El estallido del Movimiento 15-M ha representado la entrada en la escena política de una generación de jóvenes que no participó en la llamada Transición, en los años 70. El consenso político y social que se alcanzó en la misma, a través de su Constitución, de sus pactos sociales,…, sellado con la llegada del PSOE al poder en 1982, con Felipe González (hoy consejero de la multinacional Gas Natural), objetivamente, está en cuestión hoy en día.
Entonces, el PSOE recogió los anhelos de millones de trabajadores y jóvenes que le votaron mayoritariamente “por el cambio”. La dirección del PSOE, en cambio, se esforzó por estabilizar el capitalismo español, pactando con los principales representantes políticos y económicos del establishment internacional.
Comprometiendo toda su autoridad, los Gobiernos del PSOE metieron a España en la OTAN y en la UE (entonces CEE), para dar garantías a los capitales internacionales, que entonces afluían de manera importante a las tierras ibéricas, para explotar a una mano de obra mucho más barata que la de centroeuropa. Los dirigentes del PSOE, favoreciendo la acumulación de beneficios por los grandes empresarios y banqueros con todo tipo de leyes, y por medio de las inversiones europeas, prometieron que el nivel de vida y del estado del bienestar crecería indefinidamente hasta alcanzar el nivel de Alemania o Suecia.
Finalmente, el capitalismo español ha demostrado plenamente sus contradicciones históricas, que se han manifestado de manera evidente, tal como hemos explicado en otros artículos. El sueño europeo de alcanzar a Suecia, que nos vendieron durante tantos años se ha revelado como una falacia. Lo que estamos contemplando día a día es cómo están desmontando todas las conquistas laborales y sociales, conseguidas con muchas luchas, delante de nuestros ojos.
El grito de rabia del 15M, la indignación desatada por parte de los jóvenes y el cuestionamiento abierto de todas las vacas sagradas de nuestra “democracia” de una manera creciente: Monarquía, Constitución, Parlamento…, representa un avance en la toma de conciencia por parte de una generación nueva que entra en lucha en todo el Estado frente a la inseguridad en la que se encuentra, ante su incertidumbre ante el futuro, situación que motiva su consecuente insatisfacción.
Representa objetivamente un intento de romper con los métodos seguidos una y otra vez por parte de los dirigentes de las organizaciones sindicales y políticas tradicionales en las que la anterior generación depositó repetidamente sus esperanzas. Hoy, en mayor o menor medida, dichas formas de actuar están en cuestión antes sus ojos, pues no garantizan el mantenimiento de los derechos sociales ni ningún tipo de futuro digno. Así, el pacto social, el pactismo, seguido por los máximos dirigentes sindicales de UGT y CCOO; o el institucionalismo al que se han orientado en lo fundamental las organizaciones políticas de la izquierda, no sirven para mejorar las condiciones de trabajo, o el mini estado del bienestar, que solo con la lucha se consiguió implantar y defender durante las últimas tres décadas.
Más movilizaciones tras el verano
Después de un verano que no tiene precedentes desde la Transición, por el nivel y duración de las movilizaciones implementadas, es inevitable que las primeras convocatorias que ha habido a lo largo del mes de septiembre no alcanzaran el nivel de las de junio. Por una parte, se imponía la necesidad de un cierto descanso en las fuerzas. Por otra parte, en este contexto se tramitó de forma urgente la reforma exprés de la Constitución, justo cuando el movimiento ciudadano y sindical todavía vivía el final del ambiente veraniego.
Lo destacable ahora es la irrupción del movimiento obrero, empezando por los trabajadores de sanidad y enseñanza, tras los últimos recortes de las diferentes autonomías.
Los máximos dirigentes sindicales de UGT y CCOO se han visto obligados a variar su actitud de no movilización anterior, presionados por sus afiliados y su base social. En muchas reuniones provinciales de delegados y afiliados, después de que Toxo y Méndez llevasen a cabo el pacto de pensiones a principios de febrero, los máximos dirigentes sindicales encontraron una actitud hostil por parte de muchos compañeros, cuando no de abierta rebelión por parte de las bases sindicales.
Hoy por hoy, hay un ambiente cada vez mayor dentro de UGT y CCOO de abierto cuestionamiento de la estrategia seguida por sus dirigentes en el periodo anterior. Dicha situación fue particularmente visible en la asamblea de profesores de Madrid, cuando en el salón de actos Marcelino Camacho de CCOO, más de 2.000 asistentes desbordaron la capacidad del mismo, tomando la palabra decenas de compañeros para manifestar su descontento, e imponiendo la votación de los acuerdos a mano alzada, todos ellos aspectos que nos retrotraen algunas décadas en lo que fueron los verdaderos métodos sindicales que dieron lugar a las propias CCOO o UGT, y que aún viven en los sindicatos tradicionales.
Por tanto, es muy positiva y necesaria la convergencia entre el movimiento ciudadano, el 15M, y el movimiento obrero en movilizaciones lo más unitarias posibles del mayor número de sindicatos de trabajadores para defender los derechos sociales de la inmensa mayoría.
Las manifestaciones en defensa de la enseñanza pública en Madrid en la segunda quincena de septiembre, con unos 50.000 y 100.000 asistentes respectivamente en menos de una semana, muestran el camino a seguir. Es fundamental en este sentido que la Marcha a Madrid en defensa de la enseñanza pública del 22 de octubre, convocada por los sindicatos de enseñantes, constituya un claro éxito.
Por todo ello, es un error tremendo intentar separar las manifestaciones del movimiento ciudadano de las del movimiento obrero tradicional ¿A quién le puede interesar eso? Al Gobierno, desde luego que sí (al actual del PSOE, o al futuro del PP); a los capitalistas que deciden la política del Gobierno, indudablemente, pues están aterrados de que se repita en nuestro país lo que sí pasó en junio de forma efectiva en Grecia, o ahora en octubre: la unidad clara del movimiento de los indignados con el movimiento obrero organizado.
Incluso los representantes de la vieja política pactista sindical (que tienen a su elemento más degenerado en Feliciano Fidalgo, ahora apoyando al PP) están de acuerdo en no converger con el 15M en la calle: para no sentir en sus manifestaciones el aliento de jóvenes, representantes de lo nuevo que es una necesidad, frente a lo viejo que ya fracasó, tal como hemos explicado. Por cierto: lo nuevo no deja de representar objetivamente una vuelta a lo más viejo y mejor de la época de la Transición: la asamblea decisoria, la participación de las bases, la ruptura frente a la reforma…
Necesidad de un cambio en la izquierda política y sindical
En la asamblea de 20.000 delegados que CCOO reunió el 24 de septiembre en Madrid, el secretario general del sindicato, Toxo, defendió según la web de CCOO:
- “… La constitución de una Plataforma Ciudadana de Defensa de los Servicios Públicos (…) Se mostró convencido de que son posibles otras políticas que no sean las de favorecer a los responsables de la crisis, y remarcó que la resignación no es una opción, hay que luchar, porque además hay alternativas…”.
También dijo:
- "…Vamos a defender con todos nuestros medios los intereses de la gente que representamos, que son la mayoría de la sociedad…”.
A finales de agosto, ante la reforma de la Constitución y las últimas contrarreformas del Gobierno PSOE, Toxo también hizo las siguientes declaraciones:
- "El Gobierno se está ganando a pulso el conflicto social con las medidas que está adoptando y no descartamos una nueva huelga general. No descarto absolutamente nada, pero no me toca anunciar esto a mí, son palabras mayores".
Es muy positivo que nuestros dirigentes sindicales hagan estas declaraciones. Ahora hay que pasar de las palabras a los hechos por parte de CCOO que fue quien lanzó esta propuesta. IU ha anunciado su apoyo a la creación de la Plataforma ciudadana para la defensa de los servicios públicos, para lo cual se compromete a la participación activa de sus militantes en la misma. Pero hace falta más: un llamamiento a todas las organizaciones de izquierda y populares para que se unan a la misma (sindicatos, asociaciones de vecinos, movimiento ciudadano…) junto con la elaboración de un plan de movilizaciones estatal. Ahora, con la disolución del Parlamento, cuando el Gobierno del PSOE ha aprobado hasta el último minuto todo tipo de contrarreformas a favor de los capitalistas, hay que prepararse para el nuevo Gobierno del PP. El escenario es el siguiente:
- Hay un pacto formal entre el PSOE y el PP para recapitalizar las cajas de ahorro con decenas de miles de millones de euros de dinero público, y privatizarlas. Vinculado a esto, está la situación de las más de 300.000 familias que perdieron su casa ante la imposibilidad de pagar su hipoteca. Hay que exigir una solución colectiva y satisfactoria para todas ellas.
- Hay decenas y decenas de empresas que se están viento afectadas por expedientes de extinción de contrato ante la nueva recaída de la economía.
- Todas las comunidades autónomas están impulsando, en mayor o menor medida, planes de ajuste que redundan en el despido de decenas de miles de empleados públicos eventuales, así como en un empeoramiento de la calidad de los servicios públicos.
- Centenares de ayuntamientos están aquejados de un problema de creciente insolvencia. También están desencadenándose impagos y despidos importantes.
- Cada vez más trabajadores parados están agotando todas las prestaciones sociales, tanto contributivas (desempleo), como no contributivas (ayudas sociales del Estado o de las comunidades).
- Por último, están las reformas laborales aprobadas por el Gobierno PSOE en los últimos meses, junto con el impulso dado a la privatización en compañías públicas: AENA, Autoridades Portuarias, Loterías del Estado.
Todo ello exige la preparación, información y puesta en marcha de un plan de movilizaciones estatales in crescendo para dar una respuesta organizada a la atroz situación en la que están crecientemente involucrados un mayor número de trabajadores y jóvenes, situación en la que muchos trabajadores se ven solos. Los sindicatos y partidos de los trabajadores nacieron para dar respuestas colectivas ante los fenómenos comunes que afectan a la clase trabajadora. El 15M desnudó a nuestras organizaciones tradicionales, ante su incapacidad para ejercer este papel, que es su papel. Después de un cambio esperanzador, con las movilizaciones convocadas en enseñanza en septiembre, y de las declaraciones últimas de Méndez y Toxo, ahora no se pueden parar: deben seguir dando un cauce al enorme malestar colectivo.
Ante el previsible escenario que se dé en las próximas elecciones del 20 de noviembre, con un PP que ya antes de las elecciones se encuentra tan envalentonado como para anunciar abiertamente que viene a por la enseñanza pública y otras conquistas sociales; situación que se verá espoleada por la dramática situación de Grecia y la crisis en la UE…, el movimiento obrero, junto con el movimiento ciudadano del 15M, deben ir de la mano en las próximas semanas y meses. Los militantes de las organizaciones de izquierda, en particular de IU (que debe jugar un papel mucho más activo en este sentido), debemos defender en el 15M esta idea fundamental.
Necesario es, por tanto, que los dirigentes de UGT y CCOO hagan un llamamiento a la convergencia al resto de sindicatos de clase minoritarios y regionales, llamando a la unidad de acción con el 15M de cara a las manifestaciones del 15 de octubre (como hizo CCOO de Madrid el pasado 19 de junio), y después de las mismas, para frenar las agresiones de que estamos siendo objeto.