Y llevamos casi once meses y todos los indicadores no muestran recuperación alguna de la economía, la lluvia tan esperada de inversiones del exterior al país nunca llegó y no llegará y el blanqueo de capitales por cierto, escaso.
Por el contrario, lo que sí está a pleno auge son los despidos, la recesión, los beneficios a los sectores más rancios del capitalismo, sean mineras, agronegocios, bancos mayoristas, etc. La apertura de las importaciones dio un golpe certero al precario mercado interno, que en el período anterior era sostenido en parte con la recaudación de los sojeros –un “equilibrio” muy fino entre la especulación del campo y la caja en el Estado para otorgar subsidios a los empresarios que garantizaban el “círculo virtuoso” del mercado interno argentino.
La inflación persiste, retomando niveles cercanos al 3% en octubre, lo que lleva a un cierre de año con un acumulado de más del 40%.
Pero la crisis llegó y se instaló y la precariedad cedió ante la embestida brutal de un gobierno totalmente alineado con el imperialismo yanqui y al capital financiero internacional.
Si en los últimos años la economía se direccionaba al mercado internacional y al mercado interno, hoy por el contrario se encuentra orientado solamente al mercado internacional. Pero la lógica de la crisis mundial hace que las economías más “fuertes” caigan ante las contradicciones cada vez más flagrantes, parafraseando a Marx “Todo lo que es sólido se desvanece en el aire, todo lo sagrado es profanado”.
Pero veamos un poco la situación de la clase obrera. Según Política Argentina del 12/10/2016. “De acuerdo al relevamiento de la consultora Tendencias Económicas se registró un aumento de casi el 12% de los suspendidos respecto a igual período de 2015. La destrucción de puestos de trabajo aumentó 8 veces.
Más de 16 mil trabajadores fueron suspendidos durante septiembre, lo que significó un aumento de casi 12% contra igual período de 2015, y fue el segundo mes con registro más alto en siete años. Además hubo 3000 personas despedidas. De esta manera, de acuerdo con datos de la Consultora Tendencias Económicas, en septiembre se produjeron 16.052 suspensiones, registrando un incremento del 11,9% contra igual período del año anterior.
Por su parte, en lo que va del año, los trabajadores cesanteados llegaron a 171.801 casos, tras los 3.113 despedidos de septiembre, de acuerdo con las denuncias sindicales.
En comparación con el período enero y septiembre del 2015, durante este año la destrucción de empleos aumentó en casi 8 veces. Los números demuestran que desde que empezó el año unas 19 mil personas fueron despedidas en promedio por mes.
En septiembre, los despidos estuvieron repartidos entre sectores productores de bienes, como petroleros 690 casos; textiles 270; y ramas de la alimentación 110. En el caso de la administración pública se produjeron 592 despidos, concentrados en la provincia de Córdoba, y en el rubro servicios los más afectados fueron los gastronómicos con 330 cesantías y otros 270 en comercios.
Según el INDEC la desocupación llegó a 9,3%, muy por encima del 5,9% del tercer trimestre del 2015. En este caso de acuerdo a las estadísticas oficiales la desocupación más alta fue en Gran Rosario (11,7%), Mar del Plata (11,6%), Córdoba (11,2%), y partidos de Gran Buenos Aires (11,2%)”.
Nada más elocuente que los datos en mano. Y el comportamiento de los jefes sindicales cegetista es planchar los ánimos con el bono de fin de año de tan sólo $2000 (en el mejor de los casos $3500 en 2 cuotas), sacando del eje del debate las movilizaciones y paros parciales y un paro nacional de 24hs. por apertura de paritarias, fin de los despidos y rechazo a la política económica del gobierno. Si el gobierno de Mauricio Macri aparece con cierto margen de maniobra se debe por la traición y claudicación de la dirección del triunvirato de la CGT.
La mesa de unidad sindical conformada por las dos CTAs y la Corriente Federal conducida por Sergio Palazzo, ubicándose todos en el plano del paro nacional, encontró un límite concreto no sólo en la extensión del movimiento, producto de su política de quedar si se quiere subordinado a la agenda cegetista, además y fundamentalmente a su programa reivindicativo que tan sólo se extiende a la defensa del trabajo argentino.
Es cierto que esta consigna, intenta oponerse a la apertura de las importaciones, pero al no señalar quién llevaría adelante el trabajo argentino, dejan la puerta abierta a que sea nuevamente una de las facciones de la burguesía que intentó por medio del Estado Nacional en la década K “abastecer” el mercado interno. Con esto nuevamente se gira como el burro de noria con la idea que sea una facción de la burguesa nacional, buena, patriótica y que lleve los deberes como clase el desarrollo de un mercado interno, que en condiciones de relativa prosperidad no lo hizo y ahora ante la crisis menos que menos.
El macrismo camina de este modo hacia su primera prueba electoral para el año que viene con una economía estancada y un programa flexibilizador. Necesita dar un nuevo golpe a la clase obrera y los sectores más empobrecidos, mientras el endeudamiento alcanza millones de dólares para evitar políticas de shock más radicalizadas de las que sostuvo hasta ahora.
Por su lado la dirección K, como ya lo hemos señalado en editoriales anteriores, no convoca a medidas concretas que paren el avance macrista. Queda claro que Cristina militante la ubica en un lugar que no le implica “responsabilidad” ante su base militante, por el contrario, ha puesto a la militancia en un descontento y desconcierto creciente. La idea de un 2017 a las Legislativas y un 2019 presidenciable es todo el horizonte político para los dirigentes K.
Cristina, en la continuidad de su discurso de diciembre pasado donde advertía a la burguesía y sus esbirros políticos que en 2003 habían tomado un país incendiado y devolvían un país normal, va forjando nuevamente la idea de salvaguardar las instituciones burguesas. Brevemente, cuando fue convocada ante la justicia a declarar en Comodoro Py, señaló: la construcción de un Frente Ciudadano; luego en el acto de los radicales en el Proyecto Nacional y Popular planteó: la construcción de una Nueva Mayoría; y por último, en el acto del 17 de octubre en el Teatro Sha, la construcción de “un gran frente nacional, en el que incorporemos a los sectores agredidos por estas políticas, que no son pocos”. En síntesis, nuevamente el núcleo duro de la dirigencia kirchnerista se apresta a un gran frente nacional para salvaguardar las Instituciones capitalistas ante tremenda crisis y el posible y cierto enfrentamiento en las calles con el gobierno macrista.
El kirchnerismo es un movimiento político nacionalista con una base obrera y popular pero con una dirección no proletaria y un programa burgués al que denomina “capitalismo en serio”.
Por lo tanto, es inherente a su programa político el salvaguardar las instituciones y defender los intereses del capitalismo en su conjunto.
Los frentes opositores que plantea Cristina Kirchner, incluso el posible lanzamiento de la corriente CFK, buscan entonces de manera utópica, sostener la base de funcionamiento del capitalismo, que es la propiedad de los grandes medios de producción en manos de los empresarios y el acrecentamiento de sus ganancias y por el otro, atender los intereses de los trabajadores y el pueblo pobre.
Esta alternativa no representa una salida para los de abajo, ya que como hemos explicado no es posible recuperar las conquistas perdidas durante el macrismo, ni revertir la caída libre de la economía por las vías del capitalismo en crisis. No es una cuestión de opinión, sino una situación netamente objetiva.
Se trata de hacer un balance y reflexionar en relacion a que no es posible recrear la situación política, ni económica, que le permitió al kirchnerismo llevar adelante este programa con relativo éxito.
¿Qué hacer?
¿Hay una salida a la embestida capitalista? Sí creemos que sí y estamos convencidos por los hechos que la realidad muestra en el mundo entero, que existe una salida a la barbarie que se nos presenta como un presente continuo.
Uno de los aspectos fundamentales en las actuales condiciones políticas es forjar la unidad de los sectores populares. Pero esta unidad necesita, como el agua para la vida, claridad y programa.
Hay sectores políticos de vanguardia que plantean que el enfrentamiento es uno que persiste históricamente entre dos bloques bien definidos. Uno de los bloques es el que actualmente maneja el timón del Estado, expresando los intereses más rancios de la burguesía, de los capitalistas.
El otro, podemos sintetizarlo en el bloque que en diferentes oportunidades de nuestra historia expresó no sólo los intereses generales de los capitalistas, sino además a los medianos comerciantes, industriales y de los trabajadores, el peronismo. Por lo tanto, para estos compañeros deberíamos impulsar una salida política, incluyendo a todos estos sectores, en el campo del antiimperialismo para derrotar así a la burguesía con olor a bosta de vaca.
Pero veamos un poco de historia, para Lenin la burguesía rusa era incapaz, “por su situación de clase”, de emprender una lucha decisiva contra el zarismo, justamente porque “la propiedad privada, el capital y la tierra” eran un lastre demasiado pesado para esta clase. En este sentido, Lenin entendía que la “única fuerza capaz de obtener ‘una victoria decisiva sobre el zarismo’” sólo podía ser el “pueblo, esto es, el proletariado y el campesinado, si se toman las grandes fuerzas fundamentales y si se distribuye a la pequeña burguesía rural y urbana (también ‘pueblo’) entre uno y otro”. No obstante, la victoria de la revolución en Rusia, para Lenin, no convertiría “todavía, de forma alguna” la revolución rusa de burguesa en socialista. De acuerdo con el líder ruso, que preveía los profundos significados de las transformaciones que se comenzaban a producir en Rusia, la “revolución democrática” no traspasaría “directamente los límites de las relaciones económico-sociales burguesas”, y aún cuando se hiciese a pesar de la burguesía, tendría “importancia gigantesca para el desarrollo futuro de Rusia y del mundo entero”.
El hecho es que en 1905, mientras combatía los primeros pasos del reformismo en su país, representado por la corriente menchevique, Lenin razonaba rigurosamente dentro de los límites de las proposiciones del materialismo histórico de Marx y Engels, que presuponía que las transformaciones profundas en las sociedades sólo podrían ocurrir en función de condiciones materiales concretas, de manera que “la humanidad sólo levanta problemas que es capaz de resolver”.
En 1917 dijo Lenin que la revolución rusa de 1905 era por su contenido social, es decir, por sus tareas, una revolución democrática (burguesa) y por la clase social dirigente y por sus métodos una revolución proletaria. Era una revolución burguesa democrática porque el objetivo al cual aspiraba directamente y que podía alcanzar inmediatamente por sus fuerzas era la república democrática, la jornada de 8 horas, la confiscación de las inmensas propiedades rurales de la nobleza, las medidas que realizó casi enteramente en Francia la revolución burguesa en 1792 y 1793.
Las tareas democrático-nacionales no resueltas, por ejemplo, en Argentina y en los países capitalistas atrasados: como la unificación nacional, la expulsión del imperialismo, la conquista de los derechos democráticos para la población y las minorías nacionales oprimidas, la reforma agraria, un desarrollo industrial y cultural avanzado, un sistema de transporte moderno y eficiente, la separación de la religión del Estado, entre otras, sólo será posible resolverlas definitivamente con las fuerzas del proletariado de la ciudad y el campo y no se detendrá en éstas, sino que se interrelacionará con tareas Socialistas.
La cuestión es entre la claridad de programa y la herramienta que necesitamos, fundamentalmente la construcción de nuestro Partido de Trabajadores. Un Partido que reclame su derecho de existir y que levante los intereses de la mayoría de la población laboriosa.
Los trabajadores deben dejar de seguir alternativas que plantean marchar juntos a quienes nos sacan el derecho al trabajo, a la salud, a la educación, a la vida misma.
Debemos sacar conclusiones de la propia experiencia, si se quiere de los últimos años, si se quiere desde el 2001. Ver las posibilidades concretas de que los trabajadores, obreros y la juventud avancen en vivir mejor. ¡Cuáles son las herramientas que necesitamos construir para tales objetivos! ¡y en qué marco lo podemos llevar adelante! Hay una crisis mundial capitalista que los economistas más serios del establishment plantean que se ha instalado por cuarenta o cincuenta años, con padecimientos para las mayorías del mundo. Entonces, ¿es viable mejorar las condiciones de existencia y desarrollar la gran industria para que definitivamente salga el país, la región y el mundo adelante? en este marco donde la burguesía todo nos saca, no.
Sólo será posible derrotando al capitalismo y para eso en Argentina necesitamos construir un Partido de Trabajadores que nos aglutine bajo nuestros propios intereses y no mezclados con intereses que nos son ajenos.
Esta es nuestra tarea.