La candidatura del EZLN y la necesidad de la unidad en la acción, pensemos en formas de articulación

Photo: Seven Resist/Flickr

El anuncio del Quinto Congreso Nacional Indígena y el EZLN, el pasado 14 de octubre, acerca de la posibilidad de impulsar, bajo un programa anticapitalista, a una mujer indígena como candidato independiente para las elecciones presidenciales del 2018 ha abierto un debate entre la izquierda en nuestro país. Para algunos marca el inicio de la construcción de una organización diferente, una alternativa a los Partidos burgueses existentes, para otros se trata de un error sectario que favorece al régimen. Hay que retomar los elementos positivos de ambas críticas -que por separado son unilaterales-para superarlas de forma dialéctica, en la idea de que necesitamos la unidad en la lucha de las comunidades, los sindicatos, la juventud, Morena y el EZLN. Queremos contribuir positivamente, y de manera modesta, a ese debate desde posiciones marxistas.

[Editorial de La Izquierda Socialista]

El debate no es para menos, se trata de un vuelco en la táctica de abstención electoral que había caracterizado al EZLN, por lo menos, desde las elecciones del 2006. Marca un paso adelante en tanto se reconoce que la lucha por un cambio de régimen es necesaria y que los oprimidos no podemos abstenernos de la lucha política. También se ha abierto un debate potencialmente saludable en tanto permite discutir lo que debe significar un programa “anticapitalista” que aspire a superar realmente al sistema de explotación actual. Si bien es cierto que la lucha por la autonomía de los pueblos indígenas es justa, es evidente que no es el marco adecuado para encabezar a los más amplios sectores del pueblo, el programa anticapitalista debería enlazar las luchas inmediatas con la necesidad de derribar el capitalismo. La visión localista (y francamente reformista) de los “caracoles” debe ser superada y subsumida dentro de un programa más amplio y radical. Si este vuelco hacia las elecciones se enmarca en un proceso de evaluación seria y profunda de los errores y aciertos del pasado, se enmarca en un proceso de discusión verdaderamente democrático y abierto a todas las organizaciones políticas de izquierda, sobre todo a las bases de estas organizaciones, para principalmente movilizarnos juntos, puede marcar un salto cualitativo que nos ayude a crear la organización política que necesitamos los trabajadores del campo y la ciudad.

La posible candidatura del EZLN responde a su manera al hecho de que para muchos activistas, trabajadores y jóvenes, Morena -específicamente su dirección- no ha sabido presentarse como una opción de lucha seria. El burocratismo, la imposición de dirigentes, la violación sistemática de la democracia partidaria y la miopía electoral han minado seriamente la autoridad política de Morena frente a muchos activistas. Cuando la dirección de Morena se pronuncia contra la caída de Peña Nieto no puede más que repeler a muchos sectores radicales que buscan un cambio de fondo y no aceptan amnistía alguna. Estos compañeros tienen toda la razón cuando se sienten asqueados frente a ese vulgar oportunismo. Si bien es cierto que las bases de Morena han sido siempre solidarias con luchas como las de la CNTE y Ayotzinapa -en realidad no hay un Morena monolítico, hay dos “Morenas”-, debemos reconocer que la dirección burocrática de este Partido ha desperdiciado casi todas las coyunturas de lucha mirando únicamente el plano electoral. Esto es algo que los compañeros de base de Morena deben, y debemos, saber asimilar con el objetivo de corregir estas graves limitaciones que amenazan el futuro de la organización.

Pero por otra parte, los compañeros que honestamente se sumen y nos sumemos a la iniciativa anticapitalista del EZLN debemos entender que sin la unidad en la lucha con Morena -sin que esto implique renunciar a la independencia política y a la libertad de crítica- no habrá posibilidad de construir una verdadera opción de cambio. No podemos confundir lo que los activistas vemos, con lo que ve la mayoría del pueblo, millones que ven en Morena la opción para el cambio en el 2018. No podemos darnos la espalda entre nosotros. Los cambios revolucionarios los hacen las amplias masas y si no aspiramos a ganarlas a un programa anticapitalista, éste pierde todo sentido. Por el momento, Morena cuenta con una base de masas que no puede ser despreciada y que siempre ha sido una aliada natural de la lucha zapatista. Por el momento Morena cuenta con mejores posibilidades de ganar una elección, siempre y cuando esa base de masas se traduzca en una movilización sin precedentes. Muchos compañeros de Morena opinan que la iniciativa del EZLN pretende dividir y hacerle el juego al régimen. Si el EZLN quiere establecer un balance honesto debe reconocer los errores sectarios que jugaron un papel negativo en el proceso electoral del 2006 y que también han minado la autoridad política del EZLN frente a muchos -no debemos ver sólo una cara de la moneda-.

En realidad Morena y el EZLN no son enemigos ni competidores, sino aliados naturales que comparten reivindicaciones. Necesitamos movilizarnos y luchar en conjunto, de otra manera nos derrotarán a ambos por separado. Los militantes de Morena y el EZLN debemos discutir la manera de articular ambos movimientos respetando nuestras diferentes maneras de pensar. En La Izquierda Socialista creemos que la única alternativa verdaderamente anticapitalista es la lucha por el socialismo, pero entendemos que la lucha por el socialismo no puede darse al margen de nuestros compañeros del EZLN y de Morena. Es comprensible, hasta cierto punto, la desconfianza mutua: del EZLN por el oportunismo de la burocracia de Morena, y de Morena por los errores sectarios y divisionistas del EZLN. Sin embargo, las coincidencias -la lucha contra el régimen- nos deben unir en un frente común.

Hay que pensar en opciones de articulación. Debemos hacer camino al andar. Lo primero sería establecer un plan de acción unitario, movilizarnos juntos en las luchas por venir, con los maestros, Ayotzinapa, los estudiantes, etc. De aquí al 2018 habrán luchas importantes en donde tenemos la obligación de marchar juntos, nuestro objetivo inmediato debe ser la caída del gobierno de Peña Nieto, si queremos ganar las elecciones del 2018, no podemos esperar a las elecciones del 2018. Con base en esto, una alternativa viable es impulsar una candidatura de unidad, promoviendo, por ejemplo, una consulta en las escuelas, barrios, comunidades y centros de trabajo, en donde se determine al candidato común. Pero esto es sólo una alternativa. Lo que parece innegable es que si luchamos por separado y vamos a las urnas divididos tenemos pocas posibilidades de ganar.

La lucha por la unidad debe vencer resistencias sectarias y burocráticas. Los compañeros del EZLN deben abrirse al debate y aceptar en la construcción del programa anticapitalista a todos los trabajadores, estudiantes y sindicalistas que no necesariamente sean adherentes a la “Otra campaña”. El error de, en los hechos, expulsar a todo aquél que no comulga con el zapatismo no cabe en la construcción de una alternativa política de los oprimidos. Si el debate se cierra de forma sectaria no será posible construir una verdadera alternativa anticapitalista.

Por otra parte, si los compañeros de Morena sólo ven en el EZLN a un enemigo manipulado por Salinas la campaña electoral del 2018 puede degenerar en una lucha fratricida que sólo va a beneficiar a la candidatura del régimen. El oportunismo alimenta al sectarismo y el sectarismo favorece el burocratismo. Hay que acercar posiciones sin renunciar a nuestros principios o puntos de vista. Si una candidatura de unidad no es posible, la lucha conjunta nos fortalecerá a ambas organizaciones y serán las masas las que decidirán, al haber caminado hombro con hombro, cuál es la opción de izquierda más viable. Quizá esto -llegado el momento- permita que alguno de los dos candidatos decline por el mejor posicionado, tal como lo hizo Heberto Castillo en las elecciones del 88. A pesar de nuestras diferencias con el reformismo de Heberto -igual que las tenemos con AMLO-, debe reconocerse que aquella declinación fue un gesto de unidad loable.

Como ya señalamos, en la Izquierda Socialista -sección mexicana de la CMI- creemos que la única alternativa al capitalismo pasa por la expropiación de la gran burguesía industrial, bancaria y terrateniente; la puesta bajo control obrero de las palancas fundamentales de la economía y la construcción de un Estado obrero transitorio que levante la bandera del internacionalismo proletario; es decir, las limpias banderas de Marx, Engels, Lenin y Trotsky. Para nosotros sólo el socialismo es anticapitalismo. En la lucha por estas ideas, apoyaremos toda iniciativa de izquierda que ayude a elevar el nivel de conciencia y de organización de los trabajadores, marcharemos hombro con hombro con nuestros hermanos del Morena y el EZLN.