campesinos arrojados al caldero del Rif:

“¿Por qué tenemos nosotros que luchar contra los moros? ¿Por qué tenemos que "civilizarlos" si no quieren ser civilizados? ¿Civilizarlos a ellos, nosotros? […] Nuestros pueblos no tienen escuelas, las casas son de adobe, dormimos con la ropa puesta, en un camastro de tres tablas en la cuadra, al lado de las mulas, para estar calientes. [,,,] Reventamos de hambre y de miseria. El amo nos roba y, si nos quejamos, la Guardia Civil nos muele a palos”.2

El propio Arturo Barea saca esta conclusión premonitoria tras vivir de forma directa el caos organizativo en el que se movía el ejército en sus operaciones en el territorio del protectorado:

“Las unidades del ejército español en Marruecos iban a la batalla sin medio alguno de orientación. Se mandaba a los hombres al frente, y se dejaba a su instinto el averiguar hacia dónde avanzar y sobre todo cómo regresar a sus bases; y unidad tras unidad se perdían en la noche. De repente entendí aquellas trágicas retiradas de Marruecos, donde después de una operación victoriosa, los hombres morían a cientos en emboscadas.”3

Este desastre organizativo del ejército de África se debía sobre todo, a la corrupción generalizada. Barea aporta numerosos ejemplos de prácticas corruptas en todos los niveles del ejército y de la administración del protectorado: compra de materiales de construcción por debajo de lo presupuestado, nóminas infladas de trabajadores indígenas, venta de elementos de intendencia (comida, ropa, mantas, lámparas), subasta de animales sanos haciéndolos pasar por enfermos… Los beneficios del saqueo se repartían respetando graduación. La mezcla de corrupción, ineptitud y brutalidad generaban cada vez más resentimiento y desmoralización en las tropas de reemplazo y más indignación y oposición a la guerra en España.

Conscientes de esta situación, los oficiales Millán Astray y Francisco Franco crean el cuerpo de la Legión en 1920. Este es un cuerpo voluntario, inspirado en la Legión Extranjera francesa, que atraerá tanto a mercenarios extranjeros como a delincuentes y desclasados españoles. La Legión será, junto con los Regulares indígenas, la principal fuerza de choque del imperialismo español en Marruecos y la que cometerá las mayores atrocidades contra la población y los combatientes rifeños.

Fue en la Guerra del Rif en la que cristalizó la casta de oficiales que perpetró el golpe de Estado del 18 de julio y las matanzas de la Guerra Civil y la posguerra. Fue de hecho en el protectorado donde empezó el golpe de Estado, con la sublevación del Ejército de África. La Legión y los Regulares ejecutaron una matanza tras otra en su avance por la península bajo las órdenes de los mismos oficiales y con los mismos métodos sanguinarios antes empleados en Marruecos.

“Olé los hombres”

La temeridad estúpida del general Silvestre fue el accidente que expresó la necesidad. Adentrándose en el territorio de los Beni Urriaguel –contra el criterio del gobierno y del estado mayor– alargando las líneas de suministro más allá de lo posible y fortificando peñones sin rastro de agua, Silvestre propició la ocasión para que las tropas irregulares rifeñas dejaran al descubierto el estado calamitoso del ejército colonial español. Como dijo el político republicano Eduardo Ortega y Gasset, hermano del conocido pensador:

“España, con una administración corrupta y desvergonzada no proveía a sus soldados de los materiales necesarios. Ello permitió que unos rifeños con mucho valor, pero sin organización militar, derrotaran a tropas regulares muy superiores sobre el papel”.4

El rey y su corte estaban decididos a dar una lección a los “salvajes” rifeños, pasando por encima del gobierno y de la escala de mando. Alfonso XIII telegrafío a Silvestre la siguiente sugerencia: “Tú haz lo que yo te diga. No hagas caso al ministro de la Guerra, que es un imbécil”. También se tiene noticia de otro telegrama, que no se ha conservado, en el que el Borbón animaba a Silvestre con un sonoro “Olé los hombres” (o algo similar y más grosero).5

El resultado de este avance insensato fue que una a una todas las unidades españolas fueron embolsadas y masacradas por las tropas de los Beni Urriaguel. El número total de soldados españoles muertos es posible que nunca se conozca con absoluta certeza, pero los datos más conservadores contenidos en el “Expediente Picasso” hablan de unos 12.000, incluyendo cientos de oficiales y al propio general Silvestre, que aparentemente se quitó la vida en medio de la desbandada general.

Los hermanos El Jattabi declararon años después que trataron de impedir las ejecuciones de las unidades que se habían rendido en Monte Arruit, Zeluán y otras posiciones. Es perfectamente posible que la combinación del odio acumulado en las cabilas por años de represión, unido a que Abd El-Krim todavía tenía que afianzar su autoridad, condujera a esta masacre. En cambio, las unidades que fueron hechas prisioneras en Nador sí fueron respetadas. Por lo oficiales capturados consiguió Abd El-Krim un rescate de tres millones de pesetas que fue de gran ayuda para la recién constituida República del Rif. La reacción de Alfonso XIII al conocer el pago de este rescate parece ser que fue: “Pues sí que está cara la carne de gallina”.6

El Expediente Picasso y el golpe de Primo de Rivera

La primera consecuencia política del Desastre de Annual en España fue la caída del gobierno presidido por Manuel Allendesalazar y el nombramiento de un gobierno de concentración, presidido por el veterano conservador Antonio Maura. Este gobierno, a petición del Alto Comisario español en Marruecos, general Berenguer, estableció una comisión de investigación cuyo informe se encargó al general Juan Picasso, tío segundo del famoso pintor malagueño. Desde el principio, Berenguer y el gobierno trataron de limitar el alcance de las investigaciones de Picasso, calificando como materia reservada los acuerdos, planes y disposiciones del Alto Comisariado. Picasso no estuvo de acuerdo con dicha orden e insistió en investigar hasta a las más altas instancias de mando. Esta insistencia hizo a Picasso enormemente impopular entre los generales africanistas, que temían que la investigación acabara salpicando al rey y pusiese al descubierto su propia corrupción.

Si el Desastre de Annual no provocó un estallido insurreccional contra la monarquía fue básicamente porque cuando se empezó a vislumbrar la verdadera dimensión de la catástrofe, ya en 1922, la clase trabajadora aún no se había recuperado de las derrotas sufridas durante el Trienio Bolchevique, en especial las de la huelga general revolucionaria de 1917 y la de las huelgas agrarias de los años siguientes hasta 1921. En el reflujo del movimiento, aunque el Desastre de Annual profundizó más todavía el descrédito de la monarquía alfonsina, del ejército y del régimen de la Restauración en su conjunto, su impacto político inmediato quedó reducido al ámbito del parlamento, que recibió el Expediente Picasso ya en 1922 y por la insistencia de Indalecio Prieto.

Las masas asistieron con una mezcla de conmoción y pesimismo a los trabajos de Picasso y de la comisión parlamentaria. Este estado de ánimo se expresa en coplillas de Luis de Tapia publicadas en el periódico La Libertad el 6 de septiembre de 1921, con el título Ni caso, y en el que se hace una alusión a la posible responsabilidad del rey:

Si en telegramas o cables

oís decir que Picasso

va a encontrar responsables...

no hagáis caso...

Los errores fueron ciertos;

pero en asuntos de guerra,

a las causas y a los muertos

se les echa tierra...

¡La plancha será no chica

si en buscar en lo alto da!

Si Picasso en lo alto pica,

marrará.7

Conforme avanzaban los trabajos parlamentarios, se fue haciendo cada vez más evidente la responsabilidad del rey en el Desastre de Annual. El diputado Manuel Cordero, escribió en El Socialista del 9 de septiembre de 1923:

“La Monarquía encendió esta guerra para entretener y sostener un ejército superior a nuestras posibilidades económicas, por si llegaban momentos difíciles para ella poder volverlo contra el pueblo [… ] Y la guerra de África, que es la ruina material de España, se sostiene nada más que por no declarar a la Monarquía fracasada y por no saber dónde colocar a los militares que sobran.”

Cuatro días después, el general Miguel Primo de Rivera, Capitán General de Cataluña, tomó el poder con el beneplácito del rey, sellando de este modo el destino de la monarquía alfonsina. Con la disolución de las Cortes, Primo de Rivera puso fin a los trabajos de la comisión de responsabilidades e impidió que esta emitiera una resolución que evidentemente iba a sacar a la luz la responsabilidad de Alfonso XIII en el Desastre de Annual. Sí permitió el dictador que continuara la investigación de la justicia militar, no sin antes sustituir a buena parte de sus miembros por otros más inclinados a tratar con benevolencia a los acusados. En efecto, en junio de 1924 el general Berenguer fue simplemente apartado del servicio, siendo amnistiado por el gobierno al mes siguiente (lo que, paradójicamente, le permitió sustituir años más tarde al propio Primo de Rivera ante la crisis de la dictadura).

Pese a todas las maniobras de ocultación, era evidente para las masas españolas, para los veteranos de guerra y para el conjunto de los trabajadores, que el Desastre de Annual y, en general, toda la aventura colonial marroquí era responsabilidad exclusiva del rey, de la corrupta casta de oficiales y de los sectores empresariales que se arremolinaban en torno a la corona. La guerra de Marruecos y la dictadura de Primo de Rivera fueron un punto de inflexión en la crisis del sistema de la restauración y un jalón en el camino que llevó a la proclamación revolucionaria de la II República.

La República del Rif

La incontestable victoria de Annual permitió a Abd El-Krim llevar a cabo la enorme tarea de unificar y organizar a las diferentes cabilas rifeñas para hacer frente a los imperialismos español y francés. Francia controlaba la mayor parte del territorio marroquí con el consentimiento de la casa real alauí. Ante esta situación, Abd El-Krim decidió no actuar en nombre del sultán sino constituir una república independiente en los territorios que iba ganando al protectorado español. Nace de este modo la República del Rif, que será el primer intento serio de crear un estado moderno en el Magreb.

La República del Rif coincide en el tiempo con el surgimiento de la Turquía moderna, bajo el liderazgo de Mustafa Kemal Atatürk. La tarea de unificación y modernización de Abd El-Krim tiene grandes paralelismos con la llevada a cabo por el general turco, y coinciden en que ambas se llevaron a cabo en el marco de una guerra de liberación nacional contra un enemigo exterior (los colonizadores españoles y franceses por un lado y los invasores griegos y de la Entente por el otro). Eso sí, a Abd El-Krim le tocó gobernar un territorio infinitamente más atrasado económica y culturalmente que los territorios centrales del extinto Imperio otomano.

El primer paso de esta construcción de un Estado fue la constitución de una milicia unificada y centralizada que, bajo la dirección de Hmed Abd El-Krim, fue capaz de extender el territorio de la república hasta la Yebala, tomando Chauen en 1924. Para entonces, el territorio del protectorado español se limitaba a la costa atlántica y a las zonas que rodeaban Tetuán, Ceuta y Melilla. La respuesta del imperialismo español fue un bombardeo constante sobre el Rif utilizando armas químicas, como el agente naranja, que provocaron numerosas víctimas civiles y dejaron enormes secuelas en el territorio y la población rifeña.

Abd El-Krim era perfectamente consciente, por su experiencia como funcionario del protectorado, de la sangría que era para el Estado español la presencia en el Rif y de la oposición que entre la clase trabajadora y la intelectualidad españolas existía hacia la guerra de Marruecos. La política exterior de la República del Rif estuvo encaminada a obtener la solidaridad internacional en defensa de su derecho a la autodeterminación, algo que consiguió de parte de la izquierda española de entonces. Este fragmento de una carta del gobierno de la República del Rif al gobierno español es una muestra de este principio:

“Nos causa sorpresa que ignoren los intereses de la propia España no haciendo la paz con el Rif, mediante el reconocimiento de su independencia, y así promover las relaciones de buena vecindad, en lugar de humillar a nuestro pueblo e ignorar todas las doctrinas humanas y legales de ley universal, tal como se hallan contenidos en el tratado de Versalles firmado después de la Gran Guerra [la Primera Guerra Mundial].”8

El imperialismo francés, por su parte, reaccionó a la creación de la República del Rif militarizando las zonas fronterizas de su protectorado, lo que no tardó en causar conflictos con la población local, que pidió el auxilio de Abd El-Krim. La respuesta de éste fue una ofensiva contra Fez, capital del protectorado francés que, aunque victoriosa en un principio (batalla de Uarga), supuso el punto de inflexión en la guerra al provocar una mayor implicación de las fuerzas francesas en el conflicto. Finalmente, en septiembre de 1926, la República del Rif fue derrotada por la acción conjunta franco-española, que se materializó en el Desembarco de Alhucemas el día 8 de ese mes. El Desembarco de Alhucemas fue la mayor operación anfibia de la historia hasta ese momento, y dejó claro que el imperialismo español sólo podía vencer a la República del Rif con la ayuda de la más poderosa Francia.

A pesar de su derrota final, la experiencia de la República del Rif fue una inspiración para las luchas revolucionarias antiimperialistas de las décadas siguientes, y sus símbolos y sus tradiciones siguen vivas en la memoria colectiva de los rifeños a pesar de la represión del régimen marroquí. En el levantamiento del Rif de 2016, la orgullosa bandera de la República del Rif volvió a ser ondeada por una nueva generación que despertaba a la lucha contra la opresión.

1Goytisolo, Juan: Alquibla, RTVE, 1993, disponible en RTVE Play.

2Barea, Arturo: La forja de un rebelde. Vol. II: La Ruta. Londres, Arturo Barea y herederos, 1951

3Ibid.

4Ortega y Gasset, Eduardo, Annual: relato de un soldado e impresiones de un cronista, 1922.

5Rubio, Antonio, El desastre de Annual a través de la prensa, Madrid, Libros.com, 2021.

7Citado por Alía Miranda, Historia del ejército español y de su intervención política, Madrid, Los libros de la catarata, 2018.

8Citado por Martín, Miguel: El colonialismo español en Marruecos (1860-1956). Madrid: Club de Amigos de la UNESCO, 2002.

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