Este Lunes de Pascua, en el calendario católico -28 de marzo- se cumplió el centenario de la Insurrección de Pascua de 1916, en Dublín (Irlanda). Fue un acontecimiento que tiene muchas lecciones importantes para los revolucionarios de hoy en día. Para tal ocasión, publicamos y recomendamos este artículo de Ted Grant, escrito en 1966.
El 17 de abril de 1916 el ejército Ciudadano Irlandés, junto a los Voluntarios Irlandeses, se levantaron en armas contra el poderoso Imperio Británico para dar un mazazo a favor de la libertad de Irlanda y crear una Republica Irlandesa. Su lucha por la libertad tuvo un eco en todo el mundo y precedió a la primera Revolución Rusa en casi un año.
El caldo de cultivo para la rebelión eran los siglos de opresión nacional sufridos por el pueblo irlandés en beneficio de los terratenientes y capitalistas británicos. Estos habían contado con el apoyo de los terratenientes y capitalistas irlandeses, y con el de la jerarquía católica, que estaban vinculados por lazos de interés a los imperialistas, y se unieron a ellos por miedo a los obreros y campesinos irlandeses.
Es imposible comprender el levantamiento de Semana Santa sin entender las ideas de su dirigente, James Connolly, el cual se consideraba un marxista y se basaba en las ideas del internacionalismo y de la lucha de clases. Al igual que MacLean en Gran Bretaña, Lenin y Trotsky, Liebknecht y Luxemburgo y otros internacionalistas, Connolly presenció con horror la traición de los dirigentes del movimiento obrero en todos los países cuando apoyaron la guerra imperialista. En relación a la traición de la Segunda Internacional, Connolly declaró en su periódico La República Obrera: "Si estos hombres han de morir, ¿no sería mejor que muriesen en su propio país luchando par la libertad de su clase y por la abolición de la guerra, que no ir a países extranjeros y morir asesinando y asesinados por. sus hermanos para que los tiranos y explotadores puedan vivir?"
Protestando contra el apoyo del TUC británico a la guerra, Connolly escribió: "Hubo un tiempo en que la voz unánime del Congreso declaró que la clase obrera no tenía ningún otro enemigo que la clase capitalista ¡y la de su propio país en primer lugar!" Connolly defendía la libertad nacional como un paso hacia la República Socialista irlandesa. Pero mientras que hoy los estalinistas y los reformistas — 50 años después de 916 — todavía murmuran en términos políticamente incoherentes sobre la necesidad de la revolución nacional contra el imperialismo", Connolly era particularmente claro sobre la cuestión de clase que era la base del problema Irlandés. Sin estar en contacto directo con Lenin y Trotsky, adoptó una postura similar. "La causa obrera es la causa de Irlanda, y la causa de Irlanda es la causa obrera", escribía. "No se pueden separar. Irlanda busca la libertad. Los obreros buscan que una Irlanda libre sea la única dueña de su propio destino, la propietaria suprema de todas las cosas materiales en y debajo de su suelo".
Connolly no tenía ilusiones en los capitalistas de ningún país, y menos en los de Irlanda. Sobre el capitalismo internacional escribió: "Si vemos como una pequeña sección de la clase poseedora está dispuesta a lanzar una guerra, a derramar océanos de sangre y gastar millones, sólo para mantener intacta una pequeña porción de sus privilegios, ¿cómo podemos esperar que el conjunto de la clase poseedora se abstenga de utilizar las mismas armas y se someta pacíficamente cuando le llamemos a entregarnos para siempre todos sus privilegios?".
Los capitalistas irlandeses
Y sobre los capitalistas irlandeses: "Por lo tanto, cuanto más me gusta la tradición nacional, la literatura, la lengua, más firmemente convencido estoy de mi oposición a la clase capitalista que en su desalmado afán de poder y oro trituraría las naciones como en un mortero". Y de nuevo: "Estamos por una Irlanda para los irlandeses. Pero, ¿quiénes son los irlandeses? No el casero rentista poseedor de suburbios, no el capitalista sudoroso triturador de beneficios, no el pulcro abogado untado, no el prostituido hombre de la prensa — los mentirosos a sueldo del enemigo. No son estos los irlandeses de los que depende el futuro. No son estos, sino la clase obrera irlandesa, la única base sólida sobre la que se puede alzar una nación libre".
Escribiendo sobre la necesidad de una insurrección irlandesa para expulsar al imperialismo británico, escribió en relación a la 1 Guerra Mundial: "Empezando así, Irlanda puede que todavía encienda la antorcha de una conflagración europea que no se apagará hasta que el último trono y los últimos bonos y obligaciones capitalistas se hayan consumido en la pira funeraria del último militarista".
Como respuesta a la demanda de conscripción que había sido impuesta en Gran Bretaña y que era apoyada por los capitalistas irlandeses también para Irlanda, donde los empresarios estaban presionando para forzar a los trabajadores irlandeses a presentarse voluntarios, Connolly escribió: "Queremos y debemos tener conscripción económica en Irlanda para Irlanda. No a la conscripción de los hombres por hambre para obligarles a luchar por el poder que les niega el derecho a su propio país, sino la conscripción por parte de una nación irlandesa de todos los recursos de la nación — su tierra, sus ferrocarriles, sus canales, sus talleres, sus muelles, sus minas, sus montañas, sus ríos y corrientes, sus fábricas y maquinaria, sus caballos, su ganado, y sus hombres y mujeres —, todos cooperando juntos bajo una dirección común que les agrupe de tal manera que Irlanda pueda vivir y alimentar con su fruto abundante al mayor número de la gente más libre que nunca haya conocido".
También miraba desde un punto de vista de crítica de clase a los empresarios que se oponían a la conscripción: "Si aquí y allí encontramos por casualidad a un empresario de los que nos combatieron en 1913 (el Gran Cierre patronal de Dublín en el que los empresarios trataron de destruir la organización sindical, pero fueron derrotados en esto por la solidaridad de los trabajadores irlandeses y también de sus compañeros británicos) que esté de acuerdo con nuestra política nacional en 1915, no es porque se haya convertido o porque este avergonzado de la utilización injusta de sus poderes, sino simplemente porque no ve en la conscripción económica los beneficios que esperaba ver al negar a sus seguidores el derecho de organizarse por sí mismos en 1913".
Respondiendo a las objeciones que se hacían al firme posicionamiento de clase que él defendía declaró: "¿Pensamos que es incorrecto que el empresario defienda sus intereses? No. Pero tampoco nos hacemos ilusiones sobre cuáles son sus motivaciones. De la misma manera nosotros tomamos partido por nuestra clase, abiertamente por nuestros intereses de clase, pero convencidos de que estos intereses son los intereses más elevados de la raza".
Esta es la luz bajo la que se debe examinar el levantamiento de 1916. Como consecuencia de las luchas del pasado, Connolly, que era el secretario general del Sindicato de Trabajadores General y del Transporte de Irlanda (ITGWU), había organizado el Ejército Ciudadano con el objetivo de defenderse contra los ataques de los capitalistas y la policía y preparar la lucha contra el imperialismo británico. El Ejercito Ciudadano tenía una composición casi exclusivamente obrera: estibadores, obreros del transporte, de la Construcción, impresores y otros sectores de la clase obrera de Dublín nutran sus filas.
Fue con esta fuerza y en alianza con los Voluntarios Irlandeses, más de clase media, con la que Connolly preparó el Levantamiento. No tenía ninguna ilusión sobre su éxito inmediato. Según William O'Brien, el día de la insurrección Connolly le dijo: "Vamos a ser masacrados." Él le dijo: "¿Tenemos alguna posibilidad de éxito?" y Connolly respondió: "Ninguna en absoluto".
La Huelga General
Connolly comprendía que la tradición y el ejemplo creados serían inmortales y sentarían las bases para la futura libertad y la futura República Socialista Irlandesa. En eso reside su grandeza. ¡Qué diferencia con los cobardes y traidores dirigentes estalinistas y socialdemócratas alemanes, que a pesar de tener tres millones de trabajadores armados apoyándoles, y con la simpatía y el apoyo de la inmensa mayoría de la clase obrera alemana dispuesta a luchar hasta la muerte, capitularon ante Hitler sin disparar un solo tiro!
Una vez dicho esto, es necesario ver no sólo la grandeza de Connolly — héroe de los trabajadores irlandeses y uno de los mas grandes hijos de la clase obrera de habla inglesa — y los efectos de la insurrección en preparar la expulsión, por lo menos en el sur de Irlanda de la dominación directa del imperialismo británico, sino también sus errores.
No hubo ningún intento de convocar una huelga general que hubiese paralizado al ejército británico. No hubo una auténtica organización y. preparación de la lucha armada. No sé hizo propaganda entre las tropas británicas para ganar su apoyo y simpatía. Los dirigentes de clase media de los Voluntarios Irlandeses estaban divididos. Uno de los dirigentes, Éoin MacNeill revocó órdenes para la "movilización" y para "maniobras" y en la confusión sólo parte de los Voluntarios se unió al Ejército Ciudadano Irlandés en la insurrección. Así, en el último minuto, la insurrección fue traicionada por la vacilación de los dirigentes de las capas medias, como han traicionado tantas veces en la historia de Irlanda y en la historia de otros países.
Las tropas de ocupación británicas suprimieron la insurrección y ejecutaron salvajemente a sus dirigentes, incluido su líder, James Connolly, que ya estaba gravemente herido. Connolly fue asesinado pero, en última instancia, el imperialismo británico sufrió una derrota.
Hoy en día todos los sectores de la sociedad irlandesa en los 26 condados hipócritamente apoyan el "inmortal heroísmo de Connolly". Los capitalistas irlandeses pretenden rendirle honores. Connolly les hubiera escupido a la cara con des-precio. Les combatió siempre, desde que se hizo un hombre, en interés de los obreros irlandeses y del socialismo internacional. Pero su desprecio mayor lo hubiera reservado para aquellos que en el movimiento obrero, incluidos los dirigentes del Partido Laborista, del llamado Partido Comunista y de las varias sectas que dicen hablar en nombre de los trabajadores irlandeses, 50 años después de la Semana Santa de 1916, no han comprendido que la unidad de los trabajadores irlandeses del Norte y del Sur sólo se puede conseguir llevando la lucha sobre una base de clase por una República Socialista Irlandesa, en unidad indisoluble con los trabajadores británicos en su lucha por una República Socialista democrática británica.