El acuerdo impuesto a Grecia en la madrugada del 13 de julio tras una cumbre del euro que duró toda una noche sólo se puede describir como una capitulación humillante. En resumidas cuentas, Grecia ha entregado toda su soberanía a la troika a cambio de un nuevo rescate con duras condiciones y algunas promesas vagas de una restructuración de la deuda (pero no una quita de la misma) que tal vez serán estudiadas en un futuro. Este acuerdo no funcionará. Destruirá políticamente a Tsipras y a Syriza, y económicamente sumirá a Grecia aún más en la recesión. También ha revelado profundas fisuras en la Unión Europea.
Hace seis meses el pueblo griego votó en contra de la austeridad con la elección del gobierno de Syriza el 25 de enero. Hace poco más de una semana rechazaron de manera decisiva la austeridad con un voto del 61,3% por el OXI (NO) en el referéndum convocado por el primer ministro Tsipras el cinco de julio. Ahora, la troika ha impuesto un acuerdo mucho peor que el que se sometió a voto en el referéndum, y el cual Tsipras ha aceptado. Si hay una conclusión que debería quedar clara para todo el mundo en base a esta experiencia es que no es posible acabar con la austeridad dentro de la camisa de fuerza de una Europa capitalista sumida en la crisis.
Los detalles del acuerdo que se ha firmado son estremecedores. Son mucho peores que lo que el gobierno griego propuso el jueves 9 de julio, lo cual ya era un humillante arrodillamiento. El documento ha sido redactado con la colaboración de altos funcionarios franceses y es un reflejo de la enorme presión que ha venido de ciertas partes para evitar una expulsión de Grecia de la eurozona.
En este sentido, Francia ha actuado como el agente de los intereses de EEUU y del FMI, y también para tratar de contrarrestar el peso del poderoso capital alemán en la UE. Los últimos días han desenmascarado mejor que nunca la verdadera naturaleza de la UE. En vez de un “proyecto” para construir una Europa unida y fuerte, hemos visto riñas entre los estados miembros, con los intereses nacionales de cada país sobre la palestra.
También ha caído la máscara de los capitalistas “razonables y civilizados”, saliendo a la luz el verdadero monstruo que durante mucho tiempo se ocultó tras estos clichés. Esto quedó patente sobre todo en el caso de Wolfgang Schäuble, el ministro de finanzas alemán, que ha mostrado una clara determinación por aplastar al pueblo griego y un desprecio hacia sus aliados que trataron de llegar a algún tipo de compromiso para evitar la expulsión de Grecia del euro. Esto es una indicación de lo que está por llegar en términos de las tensiones entre los Estados miembros más poderosos de la UE, y no es un buen augurio para el futuro de la Unión en su totalidad, tanto en el sentido de su menguante influencia mundial y de su cohesión interna.
Los estadounidenses en concreto estaban aterrorizados por el potencial impacto que tendría sobre la frágil economía global un default griego desorganizado. Mientras la atención del mundo entero estaba posada sobre la crisis europea, la burbuja en el mercado de valores chino empezó a estallar. La situación de la economía mundial es tan precaria que cualquier bache la puede sumir en una nueva recesión. Por esta razón, los EEUU ejercieron una presión enorme para que se llegase a un acuerdo. Tal acuerdo debería incluir un alivio sustancial de la deuda. En cualquier caso, tal y como el FMI admitió en un informe oficial, la deuda griega es inmanejable y nunca será devuelta en su totalidad. Una auditoría es necesaria.
Por supuesto, lo que exigían los EEUU era que el capital alemán acarrease el peso de tal reducción de la deuda, ya que Alemania es el país más expuesto a la deuda griega. Es fácil hacerse el listo con dinero que no es tuyo. Este era el verdadero significado de la propuesta francesa que el gobierno griego presentó al Eurogrupo de ministros de finanzas.
Esa propuesta ya hizo que el gobierno perdiese su mayoría en el parlamento, con 17 diputados de Syriza negándose, de diversas formas, a votar por ella, y otros 15 votando a favor pero protestando contra la decisión. El gobierno tiene una mayoría de 162 diputados (149 de Syriza y 13 de ANEL). Dos miembros de Syriza votaron abiertamente en contra, otros 8 se abstuvieron (incluyendo el ministro de energía y dirigente de la Plataforma de Izquierdas, Panagiotis Lafazanis, y el viceministro de Seguridad Social Stratoulis), otros 7 se ausentaron (aunque dos de ellos mostraron su conformidad con la propuesta) y 15 miembros de la Plataforma de Izquierdas votaron a favor pero emitieron un comunicado separadamente expresando su oposición a las medidas. El gobierno tuvo que apoyarse en los votos de los partidos de la oposición (PASOK, ND, To Potami) para que la propuesta fuese aprobada en la madrugada del 11 de julio. ¡De facto lo que estamos viendo es la creación de una coalición de “unidad nacional”!
El voto no se presentó como un respaldo a las propuestas en sí, sino como un voto para darle autorización al gobierno para que negociase con Europa en base a esas propuestas. Esto era una forma de ejercer presión sobre los diputados críticos de la Plataforma de Izquierdas con el argumento que se trataba de un voto de confianza a Tsipras. En realidad, la Plataforma de Izquierdas debería haber sido mucho más firme, votando en contra de manera unificada y convocando movilizaciones contra estas propuestas que son una violación directa del mandato que se dio en el referéndum.
Cuando las últimas propuestas griegas (es decir, francesas) llegaron a Bruselas fueron recibidas con la firme oposición de Alemania. Schäuble presentó una revisión escrita al documento griego exigiendo una rendición unilateral. Pedía que se llevasen a cabo inmediatamente más recortes y contrarreformas, culpaba a Grecia de cualquier estancamiento en las negociaciones, exigía que 50 mil millones de euros en propiedades del Estado fuesen puestas bajo el control de un fondo en Luxemburgo para ser privatizadas y, por último, planteó la idea de dejar a Grecia fuera de la eurozona durante cinco años (léase que “debería ser expulsada”).
La posición del capital alemán parte de su opinión de que en general la salida de Grecia del euro sería menos costosa (política y económicamente) que un nuevo rescate. Los motivos económicos están claros, en vez de seguir tirando dinero a un pozo sin fondo con pocas perspectivas de recuperarlo, es mejor soltar lastre y escapar, tal vez dando algo de dinero a Grecia en forma de ayudas humanitarias.
Las razones políticas ya las hemos explicado en otras ocasiones: no se puede aceptar que Grecia se desvíe de la austeridad para evitar que otros países sigan el ejemplo. Si se le permitiese a Syriza atenuar los recortes y la austeridad, eso hubiese reforzado a Podemos en España y hubiese debilitado notablemente a los gobiernos de España, Portugal, Francia, Irlanda y otros países que han estado llevando a cabo precisamente esas políticas. Además de esto, con el auge de partidos euroescépticos a su derecha, Merkel no quiere mostrarse blanda con Grecia.
A esto hay que añadir la irritación que produjeron las interferencias francesas en Alemania. ¡Cómo puede permitirse Hollande ayudar a los griegos a escapar de las garras alemanas! El capitalismo alemán es el más poderoso de la UE y por lo tanto tiene la autoridad.
Las exigencias alemanas, expresadas en el documento de Schäuble, eran tan escandalosas y arrogantes que parecían tener como objetivo empujar a los griegos fuera de la mesa de negociaciones. Les ayudaron los finlandeses, cuyo gobierno es rehén de euroescépticos de extrema derecha. No sólo era el lenguaje del documento, pero también la forma con la que se trató a Tsipras en la cumbre. Algunos periodistas burgueses han dicho que fue “crucificado”, otros que “se llevó a cabo una tortura mental”.
El contenido del “acuerdo” de la capitulación
Sorprendentemente, al final se llegó a un acuerdo que básicamente incluía todas las exigencias de Alemania.
El documento, que Tsipras ha firmado, es escandaloso, pisoteando abiertamente la soberanía nacional de Grecia y transformándola en resumidas cuentas en un protectorado de la troika.
Grecia deberá de aprobar leyes en relación a cuatro medidas, incluyendo aumentos en el IVA, recortes adicionales al sistema de pensiones y “recortes de gasto casi automáticos en caso de que haya desviaciones en los objetivos de superávit primario”. Todo esto ha de legislarse en 72 horas, para el 15 de julio. Luego otras dos medidas han de aplicarse para el 22 de julio.
Sólo tras la implementación de estas medidas y tras ser “verificadas por las instituciones y el Eurogrupo”, se “podrá” (nótese la condicionalidad) tomar la decisión de empezar a negociar el Memorando de Entendimiento (MdE).
Pero la cosa no acaba ahí. Para concluir el nuevo MdE, Grecia tendrá que llevar a cabo más recortes y de mayor calado “para compensar por el estado de deterioro económico y fiscal del país”. Esto significa: más recortes en pensiones, “reformas de mercado más ambiciosas”, la privatización de la red eléctrica (ADMIE). Además, se señala que el gobierno griego, al revisar los convenios colectivos y de despido no puede “volver a sus antiguas políticas que son incompatibles con el objetivo de promover (…) el crecimiento”. Esto quiere decir que el gobierno deberá desechar su promesa de reintroducir los convenios colectivos que fueron eliminados en los antiguos memorandos.
Y si estas imposiciones a nivel de la micro-gestión no eran suficientemente insultantes, hay todavía más. El documento también acepta el plan de Schäuble para establecer un fondo de privatizaciones de 50 mil millones de euros. La pequeña “concesión” es que el fondo no estará ya en Luxemburgo sino en Atenas. Sin embargo, esto no implica ninguna diferencia sustancial ya que estará “bajo la supervisión de las instituciones europeas relevantes”. Esto es una locura, incluso desde un punto de vista capitalista. Si sumamos las rentas ya obtenidas en privatizaciones con las que están siendo llevadas a cabo actualmente, obtenemos una cifra de 7 mil millones, y esto ya incluye los activos más valiosos. Es físicamente imposible aumentar siete veces esa cantidad en los próximos tres años.
Y como añadidura la troika (que es de lo que estamos hablando, ya que el documento exige a Grecia que “solicite una continuación de la ayuda del FMI), que estará de nuevo “sobre el terreno, en Atenas”, ¡se arroga el derecho a veto sobre toda la legislación pasada y futura en Grecia! Merece la pena citar literalmente el documento: “el gobierno tendrá que consultar y acordar con las Instituciones todos los proyectos de ley relevantes (…) antes de hacerlos públicos o presentarlos en el parlamento”.
Además de exigir el control sobre la legislación futura, la troika se da el derecho de cambiar leyes ya aprobadas: “con la excepción de la ley sobre la crisis humanitaria, el gobierno griego reexaminará la legislación aprobada contra el acuerdo del 20 de febrero dando pasos atrás en sus promesas programáticas”. Esto ata al actual gobierno griego, elegido por su oposición a los antiguos memorandos, a acatarlos y a cambiar cualquier ley que vaya en contra de sus principios. Eso por ejemplo derogaría la simbólica decisión de reincorporar a las limpiadoras del ministerio de finanzas.
La implementación de estos dictados ni siquiera garantiza el nuevo rescate, como afirma el documento: “los compromisos listados representan los requerimientos mínimos para empezar las negociaciones (…) sin embargo (…) el inicio de éstas no asegura que se llegue a un acuerdo final”.
La cantidad del nuevo rescate del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEE) ronda los 82-86 mil millones de euros, incluyendo 25 mil millones en recapitalizaciones a la banca.
¿Qué se le da a Grecia a cambio de esta capitulación total y su ofrecimiento de sus activos y del control sobre sus finanzas? En relación a la cuestión crucial que el gobierno griego siempre ha enfatizado, el alivio de la deuda, el documento es extremadamente vago. “El Eurogrupo se muestra dispuesto a considerar, si fuese necesario, posibles medidas adicionales (plazos de pago más largos) sobre la deuda griega”.
Este compromiso vago luego recibe un matiz oneroso: “estas medidas se considerarán en condición a la total implementación de las medidas acordadas en un nuevo programa y serán consideradas tras una primera compleción positiva de una revisión”.
La vaguedad de este compromiso contrasta completamente con la dura negativa de la siguiente línea: “la cumbre del euro subraya que recortes nominales de la deuda no se pueden llevar a cabo”, mientras que “las autoridades griegas han de reiterar su cometido unívoco a respetar sus obligaciones financieras a los tenedores de la deuda de manera total y puntual”.
El documento termina con un aliciente bastante dudoso a Grecia, diciendo que la Comisión “trabajará (…) para movilizar hasta 35 mil millones de euros (…) para financiar inversiones y actividades económicas”.
Claramente, Alemania no ha hecho ninguna concesión. Tsipras ha sido obligado a firmar todo a lo que se había opuesto hasta ahora. Mucho se preguntan, ¿cómo es esto posible? ¿cómo ha podido Tsipras firmar un acuerdo tan malo, sobre todo tras haber convocado y ganado un referéndum? Es imposible saber lo que está pasando por la cabeza de Tsipras. Ahora bien, una cosa sí que está clara. La línea de Tsipras y del grupo dirigente de Syriza ha mostrado ser completamente errónea en la práctica. Su estrategia se basaba en la idea de que era posible convencer a la troika para llegar a un acuerdo que permitiese aliviar a la austeridad, lo cual al final daría lugar al crecimiento económico y luego permitiría una devolución de la deuda. Nada por el estilo ha ocurrido.
Cuando convocó el referéndum, Tsipras insistió que un voto por el NO le pondría en una mejor posición en las negociaciones y llegar a un mejor acuerdo. Ha ocurrido lo opuesto.
Además, su insistencia en que mantenerse dentro del euro era la única opción posible le desarmó en las negociaciones, forzándole a hacer incluso mayores concesiones, y dando lugar al final a esta humillante capitulación. Parece no haber aprendido nada y estar dispuesto a firmar su propia ejecución.
Lo peor de esta capitulación es que no funcionará. El impacto que tendrá sobre la economía griega será desastroso. La incertidumbre de las negociaciones y los últimatums de la troika ya han acabado con lo que era una recuperación anémica, sumiendo al país de vuelta en la recesión. Ahora, las dos semanas de cierre bancario y de corralito (y se estima que éste durará cuatro meses), la han mandado de cabeza a una profunda depresión, con la mayor parte de la actividad económica paralizada.
Añadámosle a esto otro paquete de recortes y de austeridad, y el resultado es fácil de predecir. Estas políticas ya han sido implementadas en Grecia los últimos cinco años y han fracasado miserablemente. Han sido incapaces de cumplir su objetivo de reducir el ratio deuda-PIB. Éste ahora se sitúa en más de un 170%. Con estas nuevas medidas inmediatamente saltará a más de un 200%, haciéndolo incluso menos sostenible.
El panorama más probable es que este último “acuerdo” (o más bien imposición) será sólo una escala en el camino hacia una nueva crisis que llevará a un default y a la salida de Grecia del euro.
Desde un punto de vista político, el acuerdo significa el suicidio político del gobierno actual y de la propia Syriza. Ya hay voces en el grupo de Tsipras exigiendo las cabezas de los diputados y ministros que se oponen a su capitulación. El actual gobierno no puede durar ya que perderá su mayoría en las próximas 48 horas. Se están debatiendo diversas opciones, incluyendo un gobierno tecnocrático temporal encabezado por un “independiente” (posiblemente el gobernador del banco de Grecia), una coalición con To Potami etc.
Cualquiera que sea la forma específica que tome estamos hablando, en efecto, de un gobierno de unidad nacional para implementar un programa de ajuste salvaje. Esto cerraría el círculo, con el partido que fue impulsado por las masas al poder para poner fin a la austeridad aliándose con los partidos que fueron derrotados para llevar a cabo el programa de los vencidos.
La presión dentro de Syriza es tal que es improbable que Tsipras convoque una reunión del Comité Central al no estar seguro de que vaya a poder mantener su línea. Primero necesita aprobar estas medidas en el parlamento y para eso necesita una alianza de facto con los partidos burgueses.
¿Había una alternativa?
Sí, pero, ¿cuál era la alternativa? Criticando las propuestas del gobierno la semana pasada, la Plataforma de Izquierdas de Syriza expuso su punto de vista. Están a favor de un retorno a la moneda nacional, pero manteniéndose dentro de la UE (“una opción que ya está bien presente en países como Suecia o Dinamarca”) para implementar un programa que sólo puede describirse como de capitalismo nacional. Esto se basaría en exportaciones, la producción nacional, inversiones estatales en la economía y una “nueva y productiva relación entre los sectores público y privado para encauzar al país hacia el desarrollo sostenible”.
En realidad, este plan es tan utópico como el de Tsipras. Si bien no hay alternativa a la austeridad en el marco de la UE, es ingenuo pensar que una Grecia capitalista independiente sumida en la crisis pueda ser lo suficientemente competitiva como para salir de la crisis, enfrentada como está a naciones capitalistas mucho más poderosas. Parece ser que los compañeros respaldan la idea de que la austeridad es “ideológica”, es decir, la elección de malvados banqueros y capitalistas alemanes, en vez de la consecuencia inevitable de la crisis del sistema. La austeridad es un intento de hacer que los trabajadores paguen el precio de la crisis del capitalismo. Ese seguirá siendo el caso dentro o fuera del euro.
Esta perspectiva equivocada es una de las principales debilidades de la Plataforma de Izquierdas. El pueblo trabajador en Grecia tiene un miedo comprensible a las catastróficas consecuencias económicas que tendría un Grexit. Sus temores justificables no se pueden contrarrestar con el argumento de que “las cosas irán mal un tiempo, pero luego podemos devaluar nuestra moneda y construir un capitalismo nacional fuerte”. No resuelve el problema de un aparato industrial débil y menos productivo, incapaz de competir con el de países avanzados y altamente productivos como Alemania. Fuera o dentro de la UE y el euro, este problema sigue ahí. Y la idea de exportar más hasta salir de la crisis es totalmente utópico, considerando la crisis mundial en la que las economías débiles serán las primeras en caer.
La única alternativa es la “ruptura socialista”. Es decir, cancelar la deuda (que como una comisión parlamentaria oficial informó, es “ilegítima, ilegal y odiosa”), nacionalizar la banca y tomar los activos de los capitalistas griegos. En ningún otro momento ha quedado el “realismo” de los dirigentes reformistas de Syriza tan desacreditado como completamente utópico. En ningún otro momento ha sido más fácil argumentar la necesidad del socialismo, ya que coincide con la experiencia práctica de cientos de miles y millones de gente trabajadora griega en los últimos cinco años.
Sólo la reorganización radical de la sociedad sobre la base de la propiedad colectiva de los medios de producción ofrece una salida. Incluso esto no sería posible dentro de los límites de Grecia, un pequeño país en la periferia económica de Europa. Pero mandaría un mensaje poderoso a la clase trabajadora de toda Europa, empezando por España, Portugal e Irlanda.
Si los dirigentes de la Plataforma de Izquierdas adoptasen un programa genuinamente socialista y ofreciesen una clara oposición al memorándum, no sólo con palabras y comunicados, sino con acciones, podrían canalizar la creciente oposición.
¿Y ahora qué?
La humillante capitulación de un gobierno en el que las masas confiaban para poner fin a la austeridad tendrá un impacto profundo. El viernes, las últimas propuestas del gobierno fueron recibidas con incredulidad. Esto se está convirtiendo en rabia e indignación.
Una huelga general ya ha sido convocada para el miércoles 15 de julio por la federación de trabajadores públicos ADEDY. Es significativo que los sindicalistas afiliados a Syriza, junto con otros, jugaron un papel clave durante el voto en la ejecutiva sindical. Se han convocado también manifestaciones ese mismo día para oponerse al nuevo memorándum.
Es una cosa aprobar medidas en el parlamento, pero será difícil implementarlas en la práctica. Los electricistas, los trabajadores del puerto del Pireo, los pensionistas, la juventud que votó masivamente por el OXI… no van a aceptar esto de brazos cruzados. Se han sentado las bases para grandes batallas. La clase dominante europea y sus hermanos pequeños en Grecia esperan una gran mayoría en el parlamento, pero la correlación de fuerzas en la sociedad está girada masivamente contra ellos. Esto no se resolverá a través de métodos parlamentarios, sino a través de la lucha.
Por último, es importante enfatizar que la crisis griega sigue dando lecciones valiosas a todos esos partidos y movimientos en otros países que pueden tener la ilusión de que es posible oponerse a la austeridad y alcanzar un acuerdo con el capital europeo al mismo tiempo. Es posible luchar contra la austeridad, pero el único método efectivo de hacerlo es rompiendo con el capitalismo.